“Un
clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente sin afectar al
régimen que las provoca. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y
encauzada en un movimiento de liberación adquiere eficacia necesaria para
luchar con éxito”. J. W. Cooke
Semanas atrás en un reportaje Capitanich expreso una idea
que está circulando dentro del peronismo desde ya hace un tiempo largo. Aseguró que “la centroderecha” ya tiene un
líder, que es Mauricio Macri, y que la oposición (el peronismo) debe
reconfigurarse en “una opción de centroizquierda“.
Frente a una administración de centroderecha de base neoliberal
conservadora, frente a eso, surge la necesidad de reorganización de una
centroizquierda de base progresista y popular, “ese debe hacer nuestro espacio”.
Por otro lado hay sectores dentro del PJ que sostienen
que el peronismo debe modernizarse, adaptarse a lo que la sociedad quiere, que
debe ser un partido que garantice la gobernabilidad, etc. Que tire por la borda
al Kirchnerismo y sea el sostén del sistema, que el peronismo garantice la
continuidad del modelo, cuando, más temprano que tarde, el macrismo estalle. Es
síntesis un peronismo de derecha, neo liberal, alineado con EEUU y la nueva
oligarquía. Esto lo expresan desde Massa, Pichetto y hasta Urtubey. Esta
posición es hoy por hoy minoritaria, pero tiene prensa y poder.
Hoy pareciera, a 20 días de las elecciones de medio
término del gobierno macrista , una expresión de la derecha oligárquica
argentina, que dentro del peronismo existen dos tácticas mayoritarias complementarias, una es la expresada por
Capitanich, la de convertir al PJ en un partido de centro izquierda que compita dentro de la reglas del sistema y
la otra es la de tener una estrategia puramente electoral. La batalla debería
darse en las urnas, el límite al programa de restauración conservadora seria
tener más votos cuando se abran las urnas el próximo 22 de octubre.
Ambas parecieran, según nuestra opinión, estrategias que nos conducen al fracaso. La salida puramente electoral no hará que el
macrismo discontinúe sus políticas. La derecha argentina no tiene otro plan, el
único camino que le queda es avanzar en sus políticas de ajuste permanente y
reforma del sistema político legal y económico de acuerdo a sus intereses de
clase. Por lo tanto algunos votos más o
menos no le harán cambiar el rumbo. No es una derecha moderna ni democrática,
nunca lo fue y las reglas y valores de la democracia les importa poco y nada.
Solo expresan un republicanismo de opereta y un institucionalismo que respetan en la
medida que sirva a sus intereses de clase.
Es cierto que vivimos una época confusa, no solo en
Argentina, sino en el mundo. La crisis del sistema capitalista mundial está en
pleno proceso, sin embargo pareciera que en medio de la crisis el neo
liberalismo globalizador, originante de la crisis, se erige como el gran ganador extendiendo su hegemonía en el
sistema mundo. Nada está escrito y nadie puede predecir el final de este
proceso de crisis. Pero podemos buscar en nuestro pasado recetas y experiencias
históricas valiosas para entender esta etapa y sobre todo cómo construir políticas contra hegemónicas,
Peron
y el peronismo:
Perón pensó y construyo el peronismo como un movimiento
de liberación nacional y social, relegando al partido a una mera herramienta
electoral.
Llegado al
poder en 1943, de la mano de un golpe de estado, dio impulso a un movimiento
popular, obrero, con mucha presencia del
estado. Hacia ese movimiento fueron
adhiriendo y sumándose diferentes
sectores sociales y políticos. Este nuevo espacio político irrumpió con una
nueva lógica, dejo de lado las “ideologías”
tradicionales y las categorías derecha o izquierda, ya que ambas eran
expresiones de una lógica política que legitimaba el status quo, e impedía
cualquier intento de liberación social, política y económica. El enemigo era el
imperialismo y su socio interno la oligarquía, entonces la contradicción
principal paso a ser “Patria o Colonia”, “Pueblo o anti pueblo”, o “liberación
o dependencia”, algunos años después
Lo nacional y
lo antinacional se transformaron así en las principales divisorias de aguas.
Por ello, el peronismo pudo congregar en un mismo techo a anarquistas,
comunistas, socialistas, nacionalistas, conservadores, empresarios, militares,
trabajadores, iglesia, etc.
Pero además
Perón da una vuelta más a esta política, le agrega la concepción de Comunidad
Organizada. El pueblo organizado a través de sus organizaciones naturales, las organizaciones libres del pueblo
las llama el, los sindicatos, la cámaras empresarias, las juntas o sociedades vecinales, los centros de estudiantes,
los clubes y todo grupo de ciudadanos que se unen en un fin comunitario.
No hay que
confundir con el onegeismo moderno, era
empoderar a las organizaciones populares. Estas se convierten en actores
políticos centrales, actores y decisores en el proceso político.
Esta lógica de construcción política le dio al peronismo
una fuerza y una dinámica que le permitió ser durante 70 años el centro de la
política argentina, aun cuando desde la oposición se lo ha tratado de destruir
utilizando todas las armas a su alcance.
Llegado el momento de la confrontación electoral el PJ
armaba sus listas tratando de reflejar
ese espíritu movimientista en la construcción de un frente electoral que
superara las estrechas paredes del Partido Justicialista.
Por supuesto también esta pluralidad de voces y
expresiones, su construcción interna, la figura del caudillo o líder y su
relación con las masas lo convirtió un
movimiento multitudinario y masivo, rico en cuadros y en organizaciones pero
también contradictorio, zizagueante y por supuesto inclasificable dentro de la
teoría política tradicional y europeísta.
El
movimiento nacional y popular.
Vivimos dentro de un sistema social, económico y político
que no sólo no procesa las demandas del pueblo, sino que, precisamente, está
montado para cerrarles el paso. Las masas populares no tienen posibilidad
ninguna de reaccionar a través de los mecanismos institucionales que son los
partidos políticos tradicionales. De allí su crisis de representación y
legitimidad.
El
papel de las “construcciones movimientistas”
es, entonces, el de dar cauce a esas masas populares en su lucha por sus
derechos, no necesariamente en contra pero si por encima, superador, del
sistema de partidos políticos.
Las
experiencias históricas muestran
que estas experiencias son portadoras de
dos objetivos centrales: la
reivindicación social de los pueblos y la independencia nacional ante el imperialismo.
Esta lógica de construcción movimientista encierra un
cambio de paradigmas dentro de la
dirigencia tradicional y sobre todo en la militancia.
La historia no termino como nos decía Fukuyama allá por
los noventa, los hombres y los pueblos construyen día a día su historia por lo
tanto mientras exista el hombre siempre habrá historia y política a su
alrededor.
En el futuro
cercano el régimen macrista acelerara sus reformas estructurales, el endeudamiento, la flexibilización laboral,
y demás objetivos de acumulación y concentración de riqueza. Estas políticas neo liberales también como
contrapartida aceleraran la
conflictividad social y política.
La historia nos muestra que en un país semi colonial, con
una hegemonía mediática – oligárquica - financiera, las batallas políticas hay
que pensarlas en todos los frentes, como luchas permanentes y lamentablemente
prolongadas. Las batallas próximas se van a dar en la calle, resistiendo pero
también construyendo contra hegemonías. Por eso un eje central es la batalla
cultural e ideológica.
Es tarea militante en esta etapa acompañar todas las
expresiones de lucha del pueblo, cuando defiende sus derechos básicos.
Acompañar en la calle, codo a codo toda experiencia de lucha y resistencia. Las luchas populares
generan conciencia, organización y sobre
todo nuevos liderazgos populares.
El imperativo de la hora nos impone generar políticas de
fortalecimiento de las organizaciones populares, definir un rumbo claro y
preciso, dialogar con el pueblo para no perder el rumbo, evitar que de la
crisis sigan lucrando los personeros de siempre, que en nombre de la república
y las instituciones saquean nuestra riqueza, no permitir el paso de experiencia
políticas autoritarias, xenófobas, y violentas como alternativas mesiánicas y
salvadoras.
Superar visiones partidocraticas, que limitan y
condicionan el accionar político. El peronismo no puede ser una expresión más
del sistema, que alterne en el gobierno, sin cuestionar el sistema mismo.
No somos ni podemos ser la Concertación Chilena que gana
elecciones pero no pudo ni quiso nunca
modificar la estructura legal, económica y política que modelo Chile
durante el pinochetismo. No somos ni podemos ser un partido social demócrata al
estilo europeo, que tiraron por la borda décadas de luchas obreras y se
convirtieron en furgón de cola de los
partidos de la derecha financiera, neoliberal y globalizadora.
“El peronismo es revolucionario, o no será”, nos decía
evita. Sin este carácter revolucionario y anti sistema el peronismo no tiene
razón histórica de existir.
Es tarea de todos poner esfuerzo en esta construcción de
un proyecto nacional, popular y
revolucionario, que recoja lo mejor de nuestra historia y las tradiciones
populares.
Este espacio a construir debe ser una expresión del gran
movimiento nacional, abierto,
participativo, poli clasista, que nuclee a todos y a todas aquellos que quieran
una Argentina justa, libre, soberana, unidos en un programa de acción común y un sueño y una mística
compartidos.
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