Las pymes argentinas: un camino lleno de incertidumbres.

 Por Antonio Muñiz 
La Argentina del siglo XX vivió  ciclos de industrialización acelerada, como 1945/55, o más amesetada como la década del 60 y primeros años del 70. El periodo se caracterizó desde lo económico como  stop & go, es decir freno y arranque de la economía. Todo  periodo de expansión  terminaba en una  crisis en la balanza de pagos. La doctrina liberal de la época aconsejaba la devaluación, el aumento de las tarifas, ajuste de los gastos del estado, recesión, desocupación y cierre de pymes en los eslabones  más débiles.  Luego de un tiempo  el proceso de crecimiento de la industria volvía a empezar.
A pesar de las crisis cíclicas el proceso de crecimiento de toda la economía se mantuvo  positivo hasta 1974. En ese año la Argentina alcanzó su máximo nivel de industrialización y las menores tasas de desempleo y desigualdad.
El país registró en 1974/75 los indicadores de actividad industrial y participación de los asalariados en la economía más altos de su historia y las tasas de desempleo y desigualdad más bajas, al igual que la relación entre la deuda pública externa y el Producto Interno Bruto (PIB).  
Las políticas económicas del proceso cívico militar iniciaron una serie de medidas destinadas a romper la estructura industrial montada hasta el momento. Se inicia una política económica basada en el neoliberalismo, que privilegiaba las actividades rentístico financiero por sobre las productivas, primarizacion de la economía, servicios, industria concentradas y extranjerizadas, con una gran deuda externa etc, que financio todo ese proceso pero condeno el futuro de la Argentina en las siguientes décadas.

Este proceso, aunque incompleto, por sus contradicciones internas, más la poca viabilidad económica y política,  dejó una huella de ruptura no solo con el pasado industrializador de ciertos sectores sociales, sino que también genero una grieta social que rompió de alguna manera los lazos sociales que habían imperado durante los anteriores 50 años.
Así en la década del 90, el gobierno de Carlos Menen, aliado a los "mercados" vuelve con el proyecto inconcluso de la dictadura. La alianza gobernante profundiza la desindustrialización a través de un dólar barato, importaciones indiscriminadas, privatizaciones, y como siempre un fuerte endeudamiento externo. El resultado de la década del noventa fue nefasto por los altos índices de pobreza, marginalidad, cierre de empresas, desocupación, proceso que hace implosión en el 2001.
 
Luego de la crisis del 2001 y sobre todo después del 2003 con Néstor Kirchner en el gobierno, comenzó un periodo crecimiento sostenido, la industria atravesó 32 trimestres de crecimiento a tasas “chinas”. En esos 9 años, Argentina logró duplicar su producción industrial y retomar el proceso de reindustrialización que había abortado  la última dictadura militar.
Este proceso de reindustrialización  de NK genero un crecimiento alto,  8% promedio, y además alto crecimiento del empleo y  las exportaciones. La industria volvió a crear trabajo.  Se generaron en ese periodo  cerca de  500 mil nuevos puestos de trabajo registrados, y seguramente otros tantos empleos informales. Siendo así el motor de crecimiento de toda la economía y la razón de la reducción de la desocupación y la informalidad.
En 2011/12  la Argentina alcanzó “el punto más alto de industrialización”, luego del que se había registrado durante el tercer gobierno de Juan Domingo Perón, en 1974.
A pesar del crecimiento importante del consumo interno, la industria genero también  excedentes que permitieron aumentar las exportaciones. Los mercados    latinoamericanos, como Brasil, Venezuela y Chile fueron destinos claves de las manufacturas nacionales en estos años.

Se destacó la recomposición del complejo metalmecánico y el renacimiento de los sectores intensivos en mano de obra, como textil, calzado y marroquinería.  Se relanzo  la producción de maquinaria agrícola,  equipamiento eléctrico, automotriz y de línea blanca (heladeras, cocinas, lavarropas),  de embarcaciones,  equipos  médicos, electrónica,  computación, etc.

Si bien podemos hacer la crítica en que no hubo una “política industrial” fina,  se plantearon políticas macroeconómicas para alentar al sector: desarrollo del mercado interno, salarios altos que garantizaban el consumo, dólar alto, políticas fiscales, etc. Este esquema funciono eficientemente hasta el 2008/2009, con la crisis de las “sub prime”, la crisis internacional comenzó a golpear la economía interna.
En ese momento era necesario una “cirugía fina”, diseñar una política industrial que definiera  sectores estratégicos y corrigiera alteraciones en las cadenas productivas. Por ejemplo el régimen de promoción fueguina necesitaba y necesita replantearse, no para desmontarlo  como ahora, sino para hacerlo más eficiente y viable, o el régimen de la industria automotriz, que  necesita correcciones y cambios en sus bases para hacerlo más equitativo para  argentina.
Hubo políticas sectoriales, y programas  puntuales, tanto en herramientas crediticias a las pymes, como de fomento a  sectores con innovación y desarrollo, Arsat, o el Plan Atómico, etc, Positivas todas pero insuficientes, a nuestro entender por la falta de un plan estratégico integral de desarrollo.

La crisis en la economía mundial y sobre todo la crisis económica y política brasileña golpearon muy fuerte a la economía argentina.  A pesar de las políticas activas del gobierno afín de sostener el mercado interno y niveles aceptables de actividad económica la situación tendía a agravarse. Déficit energético, caída de las reservas,  fuga de capitales, remisión de utilidades, etc, en un mundo en recesión, donde se caían los precios de los commodities.  La industria local perdió al exterior por U$S 16 mil millones de dólares en esos 4 años, con un mercado local, que a pesar de las medidas proactivas del gobierno, no tenía  capacidad suficiente para compensar.

Si bien en el periodo 2012/15 el gobierno de CFK intento financiar a el desarrollo productivo con políticas proactivas, es indudable que no alcanzo, a pesar del éxito de hechos puntuales, como la exportación de reactores, aviones Pampa , satélites y radares, etc.
Tal vez se hubiera necesitado a nuestro entender, un estado más atento y activo, un estado productor que se asociara al capital privado en el desarrollo de sectores estratégicos. La nacionalización de YPF, decisión correcta pero tardía, ya el daño de la privatización y el saqueo por parte de los privados estaba hecho, o la no nacionalización de los servicios públicos, las inversiones en el servicio ferroviario de pasajeros y de carga, tarea importante pero tardía, etc, etc,
Ante la falta de una burguesía nacional que fuera motor del proceso industrializador era necesario que ese rol lo llevara adelante el Estado.  El miedo a generar un “estado empresario”, fue una limitante en todo el proceso.

Y ahora, es el pasado que vuelve…

Con el resultado de las elecciones de 2015 volvió a imponerse un modelo político y económico que representa a la derecha neoliberal, aliada con los restos de lo vieja oligarquía  agropecuaria, los sectores rentístico financieros, y la banca internacional que ha lucrados siempre con el desguace y el endeudamiento del país, Vuelve el viejo modelo basado en la producción primaria, agraria y ahora minera, el crecimiento de las actividades financieras, los servicios, y algún sector industrial concentrado y extranjerizado.  
En general las políticas del macrismo en este año fueron perjudiciales para casi toda la economía real. Recibieron una economía con problemas puntuales, algunos complejos, otros no tanto, erraron el diagnóstico y ahí donde había problemas generaron una crisis. Terminaron echando nafta al fuego y agravando todos los problemas y generando nuevos.
El pésimo manejo de la devaluación, que se fue toda en inflación de precios, sobre todo en los productos  alimenticios, endeudamiento indiscriminado para financiar gastos corrientes,  los tarifazos en energía, comunicaciones o impuestos. Desfinanciación de del estado vía quita de retenciones al agro y a las mineras, subsidios encubiertos  a las empresas “amigas”.  Apertura de la economía tanto en el sector financiero, que permite una vuelta al pasado de la “bicicleta financiera”, como en el comercial, con la avalancha de productos importados que compiten y destruyen la producción nacional.  Todas políticas económicas mal diseñadas y peor instrumentadas. Todas afectan a los trabajadores reduciendo salarios y horas trabajadas, así como a las pymes que ven afectada su rentabilidad,  que no pueden  acceder al crédito, ni competir con los productos extranjeros, en un mercado que se achica.
Iniciamos 2017 con los números de la economía en caída libre en todos los sectores productivos, en especial los sectores industriales pymes.
Los cambios en el gabinete económico, muestran el fracaso de la gestión de 2016 pero muestran también una profundización  de las políticas vigentes.
2017 será un año complejo y con pronóstico reservado. Ningún número de la economía parece favorable. La crisis internacional y regional, en especial Brasil, parece no tener solución, por lo menos en el corto plazo.
La asunción de Trump en EEUU tampoco parece una buena señal para el macrismo. Las políticas de Trump que parecen  van a restringir el comercio internacional, el aumento de la tasa de interés internacional con un reflujo de capitales financieros y productivos hacia dentro de EEUU, con lo cual la “lluvia de inversiones”  parece de difícil concreción.
El escenario para la industria, en especial para las pymes resulta claramente desalentador. La enseñanza de nuestra historia económica nos muestran que las políticas económicas neoliberales nos llevan inexorablemente a un cierre de empresas  y a la desaparición de sectores importantes como el textil, indumentaria, cueros y juguetes, además de gran parte la industria “blanca”, básicamente toda la industria que no pueda competir con la producción importada.
Este proceso des industrializador  tiene como consecuencia directa el aumento de la desocupación hasta índices de 2 dígitos y el aumento de los índices de indigencia y pobreza.
A nuestro entender estos resultados no son “errores”,  son el resultado buscado por esta coalición de gobierno que tiene intereses económicos contrario a la industria y a la producción local. Es proceso no se frenara sino hay una toma de conciencia por parte de los trabajadores y los empresarios pymes, que son la víctimas directas si este modelo resulta exitoso.  Si a Macri le va bien, a las pymes y a sus trabajadores les va a ir muy mal.
Solo la toma de conciencia, la unidad de los sectores productivos y una lucha constante tanto política como cultural podrá poner freno a estas políticas de saqueo y destrucción del mercado interno, la industria y sus trabajadores.


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