Antonio
Muñiz
Los resultados electorales del 2015 iniciaron un proceso
de autocrítica, cuestionamiento y fragmentación interna del gran espacio que
fue el kirchnerismo, pero en especial
dentro de esa columna vertebral que fue, guste o no, el peronismo.
Es indudable que el peronismo se encuentra partido en
varios grandes grupos pero sin embargo no aparecen nuevos liderazgos, y los viejos no parecen entender
ni ser voceros de lo que espera y quiere esta sociedad.
La ofensiva feroz de la restauración conservadora sobre la estructura económica productiva, pero sobre todo sobre las instituciones democráticas, muestra una oposición dubitativa, sin ideas y sin líderes.
La ofensiva feroz de la restauración conservadora sobre la estructura económica productiva, pero sobre todo sobre las instituciones democráticas, muestra una oposición dubitativa, sin ideas y sin líderes.
El papel ambivalente, como socio - opositor, de Massa, merece otro análisis,
pero es un juego peligroso para sus ambiciones de ser el sucesor de Macri,
impulsado por el mismo sector dominante que hoy apoya a Mauricio pero con un
toque más “social “ y peronista.
Existe dentro del peronismo algunos grupos que por una
mala lectura de la realidad se apresuraron a dar por muerto al kirchnerismo y
“jubilaron” antes de tiempo a CFK.
Sin embargo, pesar
de la feroz campaña de demonización de su figura, a partir de una obscena persecución por parte
de una justicia politizada, las
corporaciones mediáticas y el periodismo
mercenario, sigue teniendo una imagen positiva que ronda el 40%. Teniendo picos
en el conurbano bonaerense picos de 50/60 % de imagen.
Así, CFK, quieran
o no sus adversarios internos y externos, aparece cada vez con más nitidez como
la gran líder de la oposición.
Es hoy por hoy, la
única voz opositora que marca un camino, una construcción política alternativa
al modelo gobernante.
El Frente Ciudadano, que viene planteando CFK, desde
aquel 13 de abril en Comodoro Py, ha ido creciendo como idea, como concepto.
Pero como en toda construcción política hay que pasar de la idea al hecho concreto.
Pero como en toda construcción política hay que pasar de la idea al hecho concreto.
En aquel discurso de Comodoro Py, CFK planteo sumar a todos aquellos que estaban
siendo agredido por el modelo neo liberal. Amalgamar en un gran Frente civico sectores
políticos, económicos y sociales, que estaban
siendo agredidos por el modelo neoliberal macrista.
En
este caso nos uniría el espanto, más que el amor, Así planteado parece poco e
insuficiente. Pero es un comienzo.
En estos meses la agresividad de las políticas macristas se muestran en toda
su magnitud: caída del salario en un 10/12 %, caída de la industria y el
comercio con más de seis mil establecimientos cerrados,
empobrecimiento de la clase media, endeudamiento que condiciona el futuro, 5
millones de nuevos pobres, y cuyos nefastos resultados futuros van a ser peores
todavía para amplios sectores populares y sobre todo de clase media.
Es justo reconocer que todavía Macri y su gestión tiene niveles
altos de aceptación y aprobación, en casi todos las encuesta le dan una
aceptación que ronda entre el 40/48 %. Es posible explicarlo desde la feroz campaña
de blindaje hacia la imagen presidencial por parte de la prensa mercenaria y la
“luna de miel” que tienen casi todos los gobiernos en los primeros años de gestión. Sin embargo
también es necesario reconocer que existen bolsones de población y no solamente
sectores altos que ven positivamente estás políticas neo liberales en lo
económico pero muy conservadoras y autoritarias en lo político. Esta derecha es
difícil de mensurar, pero a priori, podemos estimarla en un piso de 15/20% de
la población. Un piso alto.
El pasado 17 de octubre, CFK volvió a enunciar en el acto
del PJ Capital su idea del Frente Ciudadano. Remarcó que es necesario “reconstruir las redes de solidaridad, de
organización, de la concientización para la reconstrucción de una gran mayoría,
que no alcanza con los peronistas, que no alcanza con los kirchneristas que no
son peronistas, que no alcanza tampoco con los amigos radicales, porque hay
mucha gente que no está identificada con una idea política”. Y después
agrego, “A veces estamos más pendientes
de lo que hacen otros dirigentes de nuestro espacio, otros militantes, que a lo
que le está pasando al vecino, al compañero, al amigo, al ciudadano y estar
junto a ellos”.
En un mensaje directo a la interna, donde expone
claramente que es necesario abrirnos a la sociedad, escuchar sus reclamos,
dejar de lado las internas menores, por los cargos o las pequeñas prebendas. Es
necesario una vuelta a la gente, al barrio, al sindicato, a las organizaciones
gremiales empresarias, al centro de estudiantes, a la “básica”, en síntesis
volver a la práctica básica del peronismo. Construir
poder popular, junto a la gente, codo a codo con los otros.
La pregunta que surge es como sumar y amalgamar en un
espacio común sectores que provienen de historias e intereses disímiles y a
veces contradictorios.
Es
indudable que el Frente no puede ser solo una herramienta de resistencia
coyuntural ni tampoco un simple frente electoral, no puede limitarse a ser un
frente anti Macri. No solo lo limitaríamos sino que es probable que lo
condenemos a muerte antes de nacer.
Hay que recuperar el espíritu y la lógica
movimientista. Este nuevo frente debe ser un gran movimiento nacional, abierto, participativo, poli
clasista, que nuclee a todos y a todas aquellos que quieran una Argentina
justa, libre, soberana, unidos en un programa
de acción común y un sueño y una mística compartidos.
Vivimos dentro de un sistema social, económico y político
que no sólo no procesa las demandas del pueblo, sino que, precisamente, está
montado para cerrarles el paso. Las masas populares no tienen posibilidad
ninguna de reaccionar a través de los mecanismos institucionales que son los
partidos políticos tradicionales. De allí su crisis de representación y
legitimidad.
El papel de las “construcciones movimientistas” es, entonces, el de dar cauce a esas masas
populares en su lucha por sus derechos, no
necesariamente en contra pero si por
encima, superador, del sistema de
partidos políticos.
Las experiencias históricas muestran que
estas experiencias son portadoras de dos objetivos centrales: la reivindicación social de los pueblos y la
independencia nacional ante el imperialismo.
Esta lógica de construcción movimientista encierra un
cambio de paradigmas dentro de la
dirigencia tradicional y sobre todo en la militancia.
La década ganada fue una etapa de inclusión con políticas
sociales potentes que permitieron el acceso de amplios sectores a los derechos
ciudadanos. Sin embargo, tal vez, la diferencia sustancial este en que estos 12
años las políticas y beneficios se hicieron de arriba hacia abajo. No se
promovió la participación popular, ni se trabajó la discusión política, en la
base. La lógica de las políticas sociales fue la lógica del “Papa Noel”. El
estado bajaba cosas, bienes, subsidios o políticas, donde los beneficiarios
eran sujetos pasivos que “recibían el regalo”.
Ni siquiera lo hacía a través del puntero o la
organización del barrio, Por un prurito “anti
clientelista” los bienes llegaban como
encomienda a través de los camiones de “Andreani”. Por lo que los beneficiarios no se sentían
parte de una estructura mayor que les reconocía derechos y que debían
organizarse para conseguir más o defender lo conseguido. Esto marca uno de los defectos y debilidades
del gobierno kirchnerista y una de las causas de la pérdida de votos en los
sectores populares hacia el macrismo: la falta de trabajo político – ideológico -
organizativo en los sectores populares.
Romper
la rueda.
La idea de un frente ciudadano se discute en casi todos
los ámbitos políticos y sociales.
Hay conciencia que la coalición gubernamental que
sostiene a Macri es muy fuerte y poderosa, no tanto en lo electoral, donde por
ahora muestra debilidades, pero si en el manejo de las herramientas e
instituciones del poder político y económico real.
Es imperioso que el campo nacional se prepare para la
batalla final en la toma del poder real. Por lo cual es necesario construir
poder popular que pueda enfrentar el poder corporativo – mediático.
Cae de maduro que esta construcción debe hacerse desde abajo hacia arriba, desde las
organizaciones populares de base hacia formas organizativas democráticas de
segunda generación. Este proceso de
construcción va a dar lugar al surgimiento de nueva dirigencia, más conectada y
representativa de los intereses de las bases.
Esta construcción está en marcha, en forma anárquica tal
vez y seguramente con muchos errores y
fracasos, pero hay experiencias interesantes como las “multisectoriales”, o el
trabajo en los barrios bonaerenses o en los centros de estudiantes universitarios
y secundarios, donde están germinando
algunas de estas formas organizativas y también generando nuevos liderazgos.
Esta
construcción del movimiento popular requiere, además de todo lo anterior, una conducción clara y fuerte y un programa de gobierno que vaya por la toma
del poder real, desmontando el aparato jurídico – económico e institucional que da sustento al sistema neoliberal, y que
traba todo proceso popular,
La
historia del siglo XX nos muestra que el campo popular puede llegar al gobierno
a través del mecanismo de elección del sistema democrático burgués, pero no tomar el poder real.
Y
por lo tanto quedar supeditados, como hoy, a una revancha o contra ofensiva de los grupos
de poder.
Es necesario quebrar esa rueda, de avance y retroceso
periódicos del campo popular.
Los avances del campo popular son lentos y no siempre
exitosos, pero el reflujo de los gobiernos de derecha ha sido y es muy dolorosa
para el pueblo argentino.
Para ello es fundamental la construcción y acumulación de
poder popular, la formación de equipos técnico - políticos para ocupar los puestos claves del Estado, y un programa
de gobierno que profundice los cambios legales e institucionales para enfrentar
a enemigos muy poderosos y arrebatarles las fuentes del poder real, de una vez
y para siempre.
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