Buenos Aires Económico
Fueron llamados especialistas, conocedores, analistas del mercado, estudiosos de la economía, poseedores de revelaciones y anticipadores del caos. Desde el inicio del gobierno de Néstor Kirchner hasta la actualidad, toda una serie de economistas se dedicó a mostrarse en los medios masivos de comunicación para disparar duros pronósticos respecto de la supuesta debilidad del modelo.
La realidad los desmiente cotidianamente y los posiciona como operadores políticos más que como economistas. Dijeron que la Argentina iba a entrar en default, que nunca se aceptaría en el exterior el canje de deuda, que el desempleo jamás bajaría, que el gasto social iba a hacer explotar las cuentas, que el sistema financiero iba a colapsar con el fin de las AFJP, que terminaríamos importando leche.
Fueron meros anunciadores de una realidad ficticia, como también estuvieron lejos las profecías de los analistas económicos que año tras años anunciaron recesiones, rebotes inflaciones descontrolados, disminuciones brutales de la tasa de inversión o panoramas de ese tipo”.
Si bien en este caso el análisis está circunscripto a la arena económica, en el plano político los pronósticos fueron igualmente taxativos: Néstor Kircher era presentado como la supuesta marioneta de Eduardo Duhalde, que iría a cumplir los mandatos que el titiritero ordenaba; mientras que Cristina Fernández limitaría su libertad de maniobra a las intenciones ocultas de su esposo, dado que para los analistas mediáticos la Presidenta no disponía de la capacidad política como para gobernar.
Durante los años previos a la crisis internacional los pronosticadores de la economía argentina veían un futuro gris, estallada la bomba financiera el panorama local pareció teñirse de negro completamente. Sucede que el grueso de los economistas ortodoxos considera que el crecimiento sostenido de los últimos siete años es una combinación entre el tan mentado “viento de cola” y una devaluación inicial que aportó el empuje productivo necesario.
Pero esa teoría terminó por derrumbarse en 2009, cuando se vieron economías sólidas desintegrarse, mientras que la Argentina atravesó la crisis con cierta soltura y con un costo social apañado por una estrategia política acertada del Gobierno nacional. “La Argentina recuperó rápidamente los equilibrios macroeconómicos esenciales, entre ellos el superávit fiscal, una balanza de pagos con saldo favorable y reservas en el Banco Central, de modo que se cambiaron las condiciones estructurales para evitar un default”.
Además, se sumaron “medidas puntuales” que terminaron de apuntalar el modelo, entre las que destacó “la estrategia de sostener el empleo, de aprovechar el proceso de sustitución de importaciones, la nacionalización del sistema de jubilaciones y la Asignación Universal por Hijo”.
Los economistas Nacionales y Populares, coinciden en que desde un comienzo, y durante la crisis todavía más, la clave estuvo en estimular la demanda interna. Eso, más allá de los estímulos fiscales, se logra mediante salarios dignos, que brinden una capacidad de consumo adecuada y que asienten un horizonte de crecimiento para alentar la inversión.
Mientras que los pronosticadores liberales advertían a comienzos del 2009 que la Argentina iba camino al default, pero con el agravante de un proceso inflacionario que no se detendría, sino que los precios irían en alza mientras el PBI se derrumbaba. La realidad fue otra. El año cerró con un crecimiento del 0,9% y para el primer trimestre de 2010 el desempeño económico ya mostraba un salto de casi 7 puntos porcentuales, liderando el crecimiento en la región.
Aldo Ferrer indicó que la Argentina “resistió la crisis y creció gracias a su política económica”, la cual -a su criterio- estuvo basada en “la consolidación de la balanza de pagos, superávit gemelos y una situación fiscal sólida”. “Este conjunto de circunstancias permitió, junto a la salida de la convertibilidad, que se estimulara la producción, el empleo y la inversión”, analizó el ex ministro de Economía y enfatizó: “La economía crece apoyada en estas fortalezas”.
El siguiente punto más criticado por economistas liberales es el crecimiento del gasto del Estado en las partidas sociales. “Jamás en la historia, los gobiernos gastaron tanto y con tan pocos resultados”, alcanzó a decir el economista de La Rural Ernesto Ambrosetti. Parte del balance es cierto: En 2004 la inversión social apenas si pasaba los 5 puntos del PBI, mientras que 2010 cerró con un gasto superior a los 10 puntos.
Lo discutible, claro, es si el modelo económico va rumbo a derrumbarse por culpa del dinero que el Estado destina a partidas sociales. “El gran motor en el crecimiento de la economía argentina viene por el lado de la demanda, y en todo este último período la existencia del gasto social implicó mantener una dinámica de consumo que favoreció el crecimiento del Producto, así como también al despegue del Producto potencial de la economía”, sostuvo Wierzba. Y subrayó: “Los ortodoxos no sólo no piensan así por un problema de perspectiva o mirada, sino por Según el referente de la Comisión de Economía de Carta Abierta, “fue una solución de tres patas: Se terminaba con una lógica de negocio espurio; se reestablecía un sistema más solidario y sólido; y se resolvía una complicación financiera muy seria por el tema de la crisis”.
Similar análisis realizan Aldo Ferrer y Abraham Gak. “Se demostró de la noche a la mañana a la sociedad qué se estaba haciendo con su dinero”, expuso Gak y denunció que “los volúmenes que aparecían oficialmente manejados por el sector privado no tienen nada que ver con los volúmenes que está manejando actualmente el Estado”.
“Claramente ha habido un ocultamiento impresionante de fondos”, dijo y agregó: “Lamentablemente estas cosas no terminan en Tribunales”. Para el economista del Plan Fénix, “uno de los problemas más serios que tenemos es cómo lograr en la gestión del Estado una extrema eficacia; y justamente el modo en que se traspasaron las jubilaciones y la aplicación del subsidio por hijo mostraron un proceso realmente eficaz, que no presentó ningún problema, y eso que estamos hablando de millones y millones de personas”.
Finalmente, Ferrer concluyó que “la reestatización de las AFJP fue una decisión fundamental para poner el ahorro previsional al servicio del país y de inversiones productivas que permitan enfrentar compromisos futuros con los jubilados”.
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