Un artículo de Jorge Rachid
La Argentina ha encontrado un rumbo certero, dejando atrás un laberinto de búsquedas desesperadas alentadas por el éxito hoy, que llevaban siempre a la claudicación, el desamparo social y la posterior crisis recurrente de fórmulas aplicadas según intereses externos –en especial financieros– ordenados por los organismos internacionales de crédito.
Hoy la Patria está de pié, puede que a algunos compatriotas los incomode el proceso de confrontación política al cual se desacostumbraron en las etapas del discurso único. Puede ser que haya compatriotas de buena fe que crean en otro camino. Incluso pueden existir quienes se consideren mejor dotados para desarrollar el mismo sendero. Pero ninguno podrá decir si es leal con su pensamiento, que no estamos recorriendo la reconstrucción de la Argentina, no sólo de su capital económico, sino su capital simbólico que es su pueblo con su cultura, su conciencia colectiva, su esfuerzo trabajador y su protagonismo activo.
No ha sido casualidad ni viento de cola lo que nos trajo aquí, a este tiempo de realizaciones, donde se puede pensar y planificar en lo estratégico después de décadas de gestión ejecutiva presentada en forma artera, supuestamente sin ideología ni objetivos, como forma perversa de despolitizar, denigrando las ideas y posibilitando el tráfico ideológico en nombre de los nuevos tiempos.
Hemos llegado aquí por el coraje del pueblo argentino y de un liderazgo combatido y mancillado hasta límites desconocidos, por haber herido intereses concretos de los dueños del poder. Un escenario político que recuperó la capacidad de decisión nacional, la soberanía popular y el interés nacional, como forma de recrear la identidad perdida en las mesas de negociaciones internacionales, en el endeudamiento perverso como herramienta de control político y en la hegemonía de los sectores reconcentrados del poder económico –en especial financiero y transnacional– en las empresas privatizadas de carácter monopólicas.
Quienes pretendan confrontar en elecciones con el actual esquema de construcción política, deberán demostrar cuál será el eje de acumulación del modelo social y productivo de ingeniería futura que proponen, si es que la oposición es por las medidas estructurales que se han desarrollado para debilitar el neoliberalismo pálidamente vigente, después del cimbronazo de la eliminación de las AFJP, la Ley de Medios, la AUH, las políticas activas proempleo y el UNASUR como marco estratégico.
Esa explicación merecerá también el detalle de cómo afectarán esas medidas –contrarias al actual proceso– al conjunto del pueblo argentino, porque de algo estamos seguros: se debe terminar con las mentiras en campaña que después producen ingenierías sociales de marginación, angustia y caída de grandes sectores de la población. La década del 90 es un claro ejemplo de eso y el fracaso posterior aún lo estamos pagando todos los argentinos.
Quizá algunos sólo expresen que son las formas las que condicionan su adhesión al modelo, que los métodos de conducción son poco horizontales, que la convocatoria es escasa, entre otras críticas a las conductas antes que a los fines. Es legítimo que lo expongan y se diferencien hasta en términos electorales, pero no es lógico que lo hagan desde el campo de los enemigos del movimiento nacional, repitiendo eslóganes de aquellos que desde lo visceral desprecian todo lo que tenga que ver con la justicia social, los que no están dispuestos a ceder nada a favor de un modelo solidario más justo, los que son capaces de conspirar con embajadas extranjeras para debilitar el Gobierno o alentar a los fondos buitres contra el Estado nacional.
Viene bien recordar estas conductas ante la instalación de la epopeya de la Vuelta de Obligado como feriado nacional conmemorativo de una de las hazañas patrióticas escondidas por la historia oficial.
Es bueno recordar que en los buques ingleses y franceses venían argentinos que combatían a Rosas, que estaban acompañando a las tropas enemigas para resolver problemas domésticos y lo siguieron haciendo hasta la Batalla de Caseros donde lo pudieron derrotar sólo recurriendo a tropas brasileras que así lavaron la derrota infligida en Ituzaingó, posibilitando entronizar la política británica en el Río de la Plata y preanunciando la Guerra de la Triple Infamia que ocasionó un millón de muertos a la hermana República de Paraguay.
Esos mismos descendientes de aquellos títeres del imperio, escribieron la «historia oficial», como pretenden escribirla hoy desde una visión sesgada por sus propios intereses, lastimados por las políticas autónomas adoptadas desde el Ejecutivo Nacional, desde sus propias cañoneras como son los medios de comunicación.
Son quienes proclaman a los cuatro vientos su compromiso con el país, siempre y cuando el movimiento obrero sea oveja de esquila o carneo, pero nunca protagonista de la historia, desnudando así su verdadero perfil. Los mismos que cuando las crisis internacionales golpean las puertas corren presurosos al amparo del Estado exigiendo soluciones crediticias, pero incapaces a la hora de la distribución de la riqueza o la obligación fiscal tributaria, que permite la respuesta del Estado a las garantías constitucionales de todos los argentinos, desde la salud a la educación, desde la energía a la vivienda, desde el crédito a la alimentación.
Esos personajes que hoy como ayer en nombre de las libertades y la democracia son capaces de inventar golpes de Estado supuestamente constitucionales, como en Honduras, Ecuador o Bolivia, o procesos destituyentes como en nuestro país con la 125.
Son los mismos que claman por seguridad jurídica cuando evaden impuestos, triangulan operaciones de exportación estafando al fisco, mantienen salarios en negro debilitando la estructura de la seguridad social. Plantean estos mismos sectores supuestas reivindicaciones sobre la pobreza y las jubilaciones, en maniobras desfinanciadoras antes que de compromiso social, que no clamaron ni tuvieron durante décadas de congelamientos y descuentos salariales, exclusión social, desempleo y colapso industrial.
Pero el pueblo sabe que los caminos están abiertos y que se están escribiendo los nuevos paradigmas de los próximos lustros, forjados por la conciencia colectiva del pueblo argentino, que supo diferenciar entre la libertad efectiva y el oprobio moral del discurso único. Que sabe que quienes son atacados y demonizados por el poder económico, son los hombres y mujeres que se atreven a la lucha contra esos intocables; sabe también el profundo sentido de discriminación que existe en los sectores acomodados del poder, que se llenan la boca de pueblo, mientras no tenga cuotas partes de poder, ni se siente a la mesa de negociaciones.
Sin embargo se pudieron recuperar las leyes laborales enterradas, se pudo generar empleo junto a la puesta en marcha de las paritarias, que por miles devolvieron dignidad al pueblo trabajador, se restableció el Consejo del Salario y se volvió a la capacitación, la investigación en ciencia y tecnología con un nuevo ministerio, se recuperó recurso humano de investigadores del exterior, como así también el desarrollo de tecnologías de punta. Astilleros del Estado construyendo barcos, la Fábrica Militar de Aviones, la radarización del país, entre muchas otras conquistas, jalonaron un camino todavía abierto.
Los argentinos podemos recuperar un afecto perdido en la medida que el destino común sea reconstruído, la autoestima nacional repuesta después de años de denigración del ser nacional, de humillación del hombre argentino expresado en el manual de zonceras criollas de Jauretche.
El camino abierto nos desafía a la creatividad, a la imaginación, «que florezcan miles de flores» parafraseando a Mao, en una juventud que se abre paso como protagonista y bienvenida sea, porque lo hace con convicción, compromiso, hidalguía y solidaridad social, impensable hace apenas unos años.
Criados los jóvenes en el marco cultural neoliberal han podido sacudirse el posibilismo trepador individual, como lógica de vida, porque encontraron el sentido que da la identidad y la pertenencia a la Patria, recreando nuestras mejores páginas de la historia.
Quienes lo vemos desde el necesario otoño, debemos sembrar, sembrar y sembrar sin esperar cosechas, con la satisfacción de estar viviendo un renacer de la política como herramienta de transformación social, la única en un estado democrático popular, sin condicionamientos de poderes externos ni extorsiones desde adentro.
Animarse a recorrerlo es una aventura apasionante que debería ser asumida por todos aquellos que todavía sueñan con una sociedad más justa, más libre y más soberana para nuestra Patria.
jorgerachid2003@yahoo.com.ar
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