Ese día, en 1972, después de 17 años y venciendo la persecución, proscripción y difamación, Perón volvía a la patria. Sin dejarse “apretar”, se reencontraba con su querido pueblo (“no le dá el cuero”, dijo Lanusse). Un pueblo que, parafraseando al inolvidable e imprescindible Scalabrini Ortiz, “está solo y espera”. Pero en aquel día, cuarenta años después de aquella frase, también se encontraba unido, organizado y movilizado masivamente por la esperanza del retorno de su líder.
Habíamos recorrido un doloroso y heroico camino. En ese día se sintetizaban la resistencia, la contrarrevolución del Gral. Valle, el “luche y vuelve”, la lealtad inclaudicable del “tío” Cámpora, el ejemplo del primer desaparecido, el dirigente gremial de base Felipe Vallese, y de todos los compañeros caídos en la lucha por la liberación nacional. Se trató realmente de una épica colectiva, de una de las mejores páginas de la historia argentina, con el pueblo como sujeto y protagonista.
APUNTES PARA LA MILITANCIA (intentando recordar devota, respetuosa y humildemente al “Bebe” Cooke)
Perón nos enseñó que conducir es adoctrinar y que gobernar es persuadir.
El militante peronista es, en proyección, un conductor o dirigente, porque “todo compañero lleva en su mochila el bastón de mariscal”.
Por lo tanto el militante adoctrina, persuade, convence, contagia, motiva, pero también escucha, acuerda y suma, compartiendo con trato humano y político a través de un vínculo y práctica permanente con los demás. Es decir, con continuidad y solidaridad (“no hay conducción política sin acción solidaria”).Esto requiere actitud ejemplar y capacidad de servicio. Como dice el precepto bíblico: “he venido a este mundo a servir, y no a ser servido”. Y siempre desde la humildad. Porque ésa es nuestra opción de origen. Más allá que el peronismo es antiimperialista y antioligárquico, Perón decía que “el justicialismo no está en contra de nadie, sino a favor de los humildes”. La compañera Evita desde su lecho de enferma le reclamaba: “Juan, Juan……, no te olvides de los pobres…”. Y humildad también para convocar, consensuar, concertar. Desde nuestra verdad relativa, como repetía Néstor. “Para acordar hay que vencerse a si mismo”, planteó lúcidamente el pensador argentino Rodolfo Kusch
Reiteradamente se ha asociado el militante al predicador. En efecto, no exageramos si decimos que se parece a un apostolado, que se trata de una conducta evangelizadora. Sabemos exactamente que religión no es otra cosa que “re-ligar”, volver a ligar, volver a unirse, volver a reunirse. Es una tarea constante. Es organizar, porque también entendimos que unidos somos fuertes, pero organizados invencibles. Es entonces trabajo en equipo y construcción colectiva. Para llevar adelante estas ideas y convicciones, actualmente hay nuevas tecnologías que nos permiten mejores condiciones para difundir e intercambiar democráticamente conocimiento, información y cultura, por eso hoy debemos “militar” la ley de medios.
Asimismo la verdadera militancia tiene otros componentes imprescindibles: amor y alegría. Recordamos aquí aquella lección de moral política e ideológica de Jaurechte: “…..no se equivoque Sábato, la revancha no es bandera, la esperanza es la bandera”. Ya aprendimos que no es útil apelar a los miedos. Etica y doctrinariamente, para luchar por el bien, no necesitamos asustar con la referencia al mal, al demonio, a la droga, . . . . En definitiva, no nos une el espanto o el odio, nos une el amor. Por vocación y respeto a la condición humana.
Si se milita adoctrinando, sumando y organizando con sensibilidad y compromiso, el resultado natural es la representatividad. Avanzar con los más, avanzar luchando. Expresar a las mayorías hace a la naturaleza y a la legitimidad histórica del peronismo. Esto es más trascendente y eficiente si le agregamos debate con libertad y comprensión, evaluando justamente representatividades, revalidando títulos, promoviendo democracia y participación interna, o sea: militando la reforma política.
El mejor de nuestros militantes, el compañero Néstor Kirchner, entre otros legados, nos dijo: “en el esquema ideológico argentino, nosotros debemos reconstruir el frente nacional y popular, ubicándonos claramente en el centro-izquierda, sobre la columna vertebral del Partido Justicialista sumando a todas las fuerzas progresistas afines”. Junto a Perón, humildemente ampliamos: debemos hacerlo sin sectarismos, ni exclusiones. “El peronismo es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular, y por lo tanto no es peronista” (2° verdad peronista).
La patria existe, la liberación es posible, la lucha continúa.
Miguel Angel Prince
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