Por Claudio Díaz
Periodistas de Clarín acaban de ponerle la firma a un documento que enviarán en las próximas horas a Néstor Kirchner, al que repudian por el cuestionamiento que el ex presidente de la Nación efectuó respecto de la cobertura informativa que viene realizando el emporio periodístico.
Si recurriéramos al estilo semántico del que hace gala el gran diario argentino, que toda vez que refiere a noticias sobre el gobierno nacional o el sindicalismo apela a categorías militares, habría que decir que la mayoría de los firmantes son coroneles de la tropa magnettiana, aunque tampoco faltan algunos soldados rasos dispuestos a demostrar la subordinación y el valor intrínsecos en cualquier espíritu que haga fe de obediencia debida.
La carta, dirigida al Editor General del diario, Ricardo Kirschbaum, manifiesta en uno de sus párrafos que “los periodistas de Política de Clarín buscan la solidaridad del resto de los trabajadores del diario ante las agresiones del ex presidente... Queremos dejar en claro nuestra condición de independientes...”. Y otras comicidades por el estilo.
En otra parte sostiene: “Los periodistas abajo firmantes repudiamos las declaraciones del miércoles 25 de noviembre del ex presidente Néstor Kirchner, quien se refirió a nuestro trabajo con actitudes cómplices hacia la dictadura militar”. En otro párrafo agrega: “… queremos dejar en claro que los periodistas profesionales que trabajamos en la redacción de Clarín defendemos nuestra cláusula de conciencia, mantenemos nuestra independencia de los intereses empresarios, no representamos a ningún interés oscuro y, más allá de los errores que podamos cometer, ejercemos esta profesión de forma digna, calificada y alejada de la corrupción.”
Hay que decir que la mayoría de estos periodistas no trabajaba en tiempos de la dictadura en el medio. Y, también, que no se pone en tela de juicio su honestidad intelectual, pero suena dudoso y muy hipócrita que —con candor digno de monaguillos y novicias de convento (el de Nuestra Santísima Señora de Noble, claro)— sostengan sin ponerse colorados que se mantienen independientes de los objetivos lucrativos y políticos del diario como grupo económico y de poder.
¿Acaso alguno de los firmantes planteó una voz discordante al discurso clarinesco sobre la Ley de Medios, que más allá de las disputas generadas entre diversos sectores de la comunidad constituye, sin lugar a duda, una norma que beneficia en líneas generales a los periodistas porque se abrirán nuevas fuentes de trabajo y los monopolios que controlan el negocio de la información verán recortado su poder?
Encabeza la lista de firmantes Daniel Santoro, un colega al que tanto asusta la posibilidad de que algún lector distraído lo asocie al kirchnerismo, que antes de la elección del 28 de junio se hizo publicar en la sección Política un recuadro en el que aclaraba que el Daniel Santoro que había firmado una solicitada de apoyo a los candidatos del oficialismo no era él sino un homónimo, el notable artista plástico identificado desde su juventud con el peronismo.
Luego aparecen los nombres de casi todos los lugartenientes del General Blanck, alguien que a pesar de los dichos de sus compañeros parece apartarse de aquella declaración de principios que habla de la ética y el rechazo a toda conducta cercana a la corrupción. Es que del Editor General de Política se sabe que gusta mucho de saborear unos buenos chivos que le mandan, entre otros, el conservador José Antonio Romero Feris y el progresista Martín Sabbatella.
La lista de servidores fieles a Blanck que pusieron su rúbrica está compuesta por Walter Curia, Daniel Juri, Gerardo Young, Pablo Calvo, Claudio Savoia, Lucio Fernández Moores y Natasha Niebieskikwiat. De Economía firman Gustavo Bazzán, Silvia Naisthat, Daniel Leyba y Alcadio Oña. En representación de la sección Internacionales, Paula Lugones, Alejandra Pataro, Georgina Elustondo y el corresponsal de guerra del siglo XXI Gustavo Sierra.
Otro nombre es el de Sergio Persoglia, que tiene una historia interesantísima. Ahora se dedica a tareas informativas vinculadas a los amigos del agro. Pero trabajaba en Internacionales. Su traslado al campo empezó a madurar cuando empezó a colaborar con el barón de la soja Héctor Huergo, hombre de Monsanto que gracias a Felipe Solá fue designado en 1994 como Director del INTA, desde donde logró convencer al entonces Secretario de Agricultura y Ganadería, hoy figura del pejotismo disidente, para que habilitara la soja transgénica.
De acuerdo a sus ex compañeros, Persoglia y Huergo chiveaban tanto que un día el Editor General de la sección de exterior, Marcelo Cantelmi, le pidió que se fuera. Huergo, entonces, le dio protección. ¿Cómo no iba a firmar el repudio a Kirchner?
El editor general Ricardo Roa debe estar orgulloso de la fidelidad de sus hijos. Mariano y Rafael (que trabajan en los Zonales del Gran Buenos Aires) estamparon sus rúbricas. En cambio no lo hizo Gonzalo, pero porque trabaja en La Razón. Como se ve, el notable periodista que a diario, desde la página 2, pontifica contra los abusos del gobierno y la familia presidencial, no le hace asco a la influencia que ejerce sobre el patrón y así logró llevar a trabajar al grupo, como periodistas, a sus vástagos, aunque en la redacción la mayoría sostenga que el oficio les queda grande.
De Sociedad e Información General apoyan la declaración contra el ex presidente, Diana Baccaro, Sergio Danishevsky y su mujer, Silvina Schuchner. No podía faltar el apoyo del ilustrado Hermenegildo Sabat, rancio gorila que hizo un arte de sus dibujos antiperonistas y antisindicales. Se recuerda de fines de 2007 la imagen de Hugo Moyano con las manos manchadas de sangre, celebrando (e incriminándolo) por el asesinato de su compañero y amigo Abel Beroiz, dirigente camionero de Santa Fe. El uruguayo ya tuvo que responder ante la Justicia por este ejercicio de libertad de expresión.
Es curioso el disímil comportamiento que han tenido estos periodistas. Hace nueve años, contando con el concurso de la Guardia de Infantería, el Grupo Clarín despedazó la Comisión Interna de Delegados que integraba, entre otros, el periodista Pablo Llonto. Desde ese día los trabajadores de prensa de Clarín no tuvieron más representación gremial. ¡Justo el diario que por estos días, para acicatear a su enemigo público Nº 1, es decir, el líder de la CGT, Hugo Moyano, habla de la necesidad de respetar la libertad sindical!
Pero a ninguno de los denunciantes de hoy se les ocurrió entonces firmar declaración alguna contra la persecución ejercida contra sus compañeros. Tampoco lo hicieron este año, cuando cuatro compañeros gráficos fueron llevados a juicio oral y público y embargados en 40 mil pesos cada uno (un hecho sin precedentes en la historia de lucha de los trabajadores argentinos), acusados de tomar la planta impresora de Pompeya. Fueron absueltos, aunque todavía no reincorporados por la empresa, que con la impunidad que le caracteriza se niega a acatar el fallo judicial.
Una más: no se recuerda, yendo al fondo de la historia, que estos periodistas, muchos de los cuales trabajan en el diario desde hace más de 20 años, hayan enviado condena alguna al ex presidente Raúl Alfonsín, que en 1988 ya hablaba del ejercicio demonizante, extorsivo y manipulador de Clarín. A contrapelo de la actitud indecorosa demostrada por este grupo de escribas, vaya el reconocimiento a una gran cantidad de dignos y honrosos periodistas de Clarín que no firmaron pese a que sus jefes de sección les enviaron correos y les hablaron en los pasillos de la Redacción para que se sumaran al repudio. La entereza que han demostrado para no doblegarse ante la indisimulada presión por parte de la empresa habla de su grandeza de espíritu.
Finalmente, y aunque la primera persona no resulte un estilo aconsejable para la comunicación periodística, en la piel de ex compañero de trabajo y como colega, uno no puede menos que preguntarse y preguntarles a los firmantes: ¿No les da un poquito de vergüenza hacer pasar como una defensa de la libertad de prensa lo que a todas luces es una política del Grupo para defender los negocios de la empresa?
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