Carta a Pino Solanas

"Anónimo"

Es de una asistente social de "época"...

Compañero Pino:

Como esas adolescentes que le cuentan al diario lo que el príncipe jamás leerá, quiero decirle cosas que no escuchará. Pero es que las palabras (sobre todo si están escritas) no son de nadie porque son de todos. Y como mis amigos me bancan ...
Estamos todos viejos (basta mirarle la panza a Pepe Mujica), somos todos compañeros.
Sin embargo en los comienzos y por mucho tiempo, usted fue uno de mis maestros.
Tenía 20 años, el pelo muy largo y renegrido, cuando con algunos compañeros militantes del sindicato de campesinos salíamos por los pueblitos perdidos a compartir reflexiones con los trabajadores. El disparador era su película "La hora de los hornos". El proyector estaba a cargo de un viejo gringo con un apellido tan enrevesado como Incatasciata que, mirado a la distancia, además de lo que cobraba por trasladar el proyector tamaño baño y ruido de generador villa en su Estanciera y proyectar la cinta, algo de simpatía debía sentir por estos jóvenes locos que invertían sus fines de semana en andar por la polvareda a escondidas de los patrones.

Luego fue "Conducción política, táctica y estrategia", ese largo reportaje al viejo Perón. Revisar, reescuchar y discutir, básicamente entre los militantes y aquellos campesinos que tuviesen el aguante para tan largo ensayo. Debo confesar que siempre tuve alguito para desconfiarle al viejo y que, como buena escriba, cada vez que me mandaban a hacer un panfleto, folleto o lo que fuere, le buscaba la vuelta para no santificarlo. De puro contrera nomás.



Después vino la democracia con su llamada primavera camporista (la más corta desde los romanos a la fecha) y luego el Perón al poder (sapos de Ezeiza y Chabela & Lopecito mediante). Fue por ntonces cuando dejé de militar porque se hacía imposible un trabajo político por la persecución de las AAA, porque no entendía que hubiese que acompañar una acción armada que ponía en riesgo a un altísimo porcentaje de militantes o simples trabajadores que no habían hecho más que pelear por sus derechos y porque me moría de miedo (lo heroico nunca fue lo mío salvo en la poesía épica).

Hoy invertiría el orden poniendo en primer lugar el cagazo, en segundo las listas negras y en tercero porque sentía ir en contramano de los hombres y mujeres del pueblo por quienes había considerado correcto ese lugar de militancia si con ellos deseaba compartir el camino. Allí, creo hoy, mi gran
avance. En medio de la adrenalina, el fracaso y la pulsión de supervivencia, pude comenzar a construir la idea de que no siempre - y es deseable que nunca -el poder debe nacer de la boca de un fusil. Una revisión también de esa concepción enraizada en las ideas de Sartre, Fanon y tantos otros que en la década del 60 (más allá de lo poco que se podía leer de Sartre por lo complicado que era el viejo para las neuronas terrestres) legitimaban la violencia de los dominados, cuando hasta ese momento la violencia sólo había sido bendecida para los dominadores. No viene al caso abundar en el
tercermundismo y la teología de la liberación para quienes proveníamos del cristianismo.

En esas corridas perdí todo (afane en allanamiento mediante). Entre las ropitas de bebé de mi primera hija, los apuntes, libros de Fanon, fotos de casamiento y cartas de amor dos tesoros devenidos ya en bienes personales: dos enormes cajas de aluminio redondas donde se enrollaban La hora de los hornos y Conducción política.
Después la hecatombe, el dolor en el estómago como estado natural. Cuando ya casi creía que era cierto que habían venido para siempre, la pequeña luz. El exilio de Gardel como metáfora maravillosa del dolor de ausencia.
La democracia, con sus esperanzas y sus desencantos. La enorme compañía que me dio su actitud valiente, coherente durante el menemato que le costó un dolor de piernas no reumático.

Y por mucho tiempo la espera de cada película suya, de cada reportaje. Corroborar que reflejaba lo que muchos sentíamos: la sabiduría que da el fracaso y la esperanza que se resiste a no intentar los sueños, vicio congénito de nuestra generación.

Cada vez que su candidatura se me puso a tiro lo voté. Aun en su postulación a presidente, a sabiendas de que sería nuevamente del bando de los perdedores, porque siempre pensé (acompañada por usted) que más vale perder por una causa justa que ganar bajándose los lienzos.

Cuando lo veo al lado de De Narváez, Carrió (sus declaraciones son iguales a las de la pitonisa!), Macri, ¡Duhalde! la verdad, creo que se le aflojó el cinto y me imagino la sonrisa compadecida del viejo Incatasciata (por mí y por usted)... Estoy segura de que lo que busca es una mejor posición para negociar con el oficialismo y me parece bien. Lo que me parece doloroso es que deba hacerse de cualquier manera. Cuando sostenemos que no de la boca del fusil ¿no es acaso lo que dicen sus películas y sus propuestas condenadas de denuncia pero preñadas de esperanza y caminos posibles? no estamos diciendo que junto a los fusiladores ¿no? (hablando de eso... no sé si en el bando donde se paró ayer no habrá algún autor intelectual de los balazos que casi lo dejan de a ruedas.



¿Es que la construcción de un pequeño pero coherente espacio, trabajoso y lento donde estamos tantos es despreciable? ¿Los nadies no son nadie? Creo que no.
Espero que no. Veremos qué hace en el parlamento aunque, a decir verdad, Claudio Lozano ya tuvo agachadas en nombre de la diferenciación. ¿No es acaso un espacio de real centro izquierda ¡qué poco pedimos ya, compañero Pino! El ámbito privilegiado para la diferenciación y la construcción de lo nuevo?

No voy a rifar un amor de tanto tiempo por una sola canita al aire... Pero se lo quiero decir a tiempo. Le ando sintiendo un perfume que no es el mío. Ya se sabe, las que no nos cocinamos en un solo hervor, hemos pasado ya varios desengaños amorosos... no moriré en este.

Pero de sobrevivir ya está bastante. De vivir se trata y, ya se sabe, la vida y la dignidad tienen un mucho que ver con las elecciones. No vaya a ser que de tanto ver elecciones truculentas elija mal el lugar donde sentarse

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