Populismos: la izquierda realmente existente

Las imposibilidades de las izquierdas y la ruptura de la centro-izquierda con el kirchnerismo.

Por Tomás Aguerre. Noticias del Sur


Mirar los procesos latinoamericanos implica, para politólogos, sociólogos y analistas en general, encontrar un equilibrio entre los factores comunes que amalgaman los procesos regionales, y el establecimiento de las particularidades de cada caso en especial. Para nada sencillo resulta explicar la emergencia de diferentes gobiernos englobados bajo el término de "populismos" sin caer en reduccionismos y paralelismos a veces demasiado forzados. El "giro a la izquierda" de los gobiernos latinoamericanos ha sido la respuesta más efectiva que se ha encontrado en el análisis político. Hasta la división en una izquierda seria y responsable -encarnada en Lula, Tabaré y la Concertación chilena -frente a otra demagógica y populista -en la piel de Chávez, Evo Morales, Fidel, Correa y el kirchnerismo -plantea la instalación de un termómetro político que diferencia los procesos y los clasifica en un binarismo tan tajante como erróneo a la hora de dar cuenta de las especificidades de cada proceso.


Pero el temor a la reducción no deriva necesariamente en la idea de que dichos procesos latinoamericanos no compartan algunas características entre sí. Más allá de las medidas en particular y la emergencia de líderes carismáticos, hay un factor que parece repetirse a lo largo y a lo ancho del continente: el recupero de la agenda de los temas de las izquierdas nacionales se ve acompañado a su vez por la superación de las imposibilidades propias de aquella izquierda de llegar y sostenerse en el poder. Parecería demostrar la actual situación latinoamericana una diferencia esencial que podríamos endilgarle a los conceptos de populismo e izquierda: los populismos son la forma de izquierda realmente existente en América Latina, en tanto y en cuanto se transforman en los únicos actores capaces de agregarle, a una agenda de temas progresista, la capacidad efectiva de ejecutar las políticas públicas que vayan en ese sentido. Son harto conocidas las disputas propias al interior de las izquierdas clásicas, que se han convertido hasta en motivo de sorna para los observadores externos: la categoría trotskista ya alude tanto a una corriente ideológica como a una actitud de constante ruptura. Son esas propias limitaciones frente a un sistema democrático, que exige el convencimiento de las mayorías antes que la iluminación de algunas vanguardias, las que han excluído sistemáticamente los intentos de la izquierda por acceder y sostener el poder político verdadero. El temor a cualquier tipo de alianza que no se trate de una unión absolutamente ideológica conspira contra el planteo verdaderamente serio de constituirse como alternativa política. Que la política se hace de a muchos, es una frase que esas izquierdas solamente vinculan a un pragmatismo desideologizado antes que a una máxima de la vida democrática.

El caso argentino parece darnos un ejemplo ilustrativo, en momentos en que "los sectores progresistas" que acompañaron al gobierno de Néstor Kirchner y luego de Cristina Fernández han decidido, lentamente, romper con ese apoyo aludiendo razones de "pejotización", entendido como el repliegue del kirchnerismo hacia la estructura del Partido Justicialista. De cara a las elecciones legislativas de este año que comienza, y con un escenario menos favorable del que se vislumbraba hace un año, resulta más que evidente el vuelco hacia las estructuras de poder que le garanticen al kirchnerismo la base de sustentabilidad obvia de cualquier proyecto político que se precie de serlo efectivamente: la supervivencia, al menos, por dos años más con poder efectivo. Aún más, en la medida en que, luego del conflicto del campo, el Congreso de la Nación se convirtió en el centro de todos los debates políticos por excelencia, y el lugar elegido por el propio gobierno para recuperar la iniciativa política que la oposición jamás consiguió.

¿Existía, ante semejante escenario, la posibilidad real de que el kirchnerismo se vuelque sobre los sectores de la denominada "transversalidad" (conformada por espacios progresistas y movimientos sociales)? Existe en la medida en que esos sectores pudiesen haber sido capaces de ofrecerle alguna base de poder político real y no sólo declamativo. Cinco años de gobierno kirchnerista, donde altos y medios cargos ejecutivos y legislativos fueron ocupados por líderes de la transversalidad no trajeron como consecuencia el armado de una estructura política capaz de disputarle poder a los sectores del Partido Justicialista, dejan como evidencia las limitaciones propias de algunos armados. El kirchnerismo no elige lo peor del PJ por una vocación ideológica de inclinarse hacia ellos, sino porque sus perspectivas de supervivencia no pueden sostenerse sobre un espacio progresista -como el porteño, por ejemplo -que vive de los egos de algunas de sus figuras mediáticas. Esos propios sectores, los mismos que se embanderan con las consignas de participación y construcción desde abajo, son los que ahora le reclaman al líder del PJ, Néstor Kirchner, que los elija como punta de flecha en la próxima batalla electoral.

No seguir los pasos de la izquierda clásica: esa puede ser la lección para los espacios progresistas que, a la primera de cambio, deciden mantenerse impolutos frente al barro político y romper con cualquier posibilidad efectiva de conseguir y sostener el poder. Las rupturas permanentes, las idas y venidas, las denuncias constantes de desviacionismos, no son el camino para la construcción de ese espacio que pretenden, y del cual son ellos mismos puramente responsables de no haberlo construído, en la medida en que fue este gobierno quien les dio, por primera vez, los espacios desde donde armar estructuras políticas.

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