FILOSOFIA POLÍTICA DEL PERONISMO

José P. Feinmann Página/12

PRÓLOGO

Esto es un ensayo. Es un libro sobre el peronismo. No es la desgrabación de un curso. Ni estará escrito como si el autor le hablara al lector y hasta dialogara con él. Esa experiencia ya fue ensayada con el proyecto anterior encarado desde este diario, los días domingo, cuando la gente
quiere "cosas livianas" para leer después del asado o al borde de la piscina (pileta) o antes o después de jugarse un partido de fútbol o uno de tenis o jugar al truco o a la escoba de quince o a cualquier otra cosa. Esto es un interpretar al peronismo. No podemos seguir sin hacerlo. El peronismo sigue y hay que seguirlo de cerca. O retroceder y tomarle distancia.
Tratarlo con frialdad. Como a un objeto de estudio, arisco y feroz. Lleno de sonido y de furia. Diferente, esquivo, no único, pero sin duda específico. Priva en él más la diferencia que el paralelismo con otros partidos de otros países. No es el varguismo.
Todavía no es el PRI. No es -aunque tanto se empeñan en que lo sea- el fascismo. Ni menos aún esa pestilencia alemana que entre alientos nietzscheanos, invocaciones a la "bestia rubia" y a las "aves de rapiña", a la pureza de la raza, a la biología de los héroes o a la respuesta creativa del Dasein comunitario a la técnica como caída (en Heidegger) se llamó nacionalsocialismo. Hay grandeza y profundas miserias en el peronismo. Hay demasiados muertos. Hay un plus de historicidad.
Hay una historia desbocada. Hay líderes (sobre todo uno), hay mártires (sobre todo una), hay obsecuentes, alcahuetes, hay resistentes sindicales, escritores combativos, está Walsh, Ortega Peña, está Marechal, están Urondo y Gelman, están asesinos como Osinde y Brito Lima, fierreros sin retorno como el Pepe Firmenich, doble agente, traidor, jefe lejano del riesgo, del lugar de la batalla, jefe que manda a los suyos a la muerte y él se queda afuera entre uniformes patéticos y rangos militares copiados de los milicos del genocidio con los que por fin se identificó, hay pibes llenos de ideales, hay más de cien desaparecidos en el Nacional de Buenos Aires, está Haroldo Conti, muerto, Héctor Germán Oesterheld, muerto, Roberto Carri, muerto, y hasta Aramburu, muerto, está la opacidad de una historia de opacidades, de odios, venganzas, horrores, está la OAS, Henry Kissinger, el comisario Villar, formado en la Escuela de las Américas, cana puesto y avalado por Perón, el gran indescifrable, el Padre Eterno, el ajedrecista genial, el que volvería en el avión negro y volvió viejo y volvió malo, y le dio manija a López Rega, de cuya paranoia asesina no podía decirse inocente, porque nadie desconoce lo que tiene tan cerca, y si a eso que tan cerca tiene le da espacio y le deja las armas, y encima se muere y sabe que se muere y lo deja fuerte, consolidado, porque de cabo lo ascendió, en acto macabro y doloroso, a comisario general de la policía, y si a la mediocre y manipulable y matarife del cabarute la deja de vice, sabiendo, como sabía, que ella no era ella, que Daniel, el Brujo umbandista, la dominaba, le susurraba los discursos porque era él el que los había escrito, porque era él el que habría de ponerle las listas, el que habría de decirle hay que matar a éste, Chabela, y a éste y a todos los infiltrados marxistas de la juventud y a los combatientes de la guerrilla, hay que dar palo porque el quebracho es duro, y si esto, al Viejo general, le deteriora el prestigio, le erosiona el recuerdo, la memoria de los mejores años, de los años felices, del 53% por ciento del Producto Bruto Interno para los pobres, de las nacionalizaciones, del artículo 40, del Pulqui, del Estado generoso, del Bienestar estatal, del keynesianismo desbordante, de los sindicatos, de los abogados de los sindicatos, del Estatuto del Peón, de las vacaciones pagas, de la entrega de Evita hasta el aliento postrero, mala suerte, general, usted se lo buscó, vino y no tenía salud para venir, al ajedrez se juega de afuera, en política al menos, el Mago para ser Mago de la Historia, para ser Mito y Esperanza tiene que estar lejos, manejar los hilos desde la distancia, desde arriba, manejar las contradicciones sin ser una de ellas, pero si el Mito regresa el Mito se historiza, ya no maneja las contradicciones, él, ahora, es una más y tiene que tomar partido, y la historia se lo come, mito que regresa pierde porque ya no puede ser mito, el avión negro regresó y llegó entre el estruendo de las balas y los gritos de los muertos y los torturados y aterrizó en Morón, lejos del pueblo, en medio de los asesinos, de los franceses de la OAS, de Osinde, de Favio: el que nada vio, el que nada supo aunque estaba arriba, bien arriba en ese palco colmado de hienas y de buitres y vampiros, de los pretorianos que afilaban sus cuchillos
para una de las noches más negras de la Argentina, que si no fue la más negra se debió a la que vino después, a la de los militares de la Seguridad Nacional, que encontraron el terreno fértil, las víctimas fáciles, los perejiles abandonados y sofocados por el miedo, y se dieron todos los gustos, pusieron a los Martínez de Hoz, a los Walter Klein, a los Juan Alemann, a los que exigieron a fondo la limpieza para aplicar el plan que tenían, el de las privatizaciones, el del Imperio, el de la Escuela de Chicago, el de Milton Friedman y el del ingeniero Alsogaray y ni por asomo el de Keynes, y el país fue una timba y se llenó de argentinos del deme dos, y la ESMA fue un infierno que nadie, ni en su peor pesadilla, pudo prever, y ahí torturaron, empalaron, violaron mujeres, torturaron niños frente a sus padres, quemaron vivos a pobres pibes que sólo habían alfabetizado en una villa miseria o que en un pizarrón indefenso enseñaron el vocabulario a niños ignorantes que siguieron así, ignorantes, porque sus púberes maestros se fueron de la noche a la mañana, se fueron para no volver jamás, y esos vuelos y esos sacerdotes que bendecían a los asesinos, y les decían hijo mío cumples con la Patria, Dios te absolverá porque tu tarea es purificadora, el Evangelio está contigo porque está con quienes hacen justicia aunque, a veces, la justicia, que es ciega, se parezca al horror porque tiene que ser impiadosa para el triunfo del bien, para el triunfo del Señor que te mira, te juzga y te perdona por medio de mi palabra, que es la Suya, sigue con esta tarea porque es la de la Patria y la del Dios cristiano, y la mayoría de los que morían eran peronistas jóvenes, inocentes todos, porque cualquiera que muera así, como un perro, es inocente, porque nadie, hombre o mujer, miliciano o perejil de superficie o sacerdote del Tercer Mundo o sindicalista o simple vecino del barrio al que se lo chuparon porque estaba en una libreta de direcciones o porque sí nomás y para meter miedo, merece morir de ese modo, como un perro, y ni siquiera un perro lo merece. ¡Qué centuriones tan despiadados se escondían en los pliegues de la patria! Quién lo hubiera dicho.
Aquí, en la Atenas del Plata, encontrarlo a Trujillo multiplicado hasta el espanto.
¿Dónde quedó la Patria de los cincuenta?
La que conquistó el corazón amargo de Discépolo. La que le dio alegría. La que le hizo olvidar la tristeza y los barrios pobres de los tangos y elegir los umbrales, porque en ellos
estaban los novios, el portland porque por ahí caminaban felices los postergados de siempre, la abundancia, la comida y el chamamé de la buena digestión, la patria de los cincuenta quedó lejos, el peronismo se alejó del peronismo, y lo mató a Troxler a quien ni los centuriones de los basurales de José León Suárez supieron hacerlo, y lo mató a Atilio López con más de ochenta balazos, y a Silvio Frondizi y al Padre Mujica y a Rodolfo Ortega Peña, en una noche cruel, en una emboscada sórdida, tan sórdida e inesperada que Rodolfo, al caer oribundo, alcanzó a decirle a su compañera la frase del asombro, de la incredulidad, del final: "¿Qué pasa, flaca?"
Eso, qué pasa. Qué pasó. Qué pasará. Porque esta historia sigue. Y contarla es aceptar el desafío de lo cósmico. Lo inabarcable. Lo infinitamente contradictorio. Una totalidad que no deja de destotalizarse y retotalizarse.
De ganar un sentido y perderlo y engendrar -de pronto, entre alucinaciones- diez, quince,
treinta sentidos. No digo que el peronismo sea incomprensible. Sólo digo que comprenderlo
"en totalidad" es una tarea gigantesca, desaforada. Hacia ella vamos.

1 comentario:

SuperLumpen dijo...

-"Hay de todo en el peronismo"- Sí, he oído muchas veces esa cantinela. Hay de todo, patoteros y conservadores, y perejiles honestos también, claro, ¡¿cómo no!? ¿Pero quiénes mandan, quiénes acompañan al Dueño del Circo"? Los patoteros y los conservadores, claro.
-"El peronismo hizo mucha Justicia Social"- , lo dice como si el nazifascismo sólo hubiera repartido balas ... bueno, casi casi eso hizo. Ni el Führer ni el Duce tuvieron la bonanza que nos regaló la ruina imperialista británica, cierto. No significa nada.

Ni el peronismo ni la iglesia católica son *solamente* una jerarquía antipopular insalvablemente reaccionaria, claro está. Si así fuera, no durarían mucho. He ahí la "complejidad" que explicaría su vigencia. El equívoco requiere cierto entendimiento aparentemente inaccesible para las masas informadas por "intelectuales" como don Feinmann, que abonan la confusión citando a los perejiles que NUNCA decidieron nada, como los que cayeron bajo las balas de la 3A peronista. (Lo felicito x reconocer que la 3A lo era).

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