Argentina lleva más de cuatro décadas de continuas crisis sin encontrar un modelo sustentable en el tiempo, pero que a su vez pueda contener e integrar al total de la población. La contienda siempre permanente en la historia argentina entre un modelo agro exportador dependiente y un modelo autónomo de desarrollo industrial y pleno empleo no ha podido ser saldada.
Romper ese estancamiento requiere una estrategia de
largo plazo, que vaya más allá de los
shocks redistributivos pendulares, con distintos beneficiarios según la fuerza
política que gobierne, como forma de solucionar los problemas socioeconómicos.
El fracaso del modelo neoliberal financiero agro
exportador, vigente, aunque con intervalos, desde 1976, nos llevó a esta crisis estructural que hoy padecemos.
Esta situación de crisis permanente, debería llevarnos a pensar un nuevo modelo
desarrollo productivo que tenga como objetivo una rápida industrialización y un
programa de desarrollo social y económico sustentable e integrador.
Un poco de historia.
Muchos economistas e
historiadores liberales sostienen todavía que las riquezas de la época agro
exportadora fueron despilfarradas sin sentido a partir de los años 30, al
promoverse la industrialización y la intervención del Estado en la economía,
conduciendo así a la declinación económica del país, la inflación y la
inestabilidad política que habrían imperado bajo el modelo de sustitución de
importaciones, pero el análisis cuantitativo y cualitativo no les da la razón. “El país fracasa porque no completa su ciclo de
industrialización, y no porque se industrializa.” (1) Mario Rapoport.
El periodo que podemos denominar de industrialización
por sustitución de importaciones (ISIS) duro desde 1930 hasta 1976. Algunos
índices muestran lo dinámico que fue este proceso, así por ejemplo en el periodo
1955/65 el crecimiento fue del 34 % siendo desde 1966 hasta 1974 del 6 % anual.
Puede comprobarse que hubo cambios significativos en
la matriz productiva: química, petroquímica, automotriz, metalmecánica, adquirieron
una gran protagonismo. Todo el período, hasta 1976, puede definirse como un
proceso que resultó incompleto debido a la falta de desarrollo de algunos
eslabones productivos claves, e impidió una mayor diversificación y
complejización de la estructura industrial argentina, generando una dinámica
cíclica, conocida bajo el nombre de stop and go (pare y arranque).
En la fase de expansión crecía sustancialmente el
mercado interno, aumentando las importaciones de bienes e insumos intermedios
destinados a la industria, y por ende, la necesidad de divisas. Pero aumentaba
también el consumo de bienes de origen agropecuario, debido a los mayores
salarios que pagaba la economía y a los niveles de mayor empleo, con lo cual se
reducían los saldos exportables. Cabe acotar que durante todo ese período hubo,
a nivel internacional, un aumento constante de los bienes industriales y un
estancamiento de los precios de las materias primas exportables, produciendo en
la economía local un proceso denominado “deterioro de los términos de
intercambio”.
Este desequilibrio en la balanza de pagos traía
aparejado un estrangulamiento externo que, según las teorías clásicas,
“obligaba” a un ajuste recesivo que se desencadenaba vía una devaluación
cambiaria. Se reducía el salario real y el consumo, los saldos exportables
crecían y las cuentas externas mejoraban porque crecían las exportaciones y se
reducían las importaciones. De esa manera, el ajuste recesivo permitiría
alcanzar un nuevo equilibrio y el ciclo se reanudaría nuevamente.
Sin embargo podemos decir que a pesar de las marchas y
contramarchas en estos ciclos económicos, siempre el crecimiento del sector
industrial fue positivo durante el período.
También en lo que respecta a las condiciones de vida,
resultó evidente que durante este período el crecimiento económico fue
acompañado por un desarrollo social mucho más incluyente con relación a los
sectores de menores recursos, por una alta participación de los asalariados en
el ingreso nacional y por escasos niveles de desocupación.
Pero este proceso se cortó bruscamente en 1976,
impidiendo la consolidación del modelo y la superación de las trabas
estructurales.
La interrupción del ISI no sobrevino por su
agotamiento o fracaso, basta ver los
números de la economía en todo el periodo. Para muestra también vale otro dato
significativo es que mientras el porcentaje en 1960 de exportaciones de
productos manufacturados fue del 3 %, en 1974 fue de un 24 % sobre el total de
exportaciones.
El modelo de industrialización (ISI), permitió grandes
logros durante el período 1930/76. Entre los primeros se puede mencionar una
elevada tasa de crecimiento económico, el desarrollo de una clase media y un
sector obrero con altos salarios, con bajos niveles de indigencia y pobreza y
con tasas de desocupación mínimas. En síntesis una sociedad homogénea e
integrada.
1976 y después es otra
historia.
Con el golpe militar de 1976 empezó una larga noche
para la Argentina. La aplicación de las ideas de Milton Friedman y la escuela
de Chicago, las nuevas teorías monetaristas y el neoliberalismo que tuvieron a
Argentina y Chile como los dos primeros experimentos.
A partir de esas políticas se modifica el régimen de acumulación, yendo
hacia uno basado en la valorización financiera, donde la apertura económica, la
apreciación del tipo de cambio, la desregulación y las privatizaciones fueron
los ejes centrales. Las exportaciones vuelven a concentrarse en el sector
primario y el crecimiento lo dinamiza los flujos de capital internacional y no
en el mercado interno. El resultado lo conocemos: mayor pobreza y desempleo y
un PBI per cápita en caída libre.
El resultado final es que desde 1976 a la fecha,
Argentina fue uno de los países del mundo de peor desempeño económico y social.
El PIB per cápita creció apenas 0,5% anual entre 1974 y 2019, una de las cifras
más bajas del mundo.
La distribución del ingreso se “latinoamericanizó”, en
tanto pasó de ser una sociedad rica e integrada, con una fuerte clase media y
un índice de pobreza similar a países europeos a una nación con índices
latinoamericanos, con cerca del 50% de su población bajo la pobreza.
Argentina fue también uno de los países del mundo que
más se desindustrializó: entre 1974 y 2019 el PIB industrial per cápita se
contrajo 23,4%. A modo de comparación, en Estados Unidos el producto industrial
per cápita creció un 65,9% en el mismo período, en Alemania un 71,9%, en Japón
un 133%, en Corea del Sur un 2456% y en China un 5829%.
Como resultado de todas estas políticas no sorprende
que hayan caído todos los indicadores sociales como la formalidad en el mercado
de trabajo, el acceso a la vivienda, o la salud, etc, tanto la pobreza
estructural como la pobreza por ingresos se deterioraron significativamente. A
modo de ejemplo, en 1974 la pobreza por ingresos en el GBA rondaba el 11%
-medida con la vara actual del INDEC-. Para 2019 dicha cifra había superado el
35% y, pandemia de por medio, superó el
40%.
Más allá de la cháchara insoportable de los
economistas liberales, que predican el ajuste perpetuo, las reformas laborales
y previsionales, la “liberación de los mercados”, que no son otra cosa que la
quita de derechos a los trabajadores o el endeudamiento externo constante para
tener a la economía argentina encorsetada y atada a los grupo usureros
globales. Todas medidas responsable del descalabro económico y financiero
argentino, pero que sin embargo vuelven una y otra vez a someter a nuestro
pueblo.
Durante 45 años hemos vivido bajo políticas
neoliberales de ajuste permanente y sumisión a los organismos internacionales
de crédito, con el resultado de una profunda desindustrialización, pobreza e
indigencia y en una crisis casi permanente.
Una breve excepción tuvo lugar entre 2003-2015,
período de recomposición de capacidades productivas que permitió retornar a los
niveles de actividad industrial per cápita de 1974. Pero dicho proceso se desacelera,
producto de la crisis mundial, a partir del 2011 y, particularmente desde 2015,
con la desastrosa política macrista que vuelve a hacer caer la producción
industrial. A nivel per cápita la industria retrocedió 17%, lo que pone a
Argentina entre los países del mundo que más se desindustrializaron; la
cantidad de empresas industriales -que había crecido con fuerza entre 2003 y
2011- retrocedió año tras año, calculándose que cerraron cerca de 25000 pymes
en el periodo 2015/2019.
En este contexto, el actual gobierno, además de
heredar una deuda externa irresponsable e impagable y sobre llovido una
pandemia que afectó y cuyas secuelas
todavía están presentes en la economía global, debe enfrentar el desafío de
sacar al país de la crisis.
Así podemos resumir que las
periódicas crisis productivas, económicas y financieras, muchas veces reales,
otras muchas inducidas por los grupos de poder, han generado un profundo
deterioro en las capacidades humanas, productivas y tecnológicas nacionales.
Como el mito de
Sísifo, pareciera que nuestro país está condenado una y otra vez a repetir su
historia de fracasos permanentes.
Revertir este proceso requerirá tanto construir un
entorno macroeconómico estable como un nuevo modelo de desarrollo industrial
que genere los incentivos para incrementar la inversión, las exportaciones, la
innovación tecnológica, con salarios altos y desarrollo de un mercado interno.
A continuación, presentamos algunas ideas y propuesta
para trabajar y profundizar, para el desarrollo de una agenda que permita salir
de esta situación de estancamiento permanente.
Una agenda para el
desarrollo
a) Recuperar el Estado. Sin un Estado
fuerte, o sea un estado desarrollador que regule y a su vez planifique el
proceso de desarrollo y que direccione
sus recursos hacia aquellos sectores más dinámicos y prioritarios es imposible
encarar el camino del desarrollo.
Un estado fuerte tiene que tener un poder
de control y regulación, a través de incentivos y castigos, Un estado “bobo”
como el que tenemos hoy, que no tiene estructura ni siquiera para controlar
precios o el abastecimiento, solo le sirve a los grupos monopólicos que hacen
su negocio sobre las necesidades del pueblo y de la nación.
b) Un modelo de desarrollo sostenible, tanto
desde lo macroeconómico como en lo ambiental para el futuro requiere ante todo consensos y acuerdos
políticos que involucren a todos los actores, tanto económicos, como sociales y
políticos. Sin este acuerdo político planteado como un gran acuerdo nacional será
difícil sino imposible implementar un modelo sostenible en el tiempo. Argentina,
bajo gobiernos peronistas, tiene
experiencias de acuerdos políticos y sociales.
c) Integración territorial: es fundamental
corregir un viejo error del modelo agro exportador, la macro cefalia urbana
generada alrededor del puerto de Buenos aires.
El desarrollo desparejo de la zona metropolitana AMBA, ha generado un
área relativamente pequeña del territorio nacional pero donde concentra la
riqueza, las industria y gran parte de la población. Como dato de esa
desproporción CABA posee un PIB per cápita 6 veces mayor a las provincias más
pobres Formosa y Misiones.
En un
nuevo modelo de desarrollo es fundamental generar políticas que
desconcentren y se ocupe de manera eficiente todo el territorio. Por un lado
tenemos un Norte pobre, cuya población emigra hacia las áreas urbanas y por el
otro un sur, desierto, ocupado por grandes terratenientes, muchos de ellos
extranjeros, y con grandes recursos mineros, energía y alimentos. También es
necesario ocupar el mar argentino, rico en petróleo y alimentos. Hoy ocupado
por fuerzas de la OTAN, desde la base de Malvinas y saqueado por las grandes
flotas pesqueras europeas y asiáticas.
d) Aumentar los ingresos de los
trabajadores, bajar la pobreza, las desigualdades, la precarización laboral y
el desempleo requieren sí o sí que Argentina incremente su ingreso per cápita,
en caída en la última década y directamente en el tobogán a partir de la crisis
cambiaria iniciada en 2018. El crecimiento es fundamental para crear puestos de
trabajo formales (aproximadamente, por cada punto que crece el PIB el empleo
asalariado formal privado crece en 0,7%), y tales puestos de trabajo son la
clave para mejorar los ingresos de las familias, reducir el desempleo y la
precarización laboral.
e) Generación y ahorro de divisas, vía aumento
de las exportaciones y sustitución eficiente de importaciones:
Hay que tener claro que el problema del
desarrollo tiene restricciones en el sector externo que históricamente han sido
un bloqueo a cualquier política industrialista. Una economía dependiente
requiere dólares para sostener el proceso, si no hay divisas, la moneda se
devalúa, la inflación se acelera, los ingresos de los trabajadores retroceden,
el consumo se desploma y, dado que éste explica más del 60% del PIB, la
economía en su conjunto también lo hace.
Del mismo modo, por cada punto que crece
nuestra economía, nuestras importaciones lo hacen aproximadamente en 2% o sea
el doble!, de modo que necesitamos divisas para financiarlas y que el
crecimiento no se trunque. Por lo tanto, una de las principales máximas a tener
en cuenta es que necesitamos generar divisas sí o sí para incrementar la
calidad de vida de nuestro pueblo.
En este sentido, esta agenda debe tener
en cuenta como primera necesidad el aumento
sostenido las exportaciones y como contraparte un programa de sustitución
importaciones eficiente. Aquí es necesario tener un férreo control para evitar
la fuga constante de dólares hacia el exterior, además de buscar herramientas
de ahorro interno que eviten la fuga hacia el dólar ahorro. Generar
herramientas financieras en pesos que puedan garantizar un rendimiento normal
contribuirá a la consolidación de una moneda nacional y evitar la especulación
frente al dólar y posibles devaluaciones.
Argentina tiene un enorme potencial exportador,
no solo alimentos, sino también minería, pesca, energía, etc. en estos casos
hay que romper la lógica
extrativista y tener políticas de
fomento para agregar valor a toda nuestra producción. Abrir mercados tanto para
productos tradicionales como productos industriales, en ese sentido
Latinoamérica es un mercado donde los productos industriales argentinos son
altamente competitivos.
Los precios internacionales de los
commoditys son beneficiosos para Argentina, es más la crisis global manifestada
en estos días en el conflicto de Ucrania, bien utilizada genera oportunidades para
nuestro país.
La experiencia de los gobiernos de kirchneristas
2003/15, el único período de movilidad social ascendente desde los años
setenta, en el cual la pobreza pasó del 70% de la población -medida con la vara
actual del INDEC- a menos del 30% y la desigualdad, el desempleo y la
precarización laboral bajaron como no lo habían hecho en décadas. La condición
de posibilidad de esa extraordinaria mejora de las condiciones de vida fue la
triplicación de las exportaciones de bienes y servicios en una década (de 30 a
casi 100 mil millones de dólares).
f) Creación de empleos. Necesitamos
políticas productivas que estimulen el desarrollo de sectores que puedan crear
puestos de trabajo de calidad y bien remunerados. En especial destinados a
sectores hoy desocupados, de baja calificación, pero los más vulnerables en el
mercado de trabajo.
Sería conveniente planificar la
radicación de aquellas industrias, basadas en el armado. Estas industrias
generan puestos de empleo, pero a un costo fiscal y precios internos altos. En
ese sentido será necesario políticas de fomento de sustitución paulatino de
parte importadas por nacionales, mejorando nuestra capacidad productiva pero
mejorando nuestra balanza de pagos.
Dentro de la política de empleo es
conveniente implementar programas de promoción e igualdad de géneros. En
Argentina el sector transables están altamente masculinizados, y en muchos de
ellos las oportunidades para las mujeres son limitadas. Agravado la situación
por el alto porcentaje de trabajo en negro del sector femenino en la industria,
donde tres de cada cuatro puestos de trabajo no está registrado y además en
general con salarios menores que los trabajadores masculinos.
f) Por último, la dimensión ambiental: debe
quedar como premisa “no existe desarrollo posible si no es ambientalmente
sustentable”. En ese sentido los modelos de desarrollo tradicionales no siempre
cuidaron el aspecto medio ambiental. En general se fue pasando de una aptitud
totalmente permisiva, con las consecuencias que estamos viviendo a modelos
totalmente restrictivos. Están cuestionadas o directamente prohibidas muchas
actividades como la minería a cielo abierto, las semillas modificadas, la ganadería,
energía térmica, energía nuclear, etc, renunciando a oportunidades de
desarrollo y empleo.
Es necesario un camino donde prime el sentido común y
un equilibrio mesurado entre desarrollo y medio ambiente.
Una salida es el desarrollo de nueva energías, con
tecnologías no contaminantes, eólico, nuclear, hidrogeno verde, etc, para
apuntalar la eficiencia energética son algunas líneas de acción clave de cara
al futuro, y que empiezan a ser incorporadas en el diseño de las políticas
productivas.
Pegar un salto
Un programa de industrialización basado
en la sustitución de importaciones es hoy relativamente posible, sin embargo
tiene varias limitaciones: la primera y más clara es que argentina perdió
cincuenta años de políticas neoliberales que no solo destruyeron gran parte del
aparato productivo sino que además amplio la brecha entre los países ricos
desarrollados y países pobres o sub desarrollados. Perdimos cincuenta años en
la carrera por el desarrollo. El proceso de sustitución de importaciones es muy
lento hoy para nuestras necesidades. Por lo que es necesario pegar un salto,
recuperar el tiempo perdido. Y eso solo se puede hacer con un sólido programa
de investigación y desarrollo, donde prime una cultura que busque nuevas
tecnologías, nuevos procesos, nuevos modos de hacer las cosas, nuevos
productos, etc, para elevar la productividad del trabajo.
Para que esto sea posible se requiere una política de
estado que tienda a la construcción de una cultura emprendedora e innovadora.
Esta política debe incluir y darles
protagonismo a los actores de la
comunidad: empresarios, trabajadores, científicos e investigadores, ong, los
distintos estamentos y organismos del estado, (universidades, Inti; Inta,
Conicet, etc) y el sector financiero.
Argentina cuenta con los recursos humanos
y materiales altamente calificadas, podríamos
decir sin equivocarnos que Argentina es una fuente de iniciativa
emprendedoras, sin embargo tiene uno de los índices de fracaso más altos
del mundo, cerca del 80% fracasan dentro
de los primeros dos años. Esto se debe a que por un lado la macro economía y
sus continuas crisis quitan previsibilidad a los mercados, por el otro el nulo
acceso al crédito para este tipo de iniciativas y la falta de un acompañamiento
por parte del estado, sobre todo en los primeros años de vida del
emprendimiento.
Las nuevas tecnologías 4 y 5G, la energía,
tanto la convencional como las alternativas, los alimentos, la biotecnología,
la industria farmacéutica y la salud, las tecnologías aeroespaciales y la
industria de la defensa, minería, la industria automotriz y su cambio hacia la
electro movilidad, etc, son ámbitos donde nuestro país tiene desarrollos
interesantes y ventajas competitivas importantes desde donde construir una base
de desarrollo futuro, que permitan saltar etapas en integrar nuestra gente en
el trabajo, la educación, el consumo y los derechos ciudadanos.
Antonio Muñiz
Septiembre 2022
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