Malvinas y la construcción de una nueva agenda nacional. Por Antonio Muñiz

 No cabe duda que ya hay mucho material escrito sobre Malvinas, y muchos muy buenos. Pero en este breve artículo no pretendemos hacer una historia de la guerra, ni un racconto de los derechos argentinos sobre el territorio malvinense. No pretendemos escribir desde un nacionalismo exacerbado, ni una arenga patriótica sobre la isla.

Nuestro modesto objetivo es poner sobre la mesa ideas y objetivos que nos permitan diseñar una estrategia de recuperación de las islas y de todo el mar austral ocupado por las fuerzas de la OTAN. Elementos que permitan reenfocar la consideración del tema, tanto por parte de los argentinos como de los británicos.


Hace casi doscientos años estos territorios argentinos fueron ocupados por la fuerza, y su población fue desalojada por una flota bajo el pabellón inglés. Su recuperación no puede ser solo un anhelo y una esperanza, debe ser un objetivo estratégico de nuestro, de esta generación y de las futuras.

Hablar de Malvinas es en principio hablar del “imperialismo” europeo, en esta caso el Británico, que durante más de 500  años han asolado al mundo (América Latina, Asia o África ) ha devastado recursos naturales, masacrado y esclavizado pueblos enteros, saqueos, piratería, destrucción de culturas.

Con esa lógica imperialista de saqueo y esclavización se ha construido el capitalismo y el poderío europeo y luego el norteamericano, primo hermano del Inglés.

La apropiación de las Malvinas por la fuerza, el sostenimiento de la ocupación y la recurrente negativa británica a tratar pacíficamente la cuestión son parte de esa lógica histórica.

Así la ocupación de Malvinas, la base militar de la OTAN en esos territorios, la negativa a negociar, no son hechos aislados, ni un capricho británico ni a un problema exclusivamente argentino. Por el contrario forman parte de una estrategia de dominación imperial,  basados en criterios e intereses geopolíticos.

Si queremos recuperar Malvinas, Argentina debe entrar en el juego grande de la matriz geopolítica que rige el mundo de hoy. Más allá de las buenas intenciones, de los derechos incuestionables sobre las islas, más allá del apoyo incondicional de la mayoría de los países del mundo, Inglaterra no reconocerá los derechos sobre las islas mientras Argentina no comience a jugar en el concierto grande de las naciones desarrolladas.

Pocos parecen advertir que lo que hoy la Patria necesita es la construcción de una agenda de futuro para todos los argentinos.

SI algo mostró las últimas elecciones, pero ya es un problema estructural de larga data, es la falta de debate  serio sobre  los problemas argentinos. El debate político no pasa de acusaciones sin fundamento, mentiras, fotos o anécdotas sin mayor trascendencia en la vida diaria de los argentinos. La dirigencia, y no solo la política,  parecen carecer de rumbo, pérdida en la gritería histérica de los medios de prensa, las campañas de troll y las “fake new”.

Históricamente las elites gobernantes han negado la cuestión Malvinas, pero también por sobre todo, a temas geopolíticos centrales como la cuenca del Paraná – Rio de la Plata, el Mar Argentino y la Antártida. Hoy algunos de estos temas en están hoy en el ojo de varias discusiones políticas estratégicas, pero tengamos claro que planteamos este debate en un país que siempre dio la espalda al océano y a sus grandes riquezas.

Romper con la visión liberal de país.

Es evidente hoy  el fracaso  de la visión liberal de ver solo la Pampa Húmeda y su cabeza de Goliath, la ciudad de Buenos Aires. Esa visión porteño céntrico sirvió a los interés imperiales y a las clases dependiente y usufructuarias a esa posición colonial. Así se ha construido un país fragmentado, con un norte pobre, un sur desierto y ocupado por latifundistas de origen extranjero, y un centro rico sojero y agroexportador. Un país sin industrias, basado en los servicios y las actividades extrativistas que no generan trabajo, que es más, destruyen trabajo. No es de extrañar que en un modelo así tengamos más de la 40 % de la población en la pobreza y la indigencia.

Es perogrullo decir que la geografía, sus recursos naturales  y su lugar en el mapa mundial condicionan a un país. Pero también su cultura, su historia, su población van caracterizando una identidad, una personalidad, un modo de ver el mundo y como insertarse en él. Más en un mundo globalizado, caracterizado por el poder concentrado algunas potencias y sobre todo de las grandes corporaciones empresarias, muchas veces más poderosas que muchos estados.

La división internacional del trabajo siempre colocó  a la Argentina en una posición de país medio, agroexportador de commoditys y esta posición condicionó históricamente la visión, la identidad y el proyecto de país de nuestras clases dirigentes tradicionales.

Si queremos modificar la realidad que nos condiciona, debemos también modificar nuestra visión de país, construir otro modelo, de carácter popular y nacional, debemos empezar a pensarnos de nuevo desde nosotros, situados aquí y ahora, de nuestra historia, y no desde una visión externa con libretos de Banco Mundial o el FMI.

En principio podemos observar donde está ubicado nuestro país, su extensión, sus límites, sus recursos humanos y naturales, etc, y podemos empezar a sacar alguna conclusiones que nos fueron negadas o poco divulgadas, a pesar de que están ahí, ante nuestros ojos.

Argentina es un país bi continental, ocupa la parte sur de América, desde el trópico de Capricornio hasta el polo Sur, ocupando una parte, proyección natural, del continente Antártico

En sintonía  con esta visión se sancionó la Ley 26.651 que establece la obligatoriedad de utilizar el mapa bicontinental de la República Argentina. De este modo, los mapas elaborados por el Instituto Geográfico Nacional muestran una Argentina completa, con  la Antártida Argentina en su real proporción con relación al sector continental e insular.

También allí puede verse claramente la inmensidad del mar argentino, su litoral marítimo y toda su zona insular marcada por las Islas Malvinas. Para tener una idea aproximada de la inmensidad de ese mar, el litoral marítimo mide 4.725 km de longitud.

El mar argentino constituye uno de los recursos naturales más significativos de nuestro país. Es un gran proveedor de alimentos, de puestos de trabajos asociados y posee un gran potencial hidrocarburífero. Asimismo, la productividad primaria de los espacios marítimos argentinos cumple un papel destacado en la captación del dióxido de carbono atmosférico, factor clave en el combate al Cambio Climático. Particularmente la plataforma continental patagónica y el talud, absorben grandes cantidades de dióxido de carbono atmosférico y contribuyen a mitigar los efectos del calentamiento global. El mar también es un elemento clave del comercio exterior, casi el 80 por ciento de nuestras exportaciones se transporta por vía marítima.

Pero además, lo cual le da una posición estratégica, tanto comercial como militar,  la Argentina posee también las bocas orientales de 3 pasajes naturales que comunican el océano Atlántico con el Pacifico: el Estrecho de Magallanes, el Canal de Beagle y el Pasaje Drake.

Esta realidad geopolítica muestra y explica el porqué de la ocupación ilegal de las Islas Malvinas por parte de Inglaterra y el asentamiento de una gran base militar de la OTAN en su suelo.

En las dos guerras mundiales del siglo XX, las Malvinas mostraron  su valor estratégico como base para el control y abastecimiento de las potencias aliadas en el Atlántico Sur y en el cruce hacia el océano Pacífico.

Su posición estratégica permite controlar toda la región, además de explotar sus recursos naturales, sobre todo pesca y petróleo, además de  limitar  la proyección argentina hacia la Antártida y justificar las reclamaciones inglesas sobre el territorio antártico.

También aquí vemos que Argentina puede y debe pensarse como un país bio oceánico con acceso al pacifico. Más teniendo en cuenta que la centralidad económica, comercial y política se va trasladando desde el Atlántico norte al Pacifico, dado el crecimiento comercial  de la zona Asia Pacifico, siendo China el motor de esa actividad y destino de muchas de nuestra exportaciones. Hoy nos encontramos en un marco global de conflicto entre China y el sudeste asiático versus EEUU por la hegemonía mundial, tanto comercial, tecnológico y en algún momento militar. Todos los pronósticos le ponen fichas a China y la dan por ganadora por la supremacía global en el término de no más de 25/30 años.

Es conveniente y necesario avanzar en proyectos conjuntos con Chile, para poder exportar nuestros productos por sus puertos sobre el Pacifico y ellos por los nuestros en el Atlántico. Existen proyectos como el Corredor Bioceánico Ferroviario San Francisco que involucra a Catamarca, La Rioja y la Región de Atacama que avanzan en el proyecto clave para la economía regional, ya que permitirá exportar la producción del Norte Grande hacia el Pacifico. Existen otros proyectos similares y complementarios a lo largo de la cordillera. La clave en este proceso es la integración entre nuestros países.

También en ese proceso de integración, no solo con Chile, sino con toda Latino América, existe el proyecto chino de un ferrocarril que atraviese trasversamente Sudamérica desde las costas peruanas hasta el atlántico brasileño, pasando por Bolivia y Paraguay. La extensión del ramal Belgrano Carga hasta Bolivia permitiría la conexión con el ferrocarril chino, pero además movilizara el comercio y la producción del NE argentino.

Queda claro que esta proyección de país  bicontinental y bi oceánico nos marca algunos ejes claros de la política exterior argentina: la unidad, integración y complementariedad con los países de la región sudamericana, una fuerte presencia en el Atlántico Sur y la Antártida.

Tengamos claro que, más allá de lo declamativo, Uruguay y Chile siguen dando sustento y viabilidad a la ocupación británica. Por ende es fundamental promover mayor integración económica y política con Chile, complejo dada la lógica anti argentina de la derecha chilena, pero no imposible. Avanzar en un proceso de integración,  que se fundamente en los intereses comunes, y no en la competencia por migajas de territorio.

Algo similar pasa con el puerto de Montevideo, un “enclave inglés”, que permite la llegada de abastecimiento a los barcos que van con suministros hacia Malvinas.

Es imperioso  impulsar una relación estratégica con países de la región que compartimos intereses comunes, Chile, Brasil, Uruguay, Sudáfrica, etc. y otros como China y Rusia, con intereses comerciales en la zona y que ven con preocupación la ocupación de la Malvinas y el mar adyacente  por parte de la OTAN.

Debemos desarrollar  una política exterior que tenga claro la defensa de la soberanía argentina sobre esos territorios y  la explotación racional y sustentable del gran potencial marítimo, en materia de biodiversidad, preservación del medio marino, recursos naturales, energía y vías de navegación, entre otros. Impulsar la exploración sistemática y la gestión sustentable de este patrimonio constituye un objetivo nacional de carácter estratégico.

La iniciativa Pampa Azul, votada por el Congreso y ejecutada por el gobierno nacional, forma  parte de una política de Estado en el sentido correcto, ya que promueve la investigación científica y los desarrollos tecnológicos que permitirán preservar y gestionar efectivamente esos recursos, contribuyendo así a fortalecer la soberanía nacional sobre el mar.

En ese sentido el actual gobierno nacional lleva adelante el establecimiento de áreas marinas protegidas, de una amplia zona de veda pesquera, el Plan de Acción Nacional para Prevenir, Desalentar y Eliminar la Pesca Ilegal, no declarada y no reglamentada, el régimen de administración por cuotas Individuales transferibles de captura (CITC) y la aplicación de un enfoque ecosistémico en la pesca y la exploración y explotación sustentables de recursos no renovables. Otro desarrollo trascendente es el sistema satelital SAOCOM que brinda una valiosa fuente de información sobre las zonas costeras y el océano. Estos son algunos de los pilares de la política nacional de protección de nuestros recursos marítimos.

Ocupar el territorio:

Como decíamos más arriba la visión neo liberal de país nos llevó a abandonar la Patagonia, al mar Argentino y la Antártida. Es necesario mirar el sur argentino, la Patagonia, zona rica en recursos, pero casi desierta.

No es casual que la ocupación británica sobre Malvinas, pero también sus pretensiones silenciosas pero efectivas de ocupar la Patagonia o parte de ella. Durante doscientos años compañías inglesas, muchas de ellas ligadas directamente a la Corona Británica han ido comprando a precios viles y en otras ocupando tierras fiscales o desplazando a las poblaciones mapuche- tehuelches originarias. Así puede verse una Patagonia desierta, ocupada y explotada por intereses foráneos y donde existen hoy pista de aterrizaje para aviones de porte grande, con el peligro que ello conlleva en situaciones de guerra. Ya en la guerra de Malvinas sufrimos acciones militares desde el continente, ayudando con información al ejército inglés. Hoy podemos ver en el caso del multimillonario Lewis , que se ha apropiado de grandes extensiones, se ha robado un lago completo y en su territorio solo impera las leyes que el impone.

Una política soberana nos exige poner límites a la extranjerización de tierras, y en forma conjunta al saqueo y desalojo de las tierras de las comunidades originarias. Como complemento es fundamental un programa de asentamiento de población en toda la región, promoviendo el acceso a la tierra, a la vivienda, y al desarrollo productivo.

Esta lógica de ocupar los espacios, sobre todo el espacio marítimo, nos obliga a desarrollar una marina mercante nacional, que pueda dar respuesta a un proyecto de país con una gran capacidad exportadora. El desarrollo de una marina mercante, nos llevara a su vez al desarrollo de una industria naviera nacional, donde, por ejemplo Astilleros Rio Santiago puede ser un polo de desarrollo importante.

Como ejemplo de una de las actividades a propugnar, debemos pensar y planificar con carácter nacional el desarrollo de una industria pesquera, desde una flota de pesca importante hasta factorías donde se agregue valor a la producción ictícola producida. Esto permitirá el desarrollo de toda una red de ciudades portuarias, no solo en pesca, sino también industrialización, turismo y comercio en todo el litoral marítimo. Una red de puertos desde Buenos Aires y vía el Canal Magdalena conectar todos los puertos bonaerenses y patagónicos, culminando con la obra  de conexión marítima de Tierra del Fuego con el continente.

Es claro que se requerirán políticas internas y globales que  entre otras cosas,  deberán   fortalecer de las actividades productivas, buscando la industrialización de los productos hoy simples commoditys, tanto en la producción de alimentos, como en el agregado de valor a la producción minera, petróleo y gas. También requerirá inversiones importantes en logística rutas y sobre todo líneas férreas, en todos los casos con fuerte presencia estatal. Vaca Muerta es una oportunidad de desarrollar el área energética y la exportación  de gas y petróleo. Esta pendiente la construcción del gasoducto que conecte con el con Brasil y con amplios regiones locales que hoy no cuentan con el servicio.

La Patagonia debe ser una tierra de promesa, trabajo y vivienda para muchos argentinos, por lo debemos pensar y planificar polos de desarrollo en toda la región, favoreciendo el trasporte, la logística, la instalación de industria, en especial aquellas que puedan agregar valor a la producciones locales,  el acceso a la vivienda, etc.  Pequeñas ciudades con recursos y posibilidades de crecimiento y desarrollo.

En este proceso de desarrollo patagónico Argentina cuenta con dos socios importantes, que ayudarían a nuestro país en el juego internacional, Rusia y China. Las inversiones de ambos países, sobre todo China, pueden ser un acelerador de este proceso. Aun están pendientes las dos represas en Santa Cruz, cuyo financiamiento por parte de China está asegurado. También hay, hoy en carpeta, importantes inversiones rusas para el sector energético en la Patagonia.

Acelerar estas acciones y sumar otras es un camino rápido para romper la dependencia económica e iniciar un camino de desarrollo sostenido.

Síntesis:

Nuestra mirada debe ver más allá de la clásica mirada al territorio continental. Para ello debemos desarrollar la Patagonia y pensar el Mar Argentino como fuente de riqueza y desarrollo. Ocupar los espacios marítimos y terrestres, desarrollar las industrias ligadas a la explotación de los recursos marítimos, desarrollar los recursos energéticos,  profundizar nuestra presencia en la Antártida,  trabajar para ser una potencia marítima.

En esas políticas de estado es crucial desarrollar en todos los ámbitos una política exterior que tenga como ejes centrales: la cuestión de soberanía de las Islas Malvinas, una  política activa y constante sobre los océanos y la Antártida y la integración y la unidad latinoamericana.

Por último, para cerrar, sabiendo que el listado de acciones es muy largo,  se requerirá de una planificación permanente centralizada y una ejecución descentralizada, de acciones y correcciones permanentes en búsqueda del objetivo de una Argentina líder en América Latina y actor importante en el concierto de las naciones.

Creemos que tarde o temprano las islas serán recuperadas por nuestro país. La ocupación colonial  es cada vez más anacrónica, y los reclamos deben ser cada vez más fuertes, pero solo sucederá si Argentina rompe con el pesado lastre de décadas de neoliberalismo, y avanza en un proceso rápido de desarrollo de sus recursos naturales y de toda su potencialidad productiva.

 

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