Esta demás explicar la crisis que padece la Argentina, ya mucho hemos escrito sobre el tema. Cuarenta años de un modelo político y económico bajo las reglas y leyes impuestas por el neoliberalismo han hecho estragos en el tejido económico, político y social de nuestro país.
La última experiencia neoliberal, el macrismo dejo una deuda
externa impagable y condicionante, una inflación del 50 % anual, un deterioro
en el salario real de todos los argentinos de más del 20 %, 50 % de la población
en la pobreza, podríamos seguir, pero todos los números de la macroeconomía macrista
son catastróficos.
Sin embargo la crisis actual no es nueva, viene desde la
etapa del proceso militar que vino a “resetear” la economía y la sociedad
argentina. Se puede decir que en ese sentido que el proyecto del golpe civil –militar
fue exitoso, logró destruir gran parte del entramado productivo, al hacer
desaparecer gran parte de la industria con su secuela de desocupación estructural
y aumento de la pobreza.
Estas políticas de ajuste permanente, achique del estado, desindustrialización,
endeudamiento y la fuga de capitales, como políticas de estado han llevado la
pobreza y la indigencia a niveles hoy
escandalosos.
El actual momento histórico, con un gobierno que tiene como plataforma de gobierno políticas contrarias al neoliberalismo es una oportunidad de quebrar un ciclo histórico.
El momento es hoy, porque la crisis es estructural y pone en
peligro la existencia misma de la Argentina. Los números marcan una crisis
social y económica catastrófica con casi
un 50 % de argentinos bajo la línea de pobreza, con sectores de indigencia, es
decir de pobreza extrema vergonzantes.
Pero además de la crisis social, hay una crisis moral y ética,
con instituciones totalmente en crisis, como el sistema judicial o la
seguridad, estamentos de la política, el periodismo y de los grupos
empresarios, todos marcados por una corrupción profunda, que poco a poco va
consumiendo el tejido social, rompiendo lazos sociales, comunitarios,
instaurando una cultura del individualismo, del sálvese quien pueda y un verdadero desorden nacional que pone en
riesgo hasta la integración territorial Argentina.
Es necesario poner un límite a este proceso de deterioro general,
hacia un nuevo modelo que lleve a fortalecer valores básicos, y sobre todo a
integrar a la sociedad argentina sobre una cultura que promueva el trabajo, la producción,
la educación, la eliminación del hambre y la pobreza.
La experiencia histórica indica que si seguimos la lógica neoliberal,
de confiar en las fuerzas del mercado el resultado será el mismo desastre
social y económico.
Es necesario romper esa lógica y desmontar el aparato político,
legal, económico y cultural que dan sustento al neoliberalismo.
Por supuesto que no es fácil, que el poder económico
concentrado, surgido de las políticas neoliberales, es un opositor muy fuerte, y
más aliado al periodismo mercenario, las corporaciones mediáticas y los
sectores más putrefactos del aparato judicial y los sistemas de seguridad.
Es necesario recuperar la política como herramienta de transformación, un estado fuerte, capaz de
intervenir y conducir el nuevo proceso y la construcción de nuevos consensos a través
de nuevos espacios de debate, discusión y acuerdos.
El Estado es el
protagonista esencial en asegurar a la sociedad las necesidades básicas de educación, salud, seguridad y trabajo, pero además se necesita una “estado
desarrollador”, es decir un estado que sea motor del desarrollo productivo pero
también social.
En lo referente al trabajo todos los gobiernos han
manifestado su preocupación, sin embargo si bien hay restricciones por las
características cada vez más especializada de los mismos y por el desempleo
generado por la automatización, también es cierto que un modelo de desarrollo
dentro de la lógica neoliberal no genera empleo. Por el contrario expulsa mano
de obra al basarse en una lógica de acumulación solo en lo financiero o las actividades
extractiva. Solo la industria y dentro del sector, la pymes las que crean
trabajo.
Un área a tener en cuenta en la lucha contra la pobreza y que
genera integración es la construcción de viviendas. Una traba estructural en
los sectores populares y medios es la imposibilidad de acceso a la tierra y a la
vivienda. La construcción de un millón de viviendas, además de dar una solución
habitacional, puede ser generadora de puestos de trabajo y la dinamización de
amplios sectores industriales.
Los planes sociales, una política que cubre una necesidad básica
de los sectores populares, deben ser una herramienta de creación de empleo genuino y de fortalecimiento del
desarrollo industrial. Es necesario reformular estos planes, dejar de lado el
asistencialismo e ir hacia políticas de creación de empleos reales y bien
remunerados. Hoy muchos de estos planes
solo encubren mano de obra barata al servicio del estado, en especial los
municipios, cubriendo servicios de recolección, barrido o tareas de servicio
dentro del aparato municipal.
Una alianza estratégica:
Hay mucho que discutir y debatir. Estamos en los umbrales de
un nuevo ciclo de industrialización, una nueva revolución industrial, basado en
las nuevas tecnologías. Por lo que es necesario una mirada hacia el futuro, la creación
de una agenda de desarrollo hacia adelante, teniendo claro desde donde partimos
y la deuda social que arrastramos y debemos resolver en forma urgente.
Un gobierno por sí solo no puede hoy llevar adelante esta
tarea y menos el “mercado”; se requiere la construcción del estado fuerte, con
poder de policía, con capacidad de orientar y guiar un proceso de desarrollo
social y productivo. Un estado asignador de recursos, un estado que premie o
castigue, generando las condiciones para movilizar todos los recursos de la comunidad
tras el rumbo marcado.
Esta es la alianza estratégica en la que la producción y el
trabajo con el Estado Nacional más los sectores de la educación, la investigación
y el desarrollo científico tecnológico elaboren los planes y acciones de
gobierno.
Existe hoy en ámbito creado por el actual gobierno que puede
y debe ser el ámbito donde se dé el debate, el Consejo Social y Económico. Este
espacio creado al efecto para abordar políticas de Estado a mediano y largo
plazo, está hoy vaciado de contenido y objetivos.
Tal como Perón creo que el Consejo Nacional de Posguerra lo convirtió
en una usina de ideas y proyectos que dieron sustento a los planes de su primer
y segundo gobierno, el actual Consejo tiene la potencialidad de ser un espacio
de elaboración de un plan de desarrollo consensuado y que además permita al gobierno
ir construyendo a través de la política un nuevo modelo hegemónico, que dé
respuesta a las necesidades pero además genere la esperanza, la confianza y el
acompañamiento de la sociedad, aislando a aquellos sectores reaccionarios que
hoy boicotean cualquier acción del gobierno.
El momento es difícil, además de la crisis estructural
tenemos que llevar una lucha contra una pandemia que golpea al mundo. Sin
embargo, esta no puede ser una traba, también con política se puede convertir
en una oportunidad de plantear otra agenda, otras alternativas, de profundizar
y hacer posible los cambios estructurales que son necesarios y la sociedad
reclama.
Antonio Muñiz
6 de julio de 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario