El gobierno y sus laberintos.
Es indudable que la fórmula de Alberto
Fernández – Cristina Fernández sintetizó y sigue sintetizando la unidad de todo
el peronismo y los sectores populares aliados.
AF inició un proceso de construcción de poder,
a partir de un accionar político muy activo de diálogo y búsqueda de consensos, primero hacia dentro
del espacio y luego con todos los sectores económicos y sociales, así fue
consolidándose como líder y generando estatus
presidencial.
El
peronismo parece siempre resurgir de sus cenizas, cuando parece la borde de la
extinción, cuando se cree que viene su superación histórica, el peronismo se
readapta y cambia, sin perder su esencia histórica. A pesar de procesos largos
de desperonizacion de la sociedad, de la persecución de sus cuadros, de la
calumnia y la difamación de sus dirigentes,
a lo largo de su historia, el peronismo muestra una capacidad de
reponerse, reagruparse, generar nuevos liderazgos y volver a representar a
amplios sectores populares.
Así por ejemplo la “renovación” en los 80, el
kirchnerismo en el 2000, Alberto Fernández en el 2019, son momento de
rearticulación interna, debate, surgimiento de nuevos líderes pero también
fundamentalmente la conformación de nuevos pactos con la comunidad sumando
sujetos políticos dispersos.
Así el peronismo trata de construir una
alternativa política que sume además de lo anterior, a la marea verde
feminista, a los sectores de clase media, que se habían alejado del gobierno de
Cristina Fernández, trabajadores de la cultura, de la educación, de las
ciencias, uniendo a la vieja militancia y dirigencia peronista con las nuevas
camadas juveniles, más los partidos “progresistas” filo kirchneristas, etc.
Pero la
vida te da sorpresas:
Luego de cuatro años de destrucción de la
economía y el tejido social por parte del gobierno neo liberal macrista, ha dejado una brutal herencia, crisis
económica, quiebra del aparato productivo, desocupación, y una brutal deuda
externa. En síntesis una crisis casi terminal, similar a la del 2001.
Nada es extraño, la experiencia liberal
conservadora mostró una vez más su cara
más perversa. Deuda más fuga, que todos los argentinos debemos pagar. Asumido
el nuevo gobierno nos encontramos además con el covid19. Una pandemia que ha
puesto en jaque a toda la economía global.
Los gobiernos
populares de Alberto Fernández y
Axel Kicillof han llevado adelante una tarea ciclópea ejecutando políticas
preventivas en cuanto a la pandemia y un proceso de vacunación masiva, que ha
sido elogiado a nivel mundial. Al mismo tiempo pudo, con firmeza, lograr acuerdos de renegociación de la deuda
heredada con alto éxito hasta el momento. Mucho se ha hecho, pero todavía
faltan los tramos más duros.
En este año 2021 nos vuelve a golpear, antes
de los previsto, una segunda ola de Covid19, más dura que la primera, a pesar
del importante programa de vacunación en marcha.
A pesar de eso, y del impacto negativo, que la
pandemia tiene sobre el aparato productivo, los pronósticos económicos para el
2021/22 son positivo; tal vez por ello una oposición político mediática
cerrada, violenta y autoritaria, que no
reconoce las reglas del juego democrático está intentado, desde el
primer día sabotear al gobierno popular.
Los
frentes de batalla:
Hoy el gobierno de AF se encuentra luchando en
varios frentes, muy complejos cada uno de ellos.
Por un lado el frente externo, la
renegociación con los acreedores externos y el FMI, tratando de lograr un
acuerdo que difiera los pagos en el tiempo, a una tasa razonable, que no
impliquen condicionamientos ni ajustes sobre nuestra economía y lo sectores
populares. En estos días el Presidente, junto a varios ministros, han
finalizado un viaje a Europa, buscando apoyos para la negociación.
Por el frente interno, la oposición política,
encarnada por Cambiemos, con fuerte presencia en la Cámara de Diputados, ha
planteado una oposición muy dura y violenta contra toda acción del gobierno
nacional, llegando a boicotear las políticas sanitarias contra la pandemia.
El fanatismo opositor está costando al país
cientos de contagios y muertes por el virus. A esta situación debe sumarse el
papel de los grandes medios que juegan un rol tanto o más destructivo que la
coalición opositora. A esta situación
debe sumarse el comportamiento de las grandes empresas concentradas, que están abocadas a una acelerada escalada de precios
sobre los productos básicos, alimentos sobre todo, cuando no hay razones
económicas para un proceso inflacionario de estas características.
Es evidente una campaña concertada para
esmerilar al gobierno a través de una “inflación descontrolada”.
Y si esto fuera poco, el gobierno está siendo
jaqueado por la Corte Suprema de Justicia. No es nuevo el alineamiento de la
Corte y de gran parte de la Justicia Federal con la coalición opositora. Ha
quedado claro que el papel del poder judicial fue clave en el proceso que
conocimos como “lawfare”, de persecución política mediática y judicial contra
funcionarios del gobierno kirchnerista y sobre todo sobre Cristina Fernández de
Kirchner. Esa entente hoy sigue funcionando sin ningún tapujo, atacando claramente
el accionar del gobierno nacional y entorpeciendo su funcionamiento normal.
Es indudable
si vemos este proceso en el contexto latinoamericano, que estamos en
presencia de un accionar orientado a condicionar y debilitar al gobierno y
preparar el terreno para un “golpe blando”.
Todos este escenario no es más que la punta
del iceberg de una profunda crisis institucional y social que atañe a todos y
que cobra mayor actualidad cuando el país vive situaciones de extrema pobreza,
marginación y desigualdad.
Hay que mirarse en el contexto latinoamericano
para ver un posible escenario futuro para nuestro país, protestas populares masivas
en Colombia, como ayer en Chile, producto de broncas acumuladas que están
explotando, haciendo evidente una situación social explosiva.
Latinoamérica es un continente en disputa,
cuarenta años de neoliberalismo han generado un continente en crisis y
violencia. Argentina todavía no está en esa situación pero se vienen juntando
broncas por debajo que si no encuentran su salida terminará estallando.
Hoy en
la realidad argentina se ven además asomar otras urgencias. Se trata lisa y
llanamente de una descomposición interna.
El neoliberalismo ha construido un poderoso
sistema alrededor de la exportación de commoditys, sistema financiero, la
ciudad de Buenos Aires, la pampa húmeda, los puertos de la cuenca Paraná - Río
de la Plata. Allí se concentra toda riqueza, pero también los grandes bolsones
de pobreza y frustración.
Frente a este poder central se yergue un
interior desarticulado, con provincias ricas,
pero con sus economías en crisis permanente, donde aparecen expresiones
de autonomías o separatismo que amenazan con una disgregación nacional.
El neoliberalismo en los últimos cuarenta
años ha ido construyendo, bajo la lógica
del mercado, un país totalmente fragmentado socio económicamente, pero también
geográficamente.
Fortalezas
y debilidades:
Los desafíos para el actual gobierno son muy
pesados, no solo estabilizar la economía, domesticar la inflación y controlar
el dólar, detener la fuga de divisas, y renegociar el pago de la deuda, genera
puestos de trabajo, poner en marcha las pymes, y hacer una fuerte campaña
contra el hambre y la pobreza, terminar con la fragmentación social que deja
afuera de sus derechos más elementales a casi el 50 % de la población. Al mismo tiempo que debe enfrentar la segunda
ola de la pandemia que a la fecha ha causado cerca de setenta mil muertes.
Además, como decíamos más arriba, la crisis no
es solo económica y social, hay una crisis institucional muy seria, con un
trasfondo de corrupción muy grave que afecta instituciones estatales y sectores
empresarios, evasión impositiva, blanqueo y fuga de capitales, contrabando,
avance de los carteles de la droga, etc.
Todo
esto en un escenario interno y externo muy complejo, donde el conflicto de
intereses es muy fuerte y los protagonistas muy poderosos.
La principal fortaleza es también una
debilidad. El gobierno hoy representa una coalición de casi todos los sectores
populares. La unidad fue una lógica que permitió ganar sobre las fuerzas de
derecha, pero la misma alianza no necesariamente es la mejor herramienta para
gobernar. Por un lado el poder ejecutivo está “loteado” por el reparto entre
las distintas fuerzas, donde no siempre hay coincidencias sobre el accionar y
por el otro muchas veces priman los intereses
de las “orgas” por sobre el conjunto.
También la elección de los funcionarios tiene
que ver en muchos casos con razones de
cumplir con los distintos espacios por sobre la capacidad del funcionario. Esto
queda claro cuando hay muchos lugares que no funcionan y ameritarían un cambio
de personas y de políticas.
Por el otro lado hay un fenómeno que está
limitando la acción gubernamental. Cuarenta años de neoliberalismo han ido
destruyendo al Estado, cercenando funciones, destruyendo sus fuentes de
recursos, quitándole toda posibilidad de ejercer su poder de control y policía.
Hoy se ve claramente la incapacidad del Estado, en sí mismo, de controlar cosas
tan básicas como un control de precios, o regular un servicio esencial como las
telecomunicaciones y los servicios de internet. Por el otro se puede ver
claramente que existen sectores económicos y sociales, que rechazan o
desconfían de cualquier acción estatal. Este fenómeno no es nuevo y es el
resultado de una política de desprestigio de las instituciones estatales por
parte de las elites.
Por un lado Argentina cuenta con una sociedad
civil fuerte y movilizada y por el otro un Estado débil e impotente.
La grandes movilizaciones en defensa de la
democracia, los derechos humanos, contra el 2 x1, la despedida del Cristina
Kirchner, o las luchas en la calle contra las políticas de ajuste del gobierno
macrista, para poner solo unos ejemplos. También es justo mencionar que la
derecha ha mostrado en los últimos años capacidad de movilización y bloqueo
contra políticas estatales. El primer round de dio con la “125”, donde minorías
activas pudieron bloquear caminos, requisar mercaderías, ante la pasividad del
Estado.
En los últimos dos años, movilizaciones
puntuales, ruidosas y a pesar de ser muchas veces minoritarias, lograron torcer
el rumbo del gobierno, caso Vicentin, o campañas anti vacunas, negacionistas,
oposición a las medidas de prevención, presencialidad en las escuelas, etc.
El Estado, por su parte, desde hace décadas
carece de cualquier capacidad para imponer medidas, arbitrar conflictos o
disputas de facciones, o para encauzar y darle continuidad a diseños y
ejecución de políticas y proyectos.
En esta democracia Argentina de hoy parece q
ser opositor es sencillo; gobernar, casi imposible.
El activismo y la participación ciudadana no son preocupantes, sino por el contrario son
elementos positivos, si contáramos por
el otro lado con un aparato estatal coherente y dotado de poder para planificar
e imponer decisiones, arbitrar los conflictos, e imponer premios y castigos, que
trasciendan los límites de proyectos sectoriales.
Esta situación de una sociedad civil activa y
un Estado impotente, solo pueden generar
inestabilidad y en la largo plazo violencia
política.
En este escenario cualquier política de
redistribución del ingreso o de control sobre actores concentrados veremos que
los factores de poder se activan para bloquearla, a través fallos judiciales de
dudosa legalidad, campañas mediáticas,
violentas movilizaciones de los afectados, bloqueos parlamentarios, ataques y
escraches personalizados, etc, que harán
fracasar cualquier iniciativa por tibia que esta pueda ser.
El
escenario:
El neoliberalismo ha construido una sociedad
partida en dos, donde hay sectores, que han crecido y consolidado un poder
político y económico considerable al calor de esas políticas, mientras dejaban
afuera del mercado y de los derechos sociales y políticos a casi el 50% de la
población.
Ese sector ha construido también a su
alrededor una alianza política y social que acompaña su proyecto político y
económico, que trasciende su espacio de clase.
A podido sumar a su alrededor, un espacio
trasversal de sectores medios y en algún caso sectores populares, a partir de
instaurar un “nuevo sentido común de derecha”, por penetración cultural través
de los grandes medios de prensa y el formateo de la sociedad que ha ido
llevando a cabo desde el proceso militar, el menemismo y ahora el macrismo.
El fenómeno no es nuevo y se está
desarrollando a nivel mundial. El surgimiento de una nueva derecha, con una
nueva cara “moderna y eficiente”, pero tan autoritaria, violenta y peligrosa
como siempre.
Es necesaria una digresión sobre el
comportamiento político de los sectores medios, pues son un sector clave en la
lucha política presente y futura, para no quedarnos con una mirada jauretcheana
En principio la clase media argentina es muy
grande como porcentaje de la población a comparación con otros países
latinoamericanos, por ende su peso político es mucho mayor.
Es también notorio el comportamiento de
sectores, sobre todo asalariados, que técnicamente no son clase media pero
ellos si se consideran dentro de ese rango. Es indudablemente una clase media
aspiracional, pero también parte de esa clase media tiene parámetros de comportamiento cultural,
político, consumo, etc, similares a los otros sectores de mayores recursos. Tal
vez esta situación de da como elemento residual de la vieja sociedad argentina,
donde había parámetros de mayor igualdad y potencialidad de ascenso social.
En cuanto al comportamiento político, a
grandes rasgos podríamos decir que por un lado están los “independientes”, los
que fluctúan su voto y muchas veces definen una elección, son parte del
electorado que sumo CFK con el 54%, aportaron para el triunfo de Macri en el
2015 y ahora acompañan al Frente de Todos; por el otro un sector de clase media
muy refractario al peronismo, a pesar de ser la primera víctima de las
políticas neoliberales.
Si algo demostró el gobierno macrista es la
vulnerabilidad económica de la mayor
parte de la clase media argentina. Las políticas de ajuste permanente del
neoliberalismo llevan a los sectores medios a un empobrecimiento generalizado,
que lo acercan a los sectores populares más pobres.
Hubo un sector que por falta de cultura política o
histórica creyó en los globos de colores o en la virtud el cambio, pero hoy descubrieron en carne propia que el
neoliberalismo solo genera el empobrecimiento de toda la comunidad.
Sin embargo, hay otros sectores donde esto
genera situaciones de angustia y miedo,
que los hace votar a modelos políticos que les prometen una salida individual,
un salvarse solo, una meritocracia que les hace creer que son distintos y
superiores a los pobres, Un síndrome de Estocolmo que los hace votar a quienes
lo perjudican y odiar a aquellos que los benefician o ver a los “otros”, los
pobres, como enemigos.
Por supuesto que también hay sectores medios importantes que acompañan
al peronismo y a partidos de centro izquierda alineados hoy en le FDT.
¿Qué
hacer? La
respuesta está en la política:
En principio para un escenario tan complejo
como el que describimos, con el aditamento nuevo de la pandemia que
desconocíamos, no hay y recetas.
Es indudable que las viejas recetas no
funcionan, que estén agotadas. Las viejas políticas neoliberales que se han
aplicado en el mundo en estas últimas cuatro décadas, no solo muestran su
fracaso, sino que son culpables de muchos de los problemas de hoy.
El gobierno de AF ha encarado, por los menos
en este año y medio políticas muy tibias en cuanto a no cuestionar el fondo del
modelo, muy similar a experiencia anteriores de conciliación de clase, acuerdos
sectoriales, control de alguna variables, alguna tibia política redistributiva,
sin tocar los ejes donde se asienta el poder político y económico de la clase dominantes.
Estas experiencias también han fracasado, y volverán a fracasar porque estas
clases no van a ceder ningún espacio de su poder sin luchar.
Parafraseando
a Nietzsche “el poder debe ir por más poder o se empieza a perder”
El
gobierno cuenta con un poder político importante y muy sólido, más allá
de la crisis que vamos atravesando y de la bambolla ruidosa y dañina de la
oposición política - periodística a la que nos vemos todos sometidos.
En ese
marco el gobierno debe usar el poder que tiene y no dejarse amedrentar por el
accionar de la oposición macrista, se debe fijar su propia agenda de gobierno
y no correr detrás de la agenda que le
marcan los medios opositores; generar una agenda de futuro post pandemia, dejar
de hablar del pasado y mostrar un proyecto de país superador.
Un gran objetivo, que movilice a la sociedad.
Por ejemplo encarar una batalla que genere épica, podría ser una gran lucha contra el hambre y
la pobreza, y/o una batalla por el desarrollo industrial y la generación de
empleos genuinos.
También y al mismo tiempo debe apuntar a
reconstruir el Estado, dotarlo de funcionarios en todas las líneas
consustanciados con el proyecto encarado;
si no estuvieran esos funcionarios hay que formarlos
rápidamente. En esta reconstrucción del Estado se debe ir por los bolsones de
corrupción que anidan en el estado: sectores de la justicia y de las fuerzas de
seguridad, servicios de inteligencia, comercio exterior, aduanas, bancos y
cuevas que son drenaje para la fuga de divisas, etc;
Es necesario desmontar las leyes que son el
andamiaje de la estructura neoliberal dominante: ley de inversiones
extranjeras, ley de entidades financieras, ley de medios, reforma judicial,
etc, son solo un ejemplo de lo mucho que hay hacer.
Son batallas que hay que dar, muy duras, que
amedrentan a muchos políticos. Pero hay que romper algunas lógicas, no hay que jugar con la pelota ni las reglas
del adversario.
Es cierto que el gobierno no tiene mayoría en
la cámara de diputados y que cualquiera de estas acciones podrían ser bloqueadas desde la justicia o el parlamento.
Pero para evitar o neutralizar eso está la
política.
Hay que generar consensos, abrir el juego democrático,
ampliar la democracia y sacarla de los ámbitos palaciegos.
Hay que crear comunidad, tarea opaca y de
resultados lentos, pero perdurables y sólidos. El neoliberalismo destruyó,
entre tantas cosas los lazos sociales, culturales e históricos y sus
instituciones, que son el entramado donde se asienta una nación, un pueblo, una
sociedad. Se pueden usar los recursos que el Estado tiene y fortalecer la
participación en las instituciones y organizaciones de base, la escuela y su
cooperadora, el comedor comunitario, las salas de medicina preventiva en los
barrios, las sociedades de fomento, las cooperativas y mutuales de base, y toda
organización comunitaria que surja. Hasta la pandemia de covid puede ser una
oportunidad donde la comunidad se organiza para enfrentarla solidariamente,
cuidándose y cuidando al vecino.
Ir
construyendo comunidad organizada y un pueblo empoderado.
El gobierno tiene como una herramienta política a su disposición y que
ha puesto en marcha muy tímidamente
AF, es el Consejo Económico y
Social. Una herramienta peronista, que Perón puso en práctica en el Consejo
Nacional de post guerra en su primera presidencia.
Un
espacio donde participen todos los sectores de la comunidad, de la
producción, el trabajo, la educación, las iglesias y por supuesto la
instituciones del estado y desde donde surja una proyecto de país consensuado,
que incluya a los 45 millones de argentinos, que rompa la lógica de la “grieta”
que solo beneficia a los grupos
dominantes
Por supuesto que la historia argentina muestra
que estos pactos solo funcionan cuando existe un poder político muy fuerte que
actúa como articulador o negociador entre las partes, pero también como dador
de premios y castigos e imponga los límites al conflicto de intereses entre todos los sectores.
El
fortalecimiento del sujeto político:
La experiencia también muestra que es
necesaria la construcción de un sujeto político que encarne y lidere el
proceso.
Este
sujeto no es más que el pueblo empoderado y movilizado, detrás de un proyecto
emancipador, que dé respuesta a las múltiples demandas de los distintos
sectores que conforman el colectivo pueblo.
Esta constitución de un sujeto político debe
estar basada en la historia, la memoria
colectiva, la experiencia popular, en una cultura, y sintetizados en un
proyecto de nación.
Este sujeto político es el encargado de la
disputa por los significados, por la construcción del relato hegemónico, por el
sentido común, de dar la lucha por el poder y la hegemonía.
En síntesis
la reconstrucción del Estado, la construcción y fortalecimiento del/los
sujetos políticos democráticos y populares deben ser garante y sostén de este gobierno, de dar la
batalla cultural y política y la construcción de contra poderes para la
instauración de un nuevo orden social.
Antonio Muñiz
Mayo
2021
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