La construcción de un nuevo modelo de desarrollo sustentable.

Escribir una nota de no más de 5000 caracteres como me pidieron los amigos de Motor Económico es una tarea ardua para mí, que tiendo a ser muy extenso, pero el tema que me pidieron lo hace aún más complejo. Trataremos de ser sintéticos y concretos, aunque algunos temas queden en un mero titulo

La llegada del gobierno de Alberto Fernández abrió  la esperanza de que un nuevo modelo de país inclusivo, productivo, generador de riqueza y conocimientos fuera posible.

El nuevo gobierno debió enfrentar de entrada  una crisis económica y social producto de la mala praxis del gobierno macrista. Sin embargo la vida te da sorpresa, y a poco de iniciar la gestión se desató  la pandemia global de Covid19, que puso al mundo en cuarentena.

Para completar el cuadro de crisis la derecha o sea los grandes grupos económicos concentrados, agro exportadores, bancos, energía, comunicación, etc,  únicos ganadores del proceso de cuarenta años de neoliberalismo le están marcando “la cancha” al nuevo gobierno a través de corridas de precios y cambiarias o manifestaciones en la calles, minoritarias pero potenciadas por los grandes medios de prensa. Hay claramente dos modelos en lucha, uno minoritario pero poderoso y otro popular votado por la ciudadanía hace escasamente 12 meses.

Mirar hacia adentro.

Argentina necesita, y es la oportunidad, cambiar drásticamente su proyecto  de país,  debatir otros modelos  alternativos de desarrollo para abandonar el ya caduco, basado en la exportación de materias primas, en la lógica extrativista de la explotación de los recursos naturales no renovables, servicios y sobre todo la financiarizacion de la economía, en detrimento de la economía real de bienes. Este modelo imperante desde 1976, ha entrado en crisis, pero en el medio dejo más del 50 % de población en la pobreza y la indigencia, un aparato productivo monopolizado y extranjerizado, un país endeudado y una sociedad desintegrada.

Si queda una enseñanza de la experiencia neoliberal de los últimos cuarenta años es que es inviable para un país y sobre todo para Argentina, basarse en la explotación de recursos naturales, con una lógica puramente extrativista, cuando el país no maneja los precios, por lo que queda dependiente de los mercados internacionales, sea la soja, carne,  trigo, petróleo o la minería.

Sin Estado  y planificación participativa no habrá desarrollo.                                                                                           

El fracaso mostrado por el modelo neoliberal, con su altísimo costo social, económico y productivo, nos obliga a desandar el camino, debemos pensar con otra lógica, abandonar los paradigmas del neoliberalismo, romper con los tabúes que nos impuso. Repetir lar recetas ya fallidas nos llevara a otra frustración.

Por ello debemos pensar estrategias de desarrollo propias, aprender desde nuestra historia pero también de experiencias exitosas de desarrollo en otros países.

Primero hay que recuperar al Estado, cualquier país moderno requiere de un estado fuerte, dinámico, ágil, movilizador y orientador de los recursos de la comunidad. Un estado que arbitre en los conflictos, pero que premie o castigue, que lleve adelante los objetivos fijados por la comunidad. Es importante perder el miedo al tabú del estado empresario. El estado debe tener un rol empresario en aquellas áreas críticas y estratégicas o donde el capital privado flaquea y no cumple los objetivos. Es síntesis necesitamos un “estado desarrollador”.

Como complemento a este rol del  estado es fundamental instrumentar un plan estratégico de desarrollo. La planificación debe basarse en un criterio participativo, donde sea la comunidad en su conjunto la que fije los objetivos y la estrategia para su concreción.  Este proceso de planificación participativa debe basarse en la premisa de tres ejes complementarios: crecimiento económico, inclusión social y protección ambiental. Sin el cumplimiento de estos tres objetivos simultáneamente no existe desarrollo sustentable. Estado y planificación participativa son las dos herramientas básicas.

También es fundamental pensar un modelo de desarrollo integrados a Latinoamérica. Argentina por sí sola no tiene escala. También en este esquema es prioritario pensar un modelo de salarios altos y pleno empleo, a fin de potenciar el mercado local y regional.  

Por lo cual es necesario de retomar los esfuerzos para poner en marcha el golpeado aparato productivo nacional, reiniciando el proceso de re industrialización.  Seguramente el camino más rápido y lógico en poner en  marcha el aparato productivo, hoy semi parado, y luego avanzar en todas las industrias relacionadas al agregado de valor a las materias primas exportables, granos, carne, minerales, petróleo, energía, etc, potenciando las cadenas de valor, generando empleos y exportándolos con mayor valor agregado.

Descartadas las inversiones extranjeras orientadas al sector productivo como motor del desarrollo, dado el cierre de las economías y las crisis en cada país. Teniendo claro también que la burguesía argentina tiene vicios de origen, taras ideológicas y una incapacidad de conducir un proceso sostenido de reindustrialización. A lo largo de la historia la burguesía nacional defeccionó  en varias oportunidades históricas  y nada hace prever que cambien su conducta. Con el agravante de que muchos de sus negocios trasnacionalizados quedaran  golpeados por las secuelas de la pandemia y la crisis global.

En este esquema es importante el rol del Estado como decíamos más arriba sino también  las mipymes y las  empresas cooperativa, en todos sus niveles y categorías.

Saltando etapas:

Es importante considerar  que un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, tal cual ha sido el modelo utilizado en nuestro país corre con la desventaja que se hace lento y pareciera nunca alcanzar los estándares internacionales, por ello es necesario pegar un salto cuali y cuantitativo, o sea saltar etapas y posicionarnos en las áreas claves.

Según los expertos estamos viviendo las postrimerías de la tercera revolución industrial, basada  en la integración de las computadoras y las tecnologías automatizadas en los procesos de producción, las redes y las telecomunicaciones también están presentes. Según otros expertos opinan que ya estamos en el comienzo de la cuarta revolución. Esta está basada en las tecnologías conectadas a internet (internet de las cosas, inteligencia artificial, "big data", la nube, robótica, realidad aumentada, drones, etc.), y que también se denominan Industrias 4.0 o industrias inteligentes.

Es por ello que será necesario y posible planificar el desarrollo industrial potenciando aquellos  sectores intensivos en tecnología, espacial, nuclear, 4 y 5G, biotecnologías, robótica, IA, farmacéuticas, software,  nuevos materiales, etc. 

Por último, otra ventaja de  esta revolución industrial está enfocada a la " economía circular " ecológica y sostenible. Todo se recicla y nada sobra. Este concepto de una eco industria verde es imprescindible para  un planeta de recursos finitos, que  todo se aproveche y nada se deseche.

Hay que plantear  una revolución educativa que prepare a toda la población para el salto tecnológico. Por eso la educación debe ser pensada como un proceso continuo, pero que a su vez  cubra a toda la población, y no solo a los jóvenes, que por supuesto deben ser los sujetos directos y más importantes, aunque no los únicos.

Queda claro que un proceso de desarrollo  como el aquí resumido requiere en principio un fuerte consenso de la comunidad, esto solo se puede lograr con una activa participación de todos los actores sociales, económicos, del conocimiento, de la cultura, etc, en la fijación de los  objetivos estratégicos, en segundo lugar además de un rol muy activo del Estado en todo el proceso productivo, de  invertir fuertemente en salud, infraestructura, educación, en formación laboral y en ciencia y tecnologías.

 

Antonio Muñiz

Octubre 2020

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