Argentina y la deuda: una historia por default


Breve historia de la deuda externa

La historia liberal, en su construcción de un relato falaz, que sirva a los intereses de la oligarquía tradicional,  nos cuenta que Argentina es un deudor serial, que no quiere vivir de su trabajo y que se endeuda para “vivir de prestado”. Que esa lógica inherente a nuestra supuesta idiosincrasia nos llevaba a innumerables default, casi como si fuéramos “defolteadores seriales”.
La realidad nos muestra otra cara distinta: no es cierto como dicen que ARGENTINA sea un defolteador serial, si bien ha estado varias veces en esa condición,   hay otros países que estuvieron en peores situaciones.



                                                
Según este cuadro se ve claramente que la mayoría de los países latinoamericanos han caído en cesación de pagos, ¿será esto casualidad? ¿O es un mal endémico que todos los países de la región han estado en esta situación? Indudablemente no, debe haber causas comunes que lo explican. Si bien este cuadro nos adjudica 8 casos, hay tres que son dudosos.
El tema de la deuda y sus periódicas crisis de cesación de pagos ameritan algunas consideraciones históricas y económicas desde una mirada desde lo nuestro, de nuestros propios intereses.
En este caso se aplica claramente la metáfora jauretcheana sobre ir a comprar con el manual del almacenero. Siempre nuestros países fueron cediendo soberanía y sometiéndose a los intereses de los centros imperiales y sus socios locales. Con la deuda, siempre, nuestros gobiernos liberales fueron al pie, aceptando los términos y condiciones que nos imponían. 
La primera y clara definición es que la deuda externa fue y es un instrumento de dominación.
Durante el siglo XIX Inglaterra usaba el endeudamiento o los cañones para someter a los países periféricos para que estos abrieran sus mercados al  libre comercio. Con los años, resultó más sencillo y más eficiente el uso de la deuda como mecanismo de dominación  y penetración imperial. Esto era factible además porque asociaba a sus intereses a las oligarquías locales, que se beneficiaban con la participación en el comercio y en muchos casos a través del cobro de comisiones  fraudulentas. Siempre el endeudamiento lleva aparejado altos niveles de corrupción, ya que una parte importante de las deudas contraídas no llegan al destino previsto y menos a los sectores populares. Casi siempre, y el caso argentino es manifiesto, los flujos de fondos son apropiados en el camino por los mismos bancos emisores y las elite locales, para financiar consumos suntuarios o directamente para el acaparamiento.
El poder hegemónico de Inglaterra fue ocupado después de la primera guerra mundial   y sobre todo luego de la crisis de 1930, por EEUU, pero la lógica siguió siendo la misma. Una poco más sofisticada, a partir de la creación de los organismos multilaterales como FMI, el Banco Mundial o la OMC, que fueron  creados como gendarmes del nuevo orden mundial de post guerra.
« Hoy, la deuda es utilizada como instrumento de dominación y no como instrumento para permitir del desarrollo de las economías más pobres. Al contrario: son mecanismos de saqueo de las economías pobres y de enriquecimiento de las economías más ricas. Los que, en los organismos internacionales, tanto se quejan de la creciente desigualdad de la distribución de ingreso y dicen con certeza que los países ricos son cada día más ricos y los pobres cada vez más pobres, deberían revisar los mecanismos financieros porque son ellos, los que provocan esta creciente desigualdad. »
Otro ítem siempre presente es que estos paquetes de ayuda financieras vienen atados a programas de ajuste estructural de la economía, que solo intentan que esta genere excedentes en dólares para maximizar  el cobro de capital e intenses por parte de los bancos y fondos de inversión. Esta lógica lleva a profundizar los problemas económicos y sociales en los países deudores, ya que agudiza el traspaso de riqueza de los sectores populares hacia la banca internacional y las  elites locales con intereses trasnacionalizados. Este proceso de saqueo de recursos lleva a un aumento de la pobreza y la indigencia, pérdida de calidad en los servicios básicos como educación y salud, seguridad social, primarización de la economía, pero sobre todo de pérdida de soberanía por parte de las naciones periféricas que se ven atadas al yugo permanente de la deuda y sus periódicas renegociaciones. En síntesis se genera ex profeso un círculo perverso de crisis externa, programa de ajuste, crisis externa, que ahoga a los países y sus pueblos.  
Esas crisis de cesación de pagos llevan a nuevas renegociaciones, con su paquete de ajuste atrás. Así podemos hacer un raconto de los casos podemos apreciar que las soluciones son insuficientes, “por lo que esos países se ven obligados a realizar otra renegociación en los años siguientes”. Es claro que generalmente las reestructuraciones de deuda se hacen “muy tarde” y que ofrecen “muy poco” alivio al país deudor. Martin Guzmán.

El primer default fue en 1827

El primer gran endeudamiento argentino ocurrió pocos años después de la Revolución de Mayo, pero no difirió de lo sucedido en otros países latinoamericanos.
Luego de las Guerras Napoleónicas se liberó una gran capacidad económica en las potencias vencedoras- Los ingleses habían estado emitiendo bonos del Tesoro para financiar la guerra. Al finalizar  quedó  una masa de recursos que buscó  tasas más altas e invirtieron en países europeo y en los Latinoamericanos, luego de la batalla decisiva de Ayacucho, librada en 1824.  Inglaterra, alentaba la independencia de las colonias españolas y a su vez la emisión de deuda permitía entrar con su comercio en los mercados de  Sudamérica como era su objetivo, así alentó ese mercado de bonos.
El mal recordado préstamo de la Baring Brother, fue desde el comienzo un negociado infame,   una vez descontados los intereses adelantados y las comisiones, el gobierno argentino solo  recibió  alrededor de un 60 por ciento del monto nominal del préstamo. De más esta decir, como sucedería en los endeudamientos futuros, este préstamo contenía sobre tasas y sobre todo comisiones a intermediarios totalmente innecesarios y fraudulentos.
Este préstamo estaba destinado a financiar la construcción del puerto de Buenos Aires, pero, en realidad se usó para financiar la importación de manufacturas inglesas y armas para la guerra contra el imperio portugués brasileño. En 1825 el gobierno inglés sube la tasa de interés interna y se produce un crak financiero en la City londinense que rápidamente se difunde por los países sudamericanos, todos fuertemente endeudados y se produce el default general,  Argentina incluida. Recién en 1857 se vuelve a pagar y 1866 se  negocia una reprogramación de esa deuda a treinta años.

1890.

Luego de la traición de Urquiza en Pavón y el triunfo de la elite comercial porteña, liderada por Bartolomé Mitre, se inicia el periodo de la organización nacional. En ese periodo comienza a instaurarse un modelo agro exportador de materias primas, granos y carne particularmente, fuertemente asociada a los intereses ingleses. En esos años fue en aumento de la deuda externa, con variados contratiempos. Es interesante recordar la tristemente frase de Nicolás Avellaneda “Argentina pagara sus compromisos, aunque sea con el hambre y la sed de sus habitantes”, en uno de los periodos de crisis externa y en la necesidad de garantizar el flujo de capitales y la “confianza” de los inversores. ¿Les suena esta frase?
Fue tal el descontrol sobre la deuda en esas décadas que el mismo Sarmiento reconoció que durante su gobierno hubo un empréstito del cual nunca supo cuál fue su destino.
Así la tan elogiada, por historiadores y economistas liberales, generación del 80, llevó, al país a la crisis de  1890, con un gigantesco default que arrastró  a la banca inglesa, que había concentrado en nuestro país una porción demasiado grande de su capacidad de crédito.
Para tener idea del volumen del endeudamiento argentino, este era el quinto país más endeudado del mundo, además la deuda contraída de 48 millones de pesos equivalía al 60 % de la deuda total defolteada en 1890.
Fue una crisis además provocada por la desenfrenada corrupción del régimen,  abultado déficit, que alcanzaba el 20 % del PBI,  una descontrolada especulación bursátil, todo esto no sólo llevó al país a la bancarrota, al pueblo a la miseria y a la quiebra del Banco Nacional,  sino que también provocó la caída del gobierno de Juárez Celman. La crisis originó la Revolución del  Parque,  donde nace el radicalismo encabezado por Leandro Alem.

El default que no fue 1915.

Con el comienzo de la primera guerra mundial (1914), malas cosechas y la caída de los precios internacionales de los productos exportables agudizaron la crisis externa. Como siempre un aumento de la tasa de interés en Londres, atrajo a los capitales de los países emergentes hacia la metrópoli, dejando a estos en situación de vulnerabilidad financiera. Argentina entro en recesión por varios años.  Se produjo  en ese periodo una fuga de oro hacia el exterior. Recuérdese que en esos años regia el “patrón oro”, por lo que esto significó una profundización de la caída de la actividad económica. La inversión extranjera desapareció durante la Primera Guerra Mundial para financiar la guerra europea, y no regresó luego del anmisticio. (1918). Si bien hubo problemas con algunos bonos provinciales y la profundidad de la crisis, Argentina siguió cumpliendo con el pago de la deuda con normalidad.

La crisis del 1929.

Algunos historiadores toman la crisis del 29/30 como una etapa de default, sin embargo si bien la  crisis de 1930 fue muy fuerte y arrastró  a muchos países al default, Argentina zafó de la situación.
Por supuesto la magnitud de la crisis mundial afectó la economía argentina y sobre todo su comercio externo,   sin embargo solo hubo problemas de pago de algunos bonos provinciales, al igual que en 1915.

1958, el acuerdo con el FMI y el Club de Paris. El default que no llego a serlo.

Tras el derrocamiento de Perón de 1955, el gobierno de facto, presidido por el general Pedro Eugenio Aramburu, adquirió un nuevo préstamo externo  de 700 millones de dólares, que se suponía podría ser amortizado en un año. Sin embargo los desaciertos de ese gobierno hicieron fracasar todos los pronósticos, apareciendo por primera vez el problema de la inflación de precios, que había sido casi inexistente hasta ese momento y que se convertiría en las siguientes décadas en un problema endémico. Durante la revolución Libertadora  Argentina, ingresa además al FMI, cosa que Perón, durante su presidencia (1946/55) se había negado a hacer. Es decir que a partir de 1955 argentina  ingresa en el círculo perverso de endeudamiento e inflación, con renovación de nuevos créditos para refinanciar los  préstamos y sus intereses anteriores.
Al finalizar el gobierno militar era indudable que era para Argentina imposible afrontar el pago de la deuda contraída con los  bancos europeos. El ministro de Finanzas francés invitó a los 11 países acreedores a reunirse en París y allí se acordó un plan de refinanciación de la deuda argentina. De esta reunión surgió el Club de París, un foro informal de acreedores oficiales y países deudores, que tendrá vigencia hasta nuestros días. Al asumir el gobierno Arturo Frondizi (1958) la deuda externa había vuelto a ser un problema, en ese año ya estaba en los mil cien millones de dólares.

Primer acuerdo con el FMI.

El FMI fue creado luego de los acuerdos de Bretton Woods (EEUU), en 1944. Formo parte de la reingeniería mundial que se produjo después de la Segunda Guerra Mundial  y la división del mundo luego de Yalta. Más allá de las buenas intenciones que llevaron a su creación el FMI, como el Banco Mundial o la OMC, siempre cumplieron el rol de gendarmes económicos del imperialismo yanqui y fueron vehículos de disciplinamiento económico financiero para los países en desarrollo
El primer acuerdo  con el FMI firmado, firmado por el gobierno  frondizista, por un aporte de 75 millones de dólares destinados a equilibrar la situación de la balanza de pagos.
Ya aquel primer acuerdo con el fondo tenía cláusulas secretas, que se repetirían a lo largo de la tortuosa relación de Argentina con ese organismo.  Detrás del acuerdo se imponía un cambio bruco en sus políticas económicas tradicionales destinadas sobre todo a que el país tuviera excedentes en dólares para hacer frente a los compromiso externos, así propusieron un ajuste estructural, como la reducción de los empleos públicos, con, por supuesto, el despido directo de trabajadores, la paralización total de las obras públicas, la privatización de las empresas estatales, la reducción y venta de los frigoríficos estatales, la clausura masiva de ramales ferroviarios, restricciones al crédito, aumento de precios y congelamiento del salario mínimo por dos años, la venta de empresas estatales, entre otras medidas.

1982

El régimen militar (1976 – 1983) y su ministro de economía Martínez de Hoz, avanzaron en un proyecto de des industrializar el país o sea volver a un modelo agro exportador dependiente. Al efecto la deuda externa cumplió un rol central en la aplicación del modelo neoliberal monetarista.  Argentina pasó de una deuda externa de U$S 7.000 millones en 1976 a una de U$S 45.000 en 1983, con una caída importante en el PBI industrial, acompañada por altas tasas de desocupación y pobreza.
Entre los bancos de los países centrales, el FMI, los gobiernos de Estados Unidos y la dictadura argentina hubo una complicidad sistemática para endeudar al país y enriquecer a los gobernantes argentinos y a la oligarquía local, en beneficio de  las grandes corporaciones financieras. Es evidente que una parte considerable del dinero prestado por el Norte (cerca del 80% según Vilas, 1993, y otros autores) jamás llegó a las economías de los países destinatarios, sin hablar de sus pueblos.
Para  hacernos una idea de la cantidad de dinero prestado al Sur y depositado en paraísos fiscales,  dos tercios de la deuda total del continente latinoamericano fue depositado por ciudadanos de esos países. Claramente puede verse la asociación directa de deuda contraída y fuga de capitales por parte de la elite de estos países. El caso Argentino es casi seguro la mayor y más escandalosa fuga de capitales, un fraude que lamentablemente siguió repitiendo su modus operandi hasta nuestros días.
En particular, a principios de 1977 se implementó una reforma que ubicaría al sector financiero en una posición hegemónica en términos de absorción y asignación de recursos, mediante su liberalización, el alza de las tasas de interés y una mayor vinculación con los mercados internacionales. La especulación financiera pasó a ser un factor fundamental: se traían del exterior dólares que se convertían en pesos a un cambio sobrevaluado, se colocaba esos pesos a altas tasas de interés y, cuando se pensaba que el dólar iba a subir, se volvía a cambiar pesos por dólares y se los fugaba al exterior.  Se hacían así negocios fáciles y altamente rentables. (Rapoport)

 Pero, desde fines de los años 70 y principios de los 80, se produjo otro ciclo recesivo mundial, cuando la Reserva Federal, frente a los crecientes déficits fiscales en EEUU, comenzó a elevar las tasas de interés, aumentadas aún más con la llegada al gobierno del presidente Reagan, generó  la crisis de la deuda, primero Méjico, que en un efecto dominó arrastró  al resto de los países. Para octubre de 1983, 27 países que debían U$S 239.000 millones, estaban en vías de reestructuración de sus deudas. De esos países, 16 eran de América Latina, y entre México, Brasil, Venezuela y Argentina, sumaban el 74% de la deuda en reestructuración.
Vuelve a producirse otra vez, como en el siglo anterior, que el aumento de la tasa de interés en los países centrales funcionan como aspiradora de capitales que se van de los países endeudados a las casad matrices, obligando a los países a aumentar  la tasa de interés para retenerlos, esto solo sirve en el corto plazo para  alimentar la especulación. Finalmente  los capitales se marchan y dejan a los países en situación de crisis de balanza de pagos e imposibilitado de afrontar los pagos de la deuda.


2001

Adolfo Rodríguez Saa anuncia en diciembre de 2001 que Argentina suspendería sus pagos a la deuda externa y fue aplaudido en el Congreso Nacional. Pero esto fue el anuncio formal, la culminación de un ciclo acelerado de reformas estructurales y alto endeudamiento externo, durante la década del noventa. En diciembre de 2001 estalla en pedazos el proceso neoliberal, impuesto desde 1976, en medio de una crisis económica y política sin precedentes en la historia argentina, significo la caída del gobierno de De La Rúa y la Alianza, en medio de manifestación sociales en las calles, con una secuela de más de 40 muertos.

Con el regreso de la democracia, Raúl Alfonsín  adoptó en principio una estrategia de confrontación con los organismos internacionales declarando una moratoria unilateral de 180 días de enero a junio de 1984, tratando el gobierno de conformar con otros países latinoamericanos un bloque común para lograr  posicionarse con más fuerza antes los acreedores.
Sin embargo el intento fue en vano, la mayoría de los países de la región no acompañaron la propuesta, pero tampoco contó  con los apoyos y consensos internos. Jaqueado por la presiones del FMI y los grupos económicos concentrados, grandes ganadores de la dictadura,  y presiones desde su propio partido, la UCR, que no coincidían con esa línea confrontativa. Así en 1984 firma el acuerdo con el FMI, sale el Ministro Grispun y asume Juan Sourrouille
El nuevo ministro lanza el Plan Austral, con un cambio de moneda, el austral reemplaza al peso. El plan funcionó   unos tres años hasta que la economía comienza a deteriorarse. Se lanza otro plan, el primavera, con poco consenso. En ese momento la deuda externa había crecido de modo exponencial desde la dictadura, 45 mil millones en 1983  y durante los años de Alfonsín creció hasta los 63 mil millones. El balance de la gestión fue  negativo, híper inflación, caída de la actividad, subsidios a las empresas, déficit fiscal, desbalance comercial, caída del salario, etc, marcaron la época.
La década del 80 es recordada como la década perdida por los países latinoamericanos, la crisis permanente de la deuda y las restricciones externas, el Plan Baker, propuesto por EEUU para la deuda, fue un fracaso, y las políticas de ajustes permanentes provocaran una caída de la actividad generalizada.
Luego de la crisis inflacionaria de 1989 que marcaron el final del gobierno radical, el planteo en cuanto al pago de la deuda pasaba por la privatización de las empresas públicas.
“Si los deudores no podían pagar con divisas, debían hacerlo de otra forma; por ejemplo, privatizando sus empresas públicas y aceptando que los acreedores compensaran el precio, o parte de él, con sus créditos incobrados.”. (Terragno; 2010:).
El nuevo gobierno de Carlos Menem, luego de algunos contratiempos iniciales adopta una visión ortodoxa a partir de la implementación del Plan de Convertibilidad en 1991 el plan Brady (1992), la liberalización del sistema financiero y, fundamentalmente, la privatización de la casi totalidad de empresas estatales.
En  ese marco el proceso privatizador fue central en la renegociación de la deuda externa iniciado en 1990.
En resumen, las privatizaciones propiciaron la realización de asociaciones entre grupos locales, empresas extranjeras, que aportaron tecnología y “know-how” y los bancos extranjeros, que tenían en su poder los bonos de la deuda. El proceso de privatización de las empresas estatales, “fue exitoso”, se logran los objetivos buscados y se produce el traspaso de una gran capital social acumulado por décadas, en muchos casos a precios viles y plagados de corrupción y anomalías.
A partir de 1995 los grupos locales venden su parte en las empresas privatizadas, generando por un  lado mayor desindustrialización y extranjerización de la economía argentina. Las ventas, con ganancias extraordinarias en relación con los precios de iniciales. Así los grupos concentrados se hacen de una gran masa de dólares, que en su mayor parte fue fugada al exterior y otros fueron invertidos en actividades agropecuarias o agro industrias.

Todo este proceso no significó  una disminución de la deuda, por el contrario, la deuda pasó  del 50% del PBI en 1990  al 200%  a fines del año 2000.
El alto nivel de endeudamiento originó la recesión a partir de 1998 y la caída de la convertibilidad y la debacle general de la actividad económica en 2000/1.
En suma, la crisis de 2001, se debió al agotamiento del modelo de acumulación de capital, la paridad ficticia del uno a uno, pudo ser sostenida por el aumento incesante de la deuda externa, que sirvió para proveer de las divisas necesarias para la lógica de la valoración financiera, la especulación y fuga de capitales.
Asimismo, tanto el gobierno menemista como el de la Alianza tuvieron  una responsabilidad central en estas acciones por la ausencia de controles sobre el movimiento de capitales, la falta de políticas productivas a largo plazo y la adhesión acrítica a los programas de “ayuda” y ajuste del FMI. Cuando el FMI y los organismos internacionales dijeron basta y se cortó el ingreso de préstamos, el castillo de la convertibilidad se cayó, dejando más del 50 % de la población por debajo de la línea de pobreza, más de cuarenta muertos en las calles, corolario de la violenta represión a las protestas populares y el default.

Luego de un breve periodo de inestabilidad política asume el gobierno Eduardo Duhalde, este  produjo la devaluación de la moneda y la pesificación de los depósitos en dólares en enero de 2002. Como muestran varios estudios esto produjo una transferencia de recursos y nuevas condiciones para los ganadores de la salida de la Convertibilidad (Castellani y Schorr, 2004). Durante el primer trimestre de 2002 continuó la tendencia de caída del nivel de actividad, sin embargo la llegada de Roberto Lavagna al Ministerio de Economía significó una nueva fase en la reestructuración económica y salida gradual de la situación anterior.

La salida de la convertibilidad puede considerarse el cierre de la "larga década de los noventa" cuyos indicadores sociales evidencian la situación en la que se encontraba la población. Hacia finales del período neoliberal la desocupación se ubicó en torno a al 18 por ciento de la población, la informalidad cercana al 40 por ciento y el índice de Gini registró su peor medición histórica (0,54). La pobreza, por su parte, según algunos estudios alcanzó al 50 por ciento de la población hacia finales del 2001 y comienzos del 2002.

Con la presidencia de Néstor Kirchner  (2003/7)y Lavagna como ministro se inicia un proceso de negociación de la deuda en default. La reestructuración planteaba una quita cercana al 65% y un esquema de pago de servicios atado al crecimiento de la economía. La concreción final del canje de la deuda en 2005 alcanzó al 76,2% con una quita final del 65,6%.
En el marco del proceso de desendeudamiento el 3 de enero de 2006, Néstor Kirchner canceló en un solo pago la deuda que la Argentina mantenía con el Fondo Monetario Internacional por más de 9800 millones de dólares.  Las divisas giradas directo desde las Reservas del Banco Central permitieron, además del ahorro de intereses, cerrarle la puerta a “las intromisiones y exigencias” que imponía la entidad financiera en la economía interna.




La política de desendeudamiento fue central en toda la gestión de Néstor y Cristina Kirchner, llegando a refinanciar el 92 % de la deuda total, quedando un resto en manos de fondos buitres, que no quisieron acordar y llevaron la cuestión a la justicia de Nueva York.

2019

El último default lo generó  la imprudente política de endeudamiento externo llevado adelante por Macri, aprovechando el bajo nivel de endeudamiento heredado de la gestión kirchnerista.
Rápidamente aceptó  un acuerdo ruinoso con los fondos buitres que litigaban en los juzgados de Wall Street el remanente de unos 7000 millones de dólares que quedaron del canje anterior.
Sin discusiones y aceptando todas la condiciones impuestas por los bonista el  macrismo paga más de 16 mil millones de dólares. A partir de ahí inicio una oleada de endeudamiento irresponsable tanto a nivel nacional, como a nivel provincial, es especial  el endeudamiento de la provincia de Buenos Aires, en la gestión Vidal.
Rápidamente  el gobierno argentino empieza a tener dificultades en el sector externo y problema para hacer pagos de la deuda, cuando comenzaron a sonar los timbres de alarma por la situación económica general. Hasta un economista liberal y simpatizante del gobierno salió en todos los medios diciendo coloquialmente  “que esto se va a la mierda”.
Además de la desafortunada gestión de endeudamiento toda la política económica careció de criterio técnico y político, se volvió a las altas tasas de interés, con lo que se ahogó la actividad comercial y se estimuló la bicicleta financiera y la fuga de dólares. Todo esto en el marco de una corrupción generalizada como pocas veces vivió este país.
Ante la crisis inminente Macri acuerda con  el FMI en mayo de 2018, pactando una ayuda económica de  50 mil millones de dólares a cambio de un brutal ajuste en la economía.  Por supuesto como todos los paquetes impuestos por el FMI terminan en un gran fracaso, con una deuda aun mayor y con condiciones sociales y económicas de desastre.
Por supuesto todo este descalabro económico, concretado en solo cuatro años, lo lleva a perder las elecciones primarias, y ahí ya sin poder y sin dólares, el gobierno pretende “re perfilar”, eufemismo de defoltear, la deuda de corto plazo en dólares.
 
Como queda claro en el cuadro anterior, el macrismo aprovechó  el desendeudamiento llevado adelante por Néstor y Cristina Kirchner en el periodo 2003/15.
A fines de 2015, cuando asumió la administración que encabezó Mauricio Macri, la deuda externa bruta en dólares se ubicaba en los US$ 157.792 millones.
La deuda pública total alcanza hoy a  los US$ 323 mil millones, según los últimos datos del Ministerio de Economía. Pero los especialistas destacan que este número dice poco por sí sólo, por lo que hay que compararlo con el tamaño de la economía nacional. Esta deuda representaba a fines de 2019 el 90 % del PBI, el valor mínimo del periodo fue 2011 con el 39 % y el máximo valor fue  2004, ante de iniciarse los acuerdos de canje.
Es decir, la Argentina debe casi el 90%  de lo que se produce en un año en el país.
Deuda que en estos días está siendo negociado por el gobierno de Alberto Fernández, de difícil y complejo proceso.
También como siempre después de una experiencia neoliberal deja una crisis social de magnitudes, en cuatro años se empujó a cinco millones de argentinos a la pobreza y la indigencia, más de la mitad de los chicos que viven en la Argentina son pobres, las tres cuartas parte de los jubilados y pensionados no llegan a fin de mes y tienen que optar entre comprar la medicación o comer. Se han roto cadenas del proceso productivo y distributivo llevando la tasa de desocupación de trabajadores a los dos dígitos.
También es necesario puntualizar que como en casos anteriores la  deuda externa generada en ese periodo solo sirvió para financiar la “timba” financiera que aprovechaba las altas tasas de interés y luego eran apropiado por los mismos bancos y las empresas trasnacionalizadas para su fuga  hacia las “guaridas” fiscales. Algo similar ocurrió, cuando ya el default era evidente, con  los aportes hechos por el FMI, que sirvieron para sostener la campaña de Mauricio Macri y fugar los últimos dólares, antes que el veredicto popular expresado en las primarias pusiera fin a una etapa negra de la historia.
Para completar el cuadro de emergencia social y económica, el mundo sufre una pandemia global, de difícil pronóstico en cuanto al daño que va a causar finalmente. El gobierno está llevando adelante una política sanitaria sensata, que hasta ahora ha dado buenos resultados en término de vidas humanas, pero ya hoy está teniendo un costo alto en lo económico. Pero esta es otra historia.                            

Antonio Muñiz

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