Breve historia de la deuda externa
La historia liberal, en su construcción de un relato falaz,
que sirva a los intereses de la oligarquía tradicional, nos cuenta que Argentina es un deudor serial,
que no quiere vivir de su trabajo y que se endeuda para “vivir de prestado”.
Que esa lógica inherente a nuestra supuesta idiosincrasia nos llevaba a
innumerables default, casi como si fuéramos “defolteadores seriales”.
La realidad nos muestra otra cara distinta: no es cierto
como dicen que ARGENTINA sea un defolteador serial, si bien ha estado varias
veces en esa condición, hay otros
países que estuvieron en peores situaciones.
Según este cuadro se ve claramente que la mayoría de los
países latinoamericanos han caído en cesación de pagos, ¿será esto casualidad? ¿O
es un mal endémico que todos los países de la región han estado en esta situación?
Indudablemente no, debe haber causas comunes que lo explican. Si bien este
cuadro nos adjudica 8 casos, hay tres que son dudosos.
El tema de la deuda y sus periódicas crisis de cesación de
pagos ameritan algunas consideraciones históricas y económicas desde una mirada
desde lo nuestro, de nuestros propios intereses.
En este caso se aplica claramente la metáfora jauretcheana
sobre ir a comprar con el manual del almacenero. Siempre nuestros países fueron
cediendo soberanía y sometiéndose a los intereses de los centros imperiales y
sus socios locales. Con la deuda, siempre, nuestros gobiernos liberales fueron
al pie, aceptando los términos y condiciones que nos imponían.
La primera y clara definición es que la deuda externa fue y
es un instrumento de dominación.
Durante el siglo XIX Inglaterra usaba el endeudamiento o los
cañones para someter a los países periféricos para que estos abrieran sus
mercados al libre comercio. Con los
años, resultó más sencillo y más eficiente el uso de la deuda como mecanismo de
dominación y penetración imperial. Esto
era factible además porque asociaba a sus intereses a las oligarquías locales,
que se beneficiaban con la participación en el comercio y en muchos casos a
través del cobro de comisiones
fraudulentas. Siempre el endeudamiento lleva aparejado altos niveles de
corrupción, ya que una parte importante de las deudas contraídas no llegan al
destino previsto y menos a los sectores populares. Casi siempre, y el caso
argentino es manifiesto, los flujos de fondos son apropiados en el camino por
los mismos bancos emisores y las elite locales, para financiar consumos
suntuarios o directamente para el acaparamiento.
El poder hegemónico de Inglaterra fue ocupado después de la
primera guerra mundial y sobre todo
luego de la crisis de 1930, por EEUU, pero la lógica siguió siendo la misma.
Una poco más sofisticada, a partir de la creación de los organismos
multilaterales como FMI, el Banco Mundial o la OMC, que fueron creados como gendarmes del nuevo orden
mundial de post guerra.
« Hoy, la deuda es utilizada como instrumento de dominación
y no como instrumento para permitir del desarrollo de las economías más pobres.
Al contrario: son mecanismos de saqueo de las economías pobres y de
enriquecimiento de las economías más ricas. Los que, en los organismos
internacionales, tanto se quejan de la creciente desigualdad de la distribución
de ingreso y dicen con certeza que los países ricos son cada día más ricos y
los pobres cada vez más pobres, deberían revisar los mecanismos financieros
porque son ellos, los que provocan esta creciente desigualdad. »
Otro ítem siempre presente es que estos paquetes de ayuda
financieras vienen atados a programas de ajuste estructural de la economía, que
solo intentan que esta genere excedentes en dólares para maximizar el cobro de capital e intenses por parte de
los bancos y fondos de inversión. Esta lógica lleva a profundizar los problemas
económicos y sociales en los países deudores, ya que agudiza el traspaso de
riqueza de los sectores populares hacia la banca internacional y las elites locales con intereses
trasnacionalizados. Este proceso de saqueo de recursos lleva a un aumento de la
pobreza y la indigencia, pérdida de calidad en los servicios básicos como
educación y salud, seguridad social, primarización de la economía, pero sobre
todo de pérdida de soberanía por parte de las naciones periféricas que se ven
atadas al yugo permanente de la deuda y sus periódicas renegociaciones. En
síntesis se genera ex profeso un círculo perverso de crisis externa, programa
de ajuste, crisis externa, que ahoga a los países y sus pueblos.
Esas crisis de cesación de pagos llevan a nuevas
renegociaciones, con su paquete de ajuste atrás. Así podemos hacer un raconto
de los casos podemos apreciar que las soluciones son insuficientes, “por lo que
esos países se ven obligados a realizar otra renegociación en los años
siguientes”. Es claro que generalmente las reestructuraciones de deuda se hacen
“muy tarde” y que ofrecen “muy poco” alivio al país deudor. Martin Guzmán.
El primer default fue en 1827
El primer gran endeudamiento argentino ocurrió pocos años
después de la Revolución de Mayo, pero no difirió de lo sucedido en otros
países latinoamericanos.
Luego de las Guerras Napoleónicas se liberó una gran
capacidad económica en las potencias vencedoras- Los ingleses habían estado emitiendo
bonos del Tesoro para financiar la guerra. Al finalizar quedó una masa de recursos que buscó tasas más altas e invirtieron en países
europeo y en los Latinoamericanos, luego de la batalla decisiva de Ayacucho,
librada en 1824. Inglaterra, alentaba la
independencia de las colonias españolas y a su vez la emisión de deuda permitía
entrar con su comercio en los mercados de Sudamérica como era su objetivo, así alentó
ese mercado de bonos.
El mal recordado préstamo de la Baring Brother, fue desde el
comienzo un negociado infame, una vez
descontados los intereses adelantados y las comisiones, el gobierno argentino
solo recibió alrededor de un 60 por ciento del monto
nominal del préstamo. De más esta decir, como sucedería en los endeudamientos
futuros, este préstamo contenía sobre tasas y sobre todo comisiones a
intermediarios totalmente innecesarios y fraudulentos.
Este préstamo estaba destinado a financiar la construcción
del puerto de Buenos Aires, pero, en realidad se usó para financiar la
importación de manufacturas inglesas y armas para la guerra contra el imperio
portugués brasileño. En 1825 el gobierno inglés sube la tasa de interés interna
y se produce un crak financiero en la City londinense que rápidamente se
difunde por los países sudamericanos, todos fuertemente endeudados y se produce
el default general, Argentina incluida.
Recién en 1857 se vuelve a pagar y 1866 se
negocia una reprogramación de esa deuda a treinta años.
1890.
Luego de la traición de Urquiza en Pavón y el triunfo de la
elite comercial porteña, liderada por Bartolomé Mitre, se inicia el periodo de
la organización nacional. En ese periodo comienza a instaurarse un modelo agro
exportador de materias primas, granos y carne particularmente, fuertemente
asociada a los intereses ingleses. En esos años fue en aumento de la deuda
externa, con variados contratiempos. Es interesante recordar la tristemente
frase de Nicolás Avellaneda “Argentina pagara sus compromisos, aunque sea con
el hambre y la sed de sus habitantes”, en uno de los periodos de crisis externa
y en la necesidad de garantizar el flujo de capitales y la “confianza” de los
inversores. ¿Les suena esta frase?
Fue tal el descontrol sobre la deuda en esas décadas que el
mismo Sarmiento reconoció que durante su gobierno hubo un empréstito del cual
nunca supo cuál fue su destino.
Así la tan elogiada, por historiadores y economistas
liberales, generación del 80, llevó, al país a la crisis de 1890, con un gigantesco default que
arrastró a la banca inglesa, que había
concentrado en nuestro país una porción demasiado grande de su capacidad de
crédito.
Para tener idea del volumen del endeudamiento argentino,
este era el quinto país más endeudado del mundo, además la deuda contraída de
48 millones de pesos equivalía al 60 % de la deuda total defolteada en 1890.
Fue una crisis además provocada por la desenfrenada
corrupción del régimen, abultado déficit,
que alcanzaba el 20 % del PBI, una
descontrolada especulación bursátil, todo esto no sólo llevó al país a la
bancarrota, al pueblo a la miseria y a la quiebra del Banco Nacional, sino que también provocó la caída del
gobierno de Juárez Celman. La crisis originó la Revolución del Parque,
donde nace el radicalismo encabezado por Leandro Alem.
El default que no fue
1915.
Con el comienzo de la primera guerra mundial (1914), malas
cosechas y la caída de los precios internacionales de los productos exportables
agudizaron la crisis externa. Como siempre un aumento de la tasa de interés en
Londres, atrajo a los capitales de los países emergentes hacia la metrópoli,
dejando a estos en situación de vulnerabilidad financiera. Argentina entro en
recesión por varios años. Se
produjo en ese periodo una fuga de oro
hacia el exterior. Recuérdese que en esos años regia el “patrón oro”, por lo
que esto significó una profundización de la caída de la actividad económica. La
inversión extranjera desapareció durante la Primera Guerra Mundial para
financiar la guerra europea, y no regresó luego del anmisticio. (1918). Si bien
hubo problemas con algunos bonos provinciales y la profundidad de la crisis,
Argentina siguió cumpliendo con el pago de la deuda con normalidad.
La crisis del 1929.
Algunos historiadores toman la crisis del 29/30 como una
etapa de default, sin embargo si bien la crisis de 1930 fue muy fuerte y arrastró a muchos países al default, Argentina zafó de
la situación.
Por supuesto la magnitud de la crisis mundial afectó la
economía argentina y sobre todo su comercio externo, sin embargo solo hubo problemas de pago de
algunos bonos provinciales, al igual que en 1915.
1958, el acuerdo con
el FMI y el Club de Paris. El default que no llego a serlo.
Tras el derrocamiento de Perón de 1955, el gobierno de
facto, presidido por el general Pedro Eugenio Aramburu, adquirió un nuevo
préstamo externo de 700 millones de
dólares, que se suponía podría ser amortizado en un año. Sin embargo los
desaciertos de ese gobierno hicieron fracasar todos los pronósticos,
apareciendo por primera vez el problema de la inflación de precios, que había
sido casi inexistente hasta ese momento y que se convertiría en las siguientes
décadas en un problema endémico. Durante la revolución Libertadora Argentina, ingresa además al FMI, cosa que
Perón, durante su presidencia (1946/55) se había negado a hacer. Es decir que a
partir de 1955 argentina ingresa en el
círculo perverso de endeudamiento e inflación, con renovación de nuevos créditos
para refinanciar los préstamos y sus
intereses anteriores.
Al finalizar el gobierno militar era indudable que era para
Argentina imposible afrontar el pago de la deuda contraída con los bancos europeos. El ministro de Finanzas
francés invitó a los 11 países acreedores a reunirse en París y allí se acordó
un plan de refinanciación de la deuda argentina. De esta reunión surgió el Club
de París, un foro informal de acreedores oficiales y países deudores, que
tendrá vigencia hasta nuestros días. Al asumir el gobierno Arturo Frondizi (1958)
la deuda externa había vuelto a ser un problema, en ese año ya estaba en los
mil cien millones de dólares.
Primer acuerdo con el
FMI.
El FMI fue creado luego de los acuerdos de Bretton Woods
(EEUU), en 1944. Formo parte de la reingeniería mundial que se produjo después
de la Segunda Guerra Mundial y la
división del mundo luego de Yalta. Más allá de las buenas intenciones que
llevaron a su creación el FMI, como el Banco Mundial o la OMC, siempre
cumplieron el rol de gendarmes económicos del imperialismo yanqui y fueron
vehículos de disciplinamiento económico financiero para los países en
desarrollo
El primer acuerdo con
el FMI firmado, firmado por el gobierno
frondizista, por un aporte de 75 millones de dólares destinados a
equilibrar la situación de la balanza de pagos.
Ya aquel primer acuerdo con el fondo tenía cláusulas
secretas, que se repetirían a lo largo de la tortuosa relación de Argentina con
ese organismo. Detrás del acuerdo se imponía
un cambio bruco en sus políticas económicas tradicionales destinadas sobre todo
a que el país tuviera excedentes en dólares para hacer frente a los compromiso
externos, así propusieron un ajuste estructural, como la reducción de los
empleos públicos, con, por supuesto, el despido directo de trabajadores, la
paralización total de las obras públicas, la privatización de las empresas
estatales, la reducción y venta de los frigoríficos estatales, la clausura
masiva de ramales ferroviarios, restricciones al crédito, aumento de precios y
congelamiento del salario mínimo por dos años, la venta de empresas estatales, entre
otras medidas.
1982
El régimen militar (1976 – 1983) y su ministro de economía
Martínez de Hoz, avanzaron en un proyecto de des industrializar el país o sea volver
a un modelo agro exportador dependiente. Al efecto la deuda externa cumplió un
rol central en la aplicación del modelo neoliberal monetarista. Argentina pasó de una deuda externa de U$S
7.000 millones en 1976 a una de U$S 45.000 en 1983, con una caída importante en
el PBI industrial, acompañada por altas tasas de desocupación y pobreza.
Entre los bancos de los países centrales, el FMI, los gobiernos de
Estados Unidos y la dictadura argentina hubo una complicidad sistemática para
endeudar al país y enriquecer a los gobernantes argentinos y a la oligarquía
local, en beneficio de las grandes
corporaciones financieras. Es evidente que una parte considerable del dinero
prestado por el Norte (cerca del 80% según Vilas, 1993, y otros autores) jamás
llegó a las economías de los países destinatarios, sin hablar de sus pueblos.
Para hacernos una idea de la
cantidad de dinero prestado al Sur y depositado en paraísos fiscales, dos tercios de la deuda total del continente
latinoamericano fue depositado por ciudadanos de esos países. Claramente puede
verse la asociación directa de deuda contraída y fuga de capitales por parte de
la elite de estos países. El caso Argentino es casi seguro la mayor y más
escandalosa fuga de capitales, un fraude que lamentablemente siguió repitiendo
su modus operandi hasta nuestros días.
En particular, a principios de 1977 se implementó una reforma que
ubicaría al sector financiero en una posición hegemónica en términos de
absorción y asignación de recursos, mediante su liberalización, el alza de las
tasas de interés y una mayor vinculación con los mercados internacionales. La
especulación financiera pasó a ser un factor fundamental: se traían del
exterior dólares que se convertían en pesos a un cambio sobrevaluado, se
colocaba esos pesos a altas tasas de interés y, cuando se pensaba que el dólar
iba a subir, se volvía a cambiar pesos por dólares y se los fugaba al
exterior. Se hacían así negocios fáciles
y altamente rentables. (Rapoport)
Pero, desde fines de los años 70
y principios de los 80, se produjo otro ciclo recesivo mundial, cuando la
Reserva Federal, frente a los crecientes déficits fiscales en EEUU, comenzó a
elevar las tasas de interés, aumentadas aún más con la llegada al gobierno del
presidente Reagan, generó la crisis de
la deuda, primero Méjico, que en un efecto dominó arrastró al resto de los países. Para octubre de 1983,
27 países que debían U$S 239.000 millones, estaban en vías de reestructuración
de sus deudas. De esos países, 16 eran de América Latina, y entre México,
Brasil, Venezuela y Argentina, sumaban el 74% de la deuda en reestructuración.
Vuelve a producirse otra vez, como en el siglo anterior, que el aumento
de la tasa de interés en los países centrales funcionan como aspiradora de
capitales que se van de los países endeudados a las casad matrices, obligando a
los países a aumentar la tasa de interés
para retenerlos, esto solo sirve en el corto plazo para alimentar la especulación. Finalmente los capitales se marchan y dejan a los países en
situación de crisis de balanza de pagos e imposibilitado de afrontar los pagos
de la deuda.
2001
Adolfo Rodríguez Saa anuncia en diciembre de 2001 que Argentina
suspendería sus pagos a la deuda externa y fue aplaudido en el Congreso
Nacional. Pero esto fue el anuncio formal, la culminación de un ciclo acelerado
de reformas estructurales y alto endeudamiento externo, durante la década del
noventa. En diciembre de 2001 estalla en pedazos el proceso neoliberal,
impuesto desde 1976, en medio de una crisis económica y política sin
precedentes en la historia argentina, significo la caída del gobierno de De La Rúa
y la Alianza, en medio de manifestación sociales en las calles, con una secuela
de más de 40 muertos.
Con el regreso de la democracia, Raúl Alfonsín adoptó en principio una estrategia de
confrontación con los organismos internacionales declarando una moratoria
unilateral de 180 días de enero a junio de 1984, tratando el gobierno de
conformar con otros países latinoamericanos un bloque común para lograr posicionarse con más fuerza antes los
acreedores.
Sin embargo el intento fue en vano, la mayoría de los países de la región
no acompañaron la propuesta, pero tampoco contó con los apoyos y consensos internos. Jaqueado
por la presiones del FMI y los grupos económicos concentrados, grandes
ganadores de la dictadura, y presiones
desde su propio partido, la UCR, que no coincidían con esa línea confrontativa.
Así en 1984 firma el acuerdo con el FMI, sale el Ministro Grispun y asume Juan
Sourrouille
El nuevo ministro lanza el Plan Austral, con un cambio de moneda, el
austral reemplaza al peso. El plan funcionó unos
tres años hasta que la economía comienza a deteriorarse. Se lanza otro plan, el
primavera, con poco consenso. En ese momento la deuda externa había crecido de
modo exponencial desde la dictadura, 45 mil millones en 1983 y durante los años de Alfonsín creció hasta
los 63 mil millones. El balance de la gestión fue negativo, híper inflación, caída de la
actividad, subsidios a las empresas, déficit fiscal, desbalance comercial,
caída del salario, etc, marcaron la época.
La década del 80 es recordada como la década perdida por los países
latinoamericanos, la crisis permanente de la deuda y las restricciones
externas, el Plan Baker, propuesto por EEUU para la deuda, fue un fracaso, y
las políticas de ajustes permanentes provocaran una caída de la actividad
generalizada.
Luego de la crisis inflacionaria de 1989 que marcaron el final del
gobierno radical, el planteo en cuanto al pago de la deuda pasaba por la
privatización de las empresas públicas.
“Si los deudores no podían pagar con divisas, debían hacerlo de otra forma;
por ejemplo, privatizando sus empresas públicas y aceptando que los acreedores
compensaran el precio, o parte de él, con sus créditos incobrados.”. (Terragno;
2010:).
El nuevo gobierno de Carlos Menem, luego de algunos contratiempos
iniciales adopta una visión ortodoxa a partir de la implementación del Plan de
Convertibilidad en 1991 el plan Brady (1992), la liberalización del sistema
financiero y, fundamentalmente, la privatización de la casi totalidad de
empresas estatales.
En ese marco el proceso privatizador
fue central en la renegociación de la deuda externa iniciado en 1990.
En resumen, las privatizaciones propiciaron la realización de
asociaciones entre grupos locales, empresas extranjeras, que aportaron
tecnología y “know-how” y los bancos extranjeros, que tenían en su poder los
bonos de la deuda. El proceso de privatización de las empresas estatales, “fue
exitoso”, se logran los objetivos buscados y se produce el traspaso de una gran
capital social acumulado por décadas, en muchos casos a precios viles y
plagados de corrupción y anomalías.
A partir de 1995 los grupos locales venden su parte en las empresas
privatizadas, generando por un lado
mayor desindustrialización y extranjerización de la economía argentina. Las
ventas, con ganancias extraordinarias en relación con los precios de iniciales.
Así los grupos concentrados se hacen de una gran masa de dólares, que en su
mayor parte fue fugada al exterior y otros fueron invertidos en actividades agropecuarias
o agro industrias.
Todo este proceso no significó una disminución de la deuda, por el contrario,
la deuda pasó del 50% del PBI en
1990 al 200% a fines del año 2000.
El alto nivel de endeudamiento originó la recesión a partir de 1998 y
la caída de la convertibilidad y la debacle general de la actividad económica
en 2000/1.
En suma, la crisis de 2001, se debió al agotamiento del modelo de
acumulación de capital, la paridad ficticia del uno a uno, pudo ser sostenida
por el aumento incesante de la deuda externa, que sirvió para proveer de las
divisas necesarias para la lógica de la valoración financiera, la especulación
y fuga de capitales.
Asimismo, tanto el gobierno menemista como el de la Alianza
tuvieron una responsabilidad central en
estas acciones por la ausencia de controles sobre el movimiento de capitales,
la falta de políticas productivas a largo plazo y la adhesión acrítica a los
programas de “ayuda” y ajuste del FMI. Cuando el FMI y los organismos
internacionales dijeron basta y se cortó el ingreso de préstamos, el castillo
de la convertibilidad se cayó, dejando más del 50 % de la población por debajo
de la línea de pobreza, más de cuarenta muertos en las calles, corolario de la
violenta represión a las protestas populares y el default.
Luego de un breve periodo de inestabilidad política asume el gobierno
Eduardo Duhalde, este produjo la
devaluación de la moneda y la pesificación de los depósitos en dólares en enero
de 2002. Como muestran varios estudios esto produjo una transferencia de recursos
y nuevas condiciones para los ganadores de la salida de la Convertibilidad
(Castellani y Schorr, 2004). Durante el primer trimestre de 2002 continuó la
tendencia de caída del nivel de actividad, sin embargo la llegada de Roberto
Lavagna al Ministerio de Economía significó una nueva fase en la
reestructuración económica y salida gradual de la situación anterior.
La salida de la convertibilidad puede considerarse el cierre de la
"larga década de los noventa" cuyos indicadores sociales evidencian
la situación en la que se encontraba la población. Hacia finales del período
neoliberal la desocupación se ubicó en torno a al 18 por ciento de la
población, la informalidad cercana al 40 por ciento y el índice de Gini
registró su peor medición histórica (0,54). La pobreza, por su parte, según
algunos estudios alcanzó al 50 por ciento de la población hacia finales del
2001 y comienzos del 2002.
Con la presidencia de Néstor Kirchner (2003/7)y Lavagna como ministro se inicia un
proceso de negociación de la deuda en default. La reestructuración planteaba una
quita cercana al 65% y un esquema de pago de servicios atado al crecimiento de
la economía. La concreción final del canje de la deuda en 2005 alcanzó al 76,2%
con una quita final del 65,6%.
En el marco del proceso de desendeudamiento el 3 de enero de 2006,
Néstor Kirchner canceló en un solo pago la deuda que la Argentina mantenía con
el Fondo Monetario Internacional por más de 9800 millones de dólares. Las divisas giradas directo desde las
Reservas del Banco Central permitieron, además del ahorro de intereses,
cerrarle la puerta a “las intromisiones y exigencias” que imponía la entidad
financiera en la economía interna.
La política de desendeudamiento fue central en toda la gestión de
Néstor y Cristina Kirchner, llegando a refinanciar el 92 % de la deuda total,
quedando un resto en manos de fondos buitres, que no quisieron acordar y
llevaron la cuestión a la justicia de Nueva York.
2019
El último default lo generó la
imprudente política de endeudamiento externo llevado adelante por Macri,
aprovechando el bajo nivel de endeudamiento heredado de la gestión
kirchnerista.
Rápidamente aceptó un acuerdo
ruinoso con los fondos buitres que litigaban en los juzgados de Wall Street el
remanente de unos 7000 millones de dólares que quedaron del canje anterior.
Sin discusiones y aceptando todas la condiciones impuestas por los bonista
el macrismo paga más de 16 mil millones
de dólares. A partir de ahí inicio una oleada de endeudamiento irresponsable
tanto a nivel nacional, como a nivel provincial, es especial el endeudamiento de la provincia de Buenos Aires,
en la gestión Vidal.
Rápidamente el gobierno
argentino empieza a tener dificultades en el sector externo y problema para
hacer pagos de la deuda, cuando comenzaron a sonar los timbres de alarma por la
situación económica general. Hasta un economista liberal y simpatizante del
gobierno salió en todos los medios diciendo coloquialmente “que esto se va a la mierda”.
Además de la desafortunada gestión de endeudamiento toda la política
económica careció de criterio técnico y político, se volvió a las altas tasas
de interés, con lo que se ahogó la actividad comercial y se estimuló la
bicicleta financiera y la fuga de dólares. Todo esto en el marco de una
corrupción generalizada como pocas veces vivió este país.
Ante la crisis inminente Macri acuerda con el FMI en mayo de 2018, pactando una ayuda
económica de 50 mil millones de dólares
a cambio de un brutal ajuste en la economía.
Por supuesto como todos los paquetes impuestos por el FMI terminan en un
gran fracaso, con una deuda aun mayor y con condiciones sociales y económicas
de desastre.
Por supuesto todo este descalabro económico, concretado en solo cuatro
años, lo lleva a perder las elecciones primarias, y ahí ya sin poder y sin
dólares, el gobierno pretende “re perfilar”, eufemismo de defoltear, la deuda
de corto plazo en dólares.
Como queda claro en el cuadro anterior, el macrismo aprovechó el desendeudamiento llevado adelante por
Néstor y Cristina Kirchner en el periodo 2003/15.
A fines de 2015, cuando asumió la administración que encabezó Mauricio
Macri, la deuda externa bruta en dólares se ubicaba en los US$ 157.792
millones.
La deuda pública total alcanza hoy a los US$ 323 mil millones, según los últimos
datos del Ministerio de Economía. Pero los especialistas destacan que este
número dice poco por sí sólo, por lo que hay que compararlo con el tamaño de la
economía nacional. Esta deuda representaba a fines de 2019 el 90 % del PBI, el
valor mínimo del periodo fue 2011 con el 39 % y el máximo valor fue 2004, ante de iniciarse los acuerdos de canje.
Es decir, la Argentina debe casi el 90%
de lo que se produce en un año en el país.
Deuda que en estos días está siendo negociado por el gobierno de
Alberto Fernández, de difícil y complejo proceso.
También como siempre después de una experiencia neoliberal deja una
crisis social de magnitudes, en cuatro años se empujó a cinco millones de
argentinos a la pobreza y la indigencia, más de la mitad de los chicos que
viven en la Argentina son pobres, las tres cuartas parte de los jubilados y
pensionados no llegan a fin de mes y tienen que optar entre comprar la
medicación o comer. Se han roto cadenas del proceso productivo y distributivo
llevando la tasa de desocupación de trabajadores a los dos dígitos.
También es necesario puntualizar que como en casos anteriores la deuda externa generada en ese periodo solo
sirvió para financiar la “timba” financiera que aprovechaba las altas tasas de
interés y luego eran apropiado por los mismos bancos y las empresas trasnacionalizadas
para su fuga hacia las “guaridas”
fiscales. Algo similar ocurrió, cuando ya el default era evidente, con los aportes hechos por el FMI, que sirvieron
para sostener la campaña de Mauricio Macri y fugar los últimos dólares, antes
que el veredicto popular expresado en las primarias pusiera fin a una etapa
negra de la historia.
Para completar el cuadro de emergencia social y económica, el mundo
sufre una pandemia global, de difícil pronóstico en cuanto al daño que va a
causar finalmente. El gobierno está llevando adelante una política sanitaria
sensata, que hasta ahora ha dado buenos resultados en término de vidas humanas,
pero ya hoy está teniendo un costo alto en lo económico. Pero esta es otra
historia.
Antonio Muñiz
Antonio Muñiz
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