Mientras
la economía real se desmorona en pedazos, con una caída en todos los rubros que
parece no tener piso.
La
timba financiera sigue en su apogeo, con una ayudita de la Reserva Federal y la
bendición del FMI.
La
prima de riesgo de los bonos emitidos por el país por sobre lo que pagan los
bonos del Tesoro de EE. UU. (es decir el llamado “riesgo país”), que en
diciembre estaba en 840 puntos (una sobretasa de 8,4 % anual), cerró la última
semana en 650 puntos.
Esta
baja de casi 25 % en un mes es la señal más patente de un cambio, por ahora, en
la disposición de los operadores hacia los papeles de deuda argentina.
También
las acciones de empresas argentinas subieron en Wall Street después de la
fuerte caída en 2018.
Las
últimas colocaciones de deuda a menos de un año, Hacienda pudo renovar todos
los vencimientos, afrontando tasas de interés sensiblemente menores que las de
hace algunos meses (40 % anual en pesos y 4,5 % en dólares). Meses atrás llegó
a pagar 60 % en pesos y 7 % en dólares.
El
gobierno M ve estos índices y se aferra a la ilusión de que lo peor ya pasó,
que se abre un camino más despejado, mostrando el éxito del programa económico
del FMI.
En
principio podemos decir que hay un exceso de optimismo en las filas del
gobierno. El dólar estabilizado en la
banda es resultado de una férrea restricción monetaria, casi brutal, y una mega
devaluación; pero también ha habido una salida de dólares desde los países
centrales, en especial de EEUU, hacia
los periféricos buscando rendimientos altos y de corto plazo.
Esto
está dado por la marcha atrás de la Reserva Federal en cuanto a aumentar la
tasa de interés, luego de fuerte subas en 2018.
Estas
políticas de la FED mejoraron las condiciones generales en los mercados de
deuda soberana y en particular la Argentina que venía muy golpeada desde 2016
dada el shock de deuda externa y las políticas
financieras irresponsables por parte de Sturzeneger, Caputo y cia.
Sin
embargo el riesgo país sigue siendo alto si se lo compara con las de países
similares, o si se compara con la de hace un año, un aumento de más del 50%. El
otro dato que puede mostrar es la compra de dólares por parte del Banco Central,
esto fue posible porque la cotización del dólar perforó el piso de la
denominada “zona de no intervención”.
Para
llegar a esta situación fue necesaria la aplicación de una política monetaria
salvaje: el congelamiento nominal de la base monetaria. O sea que para
estabilizar el dólar fue necesario secar la economía de pesos y favorecer el
ingreso de dólares para hacer negocios
de corto plazo en pesos, que pueden volver a dolarizarse rápidamente en los
próximos meses. Es en menor escala, es lo que ocurrió durante los dos primeros
años de gobierno de Macri y estalló en abril.
Mientras
tanto el Banco Central viene alimentando esta política con tasas siderales que
a su vez generan un déficit mayor, el déficit cuasi fiscal, ya que no lo genera
el Tesoro sino el Banco Central.
Algunos
analistas prevén este veranito cambiario hasta abril, donde podría ocurrir una
dolarización de las carteras, donde el BC deberá convalidar un aumento aun
mayor de las tasas o liberar pesos que a su vez retro alimentará la compra de
dólares. Nada diferente a lo que ya sucedió, con el agravante que esta nueva
crisis podría arrastrar al sistema bancario.
Quedo
claro con este veranito, que la estabilidad financiera no derrama sobre la
economía real. Por el contrario la especulación desenfrenada con altas tasas de
interés deprime la actividad económica. La industria cayó un 14,5% interanual,
la construcción un 20,5 % y se computan 172.234 trabajadores registrados menos
como resultado de la recesión.
La
mayoría de los analistas proyectan una continuidad en la caída para todo 2019, salvo en los sectores como el
agro, el turismo, sectores de las
finanzas y servicios, que podrían tener una mejora, el resto de la actividad
económica seguirá en recesión durante el año.
De
más esta decir que esto malos resultados sobre la economía real no son
casuales, por el contrario son resultado de las políticas de ajuste recomendado
por el FMI e implementado por Macri.
El
programa de estabilización se basa básicamente en una alta tasa de interés en
pesos, secando la plaza de pesos. Se restablecido el Carry trade, (bicicleta
financiera) la operación basada en la venta de dólares, los pesos resultante se
invierten activos líquidos muy rentables durante un tiempo. Realizada la
ganancia se vuelve a comprar dólares, dolarizando la utilidad. Esta políticas frenan el crédito tanto para
consumo o producción, y además hacen más rentables la colocación de dinero en
la especulación, antes que en lo productivo, agravando el párate económico.
La
caída del poder de compra de los salarios, que cayó un promedio del 12 % y que
no se prevé una suba en este año 2019. La degradación del poder de compra de
los salarios juega un rol de asegurar que el país cuente con los dólares para
sus pagos de deuda, y al deprimir el consumo frene los aumentos de precios.
Las
políticas energéticas que benefician a un conglomerado de empresas amigas del
presidente buscan a través de la dolarización de sus tarifas y la quita de subsidios,
transferir ingentes sumas de dinero de las clases populares hacia esas empresas
monopólicas. Sin embargo la voracidad de sus ceos, la mega devaluación y la caída
de los salarios hace casi inviable el pago, yendo lentamente a una cesación de
pagos de hecho por parte de los consumidores.
Hay
que sumar a estos tarifazos el aumento del transporte, combustibles, etc., que
a su vez deprimen más la actividad económica, deprimen salarios pero a su vez
retro alimentan la inflación. Un círculo vicioso que nos lleva un callejón sin salida.
Para
agravar la situación los compromisos con el FMI de déficit cero, hizo que se suspendieran casi toda la
obra pública, hasta el Programa de Participación Privada (PPP) fue postergado.
En
esa lógica entra la quita de subsidios a
la producción de Vaca Muerta, generando
un conflicto de intereses que puede escalar
con varias empresas del sector, entre ellas el Grupo Techint.
Los
datos de la economía siguen siendo preocupantes para el próximo bienio. La
deuda externa esta llegando al 100 % del PBI, la inflación para enero de 2019
fue del 2,9 % marcando una tendencia preocupante para tos este año.
Los
inversores ya prevén, en el mejor de los casos, una renegociación de la deuda pública
y privada, siempre y cuando no se produzca el default tan temido con antelación.
La
única apuesta contra tendencia es el resultado de la próxima cosecha, a la que
el gobierno pone fichas. Sin embargo habrá que ver el resultado final post inundaciones
que asolaron medio país y hay que tener en cuenta que las empresas exportadoras
tienen diez años de plazo para reingresar las divisas producto del comercio de
granos. No hay aliciente por ahora para que lo hagan antes. Esta situación muestra
el grado de dependencia de nuestra economía, pero también el nivel de saqueo de
nuestra riqueza por parte de las corporaciones.
Decíamos
al comienzo que vivíamos un veranito, que el gobierno explota
publicitariamente, que se debe a la situación de viento de cola de la economía mundial,
y a las políticas el macrismo de patear los problemas para adelante.
La
crisis externa, producto del vaciamiento generado por la fuga de capitales, la
deuda externa galopante, los costos de la especulación y la bicicleta financiera,
el ajuste perpetuo sobre las cuentas fiscales, la inflación que no para, la depresión
del consumo y la caída del poder de compra de los salarios, etc.
Un
dato preocupante aunque no nuevo, es la degradación de las instituciones republicanas.
La corrupción, inherente al modelo, está pudriendo todo. Las denuncias sobre el
accionar de la justicia federal, los presos políticos, el invento de causas, la
extorsión por parte de jueces federales, la apropiación de los bienes públicos para
que hagan negocios inmobiliarios los empresarios amigos o parientes, la complicidad
y el silencio de los medios periodísticos, son solo parte de una entramado de corrupción
que jaquea a esta sociedad.
Una
tormenta perfecta que no solo está destruyendo la economía real, sino todo el entramado
social y político, y nos lleva a una crisis permanente.
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