Inmersos
en la crisis del sistema mundo, post guerra fría y en el medio de una guerra
comercial por la primacía mundial, Argentina enfrenta las tormentas desnuda y
sin conducción. La desregulación de todo el sistema financiero local y la
apertura comercial indiscriminada, más la mala praxis de muchos funcionarios
han acelerado una crisis, que según todos los pronósticos será brutal.
La
crisis económica, política y social vive la Argentina se agudiza día a día. Ya
es evidente la incapacidad del elenco
gobernante para manejar la situación.
Un
presidente autista, que cada día se parece más al último De la Rúa, que
mientras el país se hunde juega al padle o va a ver a Boca. Un gabinete
económico, que aunque achicado y supuestamente más ejecutivo navega entre aguas
tumultuosas, pidiendo perdón al FMI o un adelanto para este año de lo
comprometido para los próximos dos años. Una muestra de la inviabilidad del
modelo neoliberal macrista vigente.
La
falta de dólares en la economía, la fuga permanente de divisas, financiada por
el endeudamiento y ahora por las reservas del BCRA, generara una tensión
cambiaria permanente, pero a su vez alimentara inflación, recesión,
desocupación, altas tasas de interés, una deuda externa creciente, una masa de
Lebac, que es necesario desarmar, crisis en las cadenas productivas y de pago,
que ponen en riesgo toda la economía real. Una bomba de tiempo que no se puede
detener.
El
colapso está a la vuelta de la esquina.
El gobierno solo atina a buscar tiempo, esperando un milagro o un salvavidas de
Trump, dolarización o algo similar que sirva para “durar un tiempito más.”
La búsqueda
desesperada de una foto con los gobernadores, la aprobación de un Presupuesto,
que nace muerto, tienen el mismo objetivo: llegar al 2019.
Sin
embargo la mayor contradicción del actual gobierno, que hace a su vez inviable
su programa de gobierno es que termina atacando su base de sustentación
electoral que lo llevo al triunfo en 2015 y 2019. Sus políticas de ajuste
permanente atacan todos los gastos sociales, jubilaciones y pensiones, va por
bajar salarios y gastos de la educación, van por la clase media, que ve
reducida sus ingresos y una caída en sus niveles de vida, vía inflación y
dolarización de los precios y no de los salarios, el campo que no quiere ceder
ni un pedacito de los beneficios para el sector de un dólar a 40 pesos. En
general los sectores medios y altos no quien pagar impuestos, y se resisten:
estos sectores fuertemente anti peronistas, quieren el ajuste para los sectores
populares, pero no para ellos. La gravedad de la crisis, va a hacer que esta
vez muchos de esos sectores económicos van a tener que aportar y ajustarse. El Acuerdo
con el FMI tan aplaudido por ciertos grupos empresarios y mediáticos exige que la deuda externa sea
pagada como sea, “aun con el hambre y la sed de los Argentinos”.
El
tema de las fotocopias de Bonadio, y su pésimo manejo judicial y político es una caja de pandora que puede
abrir todos los males del mundo sobre la economía argentina. En su afán de
buscar y dañar la figura de CFK o demonizar a sus 12 años de gobierno han
producido una grieta en los sectores del poder empresario concentrado, factor
de apoyos incondicional, hasta ahora, para Mauricio Macri. Un hombre de ellos,
una familia que fue fundadora de lo que se conoce como “la Patria contratista”.
El
embate de Bonadio, con el aval de Macri sobre las empresas de la patria
contratista, pone en riesgo a las mayores empresas de capital nacional, ya que
las pone a tiro para la compra por parte empresas yankys a precios viles, dado
el valor del dólar actual y la caída del valor de sus acciones producto de la
crisis pero también de las denuncia penales.
Estamos
viendo el primer round de una pelea de fondo que puede terminar agudizando la
ya precaria situación.
Las
últimas apariciones de Macri y la del mismo Dujovne muestran a gobierno autista,
sin salida, que solo atina a repartir culpas.
En este vacío de poder, en esa incapacidad para encaminar la crisis que ellos mismo generaron, el
gobierno busca tiempo desesperadamente, mediante un apoyo de Trump, un acuerdo pírrico
con el FMI, un acuerdo con los gobernadores peronistas o cualquier gesto que les permita disfrutar un poco más
de tiempo y de poder prestado.
Les juega a favor una sociedad que no reacciona, que teme que la crisis
se profundice y nos lleve a un 2001. También lo beneficia una dirigencia
opositora que muestra una inercia y una falta de respuesta política alarmante, en parte explicable por el síndrome 2001.
Nadie quiere ser el responsable de lo que se viene.
El
resultado de todo es un gobierno que ve como su tiempo y su poder se les
escurre como arena entre sus dedos. Ya
su relato se agotó, solo les queda el sonsonete del ajuste permanente y
repetir, sin fundamento histórico y económico, “la mala costumbre de los argentinos
de vivir con déficit”.
Poco
para tres años de un gobierno que se
jactaba de su carácter refundacional y del manejo del relato y el marketing político.
Antonio Muñiz
19/9/2018
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