Por Julio Fernández Baraibar
Venezuela vive, desde hace meses, una situación que, vista de lejos, da toda la impresión de un enfrentamiento que orilla la guerra civil.
En realidad, lo que ocurre es que un sector de la oposición que expresa a los sectores altos y altos medios de la sociedad venezolana pretende generar una situación de anarquía que “justifique” una intervención extranjera, es decir norteamericana. Lo curioso de esta supuesta rebelión es que tiene lugar tan sólo en los barrios en los que viven los sectores más acomodados de las ciudades.
EL LABERINTO VENEZOLANO Y UNA NUEVA CONSTITUCIÓN
En su noche toda mañana estriba:
de todo laberinto se sale por arriba
Leopoldo Marechal
Venezuela vive, desde hace meses, una situación que, vista de lejos, da toda la impresión de un enfrentamiento que orilla la guerra civil.
En realidad, lo que ocurre es que un sector de la oposición que expresa a los sectores altos y altos medios de la sociedad venezolana pretende generar una situación de anarquía que “justifique” una intervención extranjera, es decir norteamericana. Lo curioso de esta supuesta rebelión es que tiene lugar tan sólo en los barrios en los que viven los sectores más acomodados de las ciudades.
Es en esos, sus propios barrios, donde jóvenes bien alimentados, munidos de máscaras antigases, camisetas y jeans de marca, y los rostros cubiertos con pañuelos, salen casi a diario a quemar gomas, tensar alambres que cruzan la calzada a la altura de un motociclista o incendiar palmeras, mientras en el resto de la ciudad la gente vive su vida habitual. Es como si, en Buenos Aires -para dar un ejemplo-, se produjeran piquetes -guarimbas, les llaman en Venezuela- en la zona de la Recoleta y Barrio Norte, mientras en el resto de la ciudad, Barracas, Chacarita, Constitución, Mataderos, Flores, reinara la más absoluta tranquilidad.
La oposición, rejuntada en la MUD, es de una enorme torpeza y mediocridad, y está dividida por rencillas, ambiciones, alcahueterías y cotilleos de camarín de teatro burlesco. Toda su esperanza está depositada en que un pronunciamiento de la OEA lleve a una intervención de los EE.UU., como ocurriera en la década del 60 del siglo pasado con la República Dominicana del coronel Caamaño. Pero, Venezuela no es una isla, tiene petróleo -que nunca ha dejado de abastecer a las estaciones de servicios norteamericanas- y cuenta con un poderoso ejército que, hasta ahora, permanece incólume en defensa del proceso bolivariano. En ese sentido ha sido particularmente lamentable el papel jugado por el uruguayo Luis Almagro, en su carácter de Secretario General de la OEA. Tan unilateral y golpistas han sido sus participaciones, que no ha logrado sacar de la OEA, que ya no es la de los años 60, más que una abstracta e inocua declaración.
El propio Papa Francisco, que ha intentado, a través de representantes personales, establecer una mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición, ha declarado hace muy pocos días que es en el seno de la opositora MUD donde radica la más dura resistencia a una solución consensuada.
Estas declaraciones papales han generado una tormenta de airadas réplicas por parte de dirigentes como Freddy Guevara o la señora Lilian Tintori, una rubia paqueta y tonta, convertida en una especie de Novia Olvidada que recorre las capitales en busca de apoyo. Esta nueva dirigencia fogonea desde las redes una campaña sumamente violenta, llamando a una insurrección piromaníaca que, como hemos dicho, termina incendiando el barrio en el que viven. La provocación de estos sectores ha sido permanente. Llegaron al extremo de intentar ocupar el aeropuerto militar de La Carlota, en pleno Caracas, y rápidamente denunciaron en las redes sociales que eran salvajemente reprimidos por el ejército con… disparos al aire.
En medio de este violento batiburrillo, el presidente Nicolás Maduro encontró en la Constitución de 1999, la actualmente vigente, la posibilidad de un llamado a una Asamblea Constituyente destinada a reformarla. En efecto el artículo 347 establece:
“El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”.
A su vez, el siguiente artículo determina:
“La iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrán tomarla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; la Asamblea Nacional, mediante acuerdo de la dos terceras partes de sus integrantes; los Consejos Municipales en cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los electores inscritos y electoras inscritas en el registro civil y electoral”.
De alguna manera, ante la negativa al diálogo de una oposición empecinada en derrocarlo por cualquier medio, Maduro logra cambiar la conversación. Si lo que preocupa a la oposición es la falta de democracia -caracterizaron siempre al gobierno de Chávez y, ahora, al de Maduro, como una dictadura- ofrece a la oposición la oportunidad de confrontar en una Asamblea Constituyente, previa elección de un poco más de 500 convencionales.
Al parecer, según diversas encuestas, más del 80 % de la población quiere un diálogo y un punto final a las guarimbas y los actos de violencia. Pero la violenta presión mediática y social de la pequeña minoría vinculada cultural y socialmente a Miami, hace difícil la expresión abierta de esta opinión.
Los ataques a comerciant
es que, en los barrios del Este, han pedido públicamente el cese de los desmanes ha llegado como noticia incluso a la propia CNN. Días atrás se conoció una conversación telefónica de la esposa del veterano dirigente adeco Henry Ramos Allup -un astuto y experimentado político con más de cuarenta años en la escena pública- donde la mujer le expresaba a su padre -también político opositor- la inutilidad y el desborde de las guarimbas y el camino sin salida al que se enfrentaban.
De la capacidad del chavismo y del gobierno en lograr que esa inmensa mayoría que quiere vivir en paz se exprese libremente depende, sin duda, la salida de la actual encrucijada.
Comenzamos la nota citando al gran poeta argentino Leopoldo Marechal. Queremos terminar con la continuación de ese mismo verso, que es, también, un llamado de atención:
“si el alto Amor lo quiere. Pero la Ciencia dijo:
En horas de tiniebla no te apresures, hijo.”
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