Nos toca vivir como decía la maldición china “épocas
interesantes”. Porque es una etapa inédita en la historia argentina, en algunos casos y repetida, en su lógica, en
otras.
Ya que estamos citando clásicos, Marx decía que los
hechos se repiten primero como tragedia y después como comedia.
Esta etapa que se caractriza por un avance de la derecha
liberal conservadora en toda América Latina, volteando como efecto domino a los
gobiernos populares, esta vez por medios democráticos o por los menos
utilizando mecanismo constitucionales de cada país.
En los setenta paso algo así, pero fue una tragedia
sangrienta, donde los gobiernos populares, fueron víctimas de golpes de estado
cívico militares que instauraron dictaduras
violentas y reaccionarias cuyo objetivo era restaurar en el poder a las
elite conservadora y aliadas del imperio. Siempre el objetivo es el mismo:
subordinar a nuestros países a la órbita yanqui, generar políticas económica
que beneficien a esas elite locales, en general productoras de commodity, y las
grandes e empresas multinacionales, bajando salarios, quitando
derechos a los trabajadores, desmantelando cualquier desarrollo industrial y
fomentando una lógica de negocios rentística financiera globalizadora.
Como decíamos más arriba esta etapa parece casi una
comedia de enredos, protagonizada por actores de segunda, que desconocen hasta
los libretos, pero el libreto sigue siendo el mismo. No ha cambiado. No hay que
confundir las berretadas de Mauricio con el pensamiento claro, preciso de la derecha
argentina. La Nación lo expresa casi todos los días en sus editoriales. Es una
derecha reaccionaria, liberal en lo
económico pero muy autoritaria en lo político, violenta, profundamente racista
y xenófoba. Por ello no mide consecuencias avanza, como elefante en un bazar,
en la construcción de poder para esa elite que se cree dueña del país.
El FPV se vio sorprendido por una derrota en las urnas
que no estaba en sus planes, no solo la derrota en las presidenciales, que estaba
dentro de las posibilidades sino sobre todo la derrota en la pcia de Buenos
Aires. Las dos derrotas más la perdida municipios bonaerenses históricamente
peronistas, dejo a la dirigencia y sobre todo a la militancia huérfanos de
liderazgo pero sobre todo de ideas.
El debate se abrió y que todavía no se ha saldado, la
falta de autocrítica de la dirigencia y sobre todo como enfrentar esta
restauración conservadora: ¿Organizar la
resistencia, como plantearon algunos sectores K, o dar gobernabilidad al nuevo
gobierno como plantean otros?
En aras de una y otra posición se han cometido enormes
errores. En nombre de la gobernabilidad, se aprobaron leyes oprobiosas que
están condenando a futuras generaciones, financiando con deuda la evasión y la
fuga de riquezas como sucedió en otras etapas, o se le dio al gobierno
herramientas claves para avanzar en el desmonte del estado de bienestar,
pauperizando a los sectores populares.
Pero tampoco en nombre de la resistencia se construyó
algo sólido. Plazas testimoniales con numerosa convocatoria. Pero con un
discurso contestatario, repitiendo el error de la campaña electoral, hablar de
los logros de la década K y poco de propuestas a futuro que puedan sumar otros
sectores no K.
Igualmente es meritorio que dirigentes con Axel
Kicilioff, Sabatela, Yaski, y otros pocos, que se pusieron al hombro esta
tarea, La mayoría de la dirigencia opositora escondió bajo la cama, esperando
que el tiempo aclare.
En la política argentina las grandes batallas se dieron
en la calle. Desde aquel 25 de mayo con el pueblo en la plaza condicionando y
presionando a los cabildantes para que se armara un nuevo gobierno o un 17 de
octubre de 1945, o un 20 de marzo de
1982, una movilización de la CGT puso en jaque a la dictadura militar y varios
más hasta llegar a la crisis y las grandes movilizaciones de diciembre de 2001
que pusieron fin a la etapa neoliberal.
Seguramente las próximas batallas se van a definir en la
calle y no tanto en lo electoral,
Este último año se caracterizó por varias movilizaciones
en las calles de buenos Aires, heterogéneas, multifacéticas, confusas en
consigna, pero unidas en el deseo de ponerle límites a la derecha macrista.
Todos deseaban que fuera el preludio de
una marcha general en diciembre próximo que volteara al gobierno y Mauricio se
fuera en helicóptero como Dela Rua.
Sin embargo la política tiene sus reglas y una de ellas
es que si ocurriera esa gran marcha, primero hubo de haberse trabajado y
organizado en la base, con la gente, organizando esa movilización popular.
Además siempre los
proceso insurreccionales tienen una conducción, difícilmente surge del
espontaneismo de las masas.
En este primer año
del gobierno macrista pareciera que no están dadas esas dos condiciones.
No hay dirigentes con pretensiones de organizar y
trabajar en la base, pero sobre todo no hay dirigencia que marque el rumbo, que
marque el que y el cómo seguimos.
Salvo CFK, que sigue siendo líder indiscutida de la
oposición y que conduce a los sectores kirchenrista y también a los sectores
peronistas, que aun críticos no pueden dejar de reconocer su representatividad
y liderazgo.
El otro líder es el Papa Francisco, que a pesar de las
distancias es una figura con mucha influencia en la política interna. El
acuerdo de los Movimientos gremiales y
Sociales con el gobierno por la ley de emergencia social y salario social lo
tiene como gran artífice. Los tiempos y las razones de la Iglesia son
complejos, no siempre puede medirse en tiempos de la política local.
El acuerdo, sin duda un éxito para los movimientos
sociales que les permite recuperar iniciativa y sobre todo la calle, también
fue un gran triunfo para el gobierno, desactivo por un tiempo una bomba en un fin de año que se avecinaba
conflictivo.
Quedan dos desafíos pendientes de cara al 2017. Dos
batallas que se entrecruzan y que van a marcar la victoria o la derrota del
movimiento nacional y popular en la
próxima etapa: 1) renovar, reorganizar y
movilizar el Peronismo bonaerense y 2) ¿como construir ese espacio nuevo que
pueda convocar a las amplias mayorías?
La
madre de todas las batallas.
Siempre o casi siempre el peronismo gano y gobernó la
Provincia de Buenos Aires, salvo el breve interregno del gobierno radical de
1983, el peronismo es sus distintas
vertientes ha sido la fuerza principal en la provincia. Por ello la derrota de Aníbal
Fernández o la victoria de Vidal , como quieran ver el mismo fenómeno fue un
cimbronazo muy fuerte para el peronismo. Podía preverse la derrota en el
ballotage, pero nadie vio o quiso ver la derrota en la gobernación. Derrota aún
más dolorosa porque se perdió en muchos distritos de la provincia, donde el
peronismo gobernaba desde hace muchos años.
El peronismo bonaerense vive hoy una crisis profunda,
crisis que no es nueva.Ttal vez la derrota electoral mostro el agotamiento de
un modelo de construcción y de entender la política.
Hay varios fenómenos que se viene dando desde hace años y
que muestran a veces el fracaso de un sistema político.
Si analizamos el origen de los gobernadores bonaerenses, Cafiero y Duhalde, y por un
hecho fortuito Sola, fueron candidatos a gobernadores que formaban parte de la estructura
bonaerense. Ruckauff y Scioli lo fueron
extraños al aparato, “bajaban” a la provincia porque median bien y
“garantizaban” el triunfo. Tuvimos
gobernadores que no conocían la provincia, que no tenían idea de los nombres de
las localidades que visitaban. Esa falta conocimiento de la provincia se paga y
se pagó. Para completar trajeron equipos de gobierno que no eran de la
provincia y que también la desconocían generando una situación una tanto
perversa. Esa lógica de que desde arriba te impongan el candidato, fue
Menem una vez y otra Kirchner , sin que
la estructura partidaria por lo menos se queje muestra la debilidad del peronismo
bonaerense que no puedo generar dirigentes con representatividad y legitimidad
propia.
El peronismo fue durante casi dos décadas un federación
de intendentes, y subordinada a ella dos ligas menores, los legisladores
provinciales que en ambo casos se retro alimentaban, perpetuándose en el poder, teniendo
intendentes y legisladores casi vitalicios, con más de 20/25 años en el poder.
Peor que esto es que además nunca o en escasas
situaciones se pensó en serio en fortalecer el partido, formar cuadros técnico
políticos, abrir el debate y la discusión interna, abrirlo y democratizarlo y por supuesto menos en
recrear alternativas movimientistas dentro del PJ bonaerense.
Así llegamos a 2015, donde la ciudadanía expreso
claramente un no a una forma de hacer política. Es claro en el conurbano,
perdieron todos los viejos caciques que quedaban, y donde el peronismo gano con
la sigla de FPV fue con candidatos nuevos, más jóvenes, pero por sobre todo con
un discurso distinto más cercano a la gente.
Hoy en la provincia hay una dispersión política importante, Todo está,
fracturado en varios grupos de intendentes
y en las cámaras tienen su correlato de varios bloques, donde prima el
negocio personal o grupal o garantizar gobernabilidad sacándoles recursos,
siempre escasos, a la Gobernadora, para
los municipios.
Sin política, sin demasiadas ideas, sin liderazgos
claros, el peronismo bonaerense espera el candidato salvador, el mesías que
venga a salvarnos, sea Randazzo para algunos o Massa para otros, pero siguen
sin generar políticas propias de cara la sociedad.
Se mueve criticando a CFK, temiendo el armado de “Unidos
y Organizados II” , que los deje afuera del reparto de cargos con vista al
2017, pero a su vez teniendo miedo de sacar los pie del plato, si CFK se
consolida como candidata del sector.
Hay un espacio desde lo territorial interesante para
comenzar la reconstrucción, un armado de 55 intendentes, un grupo de legisladores
con ganas, una militancia movilizada y ansiosa.
Volver a las fuentes puede ser una salida para este PJ. Volver
a prácticas más abiertas, más democráticas, más movimientista, donde se fomente
la participación, la discusión interna: generar espacios abiertos para toda la
militancia, y no solo discusiones entre “dirigentes”, mientras los militantes
esperan en la calle. Ir generando y mostrando a la sociedad posibles candidatos
a la gobernación y a los municipios, y
sobre todo nuevos liderazgos de opinión. Materia prima hay de sobra, faltan ideas y
sobre todo más audacia.
Es fundamental si queremos volver, ganar en la provincia
de Buenos Aires en 2017, reorganizar y
fortalecer el PJ bonaerense, que pueda
ser el motor de un proceso de sumar voluntades en un frente social y político mayoritario.
Hay que tener claro que son elecciones provinciales y
distritales, Hay que ganar provincia por provincia, pero Buenos Aires, por su peso político es la
principal, si perdemos en la provincia, perdemos políticamente las elecciones.
Construir
nuevas mayorías:
Es fundamental en
esta etapa de construir mayorías volver nuestra mirada a las organizaciones
sociales, las “organizaciones libres del pueblo” las llamaba Perón y que fueron base de
propuesta de gobierno durante el primer peronismo. Habría que releer “Comunidad Organizada”, libro mítico del
peronismo y poco comprendido por la dirigencia. Allí Perón plantea y sigue teniendo
vigencia la necesidad de avanzar hacia la construcción de una democracia social
y directa. Traspasar los límites de los partidos políticos, y dar poder a esas
organizaciones donde el pueblo se reúne, se junta para conseguir determinados
objetivos. No hay que confundir con el
ongismo muy de moda en los noventa, donde el Estado renunciaba a determinados fines u objetivos para trasladárselas a asociaciones o grupos de voluntarios, que
hacían un trabajo social.
Esto es más
profundo, es la gente organizándose para dar respuesta a sus necesidades y
objetivos. Atraviesan así toda la sociedad, desde las sociedades de fomento,
los clubes deportivos, los centros de estudiantes o las cámaras empresarias,
etc. Tal vez el mejor ejemplo actual de las OLP sean las multisectoriales que
se conformaron para luchar contra los tarifazos.
El gran desafío de la política actual es empoderar a esas
organizaciones del pueblo, y sumar a muchos de sus dirigentes a la acción
política concreta. Es una tarea de ida y vuelta, los dirigentes sociales
también deben entender que deben dar ese paso. Dejar de ser meros espectadores
de la política, dejar de ser referentes
de un sector o tema determinado para pasar a ser dirigentes políticos
con una visión integradora de la realidad. Por supuesto este paso no es fácil,
deben romper con paradigmas de pensamiento y acción sectoriales para pasar a
embarrarse en el farragoso campo político, acordar, suma, pelear, “rosquear”,
equivocarse, someterse a la opinión pública, y atreverse a perder de ser
necesario para volver a empezar . De eso
se trata la política, pelear por el poder, no por el poder mismo, sino que es
necesario entender que el poder y el manejo del Estado son indispensables para
poder llevar adelante los cambios sociales, políticos y económicos que la
sociedad requiere.
Cualquier construcción de nuevas mayorías en un frente
social o ciudadano requiere que se sumen estos nuevos actores al escenario
político. Es claro entender que el frente no puede ser una sumatoria de
reclamos individuales o de sectores. Deben convertirse, esos reclamos, en un
programa o acción de gobierno que los incluya pero a su vez los supere, dando
repuesta a problemáticas mayores.
Ese programa común debe ser el eje vertebrador de un
nuevo frente ciudadano o como quieran llamarlo, porque desde allí se convoca,
se suma, a todos los que estén de acuerdo con ese modelo de país, no
preguntando de donde vienen sino preguntándonos si podemos caminar juntos ese
camino.
No es sencillo, es un desafío que todos los
dirigentes y hasta los militantes de
base deben entender, que debemos ser muchos en el camino y que en ese camino
debemos ir sumando a los que hoy están a la vera de la ruta, mirando, esperando
expectantes, como se suman a la lucha.
Hay
una historia pequeña del 17 de octubre de 1945, que me contaba un viejo
militante y amigo: “el 17 nosotros estábamos en el local de Liniers, éramos 4 o
5. Debatíamos que hacer, corrían todo tipo de rumores, nadie tenía claro que hacer, hasta que un compañero tomo la
bandera argentina, y dijo vamos!. Así
salimos de Linier caminando por Rivadavia, mucha gente nos aplaudía y otros nos miraban con indiferencia,
pero fuimos llamado a esos compañeros a
la marcha y cuando llegamos, horas después a la Plaza de Mayo, nuestra columna era de más de 10.000
compañeros que nos sumamos a los cientos miles que nos esperaban, Habíamos marchado todos hacia un mismo
objetivo”.
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