Juan José Balatti
3 de marzo de 2012
Un Proyecto Nacional que busca ser exitoso necesita por un lado consustanciarse fiel y objetivamente con la historia y ponerse a tono no sólo con el mundo que nos toca vivir sino también con el que intuimos y deducimos habrá de sobrevivirnos.
La justicia, la libertad, la soberanía posibilitan la felicidad, el bienestar general, la unión nacional, la paz, producir más y distribuir mejor. Estos valores prescriptivos básicos necesitan redimensionarse, reformularse si queremos capacitar al hombre argentino para hacer frente y poder realizarse con plenitud en un mundo signado por la mutación constante.
Teniendo en cuenta estas premisas debemos delinear los contornos de un modelo, de un proyecto en este presente-futuro con la memoria del pasado. El Justicialismo aporta a esta modelo una realización peronista y otra kirchnerista, en ambas el pueblo participa y elige sus conductores. Hay continuidad histórica del pueblo con conducciones para cada tiempo.
Los tres pilares fundamentales del Justicialismo, la justicia social, la libertad económica y la soberanía político-económica-tecnológica, necesitan adecuarse a la eficiente interdependencia interestatal y a la conformación de un continentalismo que constituye el penúltimo estadio hacia el universalismo.
El 1 de marzo de 2012 al inaugurar las sesiones del Congreso la Presidenta CFK anuncio el envió de un proyecto de ley para modificar la Carta Orgánica del Banco Central de la RA.
Un nuevo Banco Central es necesario en la nueva economía que profundice el modelo. No se echa el vino nuevo en odres viejos, enseña el evangelio.
El actual Banco Central es monetarista, responde a la matriz inglesa de bancos centrales que domina el sistema financiero internacional, esclavizando hombres y pueblos.
El mundo necesita de un nuevo sistema económico-monetario-financiero. Ni el libre comercio, ni el mercado o su variante keynesiana pueden solucionar la actual crisis mundial terminal. Son esas políticas monetario-financieras, implementadas a partir del fin de la segunda guerra mundial, las que originaron y condujeron a la actual situación, por lo tanto no pueden ser solución. No perdamos tiempo en realizar la autopsia del cadáver de la crisis financiera. Conocemos el diagnóstico: pandemia monetarista, que dominó y pretende continuar dominando a naciones y pueblos. Enterrémosla definitivamente para bien de la humanidad.
Frente al actual sistema económico-financiero no se plantea la opción entre economía de mercado o economía dirigida, sino quien dirigirá la economía y hacia qué fines. O la política dirige a la economía o la economía continuará dirigiendo la política.
Definir una nueva misión y función de los bancos centrales en occidente está en la agenda de países y regionales. En todos hay dos alternativas la monetarista y la crediticia-productiva, que por otra parte han sido opciones históricas.
El Justicialismo se basa en que “la riqueza, la renta y el interés del capital son frutos exclusivos del trabajo humano, la comunidad debe organizar y reactivar las fuentes de producción.
El trabajo, es la causa de todas las conquistas de la civilización y el fundamento de la prosperidad nacional, el trabajo, intelectual o físico o ambos simultáneamente, constituyen además de un derecho esencial la suprema dignidad del hombre argentino.
El capital, es un bien instrumental que el trabajo ha creado, dinamizándolo y poniéndolo al servicio de la economías nacional y del bienestar social. Su utilización por lo tanto no puede contrariar ni al hombre ni al Pueblo argentino en su realización plena.
El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social.
La organización de la riqueza y su explotación tiene por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social”.
Si el trabajo constituye la suprema dignidad del hombre y es el verdadero agente de la producción, es el creador del capital.
El monetarismo posee una finalidad especulativa: lo jurídico, lo político, lo social y hasta lo cultural pasan a ser apéndices de una sociedad plutocrática. La actividad económica, además de responder a los intereses de las oligarquías agrarias, industriales y financieras, como sus únicas metas son los fines de lucro crea en la comunidad expectativas y entusiasmos artificiosos y artificiales, obligando a consumir bienes innecesarios y hasta perjudiciales al conjunto nacional. El principio de la soberanía financiera de la Nación tiene, especialmente en estos momentos, idéntica dimensión formal que el de la soberanía política. La riqueza de una nación es su capacidad para entregar mercancías cuando, donde y como se necesiten. El crédito financiero de una nación es el cálculo de esa capacidad, el que, expresado en forma convencional, constituye el dinero nacional. La moneda es un medio de cambio, no una mercancía. Así como el objeto económico de la industria es la producción y el objeto económico de la sociedad el consumo, el objeto del crédito y la moneda es la distribución, esto es, el encuentro social entre la producción y el consumo. Creado el dinero con propósitos privados y para especular con él, sólo tiene una relación indirecta con las mercancías, dejando por ello de ser una medida social de riqueza. Es imprescindible rescatar a la comunidad de esta realidad artificiosa, volviendo a la esencia natural del dinero y el crédito (medios de cambio) y colocar su manipulación, su creación y su destrucción en manos del Estado como órgano político de la comunidad.
Un nuevo Banco Central, que contribuya a la libertad económica, donde el dinero de la Nación se base en el crédito real de la misma, es decir, en la capacidad combinada de la Nación para producir bienes y servicios. Reconocer cualquier otro patrón o respaldo que no sea la cantidad de riqueza de la comunidad nacional, cesa su función de medio de cambio y nace su desnaturalización como mercancía. El Estado Argentino sustituirá las actuales modalidades abstractas e irreales para emitir moneda, remplazándolas por existencia calculada de bienes y servicios a los que los medios de cambio traducirán. La forma en que computaran las oscilaciones de la riqueza se llevará a cabo por medio de una Cuenta Nacional que reflejará periódica y regularmente la necesidad de crear o destruir dinero nacional de conformidad con las fluctuaciones de apreciación o depreciación de esa misma riqueza.
Tal como es usado en la actualidad el sistema monetario tiene tres características fundamentales:
1º El crédito financiero no es una consecuencia del crédito real ni tiene con éste relación ni correlación alguna;
2º Siendo emitido por el sistema bancario a condición de serle devuelto con interés, el crédito financiero se convierte en una mercancía;
3º El beneficio acumulado por el sistema bancario es de tal grado que transfiere a él el control de la economía. El resultado es un mundo en el que, tanto la producción como el consumo, se desenvuelven en función de las finanzas y éstas –a su vez- son el instrumento formal –cuando no político- del sistema de la banca privada.
El país ha sido orientado por intereses particulares más que por necesidades reales; ello convirtió a la sociedad y al Estado en sistemas disfuncionales para la satisfacción de las necesidades reales. La funcionalidad de la organización económica se logrará reorientando el desempeño de las funciones hacia la satisfacción de las necesidades, tutelando el bien común y vigilando las reservas naturales disponibles para el futuro, sancionando toda distorsión de intereses particulares o contrario a esos principios superiores. No hay un dogma de economía socializada, tampoco hay dogma de economía libre. No existe más que una economía de imperativo categórico, es decir, una economía que, en su conjunto, tiene por misión procurar a una comunidad dada las mejores condiciones de vida. Por ello y primordialmente, el Estado auspiciará el desarrollo de organizaciones económicas, en tanto ellas coincidan con el interés nacional, consolidando la justicia social, la libertad económica y la soberanía política-tecnológica-financiera. Para alcanzar esto es necesario reformar el actual Banco Central. Esta reforma ha de ser la base sólida sobre la que se construya la profundización del modelo.
El Justicialismo, conjunciones de ideas y valores nacidas del pueblo, en su origen estableció la necesidad de alcanzar la libertad económica, como nación soberana y así poder realizar la justicia social.
“La Nación alcanzara su libertad económica, para quedar en consecuencia de hecho y de derecho, con el amplio poder para darse las formas que exijan la justicia y la economía universal en defensa de la solidaridad humana” Del acta de la Declaración de la Independencia Económica realizada en la Casa de Tucumán el 9 de julio de 1947.
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