Por Enrique Lacolla
Hay mucho ruido y pocas nueces en las filtraciones de Wiki-Leaks. Pseudo revelaciones como estas pueden ser un expediente más de los servicios secretos.
Las operaciones de inteligencia son tan viejas como el Estado. Siempre han habido lo que hoy se denominan “servicios de inteligencia”: agencias oficiales o paraoficiales que se encargan no sólo de averiguar las intenciones que pueden tener los gobiernos extranjeros, sino también de difundir rumores, generar equívocos, plantear provocaciones e influir en la opinión pública de propios y extraños a los fines de conseguir determinados objetivos. Sólo que en el pasado esos procedimientos no eran tan cotidianos y de tan pronto impacto como en el presente, cuando se ven facilitados por la masividad y la instantaneidad de las comunicaciones.
En periodismo se denomina “carne podrida” a la información, predominantemente falsa pero provista de elementos reales que le dan un tinte de verosimilitud, filtrada con deliberación desde alguna fuente interesada en sembrar la confusión, socavar prestigios o ir preparando el terreno para futuras operaciones, habituando al público a tomar en consideración aspiraciones u objetivos que, expuestos sin veladuras y de sopetón, podrían generar resistencias difíciles de superar.
El escándalo de los “Wiki-Leaks”, de las filtraciones de información presuntamente confidencial que de un tiempo a esta parte vienen produciéndose en Estados Unidos en torno de asuntos que se estima de gran sensibilidad, suscita un poco la sospecha de que podemos estar frente a una operación de estas características. Porque en realidad las filtraciones en general no revelan nada o se abocan a la difusión de chismes que pueden levantarse de las revistas o los periódicos que andan dando vueltas por ahí. Los funcionarios de las embajadas norteamericanas, como los de tantas otras representaciones diplomáticas, tienden a generar informes -a veces certeros, a veces errados, a veces superficiales o directamente estúpidos-, para justificar su cargo y también para ir creando el colchón de datos donde los analistas y expertos se encargarán de separar la paja del trigo, a los fines de fijar metas en materia diplomática. Claro, siempre y cuando ocurra esto y no suceda que los decodificadores caigan víctimas de la vieja y tan humana tendencia de tomar los propios deseos por realidades, induciendo a su gobierno a cometer errores garrafales de política práctica… O, peor aun, siempre y cuando los agentes no actúen por su propia cuenta y jueguen el juego de comprometer a gobiernos y funcionarios a los que detestan porque de alguna manera no son del todo funcionales a los objetivos que se fijan los servicios y los grupos de presión que ejercen influencia en ellos. Como el complejo militar-industrial o el lobby proisraelí en Estados Unidos.
En el caso de los Wiki-leaks las filtraciones comenzaron con la difusión de videos filmados en Irak por soldados norteamericanos que patentizaban los excesos cometidos por el ocupante. Salvo en el caso de las imágenes de tortura de Abu Ghraib, se trataba de hechos que ya habían sido transparentados por informes de reporteros sobre el terreno. Pero ahora se produce una avalancha de documentos que empiezan a circular por Internet y que van desde los chismes de carácter sexual y las presunciones psicológicas respecto de líderes extranjeros, a la difusión de comunicaciones de carácter “reservado” que pueden resultar embarazosas porque ponen de manifiesto la trastienda de negociaciones y presiones que se ocultan detrás de la política internacional.
¿Hay algo de serio en la “alarma” que estas filtraciones se dice producen en Washington? ¿No se estará buscando una excusa que consienta introducir un mayor poder de policía para filtrar el flujo cibernético? ¿No estará la CIA y compañía presionando por vía indirecta al gobierno de Obama para desgastarlo y para que se pliegue a sus propios designios, sacando a la luz dos o tres asuntos de veras urticantes dentro del maremágnum de tonterías desclasificadas?
“Peccato”, dice Il Cavaliere
Las zonas más sensibles que tocan las informaciones publicitadas con gran escándalo, en efecto, no son por cierto las que atañen a la vida privada de los líderes mundiales. ¿A quién le importa la voluptuosa masseuse ucraniana que acompañaría a Gadaffi y qué le hace una mancha más al tigre Berlusconi, quien muy divertido dijo que “lamentablemente”, no había participado de las fiestas de sexo salvaje que se le imputan?
Más densas de consecuencias podrían resultar las comunicaciones dirigidas por gobiernos árabes, en especial el de Arabia saudita, exhortando a los norteamericanos a tomar la iniciativa militar contra Irán, por el peligro que supone su gobierno shiíta y su presunta carrera hacia la adquisición del arma nuclear. Cosa que ha regocijado al israelí Benyamin Netanyahu, quien ni corto ni perezoso sacó de ello la conclusión de que existen las condiciones para golpear al estado de los ayatollahs, dado que, subrepticiamente, los gobiernos “moderados” del Medio Oriente se sentirían complacidos con la agresión.
Tampoco esto era un secreto, desde luego; hace rato que se habla de la posibilidad de que la monarquía de Ryhad permita el sobrevuelo de su espacio aéreo a los aviones israelíes que buscarían sus blancos en Irán. Pero no deja de ser una manera de apretar las tuercas y de sembrar cizaña entre este país y sus vecinos árabes.
La mesa está servida. Con 250.000 o más documentos puestos a disposición de la prensa internacional, esta no tiene más que ponerse a hurgar en ellos para entresacar los que más le guste y los que mejor sirvan a los intereses que representan los medios. En el caso argentino la voracidad con que la prensa que se autotitula como “independiente” se ha arrojado sobre las pavadas referidas a los pedidos de informes referidos a la salud mental de la Presidente, es demostrativa del mezquino oportunismo de muchos profesionales de la comunicación. Los lazos que se tienden entre los monopolios de la comunicación en España y en la Argentina se ponen al desnudo cuando se contempla la importancia que a tal informe le dio el diario El País, elegido como el principal receptor de habla hispana de los papeles filtrados por Wiki-Leaks, y la obsecuencia con que lo reprodujeron La Nación, Clarín y otras publicaciones del mismo grupo. ¡Y qué servilismo el de esta gente respecto de lo que puede pensar el gobierno imperial! En vez de sentirse escamados por lo que después de todo puede interpretarse como una indiscreción y una injerencia de parte de un gobierno extranjero, lo que parece atraerlos más es el sonsonete escandaloso del cual podrían pensar en sacar partido a los fines de la política interior… “Un despiadado retrato de los Kirchner” se relame un título de La Nación referido al informe…
Pero, en definitiva, todo parece ser una tormenta en un vaso de agua. Y como sucede en las operaciones de inteligencia, es imposible discernir en forma fehaciente los lazos que pueden existir entre la CIA, el Mossad o el FBI y el famoso Julian Assange, fundador de Wiki-Leaks. ¿Es un hacker convertido en cruzado de la libre expresión, que oxigena un universo sofocado por el discurso único, o es un individuo que encabeza una organización en última instancia manipulada por los servicios? Quizá ambas cosas a la vez. Sea una cosa o la otra o ambas al mismo tiempo, la verdad es que está corriendo por un desfiladero muy estrecho. Su pellejo puede llegar a cotizarse bajo en la Bolsa de la mafia tan bien descrita por John Le Carré.
La lucha por la libertad de información va a ser determinante en este siglo y no hay que esperar que esté desprovista de emboscadas, algunas de ellas de un carácter tan descomunal que se hará difícil dejar de creer en ellas. ¿No dicen que cuanto más grande es una mentira más difícil es resistirla? De aquí se deduce que la regla más importante para encontrar una pauta ordenadora en el caos contemporáneo ha de ser el seguimiento de los datos concretos que emergen de una realidad contextualizada por el marco histórico. En este sentido tal vez quepa prestar especial atención al hecho de que este desborde informativo de características sensacionales se ha verificado simultáneamente al asesinato o tentativa de asesinato de dos científicos nucleares iraníes, consumado en sendos atentados que llevan la marca inequívoca del Mossad o de la CIA. Los profesores Majid Shariari y Fereydun Abasi fueron atacados con bombas en Teherán cuando circulaban en sus automóviles en compañía de sus respectivas esposas. Unos individuos que viajaban en motocicleta adhirieron sendas bombas plásticas a la carrocería de los vehículos, mientras se movían entre el tráfico, detonándolas luego a distancia. El primero de los científicos murió en el acto, mientras que el segundo sufrió graves heridas de las que no sabemos si se encuentra en tren de recuperación, pues la información surgió como un flash este lunes y luego desapareció de la vista en las pantallas de los diarios on line.
Según fuentes iraníes varios científicos nucleares de ese país han sido asesinados en años recientes. No es un misterio adonde apuntan esos homicidios: se trata de paralizar el programa nuclear iraní liquidando a quienes ejercen funciones de alta competencia en él. Son actos de beligerancia desnuda, practicada en tiempo de paz contra una nación a la que sólo la soberbia de Washington y la necedad de la opinión masificada por el discurso único pueden calificar sin más como “Estado delincuente”.
Estos procedimientos, mucho más que el chorro de chimentos que destilan las filtraciones, deberían atraer la atención de la prensa “seria”. No es así ni va a serlo en el futuro, pero bueno será estar consciente de ello.
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