Por Walter Formento y Gabriel Merino
La crisis de los llamados “cerdos” (PIIGS: Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España)
El desenlace de la crisis europea dio inicio a la segunda fase de la crisis global. Cuando muchos multimedios, intelectuales y empresarios intentaban instalar la idea de que la crisis había sido superada, se desató una nueva fase de la tormenta.
El 20 de octubre de 2009, el recientemente asumido primer ministro griego, Yorgos Papandreu, informa a Eurostat, la oficina europea de estadísticas, que el déficit de su país acabará en el nivel del 12,5% del PIB y no en el 3,7% como se había anunciado en principio. El gobierno conservador había ocultado el déficit real de Grecia y, ni bien asume el socialdemócrata Papandreu, desde Bruselas (capital administrativa de la Unión Europea) se presionó a Grecia para que blanquee el déficit real, advirtiéndole que los datos sobre sus cuentas no eran muy claros y de mucha confianza. Es la propia Unión Europea (UE) la que presiona sobre Grecia y le impulsa a hacer un ajuste de sus cuentas fiscales.
Grecia pasa a ser miembro de la zona euro en el año 2001. Para cumplir con los límites de déficit impuestos por la UE falseó sistemáticamente sus cuentas con la ayuda de la banca de inversión americana, Goldman Sachs. ¿Cómo lo hizo? Haciendo pasar miles de millones de euros de deuda externa como divisas y no como préstamos, es decir, como activos en vez de pasivos. A cambio, Goldman Sachs recibió 300 millones de euros como comisión de la operación y colocó 735.000 millones de euros en bonos a partir de 2002.
La pregunta es por qué la UE, encabezada por el eje franco-alemán, decide hacer visible el déficit real griego y las jugadas de encubrimiento, algo que ya sabía con anterioridad.
En un principio, se trata de una cuestión interna de la Unión Europea, para profundizar el control sobre los países miembros y propiciar la centralización-fortalecimiento del gobierno europeo. El objetivo de Bruselas, trazado por la fracción franco-alemana, era fortalecer su posición en los países periféricos del territorio de la UE: ajustar las economías para mejorar las finanzas públicas asegurando que los bancos franceses y alemanes fuertemente expuestos en España, Portugal, Italia, Grecia e Irlanda no tengan problemas en cobrar sus deudas, consolidando su posición para salir de la crisis con un gobierno europeo fortalecido a partir del control de los presupuestos de los países miembros, con regulaciones financieras más estrictas, compra de empresas en los países periféricos de la unión y controlando los eslabones débiles en donde pueden hacer pie los golpes financieros.
Al interior de la zona euro existe un fuerte desequilibrio, con países superavitarios y países deficitarios. En 2006, Alemania tenía un gran superávit de u$s 190 mil millones (6,5% del PBI) y Holanda uno de u$s 64 mil millones (9,4% del PBI). En el extremo opuesto estaban los importadores de capital, España a la cabeza con un enorme déficit de u$s 111 mil millones (9% del PBI), junto a Grecia, Portugal, Italia e Irlanda. Esto se profundizó con el estallido de la crisis financiera.
¿Por qué se daban estos desequilibrios? El ejemplo de Argentina con la convertibilidad (el peso atado al dólar, al tipo de cambio 1$ a 1U$s), como parte de la subordinación del territorio nacional a los intereses angloamericanos, resulta bastante ilustrativo. Al atarse a una moneda fuerte, en este caso el “euro”, estos países perdieron competitividad y vieron retroceder su producción industrial, ahora encarecida para los extranjeros, con lo que comenzaron a importar más de lo que exportaban, especialmente desde los países altamente productivos como Alemania, que son los que controlan el Euro. Este déficit, así como el boom de consumo por poseer moneda fuerte (en nuestro caso: viajes a Miami, consumo de bienes suntuarios, consumo de importaciones desde todo por $2 hasta medios de producción y bienes de consumo que antes se producían localmente) se financió mediante deuda. La deuda era otorgada por los bancos pertenecientes, principalmente, a las redes financieras de origen francés y alemán, es decir, los actores dominantes del proyecto estratégico Unión Europea. La deuda, como sabemos, es un instrumento central para el control de territorio, porque el acreedor impone al deudor un conjunto de condiciones que van re-moldeando la economía de un país e imponiendo o condicionando sus cuadros dirigentes en función de si se acomodan o no a dichos intereses. Al mismo tiempo, los capitales franco-alemanes –y en menor medida otros que pasaron a formar parte del selecto grupo de grandes capitales de la UE propietarios de las principales empresas paneuropeas— se fueron haciendo de los activos de los países periféricos de la UE (bancos, industrias, empresas estatales de servicios, etc.). En síntesis, centralizando capital, garantizando mercado para la venta de bienes estratégicos, profundizando el control sobre el territorio social, apropiándose de las empresas estratégicas de producción bienes de capital y armamento, e instalando empresas propias en la periferia europea con costos menores de producción.
Uno de los objetivos de Bruselas al presionar a Grecia, haciendo público su déficit real, fue obligarla a ajustar y vender-privatizar-transferir-enajenar los activos estratégicos que aun quedan en manos del estado, el único capital de origen griego en sentido estricto. Se fuerza una devaluación en los activos locales para facilitar el proceso centralizador.
Todo este proceso en Grecia y en la periferia de la UE, transcurría internamente sin mayores sobresaltos, hasta que dos hechos median para que se desate la llamada crisis europea:
1- La firma del Tratado de Lisboa y la lucha por el reparto de los cargos en la Unión Europea, donde sale fuertemente perjudicada la city londinense.
2- La crisis de Dubai, que afecta principalmente a los intereses angloamericanos.
La firma del Tratado de Lisboa: hacia un la construcción de un gobierno europeo
Después de diez años de negociaciones, los 27 miembros de la UE ratificaron en noviembre de 2009 el Tratado de Lisboa, dándole mayor institucionalidad al bloque y reforzando la construcción de un gobierno europeo. Sin embargo, no todos los países quedaron sujetos al mismo, mostrando el enfrentamiento interno por el control de Europa: el Reino Unido, Polonia y República Checa, quienes retrasaron la firma del tratado, negociaron para no tener la obligación de cumplir con la Carta de Derechos Fundamentales de la UE.
El Tratado de Lisboa es un marco institucional con similares objetivos a los establecidos en la constitución europea que intentó aprobarse por referéndum en el año 2005. En la constitución como en el Tratado se refuerza el proyecto estratégico de Unión Europea, desde los intereses del bloque de poder franco-germano, a partir de imponer una nueva institucionalidad:
- Un ministro de relaciones exteriores, es decir, la centralización de la política exterior europea.
- Un presidente estable del Consejo de Europa (consejo constituido por los jefes de estado de los países miembros) en reemplazo de la actual rotación semestral, lo cual tiene como objetivo mantener la “continuidad de acción”.
- El aumento del poder del Parlamento Europeo en detrimento de los parlamentos de los países miembros.
- Por último, estableciendo que la Unión Europea es la única instancia con competencia para fijar las reglas de la política comercial común.
Este es el gran salto político estratégico que necesitaba el eje franco-germano para constituirse como uno de los polos de poder mundial con capacidad de influir centralmente en la lucha por la configuración del orden global. Sin la institucionalización que permite la centralización del gobierno europeo este bloque de poder queda reducido a un papel de aliado subordinado del imperialismo angloamericano. En este sentido Chirac, el entonces presidente francés, enfrentado fundamentalmente con la posición anglosajona representada por el primer ministro británico, Tony Blair, afirmaba que si ganaba el NO a la Constitución Europea “los que tienen una concepción ultraliberal de Europa tomarán el comando... Esto conducirá a una Europa sin ambición política y reducida a una simple zona de libre cambio.”
El NO a la constitución europea triunfó en el año 2005. Sin embargo, el debilitamiento del polo angloamericano a partir de la crisis global del 2008, la profundización de la lucha entre fracciones a su interior, el empantanamiento en las guerras de Medio Oriente, el desarrollo del multipolarismo y el avance relativo del complejo industrial franco-germano permiten lograr a fines del 2009, lo que cinco años antes no habían podido.
Firmado el Tratado de Lisboa pasan a negociarse los lugares en la conducción en el nuevo esquema de gobierno europeo, donde el gran perdedor es la city londinense, que si bien logra ubicar a la laborista Catherine Ashton en el cargo de alto representante de Política Exterior y Seguridad, pierde los lugares claves de regulación y control económico de la Unión Europea (UE). Por otra parte, como se vio en los meses subsiguientes, la política exterior de la UE en términos reales siguió estando en manos del presidente francés y de la canciller alemana. Así lo expresó el propio presidente francés, Nicolás Sarkozy, en lo que fue una declaración de guerra a la city londinense:
“Quiero que el mundo vea la victoria del modelo europeo, que no tiene nada que ver con los excesos del capitalismo financiero (…) los británicos son los grandes perdedores (…) Nadie puede decir que la ausencia de regulación, o una regulación blanda, tal y como la llamó Brown, nos haya hecho ningún bien.”
El contraataque de la city londinense apuntó a las debilidades económicas de la periferia europea, agudizadas tras la crisis económica mundial, reflejadas en los crecientes déficit fiscales y de cuenta corriente, cubiertos por un fuerte endeudamiento. La situación de déficit y endeudamiento no es distinta a la del Reino Unido, con un 13% de déficit sobre el PBI (el más grande en tiempos de “paz” de la historia del Reino Unido) y los Estados Unidos, con un déficit del 10,6% del PBI, equivalente a 1,56 billones de dólares. Si tenemos en cuenta el promedio de la zona euro, vemos que el déficit fiscal es del 6% del PBI, notablemente inferior al de Estados Unidos y el Reino Unido. También el promedio de deuda de la zona euro, en torno al 80% del PBI, es diferente de los niveles de Estados Unidos y el Reino Unido. Sin embargo, la diferencia radica en que Londres y Nueva York tienen un “banco central poderoso, dispuesto a barrer a quien apueste en su contra. Y los mercados conocen esas armas de disuasión, la vertiente política de la situación fiscal". Y, por otra parte, tienen los instrumentos necesarios para producir golpes financieros en gran escala (Fondos Financieros de Inversión Global, Bancas de Inversión, Calificadoras de Riesgo, etc.) cuyo centro neurálgico en Londres y Nueva York.
Los dos países claves sobre los cuales van a descargarse en principio los ataques especulativos, precedidos por bajas en la calificación crediticia, van a ser Grecia y España. Si Grecia era el objetivo sobre el que apuntaba Bruselas, España por su peso en la zona Euro y por el volumen de su deuda era el objetivo de los intereses opuestos al avance de la Unión Europea. “Grecia desató la crisis que aflige a la zona euro. España, sin embargo, es el país que podría determinar la supervivencia de la moneda común.”
La crisis de Dubai
El antecedente del estallido de la crisis europea es la crisis de Dubai, desatada el 25 de noviembre de 2009, que también golpea sobre la city financiera londinense al igual que la firma del Tratado de Lisboa y el reparto de cargos en la Unión Europea. Este pequeño emirato, parte de los Emiratos Árabes Unidos, provocó un descalabro global al anunciar que el estado no se haría cargo del pago de la deuda del fondo de inversión estatal Dubai World (de más de 60.000 millones de dólares) y pidió un plazo de 6 meses a sus acreedores.
La crisis de Dubai es especialmente significativa porque es la plataforma financiera y portuaria desde la cual los intereses angloamericanos intentan controlar el Golfo Pérsico, contrarrestando y bloqueando el desarrollo autónomo de Irán y de los países de una región muy rica en recursos naturales, así como del nacionalismo árabe en general, con su propuesta histórica de construcción de una gran nación, que entre el siglo X y el XVI se extendió hasta la península Ibérica. Dubai es para la región del Golfo Pérsico lo que Singapur para el sudeste asiático y Hong Kong para China: el nodo-centro financiero, portuario, comunicacional, informático y de inteligencia estratégica desde los cuales desplegar las fuerzas, operar sobre el “continente” y controlar dichos territorios desde el plan de las redes financieras globales.
La crisis de diciembre de 2009.
El primer momento de la segunda ola de la crisis global.
La calificadora de riesgo con sede en Londres, Standard & Poor’s (S&P) , fue la primera en bajar la nota de la deuda española. De hecho, ya lo había hecho un año antes del estallido, el 19 de enero de 2009, cuando bajó la calificación de la deuda española de AAA (la máxima) a AA+, cuatro días después de bajarle la nota a Grecia. Ninguna de las otras dos calificadoras de riesgo, Moody’s y Fitch, acompañaron dicho cambio negativo. De similar forma, el 9 de diciembre de 2009, luego de la crisis en Dubai y de que el semanario londinense The Economist apunte los cañones sobre España calificando a dicho país como el gran enfermo de Europa, S&P pasó la perspectiva de calificación de la deuda española de estable a negativa. Un día antes, había cambiado la perspectiva de calificación de la deuda Griega de estable a negativa, acompañada por la calificadora Fitch quien bajó la calificación de la deuda griega de A- a BBB+. Ni Fitch ni Moody’s (la otra gran calificadora internacional) cambiaron en absoluto la nota española a pesar de manejar los mismos indicadores: un 19% de desocupación, un déficit fiscal del 11%, un déficit de cuenta corriente de 5,4% y una recesión galopante. Por el contrario, mantuvieron la máxima calificación crediticia: AAA. Sobre la baja de calificación de S&P, comenzaron a montarse los ataques especulativos, centrados en las apuestas sobre la cesación de pagos de los seguros de default (credit default swaps).
El golpe descalabró por completo la situación europea, particularmente debido a España por ser la cuarta economía de la zona euro y por el nivel de exposición de la banca europea en dicho país (como se observa en el cuadro 3, en especial la banca de las redes financieras francesas). Un especialista económico español azorado por la situación y la para él incomprensible jugada de las calificadoras de riesgo, reflexiona:
“Para terminar este infeliz derrotero, el día miércoles Standard & Poors, quien ya había rebajado en enero último la calificación de España de AAA a AA+, decidió pasar su perspectiva de "estable" a "negativa". Nuevamente, los mercados reaccionaron en forma negativa. Lo sorprendente de este caso fue que al igual -que lo sucedido con Grecia- la riesgosa situación de España dada por una peligrosa combinación de elevados valores de déficit fiscal (10%), deuda pública (70%) y desempleo (17%) ya era harto conocida.”
Sin embargo, aunque la situación española era harto conocida, todavía no se había producido la firma del Tratado de Lisboa y el desplazamiento de Londres de los principales espacios de poder del nuevo gobierno europeo, como tampoco la crisis de Dubai.
A partir de estos hechos comienza a transitarse la llamada crisis europea y con ella la Segunda Ola de la crisis global. Antes de que dicha situación se profundice hacia abril-mayo de 2010 –cuando cruje el sistema financiero global, la administración norteamericana inicia su ofensiva contra Goldman Sachs, hay elecciones en el Reino Unido, se abre la interna entre Francia y Alemania en torno a las decisiones de la Unión Europea para “rescatar” a los caídos y salir de la zona de tormenta impidiendo el desmembramiento de la zona euro, y las posibilidades de cesación de pago de la deuda se vuelven muy próximas en la Unión Europea— el economista Joseph Stiglitz, uno de los principales asesores económicos del primer ministro británico Gordon Brown , advierte:
“sorprende la velocidad con que las fuerzas a favor de la situación pre–2007 se reagruparon y seguir como si nada pasara generará problemas para el futuro. El optimista que hay en mí espera que no haga falta otra crisis para impulsar por fin el proceso político. El pesimista que llevo dentro dice que puede ser necesario que eso pase.”
Más claro imposible: es necesaria una nueva ola de la crisis (la segunda ola) para llevar adelante e imponer un determinado proyecto estratégico (“proceso político”), que configure un determinado orden global. Al no haber acuerdo, necesariamente hay crisis y enfrentamiento: el proceso impulsado por las fuerzas más avanzadas del capitalismo financiero global, que pretende ir hacia la superación de la situación pre-2007, se contrapone con otros proyectos estratégicos sostenidos por bloques de poder contrarios a sus intereses. Hasta que dicho enfrentamiento no se resuelva de algún modo, la crisis global en todas sus formas, planos y expresiones seguirá agudizándose.
Golpe sobre los bancos europeos y el euro
Haciendo una lectura de la deuda europea podemos observar:
• Los mayores inversores de deuda en los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) son los bancos franceses con el 40%, seguido de los alemanes con el 31,4%. Los bancos de Francia y Alemania suman el 71% del dinero prestado en los PIIGS, mientras que los bancos ingleses no llegan al 18%.
• Los bancos franceses tienen su mayor grado de inversión/exposición en Italia con el 56,7% del total de sus tenencias de deuda en los PIIGS. El segundo lugar de inversión/exposición es en España con el 31%. Esta banca concentra su inversión/exposición en un 80,3% en Italia y España, del total de PIIGS.
• Los bancos alemanes tienen sus inversiones distribuidas en tres países: España 33,8%, Italia 27% e Irlanda 26%, que suman el 86,8% del total de sus tenencias de deuda de los PIIGS.
• La Banca Inglesa concentra su mayor inversión/exposición en Irlanda, con el 43% del total que tiene en los PIIGS, que además es muy bajo con respecto a su escala global, muchísimo mayor que la de los otros países.
• La banca Holandesa concentra su inversión/exposición en España con el 49,5% de su total en los PIIGS. Luego en Italia con el 27,5%.
• En Grecia la banca con mayor inversión/riesgo es la francesa con el 52%, seguida por la germana con el 30%. Ambas reúnen el 82% de los fondos de inversión/riesgo y poseen el 64% total de la deuda griega.
• En España la banca con mayor presencia/exposición es la alemana con el 35%, seguida por la francesa con el 31%. Reúnen ambas el 66% de la deuda española de las cuatro grandes bancas (82% del total), mientras que del total de deuda española los bancos franceses y alemanes controlan el 54%.
• En Portugal las bancas con mayor presencia son la germana 40% y la francesa con 38%, reuniendo el 78% de la deuda entre las cuatro bancas.
• En Irlanda las bancas con mayor inversión en deuda pública es la Germana con el 41% y la Británica con el 38,4%, de las cuatro grandes bancas.
• En Italia la banca con mayor presencia es la francesa con el 60%, seguida por la germana con el 22,5%, de las cuatro grandes bancas. Entre ambas administran el 69% del total de la deuda pública italiana.
Como se observa, es evidente el enorme impacto que podría llegar a tener un default en alguno de los países de la “periferia europea”, es decir, en los países en donde se libra el enfrentamiento, especialmente en los grandes como Italia y España: sería un golpe mortal sobre el capital financiero transnacional franco-alemán que traería la inminente caída del euro y del proyecto estratégico Unión Europea. La banca francesa y alemana está expuesta en dichos países en casi 1,6 billones de dólares (tres veces todo el PBI argentino a precios de poder adquisitivo real). Si a eso agregamos que las multinacionales que son parte de las redes financieras francesas y alemanas tienen en esos países muchos de sus activos, tanto por las adquisiciones que fueron haciendo como por la instalación de sus propias sucursales, la ecuación es bastante simple: con la caída de los PIIGS, el eje franco-germano queda excluido y completamente subordinado en el enfrentamiento por la configuración del Orden Global. Con lo cual también se debilitan sus aliados tácticos como Rusia y China, que en conjunto conforman lo que las fuerzas angloamericanas denominan el bloque continental euro-asiático. Estos mismos son los que se opusieron en el consejo de seguridad de la ONU a la guerra de Irak en 2003. De los cinco con poder de veto (la mesa chica del Consejo de Seguridad de la ONU) EEUU y el Reino Unido votaron a favor de invadir, lo que finalmente hicieron, mientras que Francia, Rusia y China votaron en contra de la Guerra, ya que iba contra sus intereses en Medio Oriente.
Como también evidencia el cuadro, el endeudamiento fue un instrumento central de la expansión europea para los intereses franceses y alemanes. La deuda como instrumento de control del territorio se vuelve dominante con la emergencia del capital financiero a fines del siglo XIX, producto de la fusión de la Gran Industria con la Gran Banca. Todo prestamista impone condiciones a su prestatario en la medida que su poder sobre él, su influencia dada por el nivel de endeudamiento del prestatario, se acrecienta y su situación general se debilita. Si entre los bancos franceses y alemanes poseen aproximadamente el 50% del total de la deuda de España –sumando 450.000 millones de dólares— es evidente que el nivel de control e influencia de dichos intereses sobre ese país es enorme. Pero a ello hay que agregarle que, como se trata de capital financiero transnacional, los bancos son parte de redes más amplias junto con las denominadas empresas multinacionales o transnacionales. En este sentido, el crédito no sólo sirve como forma de extraer riqueza en un territorio social a través del interés e influir en lo político económico, sino que es el instrumento de apalancamiento para la expansión de sus propias multinacionales y transnacionales.
La sobre-exposición de los bancos franceses y alemanes en la llamada periferia europea no es otra cosa que el indicador de la expansión de dicho bloque de poder en el desarrollo de su proyecto estratégico de Unión Europea, es decir, de su “Espacio Geoestratégico”. Es interesante observar que de los 27 países que componen la UE sólo diecisiete son parte de la zona euro, lo que indica el grado de avance territorial del bloque franco-germano así como lo que le resta para consolidar su proyecto UE. Sin dicho espacio “corre el riesgo de perder relevancia geopolítica en un mundo envuelto entre un G2 de Estados Unidos y China”, que en realidad sería un G1 ya que sin los aliados europeos y Rusia, la China que prevalece es la de país emergente subordinado a la globalización financiera, la China de los BRIC con capital en la city financiera de Londres, y no la China como polo de poder autónomo: como observa Jim O´Neill, el ejecutivo de Goldman Sachs encargado de hacer de dicha banca americana una red financiera global, “Londres es la capital de los BRIC” . Por lo tanto, sobre esta situación de agudización del enfrentamiento global se abren dos alternativas para los intereses franco-germanos y sus aliados: o logran dar un salto en el control de su periferia, que constituye su territorio central de expansión, o se produce la fractura de la Unión Europea y la caída del euro. Y como una devaluación es “imposible” porque rompería la unión monetaria, entonces su propuesta es el rescate a condición de una devaluación interna –ajuste, reducción de la inversión pública y de los salarios— que permita aumentar la “competitividad” de la periferia europea y pagar las deudas que tienen con las redes financieras francesas y alemanas.
El ataque sobre el euro, que denunciaron públicamente los servicios de inteligencia griegos en combinación con los europeos , no es azaroso ni producto de la especulación. Hacer caer el euro es una cuestión estratégica. La moneda es un instrumento de ejercicio del poder –dominio— sobre un territorio social determinado. Quien logra imponer su moneda es porque logra volverse dominante sobre determinado territorio. Por eso una moneda expresa una correlación de fuerzas entre distintos poderes; afirmación que proyectada a nivel global, es una correlación de fuerzas entre bloques imperialistas, entre fracciones de capital financiero.
En el caso de la Unión Europea, el euro pudo imponerse en 16 de los 27 países miembros. Pero a pesar de que no logró avanzar sobre todos los países de la UE, ya que choca contra otras fuerzas que se le oponen y tratan de imponer en Europa otro proyecto estratégico al del eje franco-alemán, el euro pronto se convirtió en una moneda con capacidad de profundizar la perdida de hegemonía global del dólar e incluso eclipsar el proyecto monetario angloamericano, de superación del dólar a partir del establecimiento de una moneda global, similar a la que impulsó británico John Maynard Keynes como representante de su país después de la Segunda Guerra Mundial en Bretton Woods, con el objetivo de que el dólar no sea la moneda mundial sustituta de la libra esterlina sino una moneda denominada “Bancor”.
Como vemos, la importancia de la caída del euro y su destrucción, por la que salieron a jugar los fondos de inversión angloamericanos (como lo informa con gran detalle el periódico Wall Street Journal) es parte de una estrategia general acompañada de una fuerte campaña mediática y operaciones de las agencias de calificación de riesgo, y no sólo el producto de ciertos especuladores desaforados cuya motivación es su mera avaricia. Que así lo fueran no quita que no sea parte de una estrategia general, más aun cuando se observa que los gerentes de dichos fondos de inversión y bancas de inversión alternan la función privada con la pública. Es como creer que los piratas no contaban con el consentimiento de la corona británica: eran un instrumento más de la guerra comercial colonial al servicio de la corona.
El objetivo estratégico de las operaciones es hacer caer al euro y con él al proyecto UE como polo de poder con capacidad de influencia global de primer orden, en alianzas tácticas con otros polos de poder. Los objetivos específicos que se vislumbran son:
1- Hacer que los países periféricos de Europa abandonen el euro impulsando devaluaciones para salir de la crisis.
2- Impulsar que dichos países declaren el default y reestructuren su deuda, asestando un fuerte golpe sobre los sectores financieros franceses y alemanes.
3- Profundizar la interna entre Alemania y Francia, que luchan por la conducción del bloque europeo.
Las acciones para llevar adelante estos objetivos específicos son, centralmente, operaciones a través de los fondos de inversión, las agencias de calificación de riesgo (especialmente la agencia S&P) y los monopolios mediáticos.
“En el fondo, el euro siempre se vio con recelos desde la costa oeste del Atlántico, incluso desde el otro lado del canal de la Mancha. Martin Feldstein, de Harvard, llegó a afirmar poco antes de que la moneda única viera la luz que si el euro salía bien la UE se convertiría en un super-Estado e iría a la guerra con EE UU; y que si salía mal habría una guerra civil en Europa. No parece que la sangre vaya a llegar al río, aunque por el camino algunos inversores, algunos medios y las agencias de calificación -de marcada raíz anglosajona- se empeñen en reflejar en el espejo imperfecto de los mercados más impurezas en unos lugares que en otros.”
Para febrero-marzo de 2010, Europa se tambaleaba cada vez con más fuerza, pero se resistía a “rescatar” a Grecia si no cumplía con las condiciones de ajuste exigidas por Bruselas, lo cual debilitaba aun más la situación, a lo que se sumaban las internas entre franceses y alemanes en cuanto al rescate y a las intensiones de ajuste generalizado de la eurozona impulsado por Alemania. La imposibilidad del acuerdo entre París y Berlín por las características y las condiciones del rescate guardaba estrecha relación con la disputa por la conducción del bloque europeo, que los franceses habían empezado a percibir con la unificación alemana.
Con la crisis europea se ponen en juego casi sesenta años de construcción de la UE. Luego de la Segunda Guerra Mundial Francia y Alemania, los enemigos históricos de la Europa continental, unen sus fuerzas para desarrollar un bloque de poder propio que les permita existir con cierta autonomía en el escenario internacional, en el que se encontraban completamente subordinados. De hecho, en principio, no era del todo mal vista esta unidad por parte de los EEUU. Incluso era necesario potenciar por parte de las fuerzas angloamericanas el desarrollo de una Europa continental capitalista y estable, que contribuya a su hegemonía mundial. Por ello, no hubo grandes resistencias cuando en 1951, con la conducción francesa, se firma la Comunidad Europea del Acero y el Carbón, que puso las producciones de Francia y Alemania bajo una autoridad común, en la cual también se integraron Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Bélgica. El control del acero y de las minas de hierro, insumo esencial de la industria armamentística, y del carbón, fuente central de energía en ese entonces, habían sido durante casi un siglo el eje de la disputa en la Europa continental entre Francia y Alemania, desde que este último país logró su unificación nacional en 1871 y comenzó el impresionante desarrollo industrial empujado por el estado. Por ello en cada enfrentamiento bélico entre ambos países estuvo en juego la disputa por el control de los territorios fronterizos de Alsacia y Lorena, en donde se encontraban grandes yacimientos de hierro y carbón.
El acuerdo del acero y del carbón es la base del largo desarrollo del bloque europeo conducido por el eje franco-alemán y sus naves insignia: BNP Paribás, AXA, Societe Generale, Deutche Bank, Commerzbank-Dresdner-Allianz, EADS, Total, Renault, Peugeot-Citroën, Daimler (Mercedes Benz), Volkswagen-Porche, Siemmens, BMW, Bayer, BASF, Thyssen-Krupp, Continental, etc. El proyecto del bloque europeo cambia de carácter a principios de la década de 1990’ con la reunificación alemana luego de la caída del Muro de Berlín. La expansión hacia el este, la incorporación de países en la construcción del “Espacio Vital” europeo, el cambio en la correlación de fuerzas entre Alemania y Francia a favor del primero a partir de su reunificación, la Sanción del Tratado de la Unión Europea en 1993, la proyección de una moneda común y de un gobierno común son factores esenciales que modificaron el escenario internacional, aprovechando la grieta al interior del polo de poder dominante a nivel global, del cual estos países eran aliados subordinados.
El enemigo declarado: “Chinlemania”
El 22 de marzo de 2010, el Financial Times publicó un artículo firmado por uno de sus principales editorialistas, Martin Wolf, que se titula “China y Alemania: los exportadores que debilitan la economía mundial”. Como se confirmará luego durante la reunión del G-20, en la propia voz de los conductores políticos de los bloques de poder en pugna, la guerra económica librada a nivel global adquirió para ese mes un nuevo nivel de intensidad. En el plano político y en plano de las ideas el bloque angloamericano-globalista decidió manifestar públicamente y profundizar su lucha para modificar los llamados “desequilibrios globales”, a partir de los cuales se fortalecen peligrosamente los polos de poder rivales. Afirma Wolf:
“Chinlemania’ habló la semana pasada y el mundo escuchó. ¿Fue coherente lo que dijo? No. ¿Tuvieron sus palabras pretensiones de superioridad moral? Bastante. ¿Fue peligroso lo que dijo? Sí. ¿Prevalecerán las visiones más sabias? Lo dudo (…) Déjeme presentarle a Chinlemania, un compuesto de los dos mayores exportadores mundiales netos: China, con un superávit de cuenta corriente pronosticado de u$s 291.000 millones este año y Alemania, con un superávit previsto de u$s 187.000 millones.”
¿Qué es lo que molestó a los intereses angloamericanos de chinlemania, en esta segunda fase de la crisis? Que ni China ni Alemania cedieron a las presiones de los Rothschild, Barclays, HSBC, Standard Chartered, Lloyd’s, RBS, Citigroup, etc., ni tampoco a las presiones de los líderes políticos e intelectuales angloamericanos, para que modifiquen su política de agresiva exportación-ahorro-superávit comercial-inversión. En concreto, además de acusar a estos países como los causantes del desequilibrio económico mundial que produjo la crisis, a Alemania le reclaman que deje su política de ahorro y aumento de la competitividad de la industria y destine recursos al consumo mediante el incentivo de su demanda doméstica, disminuyendo su superávit y contribuyendo a la demanda global; mientras que a China la presión en el mismo sentido está puesta para que modifique el tipo de cambio, fijado por el estado intencionalmente alto con respecto al dólar, lo que hace muy competitivas (baratas) sus exportaciones y bajos los costos de producción local, y para que también incentive su demanda doméstica y con ello la demanda global.
Los superávit crecientes de China y Alemania suponen los déficit comerciales de sus rivales, lo cual se agrava por los déficit fiscales crecientes debido al rescate público del sector financiero privado y los estímulos públicos para que no se profundice la recesión. Estos déficit vulneran la situación de los estados mientras que financian el desarrollo de los grandes exportadores.
Ante estas presiones, las respuesta de China y Alemania quedaron graficadas en las palabras de Wen Jiabao en el cierre del Congreso Popular Nacional de China, golpeando contra EE.UU.: “Lo que no entiendo es depreciar la moneda propia, e intentar presionar a otros para apreciarla, con el fin de aumentar las exportaciones. En mi visión, eso es proteccionismo” . Y como para ser más incisivo, insistió en que estaba preocupado por la seguridad de las inversiones chinas en dólares. La respuesta alemana fue algo similar: no estaban dispuestos a reducir artificialmente su competitividad, en palabras de Merkel.
Estos dos grandes exportadores mundiales financian mediante el superávit y el consecuente ahorro, los saltos de escala de sus empresas industriales y los cambios en la composición orgánica de su capital para volverse más productivos, es decir, producir cada vez más con menor tiempo social de trabajo, con menores costos. Para el imperialismo global angloamericano, dominante a nivel mundial, esto no sólo atenta contra las relaciones de fuerzas existentes en el plano económico, sino que en un contexto de crisis global le resulta más perjudicial aun, ya que afecta la demanda agregada global y no tracciona a las economías paralizadas de EEUU e Inglaterra. Vale aclarar que no sería problema alguno para nuestros economistas anglófilos, como de hecho no lo es, si ese exceso de oferta de estos países estuviese compuesto por materias primas. Tampoco sería problema alguno si las empresas exportadoras fueran las suyas o si fuesen propias las empresas que acumulan a partir de una política de estado en ese sentido, como de hecho no le es problema Corea del Sur o la misma China hace algunos años cuando exportaba baratijas.
El actor dominante global que ya dio antes que sus rivales los saltos de escala especializándose en la conducción estratégica del sistema financiero necesita estimular la demanda a través del consumo y los planes de estímulo fiscales para consolidar su posición dominante y salir de la crisis como gran ganador global, institucionalizando su poder transnacionalizado. Por ello, el fortalecimiento de otros polos de poder con capacidad de proyección global contradice dichas intenciones, eso explica amenaza de guerra económica a sus rivales, como luego planteará Obama en una gira internacional.
El plan de Alemania de exportar-extender su modelo-estrategia de austeridad basado en el ahorro-inversión-producción-exportación-superávit agudiza lo que los ingleses y norteamericanos denominan “los desequilibrios globales”. Convertir a la zona euro (mediante el ajuste y la centralización económica), en una gran Alemania, es el gran temor angloamericano. La consecuencia sería la profundización de los grandes “desequilibrios” globales que impiden la institucionalización global del poder financiero transnacionalizado deviniendo en Estado Global:
- Profundización de la brecha entre países con superávit comercial y los países con déficit comercial (exportaciones-importaciones).
- Profundización de la brecha entre países con superávit fiscal y déficit fiscal.
- Profundización de los problemas de endeudamiento en los países con déficit gemelos con posibilidad que desemboquen en defaults.
- Profundización de las medidas proteccionistas y de la guerra económica entre bloques.
Cuando esta lucha tiene de fondo una profunda transformación de las relaciones de poder a nivel mundial, con una crisis en el polo dominante cuya fracción avanzada impulsa un nuevo proceso instituyente y emergen o se fortalecen otros polos de poder mundial, estamos en presencia de una gran crisis mundial.
En este escenario, las fuerzas angloamericanas intentan reducir esta brecha, suavizar la recesión, apaciguar los efectos del desequilibrio entre la capacidad de consumo y la capacidad de producción que se manifiesta en recesión, aumentando el consumo mediante déficit y deuda pública, supliendo al sector privado, el cual aumenta su tasa de ahorro. Esto se ve claramente en los enormes déficit de EEUU e Inglaterra, cubiertos con emisión monetaria y deuda, que son la contracara del nivel de recesión existente. Por otra parte, al ser los principales controladores del negocio financiero global, se benefician con el negocio de la deuda: para el 2004 Londres controlaba el 70% del total mundial de operaciones en bonos globales. En contraposición, los alemanes y, en menor medida los chinos (cercanos a la tercera postura), profundizan dicha brecha para impedir ser subordinados, aumentando el ahorro. Así lo deja claro la canciller alemana Angela Merkel ante las presiones angloamericanas y en respuesta a una carta de Obama donde pide que (los alemanes, chinos y japoneses) gasten más y dependan menos de las exportaciones: “Los éxitos de las exportaciones alemanas –dice Merkel— reflejan la alta competitividad y fortaleza innovadora de nuestras compañías. Reducir artificialmente la competitividad no sería beneficioso para nadie” . De hecho, la debilidad relativa de su sector financiero (como lo reconoce también la propia Merkel) no les deja otro camino que seguir aumentando la competitividad y fortalecer su modelo industrial de producción y exportación de medios de producción estratégicos y medios de consumo de alto valor agregado. En 2008 Alemania, a pesar del alto valor del euro, exportó por 1,47 billones de dólares, seguido por China (1,43 billones) y EEUU (1,3 billones, menos del 10% de su PBI); y del total de las exportaciones alemanas, el 17,5% correspondió a la industria automotriz, 14,8% a la de maquinaria y un 13,9% a los productos químicos. De 1990 al 2008, las exportaciones alemanas pasaron del 32% del PIB al 47%, las francesas del 21% al 26%, las italianas del 19% al 29% y las españolas del 16% al 26,4%. Estos números muestran el aumento generalizado a nivel mundial del comercio exterior de la UE y en particular la expansión del modelo alemán en Europa, y el gran peligro que para los intereses angloamericanos implica. A esto, habría que sumar el desarrollo de China, que exporta un 40% de su PBI (2008).
Lo que por un lado (el del gran capital europeo), es un fortalecimiento de la competitividad de las empresas de la zona euro por el aumento de la productividad de la fuerza de trabajo, por otra parte, el ajuste, la “austeridad” y la demanda deprimida generan fuertes tensiones sociales ya que se hace esquilmando con mayor fuerza a los trabajadores, al igual que sus rivales. La respuesta europea es disminuir dichas tensiones con la planificación estatal y ciertas prestaciones del llamado “estado de bienestar” que, por otro lado, ha sido muy desmantelado en nombre del ajuste y la competitividad.
En una tercera posición, la política de los países y bloques de poder emergentes (que son producto de procesos democráticos nacionales y populares de recuperación de la soberanía) es producir superávit (ahorro), invertir y estimular el desarrollo de la producción nacional a través del estado, al mismo tiempo que estimulan la capacidad de consumo de sus pueblos, el mercado interno, para acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas y los procesos de inclusión social: económica, política y cultural. Transitan el doble camino con el fin de aprovechar la oportunidad histórica para la liberación nacional y social.
A partir de los años 60 y 70 se entra en una nueva fase de crisis y transición con: 1- el desarrollo de las redes financieras transnacionales-globales y de las fuerzas productivas (electrónica, informática, telecomunicaciones, robótica, etc.); 2- las pujas entre las potencias capitalistas con el desafío franco-germano al dominio absoluto del polo angloamericano en el mundo capitalista; 3- el estallido de Bretton Woods; 4- la llamada crisis del petróleo y los flujos de petrodólares controlados por la city londinense que insufla de vigor a las redes financieras; 5- el desarrollo de la llamada “segunda guerra fría”; 6- los procesos revolucionarios nacionales y sociales que acontecen en lo que se denomina “Tercer Mundo” y los grandes levantamientos en los países desarrollados como el Mayo francés, la lucha por los derechos civiles en EEUU, etc. Se entra en un nuevo ciclo histórico cuya manifestación más contundente son las aproximadamente 200 crisis financieras entre 1974 y 2000. Es decir, 200 crisis en el sistema nervioso del capitalismo mundial.
La crisis que estalla en 2007-2008 en su forma financiera, seguida de crisis económica y de una multiplicidad de formas no económicas en que aparece la crisis, no es otra cosa que la manifestación más elevada de la transición histórica que impulsan tanto las redes financieras transnacionales angloamericanas y sus aliados hacia la institucionalización del “Estado Global”, contra el cual disputan y se levantan los imperialismos subordinados, como también –aprovechando la oportunidad histórica que se presenta— los bloques de poder emergentes de los países semi-coloniales y coloniales en procesos de desarrollo y liberación nacional y social.
La respuesta de la UE
Una vez que Alemania pudo imponerse parcialmente sobre Francia para trazar el plan de respuesta en la agudización de la crisis, la primera acción coordinada fue aprobar el retrasado “rescate” a Grecia, que en principio sería de 110.000 millones de euros (130.000 millones de dólares aproximadamente) por tres años, aunque en el primer año de aplicación del plan sería de 30.000 millones de euros y el resto se desembolsaría según “avance de obra”, es decir, a medida que los griegos acaten las medidas impuestas. Dicho acuerdo, además, contaba con el apoyo del FMI tal como lo quería Alemania y no Francia, a pesar de que un francés presida el FMI. En una palabra, el nuevo golpe obligó a dar por terminado el primer tramo de la presión sobre Grecia para que se someta a los designios de Bruselas. El costo para los griegos fue el compromiso de la reducción del “gasto público” en 30.000 millones de euros en tres años, bajo un plan harto conocido para los pueblos que sufren o sufrieron la subordinación al capital financiero: reducción de salarios públicos, recorte de pensiones, “reordenamiento” administrativo (eliminación de municipios y entidades locales de 1300 a 340), aumento de los impuestos regresivos sobre los trabajadores (IVA y otros), privatizaciones, flexibilización laboral (rebaja de las indemnizaciones, levantamiento de trabas para despedir trabajadores) y apoyo a la banca con 17.000 millones de euros provisto por el estado achicado, es decir, por el dinero que le sacan a los trabajadores.
Además, para que los bancos griegos no quiebren, el Banco Central Europeo (BCE) seguiría aceptando los “bonos basura” del estado griego en poder de los bancos como garantía. Con esta decisión el Banco Central Europeo desarticuló una parte de las operaciones de la Standard & Poor’s. Como afirmó el ministro de finanzas griego, Yorgos Papaconstantinu: “Con esa decisión, el sistema bancario griego queda completamente restablecido y asegurado, y esto es muy importante porque anula las acciones de las agencias de calificación.”
La otra medida concreta ante la posibilidad cierta de la caída del euro y el desmembramiento de la UE fue el “blindaje” por 750.000 millones de euros (1 billón de dólares aproximadamente en el momento del anuncio) para hacer frente a cualquier crisis de cesación de pagos, impidiendo que una quiebra arrastre a la UE.
El tercer elemento central es el papel de China interviniendo muy fuerte en la disputa a favor de la UE. En gran medida, fue la compra de miles de millones de bonos europeos, fundamentalmente de los vapuleados bonos basura griegos y de los bonos españoles, lo que terminó de salvar al euro del colapso en esos meses. Para reforzar dicha política, China además aceleró el pasaje de parte de sus reservas al euro. Como se ve, hay una decisión estratégica de China de sostener la UE ya que su caída allanaría el camino de las fuerzas globales angloamericanas para desplegar su estrategia de unipolarismo multilateral bloqueando el multipolarismo emergente.
En este sentido, la identificación de “Chinlemania” como el enemigo a vencer adquiere una nueva luz a la ya señalada por Wolf en el Financial Times como los destructores del equilibrio económico mundial. Fue esa alianza la que permitió, por un lado, que no colapsara el euro y la UE, y por otro lado, lanzar una contraofensiva. A los puntos descriptos en las páginas anteriores sobre la convergencia entre China y la UE, hay que señalar que en el 2010 Europa superó a EEUU como principal socio comercial de China y que China pasó a obtener de la UE la tecnología necesaria para desarrollar su industria y dar los saltos en productividad, acelerando el desarrollo de su industria pesada y de alto valor agregado. Es decir, la UE con Alemania a la cabeza le provee a China los bienes estratégicos que producen-controlan el tiempo social de producción. Con ello, Alemania tiene como objetivo salir de la crisis “a la cabeza de una nueva oleada de la revolución industrial” , según las palabras del CEO de Siemens Peter Löscher, como gran productor de bienes de capital estratégicos, ciencia y tecnología. También el acuerdo implica abrir el gran mercado chino para los europeos. En este sentido, China se convirtió en el principal mercado para Volkswagen: con dos millones de autos vendidos superó al propio mercado alemán.
El fortalecimiento de las grandes empresas a través de la expansión, la compra, la fusión y la cooperación fue otra de las estrategias desarrolladas por Alemania y Francia para hacer frente a la crisis. Dicha estrategia comienza a desplegarse con claridad a partir de 2008 y se intensifica en 2010 (siguiendo el proceso de 2000-2006 de la conformación de empresas paneuropeas, a partir de la fusión entre las grandes empresas de los países europeos).
La otra parte de la respuesta de la UE estará más ligada a las decisiones sobre regulaciones y política económica, tanto en lo que hace a su propio territorio como en el plano internacional, donde también Alemania lleva la voz cantante. Una primera operación fuerte en este sentido fue la prohibición a fines de mayo de la venta en descubierto de los CDS (credits default swaps o seguros ante default de deuda) por parte del gobierno alemán.
En este mismo sentido, una vez superada la etapa más crítica de la crisis gracias al apoyo de “China”, el eje germano-francés –ya que después de la crisis el orden histórico del eje trocó sus posiciones— apuntó sus cañones a cerrar los mercados financieros del continente, asegurando una fuerte regulación en los dieciséis países de la zona euro. Hacia principios de junio, Merkel y Sarcozy ordenaron a través de una carta pública al presidente de la comisión europea, José Manuel Barroso,
“a regular en urgencia los mercados financieros y, especialmente, sus productos derivados” y a “acelerar sus trabajos para un encuadramiento reforzado de los mercados financieros”. “El retorno de una fuerte volatilidad de los mercados vuelve legítimo interrogarse específicamente sobre ciertas técnicas financieras y la utilización de ciertos productos derivados como las ventas a descubierto y los credit default swaps (seguros de riesgo de crédito o CDS, en sus siglas en inglés).”
Por otro lado, Francia se disponía a seguir el plan alemán y anunciaba el compromiso de iniciar un ajuste por 45.000 millones de euros para alcanzar un déficit del 3% del PBI para el 2013 (en 2010 del 8%), adecuándose a las reglas europeas. Traccionando a Francia, Alemania obligó a toda la zona euro a seguir su política de ajuste-ahorro-inversión-producción-exportación-superávit agudizando las contradicciones con las fuerzas angloamericanas que pedían a los alemanes que “reequilibren” la demanda global y ayuden a la recuperación global gastando más. De hecho, el anuncio del ajuste francés se daba en el mismo momento en que el presidente norteamericano Barack Obama presionaba en sentido contrario.
Profundizando el enfrentamiento estratégico entre bloques de poder, el 22 de junio la Unión Europea, adoptando como propia la actitud alemana, pidió al G-20 que defina cuándo levantarán las medidas de estímulo que sustentan el crecimiento económico “restaurando así la confianza en la economía global”. Y también pidió que se apruebe un “impuesto global” sobre las transacciones financieras y otros impuestos sobre las instituciones financieras “para ayudar a pagar los costos de liquidación o salvamento de bancos en riesgo de derrumbe.” Estas palabras significaban una declaración de guerra. No sólo expresaban la insubordinación alemana ante las fuerzas angloamericanas y la imposición de su estrategia dentro del eje de conducción germano-francés –por ende al conjunto de la zona euro y también a toda la UE— quebrando así la posición inglesa-norteamericana que trató de sumar a su estrategia a Francia. También significaban la intención de la UE de llevar adelante una ofensiva internacional para partir y bloquear el G-20, conducido por los intereses angloamericanos globalistas, que pretenden constituirlo como gobierno global en su estrategia de unipolarismo multilateral. El G-20 quedó paralizado, ya que si antes era complicado establecer una única estrategia, ahora con la profundización de la fractura entre los principales polos de poder mundial y la decisión germano-francesa de contraatacar, contando para ello con el apoyo de China y Rusia, el G-20 se convierte en un foro multipolar donde los bloques de poder de menor magnitud, como el suramericano, pueden desplegar con mayor soltura una estrategia propia manteniendo la “neutralidad”.
La decisión de China fue determinante para salvar al euro y el proyecto germano-francés de UE, y esa decisión marcó un devenir específico, dentro de las distintas alternativas que se abrían, sintetizando un conjunto de procesos estructurales más amplios. No era inevitable que esto sucediese, hubo una decisión, pero al mismo tiempo hubo condiciones históricas y convergencias estructurales para que así fuese. Sin embargo, la decisión de las fuerzas angloamericanas de seguir golpeando sobre la UE y el euro, sumada a las debilidades de la Unión, en donde la decisión que prima es salvar a los bancos a costa de los pueblos, agudiza todas las contradicciones en el inicio de la tercera ola de la crisis. Esto es lo que estamos viviendo nuevamente con la profundización de la crisis griega y española.
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