LO NACIONAL Y POPULAR COMO INSTRUMENTO DE LIBERACIÓN

Por Norberto Galasso

En un país semicolonial, como la Argentina, entender la cuestión nacional evitará posicionamientos políticos desacertados. La batalla cultural e ideológica, algo postergado por muchos, es central para entender la correlación de fuerzas.
El empleo de categorías liberales para calificar a personajes y partidos políticos, deformación que, en general, acepta la mayoría de la dirigencia, es parte de la discusión ideológica que debemos darnos. Así, se habla en la Argentina de “centroderecha” y “centroizquierda”. Últimamente, un político mediático señalaba que “el centroderecha tiene problemas porque se halla dividido: allí están el PRO, la Coalición Cívica, el Radicalismo, el PJ disidente, el peronismo federal, el PJ, partidos provinciales, el Frente para la Victoria, los radicales K”, más un sector del Partido Socialista y diversas fuerzas prokirchneristas entre las cuales, supongo, incluye a los movimientos sociales, a la CGT y sectores de la CTA prokirchneristas, mientras él se asume como “la centroizquierda” que sería, parece, el SI, el grupo de Martín Sabbatella, Diálogo por Buenos Aires, Proyecto Sur, Libres del Sur y otro sector de la CTA y del Partido Socialista.

Utilizando las categorías del liberalismo conservador oligárquico no habría entonces “movimiento nacional”, ni fuerzas “nacionales y populares”, ni “nacionalismo revolucionario”, ni posición “nacional-democrática”, ni Izquierda Nacional. De este modo resulta que no existe en la Argentina una cuestión nacional y así retrocedemos a la alienación de las viejas izquierdas -Partido Socialista, Partido Comunista y el trotskismo autodenominado “clasista”- convertidas en alas izquierdas del régimen (1945, 1955, Mesa de Enlace Agropecuaria).

Ocurre, sin embargo, que la cuestión nacional recorre toda nuestra historia. Desde 1816, año en que nos declaramos independientes como “Provincias Unidas en Sudamérica”, nuestro país se dividió en dos sectores claramente identificables: por un lado, el bando colonial, que quería hacer Europa en América (libreimportación, endeudamiento externo, política antilatinoamericana, cultura europeizada) y que tuvo a Bernardino Rivadavia y Bartolomé Mitre por principales exponentes, y por otro, las fuerzas populares cuyo proyecto era crecer hacia adentro, mantener la soberanía e integrar la nación latinoamericana (José de San Martín, Manuel Dorrego, los caudillos federales, parcialmente Juan Manuel de Rosas -en la Vuelta de Obligado-, Ángel Vicente “El Chacho” Peñaloza y Felipe Varela). La cuestión nacional deslindaba las aguas, como las deslindó en el siglo XX entre el yrigoyenismo y “el contubernio regiminoso”, y luego el peronismo respecto a la Unión Democrática.

Esa cuestión nacional tenía -y tiene- un doble carácter: la defensa de la soberanía, que implica independencia económica y la consiguiente justicia social, y además, la comprensión de que la verdadera nación despedazada y a reconstruir es América Latina, segunda razón fundamental para ser antiimperialista frente al imperialismo -inglés o yanqui- cuya política balcanizadora significa “dividir para reinar” creando países dependientes, monoproductores, que mirasen hacia los océanos y no hacia adentro, “los veinte hermanos que vivían de espaldas”, como los calificó Methol Ferré o “la veintena de sardinas víctimas de la ferocidad del tiburón”, según el guatemalteco Juan José Arévalo.

Hoy está en el tapete de la historia latinoamericana, con mayor vigor que nunca, esa cuestión nacional en sus dos aspectos: autonomía frente a los imperios, unificación en la Patria Grande. Lo señalan tanto Hugo Chávez como Evo Morales, Rafael Correa, Fidel y Raúl Castro, Daniel Ortega, Ignacio Lula da Silva, Fernando Lugo, José “Pepe” Mujica y los que van a sumarse. Lo señala nuestro Gobierno cuando liquida las cuentas con el Fondo Monetario Internacional para que sus funcionarios no controlen oficinas en el Ministerio de Economía como en otros tiempos, ni nos impongan planes económicos, ni nos “monitoreen”, como ellos amablemente denominan a sus consejos mortíferos. Y lo expresa asimismo el UNASUR, como también el Banco del Sur más allá de las dificultades en su consolidación (no podía ser de otra manera porque el enemigo está al acecho en la IV Flota y desde sus bases en varios países).

Por esto creemos que una forma sin equívocos residiría en llamar a las cosas por su nombre: si hay algún sector, dirigente o partido que se considera “nacionalista revolucionario”, o “nacional y popular”, o de “izquierda nacional”, que rechace abiertamente la categoría de centroizquierda y que ponga las cartas sobre la mesa: el Consenso de Washington y los traidores nativos han destruido el Estado, nos han endeudado, nos han sumergido en la pobreza y la indigencia, han extranjerizado el aparato productivo a punto tal que entre las 500 empresas más vendedoras el 73 % son extranjeras, han oligopolizado los mercados y avanzado en el terreno financiero, al tiempo que han intentado vaciarnos culturalmente de nuestro pasado, nuestra historia. Además, nos han robado las palabras para que todo se confunda y en esa maniobra se complican quienes aceptan discutir en base a las categorías del enemigo.

Es necesario decir -y decirlo en alta voz- que en la América Latina despedazada y dependiente se asiste hoy, en la mayor parte de sus países, a un proceso de liberación y unificación, y que por ese camino hay que andar, aunque la correlación de fuerzas obligue en cada país, a darle a ese proceso un ritmo distinto, según las posibilidades del campo popular. Porque hay un campo popular y un campo antipopular (en este caso la palabra campo cumple dos funciones, como es obvio). Porque hay fuertes intereses contrapuestos y hay proyectos antagónicos y hay enemigos, como los hubo siempre, por eso nuestra historia está escrita con sangre.

Aquí están los pueblos buscando trabajosamente su camino. Y allá están los amigos del imperio, es decir de Monsanto, de la banca JP Morgan, del gran capital financiero aliados a las oligarquías vernáculas y a los grandes poderes mediáticos coloniales. Es preciso definir intereses, clases sociales, proyectos contrapuestos y no es posible sustentar una posición de inmaculada prescindencia en esa lucha. Por eso las palabras deben ser claras y contundentes. Porque de otro modo, uno se pregunta: si unos son centro izquierda y otros son centro derecha, ¿eso significa que sustantivamente son centro y adjetivamente son izquierda o derecha? Ello explicaría que se junten todos contra la propuesta nacional y popular del actual gobierno que resulta apoyada por los movimientos sociales y lo mejor de los gremios. ¿Ello explica que el 3 de diciembre se hayan abrazado dirigentes de “centroizquierda” con dirigentes gorilas de la Coalición Cívica para dar nacimiento al “Grupo A”, o que supuestos revolucionarios hayan favorecido el triunfo del “centroderecha” en la discusión de la resolución 125?

Llegado este punto, nos preguntamos, entonces, con grave preocupación, si no se trata solamente del uso de categorías sino de la vieja entente entre derechas e izquierdas que derrumbó a Hipólito Yrigoyen en el ’30 y a Juan Domingo Perón en el ’55.

Otra fábula que viene también desde la derecha: la política es una cuestión de gestión. Es decir, la política no dirimiría intereses contrapuestos en la sociedad sino que sólo administra, gestiona.

Sobre esta cuestión podríamos decir mucho, pero Mauricio Macri ya lo ha dicho todo. “Está bueno Buenos Aires” gestionado por un empresario, decían en la campaña, pero el proyecto verdadero ha quedado al desnudo: para ellos, está bueno con el Jorge “Fino” Palacios, con Abel Posse, con Ciro James, con los grupos de choque expulsando a los pobres de las villas y las calles, o la gran revolución macrista: la enseñanza del inglés en los colegios primarios a chicos que todavía no saben castellano… ¡Qué mejor lección de política para quienes cometieron el error de votarlo!

Claro que así se aprende sufriendo demasiado, cuando se habrían evitado tantos dolores si los periodistas en serio y los políticos en serio, hubieran forzado la definición de los proyectos ocultos, polemizando sobre las grandes cuestiones y no sobre un bache más o menos. Y para eso hay que obligarlos a definirse claramente sobre el pasado y el presente, que es definirse sobre el futuro.

Hoy, las medidas adoptadas por el Gobierno de Cristina Fernández -inclusive los intentos frustrados como el de la 125- señalan un camino de vocación nacional y popular -especialmente en los últimos meses- que deslinda claramente las aguas respecto a una oposición virulenta que intenta la desestabilización para volver al pasado, apelando a políticos que son la reencarnación de Fernando De la Rúa y de Carlos Saúl Menem -que se ha convertido en la gran estrella del Senado y los legisladores de la oposición lo invitan contentos- con las banderas gastadas de la defensa de las instituciones y la moralina chiquita que denuncia una coima al precio de ocultar el robo grande de la entrega del país (la Banelco del 2000 es el mejor ejemplo). En este terreno nos paramos y lo hacemos con las palabras que corresponden: liberación nacional, unión latinoamericana, antiimperialismo, socialismo del siglo XXI.

LA OBSENA DESNUDEZ POLITICA

Jorge Rachid

Al fin de la década de los 80 un ignoto Francis Fukuyama, sociólogo, disertando en un olvidable congreso, planteó frente a la caída del Muro de Berlín, su teoría del fin de las ideologías- de la cual se arrepiente actualmente-. Dicho evento levantado por los dueños del poder, transformó la frase en un ícono que durante décadas intentó justificar la irrupción violenta de las teorías neoliberales que dominaron al mundo hasta la crisis del 2009, además de instalar al Mercado como ordenador social último en la etapa de la globalización. Así las multinacionales pudieron penetrar mercados antes vedados como China y la URSS.

En nuestro país dicha instalación como cultura dominante se basó en la destrucción de la idea de la política como forma de articulación social y de construcción de un modelo de país. Así fueron sucumbiendo planteos nacionales e identitarios de preservación cultural y patrimonial, en desmedro del posibilismo y el llamado pragmatismo. Partidos y Movimientos que habían crecido al calor de la lucha política y de la dinamización social, fueron cediendo terreno a los nuevos gurúes económicos, las nuevas lógicas del marketing y las modernas condiciones de instalación de candidaturas, en general generadas en ingentes recursos económicos, dentro de una democracia limitada al Mercado, producto del Consenso de Washington.

Así la Política se comenzó a visualizar lejos de cualquier planteo ideológico, es mas los mismos eran catalogados como nostálgicos o utópicos, sin visualizar que la política sin ideología deja de ser, no existe, pierde el sentido de la palabra, no es mas “polis”ni viene del griego, sólo ausencia. En efecto sin un marco ideológico que plantee los objetivos estratégicos, la política pasa a ser simplemente un juego electoral, por un lado alejado de las propuestas necesarias para enfrentar el ejercicio del gobierno en cualquiera de sus poderes y por otro desvirtúa la lucha por el poder, al adoptar el oposicionismo como variable absoluta ante cualquier propuesta del adversario y utilizar la demonización como herramienta de destrucción del mismo.

Sin ideología, es decir sin un sustrato ideológico que permita asumir compromisos a futuro de cara a la sociedad la política pasa a ser gerenciada, lejos del pueblo, de sus necesidades, sus reclamos y sus intereses. Comienza y termina en una elección, no hay ni un antes ni un después, sólo el hecho electoral sobre el cual gira durante los dos años de interregno electoral, la discusión supuestamente política. Los candidatos forjados por la maquinaria mediática a fuerza de dinero comienzan a ser conocidos, los conocidos dejan de ser recordados en sus fracasos, los nuevos se abren paso en alianzas impensables desde cualquier perfil ideológico, cada paso es en función de estar, no importa como ni para que, ni con quien, lo importante es ser parte de un gran circo que convoca a luchas corporativas. La desnudez política se torna en cotidiana, exibiendo en toda su crudeza, la hipocresía, la mentira, la codicia y la falta de escrúpulos de una dirigencia que ha perdido el rumbo y los sueños.

Pueden ser esas batallas desatadas por cualquier bandera, los medios de comunicación, pueden ser el campo de lucha, las AFJP o los Fondos Buitres todo sirve, aunque atente contra los intereses nacionales. Si somos embargados en N.Y. aplauden, si nos califican desde los organismo internacionales con bajas notas, se entusiasman, si crece la desocupación al calor de la crisis mundial ven acrecentar sus propias expectativas, si la crisis se profundiza ven su ascenso cercano al poder, si se cae un mercado comprador saludan. La lucha contra la corrupción embiste contra todo sin importar luego los fallos. Si los jueces dicen que no la hay son comprados, si comprueban algo son probos, si paralizan al ejecutivo son jueces de la República, si le dan la razón fueron extorsionados. En esa dinámica se desenvuelve hoy la llamada Política, pobre Aristóteles 2400 años después, ser desagiado de tal manera.

El Peronismo que supo ser paradigma de generaciones, identidad del movimiento nacional, popular y revolucionario en la Argentina, encuentra hoy peronistas en cada rincón del virtual escenario político de la Patria.
Llamados Peronistas con propuestas de privatizar la educación o de perseguir a los militantes sociales. Otros que se dicen Peronistas a favor de los dueños del poder financiero o de las grandes empresas exportadoras o los pobres terratenientes hambreados por tener que blanquear sus negocios. Se encuentran seudoPeronistas en contra de juzgar los genocidas enterrando el pasado y la memoria de nuestros compañeros desaparecidos y otros militando por un sueldo al lado de empresarios conmovidos por la pobreza. Los hay que piden ajuste y disminución del gasto público, otros que denostan al Estado como ordenador social de intereses dispersos. Existen supuestos peronistas que pretenden sumarse al ALCA y califican la nueva realidad Latinoamericana como parte del “eje del mal” del Imperio. También critican a Chavez y Evo, además de Correa y Ortega, juegan al lado del pensamiento “occidental y crisitiano” en su visión del mundo, tan occidental como Japón y tan cristiano como Israel. Combaten al islamismo porque forma parte del discurso políticamente correcto, son ignorantes de la política internacional y de los intereses que mueven al mundo. Sólo hablan de acuerdo a las sintonías que marcan los medios, incapaces de instalar ejes propios, son seguidores de tapas de diarios e informaciones manejadas por los multimedios en los cuales ansían fervientemente participar.

El Peronismo tiene una doctrina y un marco ideológico escrito y profundizado por décadas de lucha y compromiso. No es baratija de bazar para cualquier ocasión, muchos militantes hombres y mujeres de nuestro pueblo desde 1955 dieron la misma vida por una causa nacional, se sufrió exilio y escarnio público con condena social por el sólo hecho de ser peronista. No nos asustan las batallas políticas ni las confrontaciones, nunca fuimos otra cosa que víctimas, nunca victimarios de nadie. No hemos reprimido la protesta social ni hemos estigmatizado la pobreza como delincuencia, hemos asumido el compromiso con la Patria mas allá de los sinsabores y las persecuciones. Sin embargo cualquier argentino puede hoy denostar el ser peronista por ser oficialista, incluso hacerlo desde un supuesto peronismo no oficial, y está bien ya que siempre en el marco del movimiento hubo opiniones encontradas, luchas de poder e internas genuinas, pero a la hora de los compromisos ideológicos primero era la Patria, siempre primero era la Patria y después el Movimiento, dentro del cual se debe dar la batalla por la idea.

Esa cuestión que hoy parece postergada por las razones antedichas, porque se ignoran los ejes políticos y la política ha sido bastardeada por quienes pretenden un gobierno empresario, atado a los designios imperiales, sin conflictos externos ni convulsiones financieras, sólo disciplinamiento interno, control social del reclamo, índices macroeconómicos positivos aunque con endeudamiento, apertura de mercado y destrucción de la producción local. A la puja por el ingreso la llaman crispación y al conflicto de intereses lo denominan caos institucional. No toleran siquiera un gobierno desarrollista, mucho menos una distribución justa de la riqueza, ni una nueva política de arrendamiento del campo argentino. Quisieran que las leyes laborales retrogradaran al 76 o a los 90, que los jubilados incluídos en esta última etapa sean postergados por no tener aportes suficientes, quisieran eliminar el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, si fuese posible terminar con los sindicatos y las obras sociales, es decir reinstalar la paz de los cementerios.

Por último debo afirmar que recrear el concepto doctrinario es esencial a futuro en la lucha político-ideológica que se avecina, donde lo que debería primar es la política como herramienta insustituible de la construcción del modelo social de las próximas décadas. Así definiremos los argentinos a quien votar y a quien no votar, de acuerdo a nuestras expectativas e intereses como pueblo, no referidas a un hecho electoral como un campeonato de fútbol ni un concurso televisivo. Estamos definiendo el futuro de nuestro país y de nuestros hijos, sin hipocresías ni falsos profetas, sin corrupción ni seguidismos, sin personalizaciones falaces ni mucho menos voto de telemarketing.
Pensemos en que país estamos transitando, donde estábamos, hacia donde vamos, como vamos y cuanto nos falta por construir, además de que queremos como pueblo, en que sociedad pretendemos vivir si en una sociedad solidaria con un Estado de Bienestar o en un capitalismo salvaje que desplaza al abismo a cuanto sector que no produce, olvidando al hombre como eje y razón última de la política, que debe seguir siendo una de las actividades mas nobles del hombre en función del bien común y la felicidad del pueblo junto a la grandeza de la Nación.


JORGE RACHID
CABA 5-4-10
jorgerachid2003@yahoo.com.ar

"La inflación no es un drama", según Aldo Ferrer

El experimentado economista consideró que Argentina "no presenta los factores clásicos que explican la inflación" y la atribuyó a "una respuesta inercial de la sociedad". Por otra parte, reiteró que no es partidario de "enfriar la economía" como fórmula para evitar los aumentos.

El economista del Grupo Fénix se mostró en contra de "enfriar la economía" El economista Aldo Ferrer consideró que el país "no presenta los factores clásicos de inflación del pasado" y atribuyó el aumento de precios a una "inflación inercial incorporada por la sociedad".

El economista del Grupo Fénix Aldo Ferrer explicó en declaraciones radiales que en el contexto actual "no hay exceso de demanda, la oferta responde y hay capacidad para comprar en el exterior, cuando en el pasado había desequilibrio de pagos, falta de dólares y desequilibrio fiscal".

"El aumento de precios de hoy es una consecuencia de la inflación inercial, la sociedad incorporó la hipótesis de que los precios crecen alrededor del 20% y el compartamiento de los actores se ajusta a eso", afirmó Ferrer en diálogo con Radio 10.

Consultado sobre la propuesta de la oposición de "enfriar la economía", Ferrer dijo que "no es una buena respuesta". En ese sentido, aseguró que "hay otras medios para equilibrar las cosas", al tiempo que explicó que el arco opositor propone "bajar el gasto público, aumentar la tasa de interés y reducir el crédito".

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.