La Patria Grande fragmentada: Otra oportunidad perdida.

Mientras el mundo se reconfigura en torno a grandes bloques de poder, Javier Milei desarma desde adentro cualquier intento de unidad sudamericana. Su alineamiento incondicional con Estados Unidos y su decisión de boicotear el Mercosur o el abandono del BRICS  repiten el viejo libreto de la balcanización latinoamericana que Inglaterra impulsó en el siglo XIX y que hoy Washington actualiza con nuevos métodos.

Por Antonio Muñiz



La historia de América Latina es, también, la historia de su desintegración inducida. En el siglo XIX, la potencia británica impuso su estrategia de “dividir para dominar”, fomentando fragmentaciones territoriales que impidieron el surgimiento de un poder continental capaz de competir con su comercio y su marina. Dos siglos después, la historia rima: los Estados Unidos han heredado aquel papel imperial y cuentan con aliados locales que operan, consciente o inconscientemente, como topos del Norte. Javier Milei es hoy el más fervoroso de ellos.

Desde que asumió la presidencia argentina, Milei ha hecho del alineamiento con Washington y Tel Aviv no solo una política exterior, sino una identidad ideológica. La geopolítica, para él, es una extensión del fanatismo: divide el mundo entre “aliados del bien” y “enemigos de la libertad”, repitiendo un esquema mental que reduce la política internacional a cruzadas morales. Pero detrás del discurso libertario se oculta una dependencia estructural.

Su decisión de retirar a la Argentina del BRICS, cuando el país ya había sido aceptado como miembro pleno, constituye uno de los errores estratégicos más graves de la historia reciente.  

 Argentina había logrado, tras años de gestión diplomática, ingresar al bloque que reúne a las principales economías emergentes del planeta —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica—, un espacio donde el Sur Global discute las nuevas reglas financieras y comerciales del siglo XXI. Salir del BRICS no fue una “decisión de política exterior soberana”, como sostuvo Milei, sino una entrega geopolítica: un gesto de obediencia hacia Washington, que ve en ese bloque un desafío directo a su hegemonía.

Mientras el mundo multipolar avanza, la Argentina retrocede a un rol colonial. Rechazó una oportunidad histórica de integrarse a una red financiera que busca reducir la dependencia del dólar y promover inversiones en infraestructura, energía y tecnología. Brasil, China e India —socios naturales para la región— siguen adelante con un proyecto que, paradójicamente, tiene en el BRICS  un sistema cooperativo entre países que buscan autonomía frente a los poderes tradicionales.

El viejo plan de fragmentar el Sur

El proceder de Milei no puede analizarse aisladamente. Es parte de una lógica más amplia que reproduce, con otros actores y tecnologías, la vieja política británica de fragmentar América Latina. En el siglo XIX, Londres impulsó la desunión del continente para controlar su comercio y su deuda. Hoy, Estados Unidos utiliza su influencia financiera, mediática y militar para garantizar que ninguna integración sudamericana gane densidad estratégica.

El libertarismo presidencial encaja a la perfección en esa agenda. Su prédica contra el Estado, la integración y los organismos regionales no es una expresión de rebeldía: es la traducción local del neoliberalismo subordinado. Donde Perón, Chávez, Lula o Kirchner veían la necesidad de un bloque industrial y soberano, Milei ve “estatismo” y “populismo”. Donde otros buscaron alianzas comerciales y políticas, él levanta muros ideológicos. Y donde el Sur global ensaya mecanismos de cooperación, él propone arrodillarse ante el “mundo libre” de Wall Street.

El contraste con el ciclo de integración sudamericana

Entre 2003 y 2015, Sudamérica vivió su etapa más fértil de cooperación política. Con Néstor Kirchner, Lula da Silva, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, se creó UNASUR, se fundó el Consejo de Defensa Suramericano y se proyectó el Banco del Sur, herramientas destinadas a cimentar una autonomía colectiva. Aquel ciclo demostró que la integración es posible cuando existe una coincidencia mínima de objetivos: industrializar, proteger los recursos naturales y hablar con una sola voz ante el mundo.

Pero esa arquitectura se derrumbó bajo el peso de los cambios de signo político y de las presiones externas. Washington comprendió que debía impedir la consolidación de un bloque sudamericano. Lo hizo promoviendo rupturas, infiltrando agendas y alentando proyectos políticos de desmantelamiento. Milei, con su impronta disruptiva, representa la fase más extrema de esa ofensiva: ya no busca disputar el sentido de la integración, sino aniquilarla desde dentro.

Un Mercosur debilitado y un Sur sin brújula

El Mercosur, que podría ser el núcleo duro de un bloque regional, atraviesa una crisis de sentido. Mientras Brasil intenta relanzar el diálogo con África, Asia y los BRICS, la Argentina adopta un discurso que bordea el aislamiento. El gobierno bloquea acuerdos, congela proyectos industriales conjuntos y desprecia cualquier mecanismo multilateral que no esté bendecido por Washington.
El resultado es una paradoja: en la era de los bloques continentales, Sudamérica vuelve a comportarse como en la era de las colonias, exportando materias primas y comprando tecnología.

El desafío pendiente: reconstruir la Patria Grande

La única salida posible para la región sigue siendo la integración. América del Sur tiene lo que el mundo necesita: alimentos, agua, energía, litio, biodiversidad y conocimiento científico. Pero carece de lo esencial: unidad política y poder financiero propio. El camino no está en las cruzadas ideológicas ni en la sumisión a potencias externas, sino en la creación de instituciones sólidas y proyectos comunes.

Reactivar UNASUR, consolidar un sistema de pagos regional, crear un Fondo Sudamericano de Desarrollo, ampliar el MERCOSUR y articular cadenas de valor en energía, tecnología y defensa no son consignas románticas: son condiciones de supervivencia en un mundo que se organiza por bloques.

Milei podrá presentar su aislamiento como un acto de independencia, pero la historia lo juzgará como lo que es: una política de vasallaje disfrazada de libertad. Mientras el planeta se divide en grandes espacios continentales, la Argentina vuelve a quedar sola, empobrecida y subordinada. El general Perón lo advirtió con claridad profética: “La unidad continental no es una opción: es el destino.”

Hoy ese destino está en juego. Y mientras el topo trabaja desde adentro para destruirlo, los pueblos del Sur tienen la responsabilidad histórica de volver a construir la Patria Grande, antes de que otros vuelvan a escribir su futuro.

 

La política sitiada: el avance del capital global sobre la democracia

 

El capital global domina los flujos, las monedas y los algoritmos. Pero la historia enseña que los pueblos, cuando despiertan, pueden torcer cualquier destino. Argentina enfrenta hoy ese dilema: resignarse al mandato de los mercados o volver a hacer de la política una herramienta de emancipación colectiva.

Por Antonio Muñiz


Mientras el poder financiero global avanza sobre los Estados y redefine los márgenes de la democracia, Argentina se convierte en un laboratorio de esa disputa. Las decisiones económicas ya no se toman en el Congreso ni en la Casa Rosada, sino en los mercados y en los despachos de Washington. Sin embargo, una nueva conciencia social emerge desde abajo, decidida a recuperar el sentido político de la soberanía.

La democracia, tal como la conocimos en el siglo XX, atraviesa una crisis profunda. Ya no son los partidos ni los parlamentos quienes marcan el rumbo de los pueblos, sino los mercados, las calificadoras de riesgo y los algoritmos de las plataformas digitales. Las decisiones que afectan la vida cotidiana —los precios, el crédito, la energía, el trabajo— se definen cada vez más lejos de las urnas y de los territorios, en despachos financieros o en los servidores de grandes corporaciones tecnológicas.

En la Argentina, este proceso se expresa con nitidez. Los gobiernos elegidos por voto popular se ven condicionados por organismos multilaterales, fondos de inversión y presiones mediáticas que operan como poderes de veto. La deuda externa, convertida en instrumento de disciplinamiento político, actúa como una soga sobre cualquier proyecto de desarrollo autónomo. El capital financiero global no necesita tanques ni invasiones: le basta con la tasa de interés, el dólar y los medios para moldear gobiernos y subjetividades.

Organizaciones sociales anuncian una Jornada Nacional de Lucha unificada en  «defensa del trabajo y el salario» – ANRed

El discurso de la “libertad de mercado” encubre, en realidad, la subordinación de la política al capital. Lo que se presenta como modernización o eficiencia no es más que una transferencia sistemática de poder desde el Estado hacia las corporaciones. En nombre de la “competitividad”, se desmantelan derechos laborales; en nombre de la “apertura”, se destruye la industria nacional; en nombre de la “autonomía individual”, se disuelve la idea misma de comunidad.

El fenómeno no es exclusivamente argentino. Desde Europa hasta América Latina, los pueblos asisten al vaciamiento de sus democracias: la soberanía se diluye en tratados de libre comercio, los parlamentos se transforman en escribanías del poder económico y los medios masivos reemplazan el debate público por la propaganda corporativa. La globalización neoliberal ha logrado lo que las dictaduras no pudieron: instalar el consenso de que “no hay alternativa”.

Sin embargo, cada intento de sometimiento genera su contragolpe histórico. En los márgenes del sistema surgen nuevas formas de organización social, política y productiva que rescatan el valor de lo común. Cooperativas que sostienen la economía real, universidades que resisten el desfinanciamiento, sindicatos que se reinventan frente a la precarización, y movimientos populares que vuelven a poner en el centro la palabra justicia.

Argentina tiene una tradición de lucha que se niega a desaparecer. Cuando los poderes concentrados intentaron borrar al pueblo de la historia, éste siempre encontró el modo de volver: en la fábrica, en la calle, en la urna o en la palabra. La batalla actual no se libra sólo contra un modelo económico, sino contra la idea de que el destino está escrito.

Hoy, frente al dominio del capital global, el desafío es reconstruir una democracia soberana, capaz de decidir sobre sus recursos, su trabajo y su futuro. Una democracia que no se limite a votar, sino que se atreva a gobernar; que no delegue su poder en los mercados, sino que lo recupere en manos del pueblo organizado.

Porque el capital podrá comprar voluntades, manipular discursos y condicionar gobiernos, pero nunca podrá derrotar a un pueblo que decide volver a creer en sí mismo. La historia argentina —con sus derrotas y sus resurrecciones— enseña que los pueblos sólo pierden cuando se rinden. Y el nuestro, una y otra vez, está demostrando que no está dispuesto a hacerlo.

El dilema del 26 de octubre: ¿Punto de quiebre?

 En la antesala del 26-O, el Coloquio de IDEA expuso la presión del poder económico sobre el gobierno de Javier Milei para profundizar las reformas estructurales. Desde Washington, el Tesoro estadounidense intervino en el mercado argentino y proyectó un paquete de hasta 40.000 millones de dólares, condicionado al resultado electoral. En paralelo, el oficialismo endurece su agenda laboral, previsional e impositiva para calmar a los mercados y retener el favor del establishment.

por Antonio Muñiz


El clamor en Mar del Plata: “microeconomía y consensos”

Durante el Coloquio de IDEA, los principales dirigentes empresariales reclamaron “consensos amplios” y una hoja de ruta estable para evitar que la economía quede atrapada entre la inestabilidad política y la dependencia financiera externa. La consigna fue clara: sin base política interna, no hay programa económico posible.

En paralelo, Luis “Toto” Caputo anticipó una nueva agenda de reformas que incluye una reforma laboral con quita de derechos para los trabajadores, una reforma previsional y una reforma impositiva de carácter regresivo, a implementarse después del 26 de octubre. Mientras el establishment nucleado en IDEA reclama mayor ajuste y previsibilidad, el Gobierno, en un discurso dirigido a su núcleo duro, ratifica esa hoja de ruta de austeridad como respuesta a los reclamos del poder económico.

Las exigencias del Círculo Rojo encuentran eco en la percepción de que una derrota legislativa podría volver inviable el esquema de liberalización y apertura financiera. En los pasillos del Sheraton, la frase más repetida fue: “El apoyo de afuera no alcanza; hace falta gobernabilidad adentro.”

A cuánto cotiza el dólar hoy 17 de octubre


Caballo de Troya: Washington entra al juego

El reciente respaldo del Tesoro norteamericano se convirtió en una herramienta política más que en un salvataje financiero. El 9 de octubre, Estados Unidos prometió una línea de swap por 20.000 millones de dólares, sumada a compras directas de pesos en el mercado argentino. Luego, Scott Bessent anunció una asistencia complementaria de otros 20.000 millones provenientes de bancos privados y fondos soberanos, elevando el total a 40.000 millones.

Sin embargo, esa ayuda llega con una cláusula implícita: solo se mantendrá si Milei gana las elecciones o conserva mayoría legislativa. Bessent fue categórico: “La Argentina tendrá el respaldo de Estados Unidos mientras continúe con estas políticas.” El mensaje fue leído en Buenos Aires como un gesto de apoyo condicionado y, en algunos círculos, como una forma de presión electoral.

Donald Trump añadió confusión al afirmar en su red Truth Social que la “generosidad” de Washington dependerá del resultado del 26-O. El posteo, inicialmente celebrado por funcionarios argentinos que malinterpretaron el inglés, fue luego desmentido por los mercados, que reaccionaron con caídas de bonos y suba del dólar.

El Tesoro norteamericano realizó tres intervenciones directas en el mercado cambiario —por un total estimado de 679 millones de dólares— para contener la devaluación. Más que una política económica, fue una señal política: Estados Unidos apoya, pero con condiciones.

Donald Trump, Javier Milei y sus equipos en la última visita argentina a la Casa Rosada


Reacción de los mercados: entre la calma frágil y la sospecha

El anuncio del paquete de ayuda provocó un optimismo efímero. Bonos y acciones argentinas subieron, el dólar moderó su alza y se habló de un “rescate histórico”. Sin embargo, al confirmarse que los fondos no tenían fecha concreta de desembolso y que dependían del escenario político, los mercados volvieron a la volatilidad.

El tipo de cambio oficial cerró en alza pese a las intervenciones, los dólares financieros siguieron escalando y la brecha cambiaria se amplió. Analistas en Nueva York advirtieron que el respaldo estadounidense puede evaporarse si Milei pierde capacidad legislativa o si las reformas prometidas no avanzan en el Congreso.


Tensiones en el Gobierno y fisuras internas

El viaje a Washington dejó al descubierto las divisiones en el oficialismo. Mientras el canciller Gerardo Werthein y Santiago Caputo se cruzaban acusaciones por el fracaso de la cumbre con Trump, Luis Caputo intentaba recomponer la narrativa oficial desde el Ministerio de Economía.

Bessent reconoció que los fondoshttps://youtu.be/xn0h2CDHj9A aún están “en formación” y que el segundo tramo del paquete dependerá de “condiciones políticas favorables”. La admisión reforzó la percepción de que la relación bilateral se guía más por lógica electoral que por cooperación económica.

Incluso voces ortodoxas del Círculo Rojo, como Carlos Melconian, calificaron la intervención estadounidense en el mercado local como “una incursión cuasicolonial” y advirtieron que el esquema cambiario actual “no puede sostenerse”. Por su parte, el Financial Times cuestionó el enfoque argentino: “Si la locura es repetir la misma acción y esperar un resultado diferente, entonces la política económica de Milei roza la demencia.”


Humo o punto de no retorno: el 26-O como fecha límite

El 27 de octubre se presenta como un plebiscito económico y político. Si Milei logra consolidar mayoría parlamentaria, podrá sostener su programa con apoyo financiero externo. Si no, la asistencia estadounidense puede diluirse, abriendo un vacío de poder en plena recesión.

La ecuación es tan simple como inquietante: el establishment reclama más reformas, el Gobierno promete más ajuste, y la sociedad paga el costo. En este triángulo, los consensos invocados en Mar del Plata suenan más a pedido de obediencia que a pacto democrático.

Los mercados ya no esperan milagros, solo buscan certidumbre. Y el oficialismo, en su afán por tranquilizarlos, parece dispuesto a profundizar un camino que tensiona la paz social y deja al país al borde de una nueva crisis de legitimidad.

El discurso del “consenso” se ha transformado en la legitimación política del ajuste: detrás de las cifras y los gráficos, se consolida un proyecto de redistribución regresiva del ingreso y de desarticulación del tejido productivo nacional.

Si el Presidente logra sostener esta alianza con los grandes grupos concentrados —con el respaldo de Estados Unidos—, el país ingresará en una nueva fase del experimento neoliberal, marcado por la dependencia y el ajuste estructural.
Pero si la sociedad reacciona —como tantas veces en nuestra historia—, el intento de refundar la Argentina sobre las ruinas de su pueblo podría toparse con su propio límite histórico.

Después de octubre: Milei prepara la segunda ola del ajuste

 Tras las elecciones del 26 de octubre, Milei proyecta avanzar con su plan de reformas estructurales —laboral, previsional, tributaria y de privatizaciones— bajo la supervisión del FMI y el respaldo de Estados Unidos. Su estrategia apunta a ampliar consensos políticos y legislativos mediante acuerdos con Macri y gobernadores afines, asegurando la aprobación de leyes claves que consolidarán la dolarización, la privatización de activos estatales y la profundización del ajuste económico y social en todo el país.

REDACCION DATA POLITICA Y ECONOMICA

El Gobierno se prepara para una nueva etapa de su programa económico. Con las elecciones legislativas como punto de inflexión, Javier Milei busca avanzar con el núcleo duro de las reformas exigidas por el Fondo Monetario Internacional y respaldadas por Washington. La agenda incluye la reforma laboral, impositiva, la previsional, la reducción del gasto social y la consolidación del esquema de liberalización total de la economía, con el objetivo de institucionalizar el ajuste y garantizar un modelo de dependencia externa y disciplinamiento social.

Para el oficialismo, el ajuste iniciado en diciembre del 23  “aún no terminó”. Se encuentra en su fase más profunda: convertir en leyes las transformaciones que aseguren la continuidad del programa fiscal y financiero a largo plazo. La estrategia consiste en postergar las medidas más impopulares hasta después de las elecciones, evitando costos políticos inmediatos y aprovechando una eventual recomposición del poder parlamentario.

Entre los puntos centrales se encuentra la reforma laboral, cuyo borrador ya circula entre empresarios y despachos oficiales. El proyecto propone eliminar las indemnizaciones tradicionales, flexibilizar la contratación y permitir acuerdos individuales por empresa, reduciendo el alcance de los convenios colectivos. Los sindicatos advierten que se trata de una reconfiguración del sistema laboral argentino, orientada a debilitar la negociación sindical, reducir los costos empresariales y desregular las condiciones de trabajo.

A la vez, el Gobierno avanza con una reforma previsional estructural que contempla el aumento de la edad jubilatoria, la limitación del acceso a pensiones y la consolidación de la pérdida del poder adquisitivo de los haberes. La nueva fórmula de movilidad buscaría anclar las jubilaciones al equilibrio fiscal, perpetuando la licuación real de los ingresos de los adultos mayores. El sistema previsional, que históricamente actuó como pilar de la seguridad social, pasaría a ser un componente subordinado a la lógica del ajuste y del financiamiento externo.

El recorte de programas sociales y pensiones por discapacidad completa el cuadro. La reducción de beneficios y el endurecimiento de los criterios de acceso responden a una agenda dictada por el FMI como condición para habilitar nuevos desembolsos. Washington, en tanto, respalda estas políticas bajo el argumento de “modernizar la economía”, en el marco de su renovada injerencia geopolítica sobre América del Sur.

Javier Milei, presidente de la Nación.

Detrás de estas medidas hay un proyecto estructural de mayor alcance. La dolarización de la economía sigue siendo el horizonte estratégico del gobierno de Milei. Las políticas de contracción monetaria, recorte del gasto y licuación de salarios y privatizaciones son parte del camino hacia un régimen donde  toda la economía quede anclada al dólar estadounidense. Este proceso, que implicaría la pérdida total de soberanía monetaria, eliminaría la posibilidad de desarrollar políticas industriales, agrandando la brecha entre el capital financiero y la producción nacional. En una economía dolarizada, el ajuste se vuelve estructural y permanente, y el margen de maniobra del Estado se reduce a la mínima expresión.

En paralelo, la entrega de los recursos naturales se consolida como otra de las consecuencias más graves del modelo. Bajo el argumento de atraer inversiones, el gobierno promueve la apertura total de la explotación del litio, el cobre, el gas, el petróleo y los bienes estratégicos del subsuelo a empresas estadounidenses y fondos de inversión. Las privatizaciones de empresas estatales, represas hidroeléctricas, centrales nucleares y activos energéticos avanzan a precios de liquidación, en un proceso que no solo implica la concentración total de la economía sino también su extranjerización. Los recursos naturales, motor potencial del desarrollo argentino, quedan bajo control de corporaciones extranjeras, mientras el Estado renuncia a toda capacidad de planificación.

La arquitectura de este proyecto busca consolidar un nuevo orden social y productivo: salarios bajos, derechos laborales reducidos, jubilaciones mínimas y un Estado desfinanciado. Detrás del discurso de la “libertad”, se impone una lógica de disciplinamiento social donde la pobreza y la precariedad se convierten en herramientas de control político.

Javier Milei habla en la planta de San Nicolás desde donde anunció una reforma que incluirá más flexibilidad laboral.

En los próximos meses, la disputa se trasladará al Congreso, donde Milei intentará convertir estas reformas en leyes. Su apuesta es clara: aprovechar el supuesto capital político que surja de las elecciones de octubre para imponer un paquete que reconfigure el contrato social argentino. Su ultima reunión  con Mauricio Macri y un eventual acuerdo post 26 con los gobernadores que se nuclean en Provincias Unidas, apuntan a consolidar una mayoría en ambas cámaras que le permitan avanzar en sus objetivos.

Lo que está en juego este 26 de octubre trasciende la coyuntura electoral: se trata de definir si la Argentina conserva su capacidad de decisión sobre su destino o si se consolida como un territorio subordinado a los intereses del capital extranjero.

Mercados en tensión

 El dólar no cede y los mercados se tensionan: los ADRs caen, pero los bonos rebotan tras el anuncio de recompra de deuda


A pesar del acuerdo de swap con Estados Unidos, el dólar blue superó los $1.500 y quedó a un paso de su récord histórico. Los bonos en dólares lograron recuperarse sobre el cierre gracias al anuncio oficial de recompra de deuda, mientras que las acciones argentinas en Wall Street cayeron con fuerza. La incertidumbre política y cambiaria vuelve a marcar el pulso del mercado.

Tensión en los mercados financieros

En una jornada de marcada volatilidad, los mercados argentinos registraron movimientos contrapuestos. Mientras los bonos soberanos en dólares lograron revertir las pérdidas iniciales y cerrar en terreno positivo, los ADRs —las acciones de empresas argentinas que cotizan en Wall Street— sufrieron caídas de hasta 5,3%.

El rebote de los títulos públicos se produjo luego de que el Ministerio de Economía anunciara que inició negociaciones con bancos internacionales para llevar adelante una operación de recompra de deuda externa. Según fuentes oficiales, el objetivo sería reducir el costo financiero y liberar recursos destinados a inversiones estratégicas en educación y desarrollo tecnológico.

El secretario de Finanzas, Pablo Quirno, confirmó que la operación se realizará con la asistencia de J.P. Morgan. En el Palacio de Hacienda señalan que “se trata de un paso clave para recomponer el perfil de deuda del país y recuperar la confianza de los mercados”.

Los bonos se recuperan, las acciones se hunden

Los ADRs y los bonos operaron con marcada volatilidad.

Tras el anuncio, los bonos en dólares subieron hasta un 3%, borrando las pérdidas de la mañana. Analistas del mercado interpretaron el movimiento como “una señal de que el Gobierno intenta ordenar el frente financiero en un contexto de creciente tensión política”.

Sin embargo, la renta variable mostró la otra cara de la moneda. Los ADRs de compañías argentinas en Wall Street retrocedieron con fuerza —entre ellas, YPF, Banco Macro y Galicia— afectadas por la suba del riesgo país y el salto del dólar paralelo. En la Bolsa porteña, el S&P Merval cayó 0,6% en pesos y 2,2% medido en dólares.

“Hay un mercado que no encuentra anclaje”, resumió un operador bursátil. “La recompra de deuda puede generar algo de oxígeno, pero el frente político sigue siendo la principal fuente de incertidumbre”.


El dólar supera los $1.500: el swap no calma la presión

Pese al reciente acuerdo de swap entre el Banco Central y el Tesoro de Estados Unidos, la presión cambiaria no dio tregua. El dólar blue cerró este lunes a $1.505 para la venta, con una suba diaria de $20, y se ubicó a apenas $15 de su máximo nominal histórico alcanzado el 19 de septiembre.

El BCE confirmó la llegada del euro digital para 2029.

El dólar mayorista, que marca la referencia para el comercio exterior, avanzó a $1.475 (+1,7%), mientras que los dólares financieros también continuaron en alza: el MEP cotizó a $1.553,74 y el Contado con Liquidación (CCL) trepó a $1.570,57.

El llamado “dólar tarjeta” o turista, que incluye el recargo impositivo del 30%, alcanzó los $1.943,50. Incluso el dólar cripto —que se negocia en plataformas digitales como Bitso o Binance— se mantuvo cerca de los $1.540.

En la City porteña, los operadores coincidieron en que la firma del swap con Washington, por hasta US$ 20.000 millones, “no logró frenar la demanda de cobertura cambiaria”. La incertidumbre electoral y el temor a un salto inflacionario mantienen viva la búsqueda de refugio en el dólar.


Mercados entre el alivio financiero y el riesgo político

La foto de la jornada deja un escenario ambivalente: señales de alivio en el frente de la deuda, pero persistente desconfianza cambiaria. El mercado celebra parcialmente la iniciativa de recompra, pero al mismo tiempo duda de su capacidad para estabilizar una economía marcada por la recesión, la caída del consumo y la proximidad de las elecciones legislativas del 26 de octubre.

El riesgo país continúa por encima de los 1.000 puntos básicos y la brecha cambiaria sigue en torno al 6%, indicadores de un sistema financiero bajo presión. “El mensaje del mercado es claro: mientras la política no dé certezas, no habrá calma en el dólar”, analizó un economista de una consultora privada.

Las reservas subieron u$s147 millones este lunes 20 de octubre.

Perspectivas

En los próximos días, la atención estará puesta en tres variables clave: la concreción efectiva del programa de recompra de deuda, la evolución de las reservas del Banco Central y el resultado de las elecciones legislativas.

Si el Gobierno logra mostrar resultados concretos en esos frentes, podría comenzar a revertir el clima de incertidumbre. Pero, por ahora, la dinámica diaria del dólar y la desconfianza inversora mantienen a los mercados en vilo.


Por Redacción Data Política y Económica
Fuentes: Ámbito Financiero, Infobae, iProfesional, datos del Banco Central y operadores del mercado cambiario.

La economía argentina: entre el espejismo de las proyecciones y la parálisis real

 Un análisis de las proyecciones internacionales en contraste con la realidad de un país estancado, sin margen para el crecimiento en lo que resta de 2025.


La ilusión de las cifras macroeconómicas

En las últimas semanas, organismos internacionales han recortado sus expectativas para la economía argentina. El Banco Mundial ajustó su previsión de crecimiento para 2025 del 5,5% al 4,6% . La OCDE fue aún más cautelosa, ubicando su proyección en 4,3% . Estas cifras, en apariencia positivas, ocultan una realidad más sombría: se trata de un rebote estadístico tras dos años consecutivos de contracción , no el inicio de una recuperación sostenida.

El contraste es evidente con el Fondo Monetario Internacional, que mantiene inamovible su proyección del 5,5%  y cuya directora, Kristalina Georgieva, ha señalado que el éxito del programa de ajuste «va a depender del acompañamiento de la gente» , un respaldo social que se erosiona día a día.

Industria nacional desprotegida: Cerró la única fábrica de llantas de acero  en el país - Política Argentina

El termómetro local: la recesión técnica es un hecho

Mientras los organismos internacionales debaten porcentajes de crecimiento, los datos locales pintan un panorama desolador:

  • El Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del BCRA proyecta una caída del 0,6% en el tercer trimestre y una desaceleración para el año próximo

  • El Estimador Mensual de Actividad (EMAE) acumula tres meses consecutivos de caída en la medición desestacionalizada

  • La Universidad Torcuato Di Tella alerta que la probabilidad de recesión alcanzó el 98,61% en agosto, subiendo desde 56,16% en julio

Estos números confirman lo que los argentinos experimentan diariamente: la actividad económica está paralizada.

Los motores del crecimiento, apagados

El Banco Mundial atribuye gran parte del repunte esperado a la «recuperación de las exportaciones agrícolas tras la grave sequía de 2023» . Sin embargo, este impulso es circunstancial y no responde a una mejora estructural de la economía.

Por el lado del consumo, los primeros signos de mejora detectados por algunos organismos  chocan contra la realidad de salarios licuados y capacidad de compra deteriorada. La inversión, tanto pública como privada, «se mantiene en niveles moderados» , limitando cualquier posibilidad de dinamismo real en el corto plazo.

El laberinto político: la imposibilidad del consenso

La crisis de gobernabilidad se ha convertido en un lastre estructural. Martín Rapetti, director de la consultora Equilibra, lo explica sin ambages: «El principal problema económico de la Argentina es que no puede ofrecerle al mundo una hoja de ruta clara» .

Esta incertidumbre se ve agravada por una estrategia política que Rapetti describe como «purista y divisiva», donde el Gobierno «eligió una estrategia purista y divisiva, ‘somos nosotros o las siete plagas’, sin buscar alianzas con gobernadores» . El resultado es que «cuando le va mal en una elección, el mercado interpreta que ‘se vienen las siete plagas’ y huye» .

El trilema económico irresoluble

El Gobierno enfrenta lo que los analistas denominan un «trilema»: tres objetivos imposibles de cumplir simultáneamente :

  1. Mantener un tipo de cambio bajo para contener la inflación y el malestar social

  2. Pagar la deuda externa

  3. Acumular reservas en el Banco Central

Según Rapetti, «en el corto plazo no habrá suficientes dólares para que los privados compren (ahorristas y empresas), para que el Banco Central acumule reservas y para que la economía crezca con un tipo de cambio similar al actual» . La consecuencia inevitable será que «el tipo de cambio probablemente suba, lo que generará una recesión que libere dólares por menor demanda de importaciones» .

El espejismo de la productividad instantánea

Frente a este escenario, el Gobierno ha insinuado que un «shock de productividad» podría evitar el ajuste contractivo. Los expertos son escépticos: «Eso no existe. No hay un ‘botón de productividad’. Es una ilusión común entre los gobiernos» .

La cruda realidad es que «si tuviéramos las rutas alemanas, los puertos suecos y el Estado finlandés, podríamos pagar salarios en dólares mucho más altos y apreciar el tipo de cambio. Pero eso lleva décadas» .

El salvavidas externo: un alivio temporal

El reciente respaldo financiero de Estados Unidos, con un paquete de 20.000 millones de dólares , ha calmado temporalmente los mercados. Sin embargo, este salvavidas no resuelve los problemas estructurales de la economía argentina, solo gana tiempo para una administración que parece haber agotado su capital político y su repertorio de herramientas de política económica.

La EXTENSA LISTA de empresas que CERRARON en el primer año de Javier Milei  | El Destape

Lo que viene: más ajuste, más recesión

Las proyecciones optimistas de los organismos internacionales parecen desconectadas de la realidad argentina. El país no crecerá en lo que resta de 2025 porque los motores del crecimiento están apagados, porque la confianza de consumidores e inversores está destruida y porque el margen de maniobra fiscal y monetario se ha agotado.

El diagnóstico de Rapetti resulta terminante: «queda un ajuste pendiente, que puede ser más o menos doloroso» . La única certeza es que la parálisis económica continuará, profundizando el deterioro social y alejando cada vez más la posibilidad de un futuro de crecimiento estable y desarrollo inclusivo.

La pregunta que queda pendiente es cuánto más podrá resistir la sociedad argentina este ciclo de estancamiento y ajuste sin encontrar una salida que permita, por fin, romper con décadas de decadencia económica.

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.