ASIMETRIAS E INEQUIDADES EN EL Gran Buenos Aires


Una solución conurbana a los problemas del GBA

Por Fabián Rodríguez

"En realidad los municipios no pueden hacer grandes obras con sus recursos, las grandes obras las hacen el gobierno Nacional o Provincial."
Ricardo Rolleri, Concejal de La Matanza desde 1983.


Aquella reflexión de Rossi
Los recursos que nutren a los presupuestos municipales en la Provincia de Buenos Aires se componen de tres fuentes (en orden de importancia):

1- Los Ingresos Tributarios, que provienen fundamentalmente de la coparticipación provincial. Esta coparticipación está compuesta por los impuestos a los Ingresos Brutos, Inmobiliario y Automotor, además de la Coparticipación Nacional que recibe la Provincia. Este dinero representa aproximadamente el 16% del total de los recursos provinciales y se reparte teniendo en cuenta la población de cada partido, las capacidades tributarias y las superficies de cada uno.

2- Los Ingresos No Tributarios (la recaudación de los Municipios en sí misma). Son las tasas por servicios generales (ABL), Seguridad e Higiene, y las contribuciones "especiales" (por mejoras o por derechos de construcción y publicidad). Cabe destacar que, en promedio, el porcentaje de cobrabilidad que tiene cada Comuna ronda el 70% en las zonas más pudientes, y el 20% en los sectores humildes.

3- Transferencias de recursos. En este ítem entran los Aportes del Tesoro Nacional y el dinero de la recaudación de los bingos (6% de las ganancias) y los casinos (18%).

Hace unos años, le preguntaron al actual Intendente de Lomas de Zamora cuál era para él la razón de ser de la floja coparticipación Provincial que reciben los Municipios del conurbano. En un acto de honestidad brutal poco frecuente (o tal vez haya sido un acto fallido, no sabemos) Jorge Rossi dijo lo siguiente: "Muy simple: en lugar de hacer lo que dice la ley y tener en cuenta la población y la extensión de cada distrito, hacen el cálculo por la cantidad de electores".

Más allá de las valoraciones personales y políticas, Rossi sabe de lo que habla, porque le toca administrar un Municipio que tiene 650 mil habitantes, con un presupuesto para el corriente año de 304 millones de pesos (lo que debe facturar la sucursal local del supermercado Coto en un mes). Si tenemos en cuenta que Lomas de Zamora tiene 420 mil electores, el cálculo de Rossi no es descabellado: La Plata tiene una población similar a la de Lomas, pero como tiene 50 mil electores más, y además constituye una sección electoral en sí misma (la octava, mientras que Lomas es un distrito más de la Tercera), recibe una transferencia de recursos tributarios muy superior a la del Municipio del sur del conurbano.

Comparaciones odiosas
En general, los presupuestos del conurbano obligan a los Intendentes a administrar miseria. El cociente de gasto por habitante que cada Municipio puede hacer año tras año, arroja números más propios del realismo mágico que de las ciencias económicas. Algunos ejemplos:

Almirante Brown dispone de $1,08 por día para cada habitante.
Florencio Varela, $1,02 por día para cada varelense.
José C. Paz, $1,54 en cada paceño.
La Matanza, $1,11 por día por habitante.

Podríamos seguir enumerando otros casos semejantes, pero nótese que los distritos con presupuestos más famélicos, son justamente aquellos que tienen las mayores necesidades de infraestructura por resolver: se trata de territorios donde a veces no llega ni el camión recolector de la basura (ni hablar ya de cloacas, agua potable o asfalto).

De más está decir que esto es un fenómeno casi exclusivo del conurbano. En el resto de la provincia los números son bien distintos:

Azul dispone de casi $4,00 por día para cada habitante,
Coronel Pringles tiene $5,06.
Pinamar $19,53 para cada habitante (aún con la excusa de triplicar su población durante el verano, el presupuesto sigue siendo una bestialidad).

Estos son solo algunos de los ejemplos que demuestran la profundidad de la inequidad. Por eso el problema no se resuelve con comparaciones absurdas: pretender que los Partidos del Conurbano funcionen como la Ciudad de Buenos Aires, es no entender el problema. Únicamente desde el desconocimiento y/o la demagogia, se puede buscar un espejo en la Capital Federal.

Llama la atención la fascinación pueblerina en algunos dirigentes del Gran Buenos Aires, que buscan emular a sus colegas de la Reina del Plata, ya sea desde la comunicación de sus actos de gobierno, o desde medidas concretas, buscando “caerle bien” a la gente.

En lugar de querer "parecerse", los Municipios del Gran Buenos Aires deberían exigirle a la Ciudad que cumpla, entre otras cosas, con la "Ley de Basura Cero" que sancionaron los propios legisladores porteños, para que de una vez por todas el conurbano deje de ser el basural a cielo abierto de la Capital (el año pasado, la Ciudad “Autónoma” envió a los rellenos sanitarios más toneladas de basura que todo el conurbano junto).

En lo único que se asemejan el Gran Buenos Aires y la Capital Federal, es en la distribución geográfica de los pobres y la falta de oportunidades.

En estos aspectos, el norte de la CABA se parece bastante a la zona norte del conurbano, mientras que al sur, ambas orillas del riachuelo están habitadas por argentinos de similar condición social.

Si se trata de buscar parecidos para imitar experiencias, la brújula debería estar puesta en algunos Municipios del interior del país (no quiero citar ejemplos para no herir algunas susceptibilidades, pero hagan el ejercicio de buscar en Internet cuáles son los que han estatizado el servicio de recolección de la basura), e incluso del exterior, como ser el caso de la experiencia de Porto Alegre cuando estaba en manos del Partido de los Trabajadores.

Posibles Soluciones
Sin dudas, la llave para destrabar este problema está en manos de los miembros de la Legislatura Provincial, que deberían empezar por sancionar una nueva ley de autonomía para los Municipios.

Como en política, todo tiene que ver con todo, acá es donde la realidad se choca con otra cuestión que también sirve para explicar el estado de las cosas: la sub representación política del conurbano, cuyo peso electoral no tiene un correlato adecuado en la cantidad de legisladores que lo representan. Más bien todo lo contrario: mientras en la Primera Sección Electoral (Municipios de las zonas norte y oeste de GBA) eligen un senador cada 456.561 ciudadanos, en la Cuarta Sección (región noroeste) hay uno cada 64.578 electores.


Otro ejemplo: la Tercera Sección (zona sur más La Matanza) eligió en las últimas elecciones un diputado provincial cada 204.237 votantes, mientras que los electores de la Sexta Sección (región sur y sureste) votaron a uno cada 51.420.

Supongo que sería en vano pedirle a un legislador de, digamos, Tres Arroyos, que impulse una reasignación de recursos que favorezca a Berazategui, ¿no?

Por ello, el principio de solución tiene que sumar un conjunto de voluntades e iniciativas que provengan de mucho más “arriba”, impulsando medidas genuinas que tiendan a revertir este tipo de injusticias, que no se sanan con tres o cuatro puntitos más de coparticipación federal.

El autor es docente, periodista y autor del blog Conurbanos

Recuperemos nuestro sistema financiero y bancario

Por Walter A. Moore

Ante las noticias aparecidas revelando que el Gobierno Nacional estudia la modificación de la Ley de Entidades Financieras instalada por Martínez de Hoz durante la dictadura extranjerizante y asesina del Proceso, realizamos este modesto aporte al esfuerzo destinado a recuperar nuestra independencia financiera, proceso que se iniciara con la estatización de las AFJP y que ahora cuenta con la Ley de Servicios Audiovisuales, como recurso fundamental para realizar la contraofensiva en nuestro país contra la mentira organizada por los sicarios mediáticos del Imperialismo Internacional del Dinero.



Pero el Banco Central de la República Argentina (BCRA) no es sino la Sucursal Argentina del Sistema Financiero Global, que se maneja desde el Banco de Descuentos Internacionales de Basilea (llamado también el Banco Central de los Bancos Centrales) que es el que define todas las políticas monetarias de los países saqueados por el Imperialismo Internacional del Dinero, como lo caracterizara la Iglesia Católica en dos Encíclicas.

En consecuencia, los altos directivos actuales del BCRA son solamente los gerentes de una sucursal que, cuando son ascendidos, ocupan cargos en otras dependencias de las estructuras que manejan los miembros de la llamadas “300 familias” más ricas del mundo, que son los accionistas que controlan la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo y otros pocos bancos más, cuyos empleados jerárquicos, a su vez, integran el directorio del Banco de Basilea que controla a nuestro Banco Central, integrando un sistema de personas que podemos designar como “Ellos”, utilizando la designación de Oesterheld en El Eternauta para designar a los invasores que hacían llover las cenizas mortales.

¿QUÉ PODRÍAMOS HACER SI EL BANCO CENTRAL FUERA DE LOS ARGENTINOS?

Para empezar deberíamos emitir una cantidad de dinero equilibrada con nuestro PBI, como cualquier país normal, y eso será mucho menos que lo que emite Estados Unidos que lanzó el 340% de su PBI, y menos del 115% que emite Japón, ni siquiera el 96% que emite el Banco de Inglaterra. No necesitamos tanto.

Aquí deberíamos emitir el 80% de nuestro PBI, que es una proporción normal.

Eso debería ser así si el Banco Central fuera de los Argentinos, pero como es de “Ellos”, nuestro BCRA emite ¡el 16%! de nuestro PBI, o sea la quinta parte de lo haría falta emitir.

¿Por qué “Ellos” hacen esto?

Lo hacen para que el dinero argentino sea un bien escaso, y en consecuencia, como cualquier bien escaso, se puede subir el precio, y este no es otro que la Tasa de Interés. Así mientras en los países normales, la tasa de interés fijada por el Banco Central actualmente oscila entre 0% y 0,5%, en la Argentina la misma tasa básica es de 16%.

¿Cuáles son las consecuencias de esto?

1º: Cuando el Gobierno necesita fondos, en lugar de emitir dinero, emite Bonos, por los cuales debe pagar interés a los prestamistas (llamados inversores, que no son otros que los mismos bancos internacionales a través de miles de canales diferentes). Si el dinero fuera abundante y suficiente, no haría falta pedir prestamos y emitir esos pagarés llamados Bonos, que sirven para incrementar nuestra “Deuda Eterna”.

2º: Por su lado las empresas productivas de los argentinos y cualquier consumidor local, deben pagar intereses anuales por sus préstamos entre el 18% y el 35% anual, mientras las empresas multinacionales consiguen fondos a una tasa del 2% al 3%, procedimiento gracias al cual se han apoderado de grandes empresas argentinas fundidas por falta de financiamiento normal.

3º: Al haber poco dinero circulando, se disminuye el consumo, al disminuir el consumo, se restringe la demanda, al haber menos demanda, la producción no crece, o sea que no demanda nuevos puestos de trabajo, crece la pobreza y se instala la miseria con su secuencia de destrucción de mentes y cuerpos por desnutrición, drogas y violencia, comprometiendo nuestro futuro.

4º: Al mismo tiempo, las empresas multinacionales o los sectores exportadores que tienen beneficios extraordinarios llevan sus divisas al extranjero, porque consideran que nuestro sistema bancario no es confiable, recordando como los robaron al iniciarse este siglo.

QUÉ DEBEMOS HACER SI RECUPERAMOS EL CONTROL DE NUESTRO SISTEMA MONETARIO

Son pocos cambios, pero fundamentales:

Llevar la emisión al nivel normal del 80% de nuestro PBI, o sea que por cada peso que se emite actualmente debemos emitir 4 pesos más. Y como nuestro PBI es de algo más de 1.050.000 millones de pesos, y la emisión actual de unos 160.000 millones, para llegar al 80% del PBI, deberíamos emitir 680.000 millones de pesos adicionales. O sea triplicar los fondos destinados a desarrollar nuestra economía.

Al realizar esto todos los años se hace crecer en forma muy importante el PBI (o sea el indicador de la creación de riqueza nacional), con lo cual se puede aumentar la emisión en la misma proporción.

Esto convierte al dinero en un bien abundante, con lo cual su precio, o sea la tasa de interés, disminuirá al nivel de los países centrales. Para mantener el equilibrio es necesario que las empresas multinacionales se sigan fondeando en sus países de origen, y los sectores exportadores consigan sus fondos en los países que compran sus productos.

Establecer una tasa de cambio en base a la Paridad de Poder Adquisitivo (PPP por sus siglas en inglés), de acuerdo a los parámetros definidos por el Banco Mundial, con lo cual el precio aproximado de los dólares estadounidenses debería ser de 2 pesos por dólar, tal como surge del Informe de Desarrollo Humano 2009 de la ONU.

La actual devaluación del peso está instalada para que las empresas multinacionales paguen la mitad por la mano de obra y las materias primas argentinas y también permite que se afirme la alianza del sector financiero con los sectores agro-exportadores, los partidos políticos que los representan y los medios de difusión que engañan al pueblo con información falseada.

Instalar un mecanismo que impida que esta enorme inyección de liquidez se destine al sector especulativo, destinándola exclusivamente al sistema productivo, cuidando que este financiamiento impulse el equilibrio entre la producción, la distribución y el consumo.

La emisión de estos pesos en una Segunda Moneda Inconvertible es el mecanismo más sencillo para controlar que estos 680.000 millones se destinen a crear riqueza en el mercado interno, fomentando el consumo e impulsando la expansión inmediatamente de la producción para sustituir importaciones.

Este shock de demanda debe ser acompañado con un eficiente sistema represivo del agio y la especulación, que abra y cierre los mercados externos en la medida que alguien quiera aprovecharse de la mayor demanda sin producir más, sino simplemente aumentando los precios.

Esta masa monetaria de dinero inconvertible debe ser emitida y su circulación controlada por un ente financiero diferente al BCRA, o sea la Sucursal Argentina del Sistema Financiero Global. Este organismo debe ser por ejemplo el Consejo Federal de Inversiones, que es controlado por los Gobernadores de todo el país.

Esta forma de monetizar las provincias terminaría con el forcejeo de los bienes escasos que se coparticipan actualmente, generando un “Federalismo Monetario” cuyo planeamiento y control deberá quedar a cargo del Gobierno Nacional, pero la aplicación de los fondos así planificados, debe quedar en manos de cada gobierno provincial y de los municipios de todo el país, girando más fondos de acuerdo a su nivel de pobreza relativa y la cantidad de población que tenga cada provincia o municipio, las obras de infraestructura o nuevas poblaciones que necesite, de acuerdo a su solicitud en el Plan de Desarrollo.

Esta moneda inconvertible debe ser administrada por las sucursales locales del Banco de la Nación Argentina, para mantener un control eficaz sobre el uso de estos fondos, evitando los nidos de corrupción y despilfarro.

Como medidas inmediatas se debe:

Lanzar u aumento masivo de los sueldos en esta moneda, tanto para los organismos estatales como para las empresas privadas, a lo cual debe agregarse

Una disminución de la jornada laboral que obligue a tomar más personal, eliminando cualquier forma de trabajo informal.

Facilitar el acceso al financiamiento barato para las empresas productoras de bienes y servicios nacionales, a lo cual debe agregarse

un programa masivo de obras capaces de generar puestos de trabajo inmediatos.

Se deben priorizar las inversiones en sistemas que generen puestos de trabajo permanentes, la creación de vivienda y el desarrollo de la infraestructura integradora de todas las regiones del país.

Se deben estatizar y/o entregar a instituciones de la comunidad de todos los sistemas de distribución (para impedir que generen inflación aumentando los precios ante la mayor demanda),

Con estos fondos se pueden recomprar todas las empresas de servicios públicos, retomar el control de los puertos, aeropuertos y fronteras en general,

Desarrollar y modernizar los sistemas de comunicaciones, transportes, energía y

La producción local de bienes básicos (acero, transformación alimentaria, cemento, minería, pesca, maquinaria productiva, etc.) que son recursos estratégicos que no pueden quedar en manos extranjeras o de sus personeros locales.

Debemos poner en marcha un Plan de Desarrollo Estratégico para los próximos Siete Años destinado al desarrollo productivo equilibrado de todo el territorio nacional, que:

Reagrupe las poblaciones en nuevos emplazamientos que brinden trabajo estable, viviendas, calidad de vida e infraestructura compleja,

Facilitar las migraciones internas destinadas a despoblar los actuales cinturones de pobreza de las metrópolis, ofreciendo mejor calidad de vida en los nuevos asentamientos.
Reconstruir la infraestructura nacional, con empresas modernizadas y potentes capaces de desarrollar transportes, comunicaciones, energía, riego, etc. adecuados a nuestras necesidades.

Crear una organización destinada a recibir una inmigración masiva de los países sudamericanos hispanohablantes y la inmigración calificada de Europa, que buscará las oportunidades que la crisis está eliminando en los país hoy industrializados, y que deben ser insertados donde sean más útil para nuestro país, o sea en el sector de producción de bienes, servicios y conocimientos adecuados a sus capacidades. Debemos librar también la batalla demográfica, pues una población de 100 millones de argentinos prósperos nos sentará en la mesa de las grandes decisiones mundiales.

Debemos definir un Plan Ambiental que proteja nuestros recursos naturales, en especial la calidad del agua y la tierra, y un

Programa dinámico e inmediato de realización de las grandes obras postergadas, tales como el aprovechamiento integral de las cuencas de los ríos Bermejo-Pilcomayo, el control de crecientes de la cuenca del Río de la Plata, la incorporación productiva de río Salado de Buenos Aires, y debemos participar en el Plan de Unión de las cuencas de los grandes ríos suramericanos: De la Plata, Amazonas y Orinoco.

Crear una Troncal Multimodal (vial, ferroviaria, hidrovía y multiducto (energía, combustibles, agua, granos, etc.)) que recorra el país desde La Quiaca hasta Ushuaia, programada para llegar hasta el Caribe, rodeando la cordillera de los Andes por su faldeo oriental, para vincular fuertemente a todos los países hispano parlantes suramericanos con los cuales tenemos una historia liberadora en común.

Ejecutar un Programa de Desarrollo de una Industria Pesada propia e independiente (combustibles, nuclear, satelital, química pesada, industria militar, desarrollo y/o modernización de los sistemas de transporte, vanguardia cibernética, etc.)

Debemos asegurar y organizar todo el autoabastecimiento interno mediante una industria liviana simbiótica (sin residuos), e

Impulsar a la mayor parte de la producción agropecuaria hacia los cultivos y ganadería orgánica, impulsando los productos autóctonos, estableciendo estímulos que diferencien la producción por regiones y disminuyendo progresivamente la agricultura “industrial” destinada especialmente a la exportación de productos a granel, pues cada tres barcos de granos que se exportan, uno de ellos se llena con nuestros nutrientes que son un bien agotable.

Necesitamos reorganizar nuestro sistema de defensa, destinado a proteger nuestras riquezas. Las nuevas hipótesis de conflicto se deben satisfacer mediante una combinación de fuerzas disuasorias convencionales y sistemas de resistencia basados en la Guerra Asimétrica, lo que implica

Absorber sistemáticamente y de inmediato a toda la población desocupada, sobre todo a la más degradada, incorporándola a un servicio cívico-militar que les brinde salud, educación, ingresos, viviendas dignas y capacitación laboral.

Suramérica está despertando, y la Argentina y los argentinos debemos asumir la responsabilidad que nos cabe, porque somos el país más importante de este Continente. Brasil es el más grande, pero nosotros somos el país más importante, tanto por nuestra historia, como por nuestras capacidades y creatividad.



Buenos Aires, 20 de octubre de 2009

17 de Octubre: pasado y presente

Por Alberto Schprejer

A las 6 horas, Juan Perón ingresa al Hospital Militar. A las 7, en Brasil y Paseo Colón, la policía dispersa alrededor de mil personas que se dirigían hacia la Casa de Gobierno. A las 8 y 30 es disuelta una manifestación en Independencia y Paseo Colón. A las 9, por Alsina, hacia el oeste, va una columna estimada en 4000 trabajadores. A las 9 y 30 es dispersada una concentración reunida frente al Puente Pueyrredón de alrededor de 10.000 personas. A mitad de mañana, grupos de trabajadores reclaman frente al Hospital Militar, exigiendo ver a Perón. Las radios informan que se está generalizando la huelga, no obstante que la CGT declaró el paro para el día 18. Al mediodía, la policía vuelve a dispersar a grupos de manifestantes que se habían concentrado en Plaza de Mayo. FORJA emite una declaración donde sostiene que "en el debate planteado en el seno de la opinión, está perfectamente deslindado el campo entre la oligarquía y el pueblo... y, en consecuencia, expresa su decidido apoyo a las masas trabajadoras que organizan la defensa de sus conquistas sociales". Después del mediodía, la policía modifica su actitud frente a los manifestantes. "La crisis del poder liberó los sentimientos de los agentes de la tropa —afirma Perelman— muchos de ellos provincianos y con bajos sueldos... Los vigilantes se declararon peronistas". A las 15 y 30, un grupo de sindicalistas mantiene una reunión con Perón en el Hospital Militar. En las primeras horas de la tarde, varias columnas confluyen, en Avellaneda, ante el puente. "Era una muchedumbre de 50.000 personas —sostiene Cipriano Reyes—... Minutos después, las pasarelas del puente comenzaron a bajar y la muchedumbre se lanzó para pasar al otro lado". Han pasado ya las 16 horas cuando, ante el crecimiento de la concentración popular, el presidente Farrell envía a algunas personas de su confianza para conversar con Perón y encontrar una salida a la crisis…

Rato después, Farrell y Perón conversan en la residencia presidencial. "Me dijo Farrell: —Bueno, Perón, ¿qué pasa? —. Yo le contesté: —Mi General, lo que hay que hacer es llamar a elecciones de una vez. ¿Que están esperando? Convocar a elecciones y que las fuerzas políticas se lancen a la lucha— —Esto está listo—, me contestó —y no va a haber problemas—. —Bueno—, le dije, —Entonces, me voy a mi casa—. —No, déjese de joder—, me dijo y me agarró de la mano. —Esa gente está exacerbada, ¡nos van a quemar la Casa de Gobierno!”—.

Aproximadamente a las 23 horas, Farrell y Perón ingresan a la Casa Rosada. “—Venga, hable—, me dijo Farrell”, recuerda Perón. Minutos después, el coronel ingresa al balcón y se abre ante su mirada un espectáculo majestuoso mientras una ovación atronadora saluda su presencia. En la noche de Buenos Aires, una inmensa muchedumbre, que algunos estiman en trescientos mil, otros en quinientos mil y el diario La Epoca en un millón de personas, vibra coreando su nombre: ¡Perón! ¡Perón! Los diarios encendidos a manera de antorchas resplandecen sobre la negrura nocturna celebrando la victoria popular. Alguien alcanza una bandera hasta el balcón: es una bandera argentina que lleva atada una camisa. El coronel la toma y la hace flamear de un lado a otro, ante la algarabía popular. ¡Ar-gen-ti-na! ¡Ar-gen-ti-na! Farrell y Perón se abrazan, produciendo un nuevo estallido de júbilo popular. El presidente intenta vanamente dirigirse a los manifestantes, pero el impresionante griterío no se lo permite. Finalmente, pronuncia unas pocas palabras para comunicar que el gobierno no será entregado a la Corte Suprema, que ha renunciado todo el gabinete, que el coronel Mercante será designado Secretario de Trabajo y Previsión y que "otra vez está junto a ustedes el hombre que por su dedicación y empeño ha sabido ganar el corazón de todos: el Coronel Perón".

El coronel, profundamente conmovido, se acerca al micrófono. "¡Imagínese —recordará años después— ni sabía lo que iba a decir... Tuve que pedir que cantaran el himno para poder armar un poco las ideas". Concluido el himno nacional, el coronel se dirige a la multitud: "Trabajadores. Hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: ¡la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino!” Una larga ovación interrumpe el discurso. El coronel comunica al pueblo que ha sido firmada su solicitud de retiro y que esa renuncia a su carrera militar la ha dispuesto "para ponerme al servicio integral del auténtico pueblo argentino... Muchas veces me dijeron que ese pueblo por el que yo sacrificaba mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien no lo traiciona. Por eso, quiero, en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclado en esta masa sudorosa, estrechar profundamente a todos contra mi corazón, como lo podría hacer con mi madre...". Su discurso resulta interrumpido, varias veces, por la pregunta que inquieta al pueblo: ¿dónde estuvo? Pero él prefiere no contestar y finalmente le pide al pueblo: "No me pregunten ni me recuerden cuestiones que yo ya he olvidado. No quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo." Luego afirma: "...Ha llegado el momento del consejo. Trabajadores: únanse, sean hoy más hermanos que nunca...Y les pido que realicen el día de paro festejando la gloria de esta reunión de hombres de bien y de trabajo, que son la esperanza más pura y más cara de la patria". Desde el gentío, surge la ocurrencia: ¡Mañana es San Perón! ¡Mañana es San Perón!

(El 17 de octubre de 1945. Extractos del sabroso relato del Prof. Norberto Galasso).

Pese a la enorme distancia que nos separa de aquellos acontecimientos, comienza a percibirse el resurgimiento de aquellos sueños olvidados, de aquella mística de movilización, de aquella necesidad de participar en los destinos de la Nación.

De la mano de la recuperación del empleo, de salarios dignos, de la mejora en las condiciones de trabajo, los trabajadores han comenzado un persistente camino de recuperación de su participación en las decisiones fundamentales del destino nacional.

A través de sus organizaciones sindicales, de la militancia social y política, y de miles de compañeros nucleados en organizaciones sociales, libres del pueblo, comienzan a manifestar su negativa a desandar el camino iniciado el 25 de mayo de 2003. A lo largo y a lo ancho del país han comenzado a reunirse en asambleas, en plenarios, para manifestar, como en aquel 17 de Octubre, que el proceso de reconstrucción de una Argentina más justa, libre y soberana es irreversible. Que no hay marcha atrás.

Esto lo ha entendido también la oposición. El grado de virulencia de su prédica indica que no están dispuestos a resignar sus intereses, en algunos casos son sectores dominantes de la economía, en otros importantes sectores de la clase media, que como en el proceso del ‘45 al ‘55, una vez alcanzado el ascenso social, o resueltas sus deudas, creen que la única manera de mantener lo conquistado es pisoteando las conquistas de los más humildes. No entienden que son parte del pueblo, que estamos unidos por un mismo destino.

El gobierno de la compañera Cristina Kirchner ha retomado la iniciativa política luego de la derrota del 28 de junio y tomó medidas que indican el compromiso del gobierno con una política de redistribución del ingreso y de profundización del rumbo democrático. La estatización de los fondos de pensión y la reciente sanción de la ley de medios audiovisuales expresan esas convicciones que son parte de la estrategia de profundización del modelo productivo con inclusión social. Como decía Perón, con más democracia, con elecciones y a favor de los trabajadores.

Para reconstruir la Nación es necesario reconstruir la política como herramienta del proceso de cambio social. Hay que democratizar la vida de los partidos políticos para que ellos vuelvan a ser instrumentos de la participación de las mayorías en el rumbo nacional, y hay que avanzar en el debate cultural, en el debate ideológico que nos permita a los peronistas, por ejemplo, comprender que nuestro movimiento no puede ser instrumento del neoliberalismo, que no puede estar al servicio de los capitales extranjeros y ejecutar una política de flexibilización laboral, como ocurrió en los ‘90, que alumbró la mayor desocupación de la historia argentina.

Los peronistas nos debemos ese debate, de cara a la sociedad, para reconstruir el movimiento, su militancia, para alumbrar una nueva esperanza de participación, para dejar en claro que nuestra misión en la Argentina es siempre defender a los trabajadores, junto a otros sectores políticos y sociales, para afianzar un rumbo independiente para nuestra Nación.

La despolitización *

Por Enrique Lacolla

La despolitización argentina, derivada en gran parte del lavado de
cerebro practicado por los medios masivos desde hace décadas, tiene en
anchos sectores la clase media a su expresión más desagradable y
paralizante.


El campo de visión en la política argentina suele estar acotado por el
lugar común instituido por los medios, pero también, y en no escasa
medida, por el prejuicio de parte de la clase media en contra del
peronismo, cuyos elementos turbios y contradictorios la rechazan. Este
rechazo, sin embargo, no suele ser exteriorizado por ella en la misma
medida respecto de fenómenos similares que han caracterizado y
caracterizan al /establishment/ económico y a otras fuerzas partidarias
presentes en nuestra sociedad. Ese prejuicio es el reflejo ?que varía
en sus matices a través del tiempo, pero que traduce una misma
hostilidad-, de una opinión condicionada por la presión que ejerce un
aparato cultural que va de la solemnidad de la historia oficial forjada
por la oligarquía, a la aparente independencia de esta proveniente de un
progresismo que tiende a coincidir empero con aquella en su común
rechazo a ese movimiento popular. Coincidencia que se hace más evidente
que nunca en los momentos críticos, en los cuales derechas e izquierdas
embisten, desde los dos costados del espectro político, contra el
peronismo cuando este se encuentra en apuros.

No desearía hablar en primera persona, pero en este caso no hacerlo así
sería artificial: que quede claro que yo no soy peronista. Para mí, sin
embargo, como para muchos otros, ese movimiento, con sus altibajos, sus
errores, sus corrupciones y su a veces inconmensurable torpeza, fue el
hecho que más profundamente agitó a la sociedad argentina en el último
medio siglo y que merece, por lo tanto, una visión más precisa,
sistemática y comprensiva de sus aciertos y fracasos. La izquierda
nacional[1] explicó en forma reiterada desde 1945 para acá, la
naturaleza del fenómeno: un movimiento popular puesto bajo la advocación
de una dirección bonapartista ?o populista, si se quiere- que venía a
desempeñar la función vicaria de una burguesía nacional que no se veía
ni se ve por ningún lado.

Para llenar esa misión llamó a las masas, hasta entonces desprovistas de
una dirección estratégica, les otorgó un estatus social y, en
consecuencia, las nacionalizó en una medida en que nunca lo habían
estado antes. El movimiento no pudo llevar adelante su proyecto en su
totalidad por la feroz hostilidad que despertó en los sectores
vinculados al imperialismo o influidos por este, y por razones que
hacían a sus propios problemas internos y a la incapacidad de
resolverlos como no fuera a través de la presencia autoritaria de un
líder carismático que no se proponía tener iguales y que, cuando sus
fuerzas se agotaron, fue incapaz de controlar la crisis intestina de su
partido. Pero este conflicto interno en definitiva no era otra cosa que
la evidencia, en el seno del movimiento nacional, de la insuficiencia de
este para darse una ideología coherente y persistir en su propio
proyecto. Esto es, de romper con una tradición intelectual dependiente
concebida a la medida de los intereses de los grupos económicamente
dominantes y forjar una nueva, orientada a una transformación
revolucionaria de la sociedad.

Convengamos en que el peronismo de los orígenes, con sus méritos y sus
deméritos, es hoy un fantasma del pasado. Sus estructuras fueron minadas
de manera irreversible por el menemismo, que lo traicionó y saboteó por
dentro y logró lo que sus enemigos externos nunca habían conseguido,
esto es, abolir sus banderas tradicionales y liquidar el patrimonio
físico e ideológico que, mal que bien, había hasta entonces custodiado.

Lo que tenemos ahora en el panorama político es un conglomerado de
facciones movidas por apetitos mezquinos, frente a un gobierno que
expresa demasiado tímidamente la vocación nacional y popular de los
inicios del peronismo y que sólo hoy, cuando se le ha hecho evidente que
es imposible pactar con el enemigo y que este no le va a perdonar ni
siquiera los atisbos de una acción contra el sistema, se decide
tardíamente a tomar impulso y a atacarlo en los frentes que le duelen.
En especial en la cuestión de las AFJP, de las retenciones al agro y de
los monopolios de la comunicación que ejercen una virtual dictadura,
disfrazada de pluralismo, sobre una opinión a la que bombardean con un
discurso unívoco que se desploma desde la prensa gráfica, la radio y la
televisión, discurso hábil para aprovechar los errores de imagen, reales
o inventados, cometidos por el gobierno.

/Alergias/

Y bien, en este momento crítico de pronto vuelve a manifestarse esa
repulsa de piel, en buena medida inducida pero de fácil penetración, en
un amplio espectro de la clase media, respecto de esa ?obstinación
argentina?, como llama José Pablo Feinmann al peronismo. Un dato ha
hecho patente esa animadversión por estos días. La famosa ley de medios.
La ley de medios ha sido bombardeada desde todos los ángulos sin que se
exhiba ni la sombra de una recusación legal o conceptual seria. Pero,
como en el caso de la frustrada ley de retenciones al campo, ha servido
como catalizador de la difusa antipatía que genera el gobierno en
amplios sectores de la sociedad que no tienen intereses creados en los
medios de comunicación, como no los tuvieron antes respecto de la renta
agraria. La cuestión para ellos parece pasar más bien en la oportunidad
que se les brinda para exteriorizar su antipatía para con un Poder
Ejecutivo que, en verdad, no la merece, al menos de parte de quienes la
profesan desde el rango social al que nos referimos. Que este ha sido un
gobierno insuficiente en lo que hace a un proyecto nacional de
desarrollo lo dijimos más arriba y lo hemos mentado en repetidas
ocasiones. Pero si evaluamos a los gobiernos que lo han antecedido, esa
deficiencia empalidece.

Para algunos observadores, como Torcuato di Tella, por ejemplo, este es
el mejor gobierno que ha tenido el país desde 1930. Se trata de una
apreciación más que discutible en lo referido a su accionar general,
pero sin duda en lo vinculado a la calidad institucional e incluso a la
transparencia administrativa esa aserción puede tomarse como cierta.
¿Qué tuvimos después del derrocamiento de Irigoyen? Una alternancia de
gobiernos de facto con gobiernos constitucionales que rengueaban de una
u otra pierna cuando de examinar su Curriculum cívico se trata. Los
gobiernos del general Agustín P. Justo y del doctor Roberto M. Ortiz
ascendieron al poder en base a la proscripción del radicalismo
yrigoyenista o al fraude. No puede decirse lo mismo del peronismo,
salido del pronunciamiento militar de 1943 y que revalidó sus legítimos
títulos democráticos en las elecciones de 1946 y 1952; pero el estilo
personalista, el acoso a la oposición y el control de la prensa no
crearon un clima precisamente ideal para la instauración de un clima de
debate público y originaron crispación en un sector muy grande de la
ciudadanía, convirtiéndola en el basamento civil del golpe militar
reaccionario que en Junio y Septiembre de 1955 se lanzó a demoler lo
construido desde 1943. Siguieron otros 18 años signados por golpes
militares e interregnos civiles, pero en todo momento estos últimos
estuvieron deslegitimados por la proscripción del peronismo, situación
que acabó en una convulsión nacional rematada por los ?años de plomo?:
los de la guerrilla, la represión y la dictadura.

En cuanto a los gobiernos que se sucedieron después de 1983, fueron
democráticos en su forma, en la medida en que se basaron en elecciones
libres, pero estuvieron informados por una unanimidad en la conducción
de la política económica que venía a desmentir las plataformas
propuestas durante las campañas electorales, hasta terminar en la orgía
de corrupción de la década de los ?90. Comparado a estos antecedentes,
los gobiernos de Cristina Fernández y Néstor Kirchner se proyectan como
modélicos, pues hay la libertad de prensa más irrestricta ?que permite
incluso afirmar que esta no existe- mientras se impulsan iniciativas
como la reforma del Poder Judicial, se esbozan algunas políticas de
recuperación industrial y se corrigen las injusticias pendientes como
consecuencia de la ley de Obediencia Debida.

/Zonceras argentinas/

Nada de esto basta sin embargo para moderar a los críticos. Los epítetos
más increíbles como autoritario o fascista, por ejemplo, caen de la boca
de Elisa Carrió, cuando concurre a la televisión ostentando su bronceado
caribe y desgranando profecías apocalípticas. Como pronosticarle a la
?pareja presidencial? un final equiparable a la del matrimonio Ceasescu
en Rumania. La exagerada actitud no confrontativa del actual gobierno
contrasta con las afirmaciones de este tenor. La corriente de opinión
superficial que exterioriza su rechazo a los Kirchner, empero, parece
aprobar esos dislates y no tomar conciencia de que este gobierno, pese a
su falta de proyecto estratégico, a su propensión de proclamar
iniciativas que luego quedan en agua de borrajas, a la presunta falta de
probidad en las estadísticas del INDEC y a los casos de corrupción que
se sospechan en algunas áreas, ha tenido iniciativas de carácter popular
y progresista que han ido en el buen sentido, como en el caso de la
sostenida actualización de las jubilaciones, una política exterior
atenta a dar prioridad a las relaciones latinoamericanas, el intento
fallido de gravar la renta agraria y el empeño por democratizar la
comunicación rompiendo el monolito de las dos o tres grandes cadenas que
concentran la información y el espectáculo en Argentina.

Frente a este manojo de realidades, sin embargo, parece pesar más el
prejuicio (entintado de racismo, en muchas ocasiones) de un sector de la
clase media que no atiende a razones. Se siente ofendida no se sabe bien
porqué. En un ejercicio de realismo mágico tiende a atribuir a todos los
gobiernos de turno (pero en especial a los peronistas) la culpa de las
miserias (que no son tantas) que la agobian. No desarrolla el más mínimo
esfuerzo por comprender los móviles que subyacen a las cosas que ocurren
y se deja llevar por los humores coyunturales que la mueven. ¿Qué
diablos quiere la clase media cacerolera que se obnubila rencorosamente
por las carteras que porta la Presidenta o se hincha de indignación ante
la inseguridad física que se deriva del aumento de la delincuencia?
Quiere desahogar el berrinche que le provoca la vaga noción que tiene en
el sentido de flotar en el vacío; es decir, quiere exorcizar su propia
confusión, su haraganería intelectual para tratar de explicarse su
desconcierto averiguando por qué suceden las cosas que suceden. Es más
fácil propinar epítetos antes que ponerse a indagar sobre las cosas que
nos molestan.

¿Percibirá esa masa amorfa las raíces de la crisis en que el país se
debate? ¿Es capaz de tener memoria de los hechos que condujeron a esta?
Los créditos internacionales transformados en deuda externa impaga y
henchida de intereses acumulados contraída por un gobierno al que no
eligió nadie, estuvieron en la base de este deterioro, al igual que el
desguace del Estado por obra del consenso de Washington, del que fueron
personeros muchos individuos que están hoy en la oposición y gran parte
de los cuadros ?disidentes? del peronismo. La tabla rasa que se hizo con
la industria nacional en la época de la dupla Menem-Cavallo o De la
Rúa-Cavallo fue el principio motor que expulsó a la periferia social a
millones de personas, generando las condiciones de deterioro social que
hoy se exteriorizan en ese aumento de la delincuencia que enfurece a la
clase media. ¿Qué puede esperarse entonces de esa runfla de oportunistas
y aprovechados si vuelven al gobierno? Se dice que los gatos escaldados
no vuelven a probar la leche hirviendo. Pero pareciera que en nuestro
país esa capacidad de aprender a través de una experiencia sensible no
existe porque no hay memoria?

La oposición irracional al actual gobierno proviene asimismo de los
grupúsculos de la ultraizquierda, que concurren a agitar las aguas (¡con
gran sentido de la oportunidad!) justo cuando el ejecutivo se encuentra
embarcado en un proyecto como la ley de medios que todos, estén a favor
o en contra, juzgan estratégico. El conflicto de Kraft es, en efecto,
una prueba de fuerza de una firma transnacional para forzarle la mano a
los sindicatos y al Ejecutivo y para tantear los límites de este para
conciliar entre las partes. En estas circunstancias, buscar el choque
con la empresa más allá del marco de la protesta pacífica y ajustada a
los cánones de la ley puede ser, en /esta/ instancia, otra forma de
apretar al gobierno. La incapacidad de mensurar las relaciones de fuerza
en un momento dado ha sido el signo distintivo de la ultraizquierda en
Argentina, y ha sido expresivo no sólo del accionar de núcleos muy
minoritarios sino también de esos desprendimientos iluminados de la
clase media que conformaron a la guerrilla en los años de plomo. Sin que
esto suponga negar su coraje ni la magnitud del sacrificio que ellos
hubieron de afrontar.

/Una cuestión de enfoque/

El problema central de la Argentina es la dependencia económica y las
sucesivas subordinaciones que esta impone en el plano intelectual,
social y político. Pero si la primera no puede revertirse a partir de un
voluntarismo que pretenda copar el poder contra viento y marea ?como
quedó demostrado en los ?70- entonces se hace evidente que el esfuerzo
debe pasar por esa pesada y lerda batalla dirigida a modificar las
pautas conceptuales que los cuadros medios aplican a la realidad
política. Pasa por una tarea educativa o autoeducativa, en una palabra.
Después de todo la generación de la JotaPé surgió en gran parte de
hogares gorilas de clase media, a través de una rebelión que compaginaba
la natural ruptura con los padres y el descubrimiento por los hijos de
una realidad distinta de la que les habían enseñado. Al revés de lo que
ocurrió por entonces, por lo tanto, bueno será comprender que ni los
criterios autoritarios ni los dogmatismos de capilla pueden ayudar a
crear esa base intelectiva que es necesaria para comprender el presente
y preparar el futuro.

En ese momento la inmadurez de las nuevas generaciones que descubrían al
peronismo se dio de patadas con la realidad de un movimiento
multifacético en el cual su jefe hacía difíciles equilibrios para llevar
adelante un proyecto de revolución nacional que, de momento, tenía poco
o nada de socialista. Los jóvenes querían rodear a Perón e imponerle su
particular idea del cambio. Pero tropezaron con alguien que no tenía
intención alguna de renunciar a sus poderes y que, además, como astuto
realista de la política que era, sabía que el proyecto de los Montoneros
no sólo iba contra él sino contra los componentes profundos de la
sociedad argentina, que es individualista, más bien conservadora y para
nada afecta a las aventuras colectivas. Al sentirse atacado, Perón
reaccionó con la torpeza de un hombre viejo, agravada por la mediocridad
siniestra del entorno del que se había rodeado. Cuando desapareció se
hundió el último puente que restaba sobre un vacío anárquico que
demandaba a gritos un ordenamiento. Este llegó, como era de prever, de
las peores manos de las cuales podía salir: unas fuerzas armadas que se
habían concebido a sí mismas como baluartes del antiperonismo y del
anticomunismo a partir de 1955 y habían sido adoctrinadas en la Escuela
de las Américas, pero que además estaban exasperadas por los continuos
ataques de la guerrilla, que terminaron silenciando las diferencias de
criterio que podía haber dentro de ellas, soldándolas en un solo bloque
en el cual la capacidad de discernimiento era eclipsada por la
arrogancia y la sed de venganza.

Nos pese o no, las vertientes nacionales del pensamiento, cualquiera sea
su origen, han de estar preparadas para convivir unas con otras, sin
pretender (por difícil que esto sea) una prelación que daría a unas más
que a otras el rol de depositarias de las cartas de nobleza para mejor
combatir al sistema.

No es fácil conseguir esta síntesis. Pero es el único camino que queda
ante la amenaza de una eventual restauración oligárquica, que volvería a
tensar las relaciones sociales en un país donde la gente pierde cada vez
más la paciencia y la cabeza y, por consiguiente, la capacidad para
comprender las cosas. La re-politización de la sociedad en el buen
sentido del término es un expediente indispensable para salir de la crisis.

N O T A

[1] La izquierda nacional es una corriente de pensamiento no vinculable
al nacionalismo de matiz oligárquico, aunque no desdeñe las aportaciones
de este al revisionismo. En buena medida deviene de FORJA, del
trotskismo y del comunismo, y fue la primera en aplicar al populismo un
análisis marxista capaz de ver a la Argentina como el producto de una
deformación generada por su situación semicolonial y culturalmente
dependiente de los grandes centros de poder global. Arturo Jauretche,
Raúl Scalabrini Ortiz, Aurelio Narvaja, Jorge Abelardo Ramos, Juan José
Hernández Arregui, Norberto Galasso, Rodolfo Puiggrós, Alfredo Terzaga,
Jorge Enea Spilimbergo, Roberto Ferrero, José María Rosa, Fermín Chávez
y muchos otros se contaron entre quienes realizaron las mayores
aportaciones a la corriente. A pesar de haber ejercido una decisiva
influencia intelectual en la nacionalización de los sectores medios y
haber producido un corpus literario de gran magnitud, no goza de prensa,
sus libros hoy no son fáciles de conseguir y su prestigio en la academia
universitaria es nulo. Más que recusada, la corriente fue ninguneada con
el silencio. De su reconocimiento o, mejor dicho, del debate en torno de
sus postulados, cualesquiera sean las diferencias que se tengan con
ellos, debería nacer la oportunidad para una nueva síntesis que sea
capaz de operar sobre el cuerpo vivo de la Argentina de hoy.

(www.enriquelacolla.com)

SEREMOS UN ESTADO O NO SEREMOS NADA



San Jauretche, ¿llegó la buena leche?
Por Eliana Gabay y Jorge Devincenzi
Gentileza revista ZOOM

Este gobierno, la etapa iniciada en 2003, es una originalidad en el rumbo inercial de una Argentina que solo podía esperar de sí la medianía de un futuro hecho a medida de pocos. Se podría estar en desacuerdo con la velocidad del cambio producido, pero son muchos y fuertes los condicionantes en el juego del poder local, en el escenario internacional, en el seno de nuestra sociedad y en el propio gobierno. Múltiples sectores sociales y económicos pujan en sentido contrario, buscando consensos o pretendiendo imponerlos (aunque parezca una contradicción en el término) mediante la manipulación mediática. Algunos son más visibles que otros, y no todos tienen la misma fuerza para definir. Un conflicto que se resuelve en el Estado o a las trompadas.

La cuestión de la crisis financiera mundial puso en un primerísimo plano el concepto de Estado Mínimo que originó el fundamentalismo neoliberal. Pero el mismo concepto tiene significados distintos en el centro del mundo y en las periferias. Con dinero público, allá se distribuyen ingentes subsidios agrícolas, a la desocupación, y al complejo militar-tecnológico que los mantiene en la cima. Acá, y en general en los países periféricos, Mínimo es sinónimo de prescindencia.

Cuando todo estalló a fines de 2008, las corporaciones financieras quebradas por la burbuja —que habían sostenido durante décadas las premisas básicas del llamado Consenso de Washington— comenzaron a clamar por un Estado activo, es decir, que las salvara el dinero público. Estados Unidos, en su cómodo papel de cabeza imperial y defensor acérrimo del libre mercado en los ’80 y ’90, se vio en la necesidad de financiar generosamente a empresas bancarias que habían prestado a numerosos agentes cientos de veces los valores depositados, tan ficticios como los représtamos, armando una bicicleta financiera de dimensiones planetarias.

Se probaba así, una vez más, que las recetas provenientes del "centro" del mundo son fantasías para consumo de los ingenuos, porque encubren una política persistente de concentración y centralización del capital, con resultados asimétricos por sectores sociales y países. Hasta minutos antes del estallido de Wall Street, los críticos eran tomados como chiflados, extravagantes o románticos apegados a un tiempo pasado.

Fundamentals
Estados Unidos siempre sostuvo —con la insistencia de quien se hace el sordo— el dogma de que el déficit fiscal era "non sancto" para los otros, cuando a la vez desde décadas atrás solventaba su monumental déficit mediante la emisión de un dólar impuesto como moneda de uso universal. Y la emisión astronómica que inyectó liquidez a los bancos quebrados —desde las postrimerías de la administración Bush— lo hizo todavía mayor. La emisión monetaria, sin embargo, era un pecado mortal para los países periféricos.

En América, siete años atrás, la explosión de la “convertibilidad” argentina había alertado sobre la supuesta racionalidad que sostenía la expansión ilimitada de los flujos financieros. Paul Krugman calculó entonces que la especulación constituía el 90% de la actividad económica mundial, mientras que la economía real (la producción) se arrinconaba en el 10% restante.

Lo paradojal es que, con gravísimas consecuencias para el medio ambiente, ese 10% sostenía niveles de consumo inéditos en la civilización humana. Además, gracias al desarrollo tecnológico, la cuestión de la producción de bienes se había corrido de la centralidad del sistema, lo que explica en parte, por qué China y el sudeste asiático son el motor industrial del mundo, y también por qué ya no existen empresarios como Henry Ford que pagan altos salarios para que los trabajadores puedan comprar lo que producen.

Y esa no es la única paradoja: a pesar de que los hechos fueron probando que los "Estados prescindentes" debían acabar, y que la propia lógica interna del fundamentalismo neoliberal había colapsado, el mundo, las ideas y las opiniones de muchos expertos parecerían seguir hacia adelante como si nada hubiera sucedido.

Hay discursos circulando sobre la reforma del FMI y su “democratización” (sic), pero son palabras, por cuanto su función era aquella (perpetuar la deuda externa de los países periféricos a través del otorgamiento de créditos), y si dejara de tenerla, ese ya no sería el FMI, ni este mundo sería este mundo. ¿Dónde se ha visto un banco democrático?

La racionalidad ficticia del sistema se sostiene sobre un nivel inédito de exclusión social planetaria, otra de las paradojas de un tiempo que auguraba felicidad universal. Son millones y millones de seres humanos privados de bienes materiales y simbólicos, que residen en los centros imperiales y en las periferias, diluyendo las fronteras clásicas entre ambos, y generando un mundo caótico con múltiples centros y múltiples periferias excluidas.

Esta realidad llena de contingencias que hasta acabó con la profecía del "Fin de la Historia", replantea —desde otro lugar— las cuestiones del rol de los Estados y la vigencia eventual de un modelo activo. Y en países como el nuestro, dichas premisas parecen convertirse en asuntos vitales para la supervivencia colectiva, ser o no ser una comunidad integrada. Porque un Estado activo sólo es eso, activo, y puede funcionar en democracia para reafirmar la concentración de poder y profundizar las diferencias sociales y económicas. Pero también para lo contrario.

Tiempos de crisis
Resulta oportuno recordar que el concepto de Estado se asocia al de Modernidad. El proceso de conformación del Estado moderno en Europa occidental en el transcurso de los siglos XVIII y XIX generó no sólo el corrimiento de viejas instituciones sino su destrucción, creando un orden social nuevo, distinto al del viejo orden feudal estamental. Ese nuevo orden social estuvo entrañablemente asociado al triunfo y consolidación de la burguesía, la expansión del modo de producción capitalista y la afirmación del liberalismo político y económico. El Estado moderno logró materializarse en la realidad a través de las alianzas sociales y territoriales que se gestaron a largo del tiempo, distintas a las del régimen monárquico que lo precedió.

Ese primer modelo de Estado, llamado por algunos autores liberal o conservador, más tarde devino en el denominado Estado de Bienestar, que fue adquiriendo relevancia en las naciones centrales a partir de la crisis mundial de 1930, debido a la agudización de las consecuencias del capitalismo de libre mercado que generó concentración de la propiedad y la riqueza, y que priorizó la especulación financiera en lugar de la producción. El Estado de Bienestar surgió para regular la economía y compensar los males del capitalismo en la vida social.

Este modelo entró en crisis a mediados de los 70 (por la subida estrepitosa del precio del petróleo que generó inflación mundial, el fin de la convertibilidad del dólar, la agudización de las condiciones de pago de la deuda externa, particularmente de los países periféricos que la contrajeron durante el auge de los petrodólares, etc.) en el contexto de una nueva fase del capitalismo, la globalización.

En los ‘90, el Estado se limitó a asegurar algunos de los derechos políticos y civiles, no así los sociales y económicos conquistados con el Estado de Bienestar. Estado por un lado, y políticas para el bien común por otro, dejaron de ser categorías asociables.

Bajo la impronta del neoliberalismo, el Estado debía garantizar seguridad política y jurídica para estimular la inversión privada. A la par, en el discurso dominante se proclamaba que el nuevo orden global ponía en duda la capacidad de autonomía y decisión del Estado, y que era inevitable, natural y saludable la lógica imperante de las empresas multinacionales y los organismos multilaterales de crédito como el BM y el FMI.

La gran meta política era afianzar el Estado Mínimo.

Ninguna política estatal es neutra: esa prescindencia y minimalización del papel del Estado ocultaba, en definitiva, la decisión “activa” de retirarse para que el mercado (o el capital en su conjunto) decidiera por la sociedad y en nombre de esta.

Este proceso de retracción del Estado fue de la mano del estallido de las representaciones, de la cooptación de los partidos políticos por tecnócratas que diseñan políticas públicas fieles a los intereses de los grandes grupos económicos, y del quiebre de los llamados “proyectos nacionales".

A qué apuntamos
El gran desafío de hoy es la construcción de imaginarios sociales que sean colectivos, que superen a los que emanan de esa realidad fragmentaria que se impuso en los ‘90. El desafío es cambiar lo aleatorio por lo previsible, y avanzar hacia la conformación de nuevas alianzas entre sectores sociales y políticos a los fines de plasmar la Justicia Social.

No debe dejar de mencionarse la incidencia del llamado pensamiento nacional en la construcción de esos imaginarios. Como tantas otras cosas, fue paulatinamente invisibilizado porque iba a contramano de las ideas y discursos de moda de finales del siglo XX. Pero también, por su propia incapacidad para construir una alternativa posible en el marco de un profundo cambio local acorde con las condiciones reinantes del capitalismo cuyas líneas gruesas escapan a nuestro control.

Así, "el menemismo" (con sus profundas y nefastas consecuencias) fue un hecho real, surgido en el seno del peronismo y no un desembarco desembozado del enemigo o un golpe de mano de un grupo de mafiosos, por lo cual, resulta también imprescindible superar la lógica de lealtad-traición para entender qué fue aquello y actuar conforme al nuevo escenario que se abrió en el país a partir de 2003.

Mientras el pensamiento nacional parecía desvanecerse, la crítica al menemismo de los llamados sectores progresistas no abordó la centralidad de la cuestión nacional —la creación un interés colectivo común— y retomó en sus argumentos, visiones pueriles sobre un Estado neutral y mediador de conflictos, cuando en realidad el Estado real, el que opera, resulta de la imposición de los dueños del poder, que en Argentina sirven y se identifican con el proyecto imperial. Por eso, este gobierno es una anomalía en el rumbo inercial.

La recuperación de las viejas empresas estatales nos asoma a escenarios diferentes: es imposible revivir aquella forma morosa de gestión (propicia para el saqueo) cuando han cambiado radicalmente las condiciones de mercado, la competencia, las demandas de los consumidores, la tercerización de tareas, la existencia de sindicatos con intereses no limitados a la esfera de la defensa del salario y las condiciones laborales, entre otros factores.

Es esta una etapa de suma complejidad: múltiples sectores sociales y económicos pujan en sentido contrario, pero a la vez, buscan consensos o pretenden imponerlos. Eso representa un obstáculo para la constitución de una voluntad nacional y popular porque todos buscan satisfacer de inmediato intereses sectoriales que difícilmente cristalizan en unidad política en función de un fin superior compartido, lo que reafirma la necesidad de la autoridad política, reconfigurar el Estado y apuntar a la gestión.

Seremos Estado cuando el conjunto de normas, leyes e instituciones de gobierno configuren un tipo de relación social caracterizado por la disminución de las desigualdades sociales y económicas, ello anclado en valores solidarios, en el consenso de distintas minorías, y no en ese individualismo exacerbado del sálvese quien pueda pero tampoco en una homogeneidad propia de un pasado cerrado.

Mira quien se opone para saber por qué la apoyo

Apresurados, retardatarios y líquidos Por Jorge Devincenzi
Gentileza Revista Zoom

En “Actualización Doctrinaria….” (Getino y Solanas, 1971) Juan Perón habla de apresurados y retardatarios con sus múltiples interpretaciones de época. Había que ser peronólogo para entender, porque tanto los propios como el enemigo, los que iban de prisa como los que no, los que disputaban la Conducción como los que se avenían a ella, creían haber encontrado su lugar en el Mundo con otra de las genialidades criollísimas del Viejo.
La referencia histórica puede ser falsa, pero al menos es creíble.
Dicen que sólo se puede hacer historia con testimonios directos o indirectos: sin embargo, en la Argentina, el pasado argentino fue reinventado por Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López –y todavía hay calles que los recuerdan como si tal cosa– para construir un presente falso. Alguien dijo alguna vez que Mitre, como historiador, era un buen traductor de la Divina Comedia, y como traductor, un verdadero traidor. Es decir, un traidor en toda la línea.

¿Subsisten los apresurados y retardatarios?

Semejante pregunta soporta distintas respuestas. El “progresismo” argentino, en general, podría inscribirse en un cómodo justo medio: no son ni tibios ni calientes, ni chicha ni limonada, ni apresurados ni retardatarios, porque solo pretenden “modernizar” la sociedad incorporando algunos derechos posmodernos sin cambiar la lógica económica. Dejando todo como está. Y no es que uno adscriba al determinismo dialéctico en sus (también en esto) múltiples interpretaciones, pero la Justicia Social –base de sustento de lo Nacional– ya está sugiriendo la naturaleza económica del problema, por cuanto no la hay si no se pone límite al Capital. A los mercados, se diría hoy eufemísticamente. Libres mercados y Justicia Social son términos antagónicos por más que uno se haga el progresista. Y por eso conviene reflexionar sobre el papel del Estado.

A los retardatarios se los encuentra rápidamente: son los que constituyen el “partido del coloniaje”. Podrá argumentarse que el término es ambiguo, por cuanto no existe hoy, en términos de partidos políticos, uno que se identifique como tal, con representación, sede social y autoridades legalmente constituidas. Es más: todos los integrantes de ese tal partido del coloniaje se esmeran en presentarse a sí mismos como lo contrario de lo que realmente son: Grondona, Iglesias, Morales Solá, Van der Kooy, la Pitonisa Psicótica, entre muchos otros, son argentinos como el que más. O quizás sí lo son y no solamente se presentan como tales, pero no de la Argentina que uno tiene en mente: sencillamente, como diría el Pelado Cordera, una Argentina que nos incluya a todos.

Sueño módico.

Y no es que uno no haya sido también retardatario, pero a su modo, como por ejemplo en los 90: “¡Paren de modernizar!”, pudo haber sido una consigna propia de aquella época, por cuanto cada innovación, cada “modernización”, cada reforma (diseñada por el imperio) abría una nueva herida a la Argentina.

Contra eso, ni olvido ni perdón, porque un partido no puede dar un giro en 180 grados y dedicarse a destruir a lo bestia y en profundidad todo lo que se había construido con gran esfuerzo. Es decir, hablamos en términos de razón de ser o naturaleza, ya que las representaciones políticas son genuinas en tanto sirven a los fines para las que fueron creadas, y si no, los traicionan.

Esta interpolación histórica en la que arbitrariamente se puso como punto de partida a la famosa frase de Perón, no puede entenderse si no la contenemos en la irresistible decadencia o desvalorización de todas las representaciones y significados.

Un apresurado de los primeros setenta era un tipo que se había definido por la Patria Socialista, incluso sin saber qué era el socialismo y menos que menos, sin tener idea de lo que era el socialismo real, ese que se expresaba crudamente en las ambiciones imperiales (Hungría, Checoslovaquia, etc.) de Moscú ni en el obturamiento de la construcción social que implicaba tratar a un crítico del sistema como un esquizofrénico incapaz de entender las bondades de las que solo disfrutaban los aparatchiks, y como tal, sujeto a prisión, chaleco de fuerza y electroshock. Historia antigua, es cierto, pero no viene mal recordarla brevemente.

… y líquidos
Hoy en día, ser “apresurado” es un valor constitutivo de la civilización en su etapa de predominio del capital financiero, la forma superior de saqueo y apropiación privada. Las ganancias ya. El deseo realizado ya. El goce satisfecho ya. El Nesquik ya. El amor líquido ya.
No existe, sin embargo, un delivery de Nación ni de Justicia Social, que vienen a ser aproximadamente lo mismo.
Los apresurados del siglo XXI creen que la construcción política puede reemplazarse por la ficción de las redes sociales. Los ficcionales atribuyeron la autoría de la renuncia del comisario Fino Palacios al intercambio de mails. Ahora, circula un petitorio virtual para revocar el mandato de Macri. Otros creen que la nueva Ley de Medios Audiovisuales cambiará mágicamente la realidad, cuando todos sabemos que la Madre de Todas las Batallas comienza inmediatamente después de sancionada y promulgada.

Los apresurados de hoy en día confunden poder con militancia, y política con comentario político. Son formas líquidas de encarar la política, probablemente asociadas con formas líquidas de sus respectivas vidas privadas.

Somos los piratas
Siendo así, se les puede escapar el significado de lo publicado por la AEA (Asociación Empresaria Argentina) que aglutina a lo más concentrado y tradicional del poder concentrado y tradicional, quien ejerce sus eventuales derechos mediante dos eufemismos.

El primero se refiere a los “derechos adquiridos”.

Habida cuenta de que la nueva Ley de Medios Audiovisuales no legisla sobre la libertad de expresión o de prensa sino sobre la administración pública de las ondas radioeléctricas, la defensa de los “derechos adquiridos” se refiere al viejo “derecho de captura”. Como no podía ser de otra manera, este derecho de filibusteros es parte del “derecho consuetudinario” de Gran Bretaña refiriéndose a la propiedad de las naves “halladas” en altamar. Siendo harto difícil que una tripulación abandone voluntariamente el navío dejándolo a merced de la naturaleza, los “hallazgos” casuales solían producirse luego de que los corsarios pasaran a degüello a los legítimos ocupantes del navío.

A eso mismo se refieren los derechos adquiridos en el negocio audiovisual. Nadie está impedido de publicar, de editar un diario o revista si sabe cómo hacerlo (o incluso aunque no sepa) y tiene con qué. Pero las ondas radioeléctricas son limitadas. Y la realidad es tal, que un grupo, o un puñado de grupos, se apoderó de ellas siendo un bien público.

Que los medios hayan sido lícitos o no, es harina de otro costal. Pero aunque fueran lo primero, es absurdo que un país otorgue algo de su propiedad sin límite de tiempo, a perpetuidad, y sobre todo siendo tan limitado el espectro radioeléctrico. De modo que cuando se dice “derechos adquiridos” debe leerse “derecho de captura”. Y detrás de ello vienen marchando otros eufemismos tóxicos: seguridad jurídica avasallada, legitimidad de origen pero no de ejercicio, etc. Todo repaso a las columnas de Grondona, Morales Solá o Cachanovsky contendrá necesariamente alguno de estos equívocos.

La AEA también pide que “la prensa sea independiente del poder político”. Bien que nos haría. ¿Y por qué no del poder económico? O en otras palabras, todos aceptaríamos que fuera independiente del poder político si lo fuera también del económico, pero lamentablemente también estamos seguros de que la actividad social es esencialmente política aunque se desenvuelva en un marco económico.

Es que la satisfacción garantizada, llame ya, es en esta etapa de la vida pública argentina es adyacente a ciertas formas mafiosas de actuar.

Si la definición “medios independientes” ya es un oximoron, y nunca se aclara si independientes respecto de qué, lo cierto es que para algunos observadores del conflicto social, el periodismo, la emisión de ideas, no es mas que un soporte del verdadero mensaje de los grandes medios, que consiste en legitimar al sistema económico vigente, al Poder, al modo de vida capitalista, en sus múltiples manifestaciones. In extremis, el contenido no es mas que una fachada. Por eso será que los medios “más prestigiosos” no se preocupan demasiado por la calidad de las noticias que emiten.

Se necesita ser un individuo crítico (ese que puede recrearse a sí mismo) para no ser manipulado –a través de días, años y décadas– por la opinión de un medio independiente del poder político pero no del económico, de modo tal que nuestra opinión independiente no sea la opinión de Techint, La Serenísima, La Rural, Bunge & Born, Grobocopatel, Pérez Companc, Socma.

Que es lo que nos ha sucedido (para ser compasivos) en cierto modo.

Ah, lo alternativo
También hay una interpretación líquida de lo alternativo, adyacente al 33% del espectro que podrían ocupar los medios “alternativos”.
El término es ambiguo. Una primera acepción indica a todo aquello que se opone a lo instituido, o que, sin oponerse y hasta deseando fervorosamente ser reconocido como tal, es rechazado por lo instituido. De ninguna manera se debe dar por sentado que lo alternativo tiene una calidad asociada con esa definición, o que la calidad integre la naturaleza de lo alternativo. Por demás, lo alternativo tiene connotaciones precisas relacionadas con la visión eurocéntrica de “contrapoder”.
Asimismo, lo “alternativo” está con frecuencia asociado al tercer sector, a las ong’s, publicitado como la panacea al fin de los Estados-nación por una cuestión elemental: porque a través de ellas, las corporaciones pueden evadir impuestos.

En Argentina, las ong’s no tienen ningún tipo de control social, y en eso se incluyen sus autoridades, forma de elección, fines y financiamiento. Una cosa es otorgar el 33% a instituciones reconocidas, y otra muy distinta a sospechosas fundaciones cuyos verdaderos móviles el público desconoce.

Un poco más de seriedad. No es suficiente con decir “mira quien se opone para saber por qué la apoyo”. Hay que competir. Todos somos capitalistas.

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.